La odisea trans de intervenir sus cuerpos con tratamientos caseros

El Salvador no provee las terapias de reemplazo hormonal ni los procedimientos quirúrgicos para personas trans. ¿Cómo hacen elles para intervenir sus cuerpos según sus vivencias?

Por Paula Rosales, desde San Salvador 

Hasta hace un año, Emily Michell Ventura tenía la costumbre de dibujarse con un plumón ocho puntos alrededor de cada uno de sus pechos, incluyendo los pezones. Luego alistaba la jeringa de un mililitro y se inyectaba ella misma aceite mineral en cada marca para hacer crecer sus senos y darles una apariencia femenina.

Emily, una mujer trans salvadoreña de 24 años, recuerda que cada pinchazo le generaba un profundo dolor, pero era un sufrimiento que estaba dispuesta a pagar para lograr la figura que siempre había querido tener.

A falta de contar con el recurso económico para realizar su transición con un médico especialista, Emily optaba por inyectarse aceite mineral, un derivado del petróleo que no es apto para este tipo de procedimientos.

El arriesgado proceso, que había aprendido de oídas de otras compañeras trans lo realizó tres veces por semana durante seis meses, hasta que el aceite comenzó a generarle picazón, ardor y decoloración hasta que decidió consultar a un médico.

El doctor le aseguró que tenía una alergia y únicamente le recomendó aplicarse cremas y tomar pastillas para recuperarse. Sin embargo, como en esos días Emily se dedicaba al trabajo sexual, sus clientes le apretaban los senos o eyaculaban sobre ellos, por lo que su alergia se complicó y fue internada en el hospital durante 10 días por una severa infección.

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En el hospital la estabilizaron, pero el daño en sus pechos ya era irreversible. La sugerencia médica fue extirpárselos, pero ella decidió no hacerlo.

“La verdad es que me arruiné el cuerpo al optar por meterme aceite, mejor me hubiera quedado con mis pequeños senos que tenía antes”, dijo a Presentes la aprendiz de cosmetología, que ahora se gana la vida haciendo la limpieza en un salón de belleza.

Pese a que actualmente sus senos son grandes, a menudo siente dolores de cabeza, fatiga y le cuesta respirar. El enrojecimiento del busco le ha causado estrés y le genera insomnio permanente.

“A veces no medimos las consecuencias de lo que puede pasar”, lamentó al observar todavía el tono rojizo.

En El Salvador, pese a que reconoce en la Constitución que es obligación del Estado asegurar a todos sus habitantes el goce de la libertad, la salud, la cultura, el bienestar económico y la justicia social, en la practica los derechos de las personas transgénero no se cumplen por razones morales y religiosas.

De acuerdo al informe “Basta de Genocidio Trans” realizado en 2018, un 46 por ciento de las mujeres trans encuestadas mencionaron que fueron discriminadas en los hospitales públicos, una cifra superior a las cometidas por las policía, con un 36 por ciento, y el Ejercito, con 6 por ciento.

Derecho al cuerpo deseado

El artículo 2 de los Principios de Yogyakarta define la identidad como la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento y puede involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole.

Los Principios de Yogyakarta es un documento elaborado por un grupo de expertxs en derechos humanos que establece principios relativos a la orientación sexual e identidad de género y busca orientar la interpretación y aplicación de las normas del derecho internacional de los derechos humanos, estableciendo unos estándares básicos, para evitar los abusos y dar protección a los derechos de las poblaciones LGBTI.

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Sin embargo, las intervenciones corporales no son accesibles para la mayoría de las personas trans de El Salvador por razones económicas. Por esta razón deben recurrir a tratamientos artesanales, donde ponen en riesgo su integridad.

La práctica de inyectarse aceite mineral en el cuerpo es uno de los métodos a los que han recurrido centenares de mujeres trans debido al reducido costo económico. Un aumento de senos puede costar entre 2.500 y 3.000 mil dólares, una cantidad inaccesible para la mayoría de ellas.

Los riegos de la aplicación artesanal

De acuerdo a una investigación sobre prácticas de feminización y sus manifestaciones en la salud transgénero presentada en la Universidad de El Salvador en 2009, un 33 por ciento de un total de 81 mujeres consultadas se infiltraron aceite mineral en mamas y caderas.

De este grupo el 60 por ciento sufrió edemas, inflamación, dolor y ulceras después de aplicarse el aceite en su cuerpo.

El riesgo de la aplicación artesanal de aceite en el cuerpo y el poco o nulo control médico ha provocado la muerte de varias mujeres trans, según diversas defensoras de derechos de la población. Sin embargo, no existe una estadística oficial sobre los decesos.

Muchas mujeres trans pueden entrar en depresión al no poder cumplir su derecho de reafirmar su identidad, otras eligen practicarse modificaciones artesanales que causan daños en su piel y organismo, muchos veces irreversibles.

“Hemos sido testigos de cómo la apariencia no acorde con las necesidades de una mujer trans puede sumirla en una depresión capaz de llevarla al suicidio”, de acuerdo al estudio “Basta de Genocidio Trans”, realizado por la Red Latinoamericana y del Caribe de personas Trans en 2018.

El Estado de El Salvador no provee las terapias de reemplazo hormonal ni los procedimientos quirúrgicos, contrario a otros países como Costa Rica, México, Argentina y Chile que sí lo realizan.

Varones trans

Joshua Navas es un hombre trans de 22 años de edad. Desde hace dos años y tres meses inició su terapia de reemplazo hormonal en el país centroamericano. Dice que vivió una etapa difícil cuando comenzó a masculinizar su cuerpo.

