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Entre el melodrama y el pop, Daniel Tolentino creó una colección de moda como forma exorcizar su experiencia y visibilizar que hay muchas formas de transitar con el virus. “Me Muero”, presentada en siete episodios, está inspirada en divas bellas e inestables, como la vida misma. El periodista Esteban Marchand fue a buscar qué había detrás de este talentoso y atribulado millennial, y escribió este perfil.
Un artista melancólico e intenso. De un romanticismo obsesionado por la salud mental y esos asuntos. Pero de una generación con ironía, que idolatra a lxs referentes de la cultura pop y cuyo hábitat natural es internet. Daniel Tolentino “Da Morgue” acaba de cumplir los 27 años: la edad bisagra.
Su barba negra contrasta con la ropa que diseña, y esconde un rostro tímido dispuesto a contar una realidad preocupante: las personas jóvenes no se están protegiendo en sus relaciones sexuales y el número de chicxs seropositivxs va en aumento. Para poder visibilizar, romper prejuicios y hablar de su propia experiencia creó “Me muero”, un melodrama de siete episodios que presenta su colección de moda. Microhistorias publicadas en sus redes sociales que recrean pedazos de vida de un joven gay enfrentado a su propia mortalidad.
-Uno de mis amigos tuvo sexo sin protección y me dijo que sentía los ganglios inflamados y que eso podía ser un síntoma de tener VIH- empieza a relatar a Presentes.
Eran las tres la mañana de un viernes de junio de 2015 y Daniel estaba dibujando. La inspiración a esa hora y los amaneceres con un lápiz en la mano eran habituales. Se tocó sus ganglios y los sintió hinchados. “Oh shit”, dijo en voz alta aunque estuviera solo.
Ese mismo día fue al Instituto Peruano de Paternidad Responsable (Inppares) para hacerse una prueba de sangre. El dispositivo con el que le hicieron la prueba rápida falló y dejó que la sangre se coagulara. Fue el sábado y se hizo el mismo testeo. El lunes tenía que recoger sus resultados pero el sistema del centro estaba inhabilitado y no lo podían atender.
-Era como si el mundo me estuviera diciendo: esto va a suceder, prepárate.
El martes le dijeron lo que más temía en ese momento: Daniel tenía VIH. Era una persona que vivía con el virus de la inmunodeficiencia humana.
-En ese momento le pregunté a la señorita: ¿Cuánto cree que me cobren hasta la torre de Interbank?
Ese edifico icónico de la ciudad siempre le había parecido una oda a la inestabilidad. De lejos da la impresión que estuviera a punto de caerse sobre la vía expresa Paseo de la República.
Daniel pensaba que no iba a sobrevivir. Era depresivo y tenía ataques de pánico de vez en cuando. ¿Cómo iba a poder vivir con todo eso más un virus que hasta ese momento él asociaba con la muerte?
-No tenía información. No conocía a nadie que viviera con VIH y no sabía que iba a estar bien. Pero ese día tomé la decisión de estar bien. Me dije: o te matas hoy o decides quedarte y tener la mejor vida que puedas obtener, y elegí lo segundo.
Sus amigos más cercanos dejaron todo lo que estaban haciendo en ese momento para acompañarlo y estar con él en uno de los episodios más difíciles de su vida.
El 17 de junio fue a una clínica para hacerse el examen de sangre que le confirmara el diagnóstico. Al día siguiente lo derivaron al hospital del Estado de esa clínica. Un ambiente sombrío lo recibió. Lo hicieron esperar junto a gente que estaba muriendo de sida. Le hicieron una serie de preguntas que no esperaba: ¿te prostituyes? ¿te inyectas? ¿te drogas? ¿tienes orgías?
Daniel pensaba que había vuelto a los años noventa. La enfermera le dijo que seguramente había contraído el virus porque no había vivido con sus padres. Además, le aseguró que si quería tener hijos debía de encontrar una pareja mujer y no un hombre.
-En ese momento solo pensaba: seguro ahorita va a salir Alanis Morissette tocando alguna canción.
Durante semanas se despertó con una voz en su cabeza que le decía: reactivo, reactivo. Sentía que tenía una nube negra encima. La desinformación en el hospital era alta. Le decían que no podía compartir pasta de dientes con sus familiares, que tenía que tener todos sus objetos personales bajo llave.
-Incluso los doctores del hospital del Estado me dijeron que ni si quiera podía hacer un ‘beso negro’ y eso fue lo que realmente me deprimió. Ese lugar se volvió un infierno, era como un loop. Me dije a mí mismo que no podía seguir en un ambiente tan tóxico porque mi salud emocional también influía en mi salud física.
