Cómo nace la cultura Ballroom: celebración política LGBTI+
Las ballroom que son furor en Argentina, México y algunos países de Sudamérica tienen una larga historia de lucha.
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GUADALAJARA, México. “¡Tengo derecho a mostrar mi color, querida! ¡Soy hermosa y sé, que soy hermosa!”. Esas fueron las palabras que Crystal LaBeija, mujer trans negra y drag queen. Las pronunció en 1967 para denunciar el racismo en los concursos de belleza drag queen de la época.
Esa escena “icónica” quedó registrada en el documental The Queen y marcaría el punto de partida de la cultura ballroom y el voguing, una acción política que pone al centro a las disidencias e identidades LGBTI+ para celebrar su existencia.
¿Cuál es el valor político de la cultura ballroom? ¿Qué sucede en un ball? ¿Cuál es la potencia del vogue? ¿Qué onda con las casas y las familias elegidas? ¿Qué es lo kiki?
Para responder esas preguntas y conocer lo básico de la cultura ballroom, Presentes conversó con personas que son parte de esta cultura en México, Perú y Argentina.
Los momentos más importantes de la cultura ballroom
El primer baile
“Luego de esa escena icónica Crystal y su amiga Lottie (otra drag queen) crean el primer ball exclusivo para personas negras y latinas. Así nació la cultura ballroom, una cultura underground de personas negras, latinas y disidentes sexuales y de género con la intención de celebrarse y la necesidad de generar redes de apoyo en un mundo que te dice que tú no puedes existir”, narra en entrevista Furia 007, alter ego de Emilio Ramírez, un arquitecto y bailarín que formó parte de House of Apocalipstick y House of LaBeija.
En la cultura ballroom se les conoce como 007 a las personas que, si bien no están integradas a una “house”, son parte vital de esta cultura al organizar balls, compartir conocimiento, etc.
La primera ball organizada por Crystal y Lottie LaBeija sucedió en el Harlem de Nueva York en 1972 y marcó un hito, con los disturbios de Stonewall (1969) de antesala, para que personas negras y latinas LGBTI+ se reunieran no solo para bailar o travestirse sino para celebrar sus identidades en un contexto de exclusión, discriminación y violencias.
Aquella ball fue anunciada así: “Crystal y Lottie LaBeija presentan el primer baile anual de House of LaBeija”. El escritor Michael Cunningham cuenta en su artículo The slap of love que fue esa la primera vez que se usó el término “house” o “casa”. Es un concepto dentro de la cultura ballroom que no solo se trata de un grupo de personas LGBTI+ que hacen equipo, bailan y compiten distintas categorías en los balls, sino que fungen también como espacios comunitarios y familias elegidas.
Herederxs
Fiordi Vemanei (trabajadore social, marica, marrone no binaria y fundadore de House of Glorieta, una de las primeras casas en Argentina) encuentra el valor político de la cultura ballroom en las oportunidades que brinda para trabajar comunitariamente y celebrar las disidencias.
“Quienes estamos dentro de la cultura ballroom somos herederos y herederas de esa Crystal LaBeija que se rebeló. Heredamos la potencia de organizarnos frente al sistema heterocispatriarcal y la hegemonía corporal que nos ha venido juzgando. Y siempre lo digo, si hay cultura ballroom es porque hay un sistema que todavía sigue expulsándonos. Eso no quiere decir que sea una cultura de síntoma, pero sí es una respuesta a la cultura que permite eso. Y la danza, principalmente el voguing, es el método de denuncia que encontramos para decir que esa igualdad que establecen de base con nosotres no se cumple. Pero también es la herencia para mostrarnos, para celebrarnos, para mariconear tranqui, entre pares, en familia”.
Es así que después del primer ball, el término casa y la familia elegida cobra un valor importante para quienes viven y construyen esta cultura.
“Nosotres estiramos, retorcemos la idea de familia”
Históricamente las personas LGBTI+ han sido expulsadas de sus senos familiares durante su infancia y adolescencia, lo que en consecuencia trae cadenas de exclusión que limita el acceso a sus derechos más básicos como la educación, la salud, la vivienda, el trabajo.
En ese sentido, el sistema de casas ha jugado un rol importante, desde el nacimiento de la cultura ballroom, en la creación de redes de apoyo y conocimientos, y la construcción de alianzas activistas y comunitarias para responder a las urgencias que atraviesan las personas disidentes y LGBTI+.
“La ballroom le dice a este sistema de exclusión —miren, estamos acá, estamos bailando, resistiendo, le ponemos ganas, tiempo y para colmo somos familia. Nos metemos con el grupo central que le encanta a este sistema: la familia. Bueno, nosotres somos familia también, nosotres estiramos, retorcemos la idea de familia. Yo soy madre, pero también una marica, ahí hay una fuga y una forma de resistencia”, explica Fiordi Vemanei.
