Caminemos Valentina: “Quería contar al mundo lo que era vivir en una congregación de hipócritas”

La película de Alberto Lecchi cuenta la historia de Sandra Migliore y Valentina Rojas, ex-monjas que fueron abusadas en su adolescencia durante el noviciado, y tras dejar los hábitos se casaron.

6 de octubre de 2023
Verónica Stewart
Edición: Maby Sosa

BUENOS AIRES, Argentina. Cuando Sandra Migliore y Valentina Rojas cruzaron caminos, nada las unía salvo el trabajar en el mismo colegio de Lanús. Sandra como ex monja y administrativa, Valentina como monja. Sin embargo, cuando llegan una serie de mails denunciando a la hermana Bibiana por haber abusado de adolescentes que estudiaban para tomar los hábitos, Sandra y Valentina se dan cuenta de que están unidas, también, por una experiencia traumática en común: ambas habían sido víctimas de esta monja durante su adolescencia en el noviciado de la congregación Hermanas Educacionistas Franciscanas de Cristo Rey en San Lorenzo, Santa Fe.

Pasaron más de dos décadas hasta que Sandra, impulsada por estas denuncias, hizo pública la propia. La respuesta de parte del Arzobispado de Buenos Aires fue nula: el caso fue archivado. La hermana Bibiana, por su parte, se escapó a Venezuela bajo otro nombre. Los crímenes prescribieron. Pero Sandra y Valentina ya estaban unidas por algo mucho más feliz. Se enamoraron. Valentina dejó los hábitos, se casaron y hoy viven en la ciudad natal de Sandra, Justiniano Posse, en Córdoba.

Mientras Valentina atiende a su jardín y Sandra, a los ladridos de su perro, ambas conversaron con Presentes a raíz del estreno de Caminemos Valentina, la película de Alberto Lecchi que relata su historia.

Trailer de la película dirigida por Alberto Lecchi.

La película está basada en las memorias de Sandra, Raza de víboras. ¿Cómo fue el proceso de escribir el libro para vos, Sandra?

Sandra: – Terminé el libro en 2014 y fue como siempre digo: me prohibieron hacerlo y por eso lo hice. Cuando pusimos la denuncia con Valen, yo ya había escrito un capítulo. Cuando vino la máxima autoridad de la congregación a hablar con nosotras por el tema, le adjunté ese prólogo que fue mi denuncia. Me dijo que no me convenía escribir el libro, que no lo hiciera. Fue cuando más me sentí impulsada a escribirlo. Quería sacar un poco de adentro mío la bronca que había guardado tanto tiempo y buscar una especie de justicia, de condena social. Quería contarle a todo el mundo lo que era vivir adentro de una congregación de hipócritas.

¿Cómo se sintió ver su historia plasmada en la pantalla?

Valentina: – La película me parece preciosa. Estoy muy contenta con el trabajo que hizo Alberto Lecchi y con el de las actrices. Con ellas trabajamos desde un año antes, cuando recibieron los guiones. Charlábamos, yo compartía mis sentimientos, les contaba lo que había vivido, ellas me hacían preguntas. Fue un proceso de construcción de personaje para ellas y de sanación para mí.

Han dicho en otras ocasiones que el objetivo de la película no era denunciar a la Iglesia católica. ¿Cuál era el objetivo?

Valentina: No queremos atacar a ninguna institución y no queremos que ningún fiel lo perciba como una denostación a la Iglesia. Somos personas profundamente pacíficas y creemos que se pueden hacer muchas cosas a través de la paz, pero no podemos dejar de denunciar el encubrimiento de ciertos sectores de la Iglesia con respecto a algunos casos como el nuestro. Si puede servir para que algunas autoridades revean su forma de actuar, está bueno. Ojalá los interpele.

Sandra: – Hay que distinguir a la Iglesia como jerarquía de hombres de la congregación, que es una institución privada de mujeres. La denuncia la hicimos delante de cancilleres y obispados para que ella fuera separada primero de la congregación y luego de la Iglesia. La madre general nos prometió que eso iba a pasar, pero Bibiana le ganó de mano; se cambió el nombre y se escapó, con la ayuda de alguien.

