Es jueza de familia y madre de una niña trans: «Vivía con muchos estereotipos de género»

Luisa Hernández es jueza de familia. Tas un largo y duro proceso, pudo adoptar a un bebé de seis meses, con discapacidad y pocas probabilidades de aprender a caminar. Hoy Josefina tiene 11 años, es una niña trans que atravesó diagnósticos, camina y a diario interpela a Luisa, haciéndola cuestionar sus propias creencias y convicciones.

Por Airam Fernández, desde Santiago de Chile

Fotos: Josean Rivera

Luisa Hernández es jueza de familia. A diario le toca lidiar con niños que sufren violencia intrafamiliar. Tiene 52 años. A los 36 se topó con un diagnóstico de infertilidad. Entonces estaba casada, pero en el camino se separó. A los 41, tras un largo y duro proceso, pudo adoptar a un bebé de seis meses, con discapacidad y pocas probabilidades de aprender a caminar. Hoy Josefina tiene 11 años, es una niña trans que atravesó diagnósticos, camina y a diario interpela a Luisa, haciéndola cuestionar sus propias creencias y convicciones.

“Mamá, ¿cuándo sea grande podré ser madre?”, le preguntó Josefina el año pasado. Cada vez que surge, Luisa es honesta: le dice que no sabe, que si los avances de la medicina y la ciencia lo permiten, ella podrá. También le dice que existen otras maneras de construir familia.

“Cuando me pregunta eso, siempre le recuerdo su historia. Le digo que yo no pude tener bebés y que por eso la adopté, porque con esto nunca le he mentido. Le recuerdo que somos una familia distinta, pero familia al fin. Siempre lo ha entendido. Cuando insiste y se lo recuerdo, se queda tranquila”.

“Mírame bien, soy una niña”

A Josefina le gustaba ponerse la ropa de su madre y jugar con sus zapatos. En el colegio, a Luisa le “advertían” sobre sus preferencias en los juegos de rol, su hijx siempre quería ser una princesa. “Yo pensé que iba a ser gay”, dice Luisa. Pero en una visita al psicólogo, le recomendaron la exploración, con lo que quisiera. Y Josefina quiso vestirse de niña. “Mírame, mamá. Mírame bien. Soy una niña”, le dijo cuando tenía 8 años.

“Ese momento fue muy doloroso. Tuve que plantearle a la directora del colegio en el que estaba que dejara que asistiera con otra ropa pero no lo permitió”, recuerda. Josefina dejó de ir a ese colegio. Su madre optó por la educación en casa, con ayuda de un terapeuta ocupacional y una educadora diferencial, para atender sus necesidades especiales y trabajar en algunos problemas cognitivos. Así empezó su transición.

-Hace poco dio una entrevista a un canal de televisión y contó sobre este episodio. Dijo que la directora de ese colegio se negó a su petición y tildó a su hija de “loca”. ¿Qué ocurrió exactamente?

-Lo que pasó es que me encontré con su prejuicio. Me dijo que no iba a permitir que un día asistiera vestido de niño y al otro día vestida de loca. Así. Yo rompí a llorar. Ella se disculpó, dijo que no quiso decir eso, pero así fue. A pesar de eso y de mi decisión de retirarla y educarla en casa, yo sigo recomendando ese lugar, no para niñes trans, sino para casos como los de Josefina, donde no hay un nivel intelectual tan bajo, pero tampoco uno tan alto en la parte cognitiva, como para alcanzar proyectos de integración o estar en otro colegio. En ese aspecto, este lugar es muy bueno, con un buen proyecto educativo que lamentablemente no se ajustó a las necesidades de mi hija. De hecho he recibido propuestas de directores de otros centros, pero la verdad es que por ahora preferimos seguir con la educación en casa.

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«Trabajo con infancias vulnerables y me hice cargo de una niña vulnerable»

-¿Cómo iniciaron este camino juntas?

-Cuando estaba en el proceso de habilitación para adoptar, supe de la existencia de Josefina. Pero me habían dicho que no estaba apta para la adopción, por los problemas que tenía en ese momento. Yo no entendía cómo un niñx, por ser distinto, no podía tener derecho a una familia. Eso me conmovió, porque justamente los niñxs diferentes necesitan más cuidados y atenciones. Me dijeron que no aprendería a hablar, pero con amor y con la debida atención lo logramos. Fue ella quien escogió llamarse Josefina. También decían que nunca podría caminar. Ahora hasta vamos juntas a las Marchas del Orgullo.

-¿De qué manera su trabajo y su experiencia con casos de infancia le han servido para transitar junto a su hija?