“Cuando inicié el reemplazo hormonal no se lo mencioné a nadie de mi familia porque sabía que me iban a decir que no. Sin embargo, ya había iniciado los cambios para tener una expresión masculina y esos cambios generaron bastantes conflictos, tanto que llegaron a los golpes para corregirme”, dijo Joshua a Presentes.

Él nunca se sintió a gusto con el cuerpo y el género asignado al nacer. Al cumplir la mayoría de edad decidió que tenía que hacer algo para ajustar su cuerpo con su identidad. Comenzó con cambios físicos como el uso del compresor de pecho.

“Me decían que no me pusiera eso, que iba a arruinar mis pechos. Cuando empezaron a ver los cambios fue bastante chocante porque me dijeron (familia) que lo dejara, que eso no era de Dios, que Dios había dejado hombre y mujer según la biblia”, expresó.

Después de un año de realizar su proceso de hormonización, Joshua ha comenzado a sentir en las últimas semanas un malestar en sus cuerdas vocales, sospecha que el tratamiento le ha afectado la anatomía de la laringe y eso le ocasiona dolores al tragar.

También ha sentido cambios en todo su organismo, sabe que algo anda mal, pero espera que no sea nada grave.

Hormonas en farmacias

Según el estudio presentado en la Universidad de El Salvador, las hormonas automedicadas por las personas trans fueron adquiridas en un 86 por ciento en la farmacia y solamente el uno por ciento las obtuvo en el hospital, por lo que existe una amplia automedicación, respecto a los pacientes que reciben un tratamiento con especialistas.

En relación a si consultaron con un médico sobre el proceso de hormonización, el 75 por ciento aseguró que nunca consultaron; el 13 por ciento consultó con un medico general; un 7 por ciento consultó a un cirujano y el uno por ciento a enfermeras.

De acuerdo a la Asociación Profesional Mundial para la Salud Transgénero (WPATH, por sus siglas en inglés), las poblaciones trans están expuestas a sufrir daños en su salud al no realizar la terapia de reemplazo hormonal bajo supervisión médica.

Uno de los riesgos registrados en mujeres trans es el daño al hígado, debido a que es uno de los primeros órganos afectados porque las hormonas femeninas hacen que la sangre se vuelva espesa; hay un aumento de las plaquetas que puede derivar en trombo embolismo pulmonar, embolias, cálculos biliares, hipertensión, cáncer y hasta la muerte.

Las mujeres trans se aplican inyecciones anticonceptivas que contienen estrógeno, progesterona y hormonas femeninas, sin embargo, su tratamiento debería ser solamente con estrógeno, no con progesterona, según especialistas. Además, tienen que utilizar bloqueadores de testosterona para que el cuerpo pierda las características masculinas.

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En el caso de hombres trans la hormona utilizada es la testosterona y la aplicación sin control podría derivar en hipertensión, diabetes tipo 2, cáncer de ovario, uterino y de mama.

“Lo más recomendable es que uno esté con un médico, que la testosterona sea medida de acuerdo a los cuerpos. Lastimosamente en el país o no contamos con los médicos adecuados o la consulta y el control es demasiado caro y se sale del presupuesto que tenemos”, recalcó Joshua.

Cambiar sí o sí 

La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró en 2018 que la transexualidad no es una enfermedad mental, por lo tanto, las demandas de esta población debe ser tratado como el derecho a tener las características de acuerdo a su identidad de género.

Esta decisión permite que mujeres y hombres trans no sean discriminades en los sistemas de salud, y establece que es una condición relacionada con la salud sexual de una persona.

En reiteradas ocasiones Presentes solicitó una entrevista a un representante del Ministerio de Salud, pero al cierre de la nota no se obtuvo ninguna respuesta.

La organización no gubernamental Asociación Salvadoreña de Transgéneras y Trasnsexuales (ASTRANS), creó en 2014 la clínica médica Diké, que ofrece servicios de salud transgénero.

En la actualidad la clínica atiende a 275 personas, pero solamente 43 mujeres y 37 hombres tienen un tratamiento de reemplazo hormonal permanente, mientras que el resto lo hace de una forma irregular.

“Hay personas que trabajan con hormonas sexuales o endocrinólogos que por su moral se niegan a atender a personas trans porque se van a ir al infierno, piensan que las personas trans son así por cuestiones del demonio y si les ayudan están con el demonio y se van a condenar, entonces la religión y la moral tienen mucho que ver con estas decisiones”, afirmó a Presentes el doctor Modesto Mendizábal, coordinador de programas Diké.

Las dosis son diferentes en cada uno de los casos. Diké administra las dosis sugeridas por WPATH y por la asociación de endocrinología de Estados Unidos, que sugiere un estándar de 5 milígramos cada 15 días. Mientras que mujeres y hombres trans consultados por Presentes adujeron que se aplican 10 milígramos cada semana o dos veces al mes.

Deuda del sistema público

La Red Latinoamericana y del Caribe de Personas Trans (REDLACTRANS) señaló que en 2017 el ministerio de salud sugirió suprimir el derecho fundamental de las personas trans a recibir tratamientos hormonales, debido a que el Estado no tiene los recursos financieros suficientes.

También adujeron que este tratamiento solamente buscaba mejorar la apariencia y que no era considerada una necesidad.

“Piensan que la identidad de género tiene que ver más con la expresión o con lo estético, piensan que ser mujer trans es maquillarse y verse como mujer o los hombres tener barba, cuando lo que sucede es que es un cambio en el núcleo de la persona en la existencia de la persona”, recalcó Mendizábal.

En El Salvador no se tienen datos estadísticos oficiales del total de población trans.

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