-¿Cuál es su vínculo con el cristianismo hoy?

Sandra: – Cuando una tiene 16 años, es muy idealista. Es una tierra un poco fértil, fácil de sembrar. Me sentí atraída por la vida de una religiosa que trabajaba acá en el pueblo que nos mostraba la espiritualidad franciscana y quise ser como ella. Cuando una va madurando, se va dando cuenta de que la teoría no tiene nada que ver con la práctica. A eso sumale que nos topamos con esta persona desequilibrada que nos hizo perder la fe en la vida religiosa. Sobrellevar la vida es más fácil creyendo en algo, en una energía o espiritualidad, pero no en religiones. Creo que las religiones tienen otros intereses, que dividen.

Valentina: – No creo que podamos decir que somos cristianas apostólicas romanas hoy. Tenemos fe; yo particularmente tengo fe en la humanidad. Creo que el ser humano es capaz de los actos más heroicos y también más horrendos. Creo que podemos hacer sociedades cada vez más comprensivas de todas las minorías y eso nos hace crecer en un mundo que compartimos con muchas especies.

La actriz Roxana Naranjos junto a alumnas.

Aunque su historia en la película no está atravesada por el tema, también fueron parte de la institución de la Iglesia o trabajaron en conventos siendo lesbianas. ¿Cómo ven la relación entre la comunidad LGBT y la Iglesia desde su experiencia?

Sandra: Yo no estoy de acuerdo con que dentro del convento haya relaciones gays pero simplemente porque toda persona consagrada a Dios en este momento de la historia hace un voto de castidad. No cumplir con eso es parte de la hipocresía de estos lugares. Ellos niegan o repudian ciertos tipos de relaciones que adentro del convento suceden de forma clandestina y escondida. De todos modos lo que nosotras quisimos denunciar fue distinto: una persona adulta que estaba encargada de formar adolescentes y que no sólo no hacía eso, sino que por el contrario abusaba de menores de edad.

Valentina: – Nosotras hemos visto muchísimas cosas dentro de la Iglesia que no viene a colación traerlas porque son relaciones entre personas adultas y consentidas, pero que es parte de la gran hipocresía de decir una cosa y que puertas adentro se vivan otras. Es parte de la desilusión que nos hizo alejarnos.

Compartimos conversatorios con grupos LGBT y señalan que la dificultad de aceptación de distintos tipos de sexualidad o de identidad sexual es moneda corriente tanto con los Testigos de Jehová, con los evangélicos, con los musulmanes, y otros. Es común a cualquiera de estas grandes instituciones. Todos los que han tenido fe han sentido la separación o el dolor de la no aceptación de su realidad. No es privativo de la Iglesia católica. Es un dolor para esa gente que necesita esos espacios de contención y por su orientación sexual o identidad sexual no pueden. La humanidad tiene mucho que caminar en este sentido.

Las actrices Paula-Sartor y Ana-Celentano en una escena de Caminemos Valentina.

Habiendo sido parte de la vida religiosa por tantos años, ¿cómo vivieron su salida del clóset? ¿Les costó?

Sandra: – Lo vivimos con mucha alegría, felicidad y gratitud de poder descubrirnos. Tuvimos el apoyo de nuestras familias y amigos. Fue tal el amor, la felicidad y el compañerismo que nos unió con Valen que no siento que me haya costado salir del clóset.

Valentina: Hay un diálogo en la película que es absolutamente real y sucedió tal cual. Cuando Sandra me dice “siento que estoy en el envase equivocado” y a mí me salió del corazón decirle, “el envase está perfecto”. A mí no me importaba: yo había descubierto en Sandra a una persona con la que quería pasar mi vida. Tantos años de vida religiosa me enseñaron a descubrir que la culpa es una emoción que no sirve de nada porque el pasado es imposible de cambiar. Hoy con 50 años me cuesta entender la adolescente que fui que ante los abusos no se pudo defender, pero hoy la abrazo y entiendo que hice lo que pude con las herramientas que tenía.

La película está dirigida por Alberto Lecchi y protagonizada por Paula Sartor y Gabriela Robledo
Azócar.

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