-Yo trabajo con infancias vulnerables y me hice cargo de una niña vulnerable. Pero además me ha tocado ver varios casos de niños trans. Todos muy dramáticos. Tuve un caso de un niño trans violado por su papá y luego hospitalizado por un intento de suicidio. También tuve a una niña que decidió salir del clóset y decirle a su familia que era lesbiana y que terminó en el hospital, muy grave, porque el papá le cayó a golpes. En mi lugar, toca conocer la faceta más triste de la infancia, pero de alguna manera, ver estos casos tan de cerca me ha ayudado a darme cuenta de que mi hija y yo somos afortunadas porque estamos en un espacio que nos contiene, con familia que nos quiere y nos apoya. En el camino también nos hemos encontrado con personas maravillosas, como todos los que hacen parte de la Fundación Renaciendo, que ha sido un apoyo fundamental.

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«Yo vivía con muchos estereotipos de género» 

-¿Qué ha sido lo más difícil de todo este proceso?

Lo más duro para mí ha sido reconocer que yo vivía con muchos estereotipos de género. Antes de esto, me asumía como una persona mucho más evolucionada, más abierta por mi trabajo, más consciente de los estereotipos de rol y de género, y con esto me doy cuenta de que yo misma los habitaba. Es muy fuerte verlo así. A pesar del trabajo y la experiencia, otra cosa es vivirlo en tu piel. Al principio, cuando la Jose dio las primeras señales y yo tuve que empezar a reaccionar, busqué ayuda profesional sin decir que se trataba de mi hija, sino de una amiga muy cercana. Pienso que se debe a que estamos insertxs en una comunidad que es tan machista, que al final termina afectándote sin que quieras o te des cuenta. Ahora lo asumo y voy a mucho a terapia. Eso también me ha servido para atreverme a contar nuestra historia y tratar de ayudar a otras familias. Yo tardé dos años en poder hablar públicamente de esto sin llorar. Ahora lloro mucho menos.

-¿En algún momento ha conversado con Josefina sobre su madre biológica?

-Una vez me preguntó si yo la conocía o si la había visto en fotos. Le dije que no, solo que me imaginaba que probablemente era tan hermosa como ella. En Chile las adopciones son cerradas y por ley, cuando Josefina cumpla los 18 años, si así lo quiere, es que podrá pedir que abran el expediente para buscarla. Me imagino que es algo sobre lo que también iremos trabajando en el futuro.

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«No puedo visibilizar a mi hija porque no existen normas que le permitan mostrarse»

-¿Tiene algún temor sobre el futuro de su hija?

-Por supuesto. No todas son Daniela Vega, no todas van a llegar a ganar un Oscar y ser aplaudidas por el mundo entero. Daniela ha tenido una posición privilegiada, con unos padres que la comprendieron desde el primer día y un talento que desborda, pero no es así para todas. A mi hija la han discriminado por su discapacidad motriz, por ser una niña adoptada, con una madre soltera, mucho más por ser una niña trans. Me asusta pensar que se convertirá en una mujer trans en esta sociedad en la que vivimos, donde son tan recurrentes los casos de violencia en contra de la mujer.

-¿Se ha sentido juzgada o discriminada por tomar la decisión de ser madre soltera?

-Sí, en general las mujeres acá somos mucho más cuestionadas cuando estamos así, sin marido. Varias veces me aconsejaron que en lugar de adoptar, me buscara una mascota. Una ofensa. Ahora estoy soltera, pero no estoy sola en esto porque mi hermano ha estado conmigo en todo momento y prácticamente es el papá de mi hija.

-¿Cómo lo han tomado en su entorno laboral?

-He tenido el apoyo de todos mis colegas y eso lo agradezco mucho. Pero en mi vida se produce una anécdota: yo, siendo jueza de familia, con un deber de visibilizar a todxs lxs niñxs, no puedo visibilizar a mi hija porque no existen normas que le permitan mostrarse. Es algo muy irónico. Con la posición que tengo, que de alguna manera es una posición de poder, no puedo proteger con el derecho interno a mi propia hija.

-¿Lo dice por la ley de identidad de género? ¿Qué futuro le ve a la discusión?

-Sí, creo que la vida me colocó en un lugar bien especial con esta temática. Chile es un país de discusiones eternas. Creo que es un tema de cultura y la ley ha demorado tanto porque es una manera de dejar contentos a todos sin tomar decisiones. Para mí fue un gran triunfo el hecho de que hayamos podido conseguir que en la Comisión Mixta, tan conservadora, se aprobara la ley para los niños. Tenemos toda la esperanza y estamos todxs haciendo campaña para concientizar a los diputados y senadores. Pero va a costar un poco más.

 

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