Daniel se alejó del hospital y llegó a la Asociación Civil Impacta Salud y Educación. Ahí aprendió que existía la indetectabilidad: cuando la carga viral es tan baja que no presenta niveles medibles de VIH en el líquido preseminal. Supo que subir sus defensas era su trabajo y de nadie más.
Daniel compara al virus con una metralleta desensamblada. El tratamiento que lleva ayuda a que este fusil no esté armado. También sabe que si deja el tratamiento esta metralleta empezará a armarse y a disparar desde adentro. Supo que podía tener hijos si así lo quisiera en un futuro. Supo que hay un tratamiento post-exposición al virus para aquellos que no son seropositivos. También se enteró de la existencia de parejas serodiscordantes: aquellas formadas por personas que viven con VIH y sin VIH.
-Ahí empiezo a decir: ok, esto no está tan mal. Poco a poco la nube negra se fue achicando. Fue un tema de tiempo.
En algún momento se dejó de afeitar por miedo a cortarse. El estigma vivía con él. Si sangraba por alguna razón empezaba a desinfectar todo como un demente. Hoy si conoce a alguien no teme decirle que vive con VIH. No hacerlo solo alimentaría los prejuicios que ya existen.
-Uso mi empatía para sobrevivir. Voy decidiendo a quién le digo y a quién no.
Una vez se lo dijo a un chico con el que quería compartir momentos íntimos, más allá del sexo. Un chico que le gustaba. Pero esa persona se alejó. Daniel no se entristeció, no dependía de él. La otra persona aún no estaba preparada. No hubo drama. Nadie lloró.
Un año y medio después del diagnóstico, se lo contó a toda su familia durante el desayuno tras la Nochebuena. Hubo lágrimas, sí. Pero también hubo tranquilidad: Daniel estaba bien y tenía una vida completamente normal.
-El virus me cambió de una forma buena. Ese día me di cuenta que yo quería vivir, que no estaba destinado a ser ese ser sombrío, estaba destinado a ser más que eso.
Para seguir viviendo, Daniel tenía que trazarse metas. ¿Qué quería hacer? ¿Para qué quería quedarse en este mundo? Sus respuestas fueron más grandes que sus ganas de autodestruirse. Ese fue el germen de su colección “Me muero”, donde narra cómo un se refugia en los iconos gays para poder soportar lo que está pasando.
Dorothy Gale, Marilyn Monroe, Audrey Hepburn, Bette Davis, Winona Ryder, Liza Minnelli y Natalie Portman son las mujeres inestables que acompañan a Daniel en este viaje.
-Ese es el concepto de la muestra, transformar algo que parece horrible en algo hermoso, algo que la gente quiera ver y quiera ponerse.
Para Daniel la ropa es como una armadura, brinda protección. Cada quien decide que se pone. Quería que la gente que se identificara con su historia pudiera vestirse y tener visibilidad a través de la moda. El hígado crucificado representa el doble trabajo que hace su órgano en la actualidad: debe tomar pastillas para la depresión y debe continuar con su terapia antirretroviral .
Daniel se dio cuenta en todo este viaje que los gays aprendemos mucho de la cultura pop y del porno. No hay educación sexual impartida en las escuelas que sea orientada para personas LGBTIQ.
– Muchos chicos gays creen que todo es como el porno y no puede haber una mentira más grande. Jóvenes que no saben que los actores porno tienen un tratamiento de profilaxis pre-exposición para prevenir infecciones.
También hace público que es una persona que vive con VIH porque cuando sus amigxs se enteraron que eran seropositivos no pasaron por una experiencia tan traumática. No se sentían tan desolados ni asustados como él lo estuvo. Sabían que había alguien allá afuera que les había demostrado que todo iba a estar bien.
-Nos hemos encontrado con dolor, con rupturas de corazón, porque es lo que requiere el viaje. Son cosas que pasan y ahora ya no puedes hacer nada. Pero si puedes tomarlo de una forma positiva, por irónico que parezca.
Todo ese malestar y miedo – y otros demonios- los pudo transformar transformó en dibujos, en historia, en ropa.
– Espero que algún chico o chica que recién acaba de descubrir que vive con el VIH sepa que puede tener un final feliz. Que no se quede llorando solo en su habitación escuchando alguna canción de Shakira. Y si lo hace, que sea un rato. Y con la Shakira de los noventa.
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