Madre, la guía
En los orígenes de la cultura ballroom, las casas estaban conformadas por madres, padres e hijes, una estructura que se mantiene hasta nuestros días. Allí los roles de madre, padre o líder de una casa no se asocian al género asignado al nacer de la persona que encarna ese rol, sino a la construcción de cuidados.
Laurent Tropikalia, madre y fundadora de House of Tropikalia; una de las primeras casas en Argentina, cuenta a Presentes que la figura de madre se relaciona con el ser guía.
“Yo comencé siendo madre del vogue de mis hijas porque fui su profe al mostrarles el estilo (de baile). Pero también fui encargada de educarles con todo lo que iba investigando y aprendiendo sobre la cultura. Este rol tiene que ver más que nada con ser guía, ser mediadore, escuchar. Tiene que ver con crear vínculos desde la empatía como un superpoder que viene acompañado de solidaridad para visibilizar las luchas e identificar también nuestros privilegios. Se necesita entrenar el cuerpo para crecer; y con el amor como un proceso constante que te hace trabajar tus vínculos. Esto es en mi caso. No sé si todas las madres reaccionen igual, capaz que a alguien le cabe más la superioridad, ser como duquesa, que es algo que en el mainstream está más marcado”.
«No romantizar el ballroom»
Fiordi advierte sobre la importancia de “no romantizar ni idealizar la cultura ballroom”.
“La ballroom también está atravesada por relaciones de poder. La cultura ballroom no es la panacea de la igualdad, suceden cosas como en todos los espacios culturales y ahí habría que apuntar a no caer en la idea patriarcal de familia donde una cabeza decide mientras que todos obedecen. Es algo que tenemos que resistir también porque a todes nos atraviesa la cultura patriarcal y venimos con una representación interna de familia, reversionar eso es un desafío para todes”.
“¡Lúcete hija, posa, posa! eres tú al centro de esta fantasía”
“En un ball las personas que caminan se ponen al centro y con ellas sus identidades. Es el momento donde todo el mundo está esperando verte. ¡Lúcete hija, posa, posa! Eres tú al centro de esta fantasía, puedes ser lo que tú quieras ser y en este momento eres tú el referente de las demás”, recalca Julius Prince, padre y fundador de Kiki House of Prince, la primera casa de la escena ballroom de Lima, Perú.
En la cultura ballroom no sólo hay familias y la construcción de una comunidad. También hay eventos llamados balls organizados por casas en donde se suscitan batallas de diferentes categorías en donde identidades, expresiones de género y cuerpos diversos “caminan”. Compiten para demostrar sus habilidades dancísticas y performativas en una pista, frente a un jurado, une maestre de ceremonia o MC, chanters y una audiencia.
“Un ball es, en pocas palabras, una fiesta LGBT. Es incluso, un evento único. Ningún ball es igual a otro, trasciende por el simple hecho de que se reúnen personas LGBT; y trasciende al terminar porque de ahí te llevas experiencias únicas: si hay que practicar para mejorar, si se denunció algo; si ganaste o perdiste, si entre todas esa noche tú fuiste la mejor”, enfatiza en entrevista Bryan Cárdenas, mejor conocido como Zebra Drag, fundador y líder de House of Drag, una de las primeras casas en México.
Los roles
Además, quienes integran las casas, quienes caminan las categorías y la comunidad que asiste, hay tres roles imprescindibles para que un ball suceda.
• MC o maestre de ceremonia: es quien lleva el ball, anima a la audiencia y presenta al jurado, las categorías y a las personas que las caminan.
• Chanters: son las personas encargadas de hacer chanting o chanteo, rimas vocales con las que acompañan a quienes compiten.
• El jurado: suele estar conformado por personas que llevan mucho tiempo en la escena, son pioneras o madres de casas; y conocen los criterios de cada categoría. Son quienes califican con “dieces” a quienes avanzan en las categorías, y si te sacan un “chop” es una forma de decirte “gracias por intentarlo, pero estás fuera”.
Una vez que termina la batalla es común que les participantes se abracen en un gesto por reconocer su esfuerzo y su lugar en el ball. Sobre ello Fiordi agrega que es algo de lo que “no hay que olvidarse”.
Las categorías
“Disfruten las categorías, pero disfruten también de abrazar al otro, a la otra que batalló y que también lo dio todo. Que te hizo estar en un punto donde dices —ay me va a ganar. Y te adoro, te adoro por llevarme a ese límite. Es algo que no hay que olvidarse porque todas venimos del mismo lado o al menos atravesamos este sistema de mierda en algún punto”.
Las categorías que se batallan tienen su propio lenguaje y técnica y durante el ball son acompañadas por distintos tipos de beats de música house. Además, es común que cuando están batallando la audiencia agite las muñecas, chasqueé los dedos y grite, a todo pulmón, los nombres de quienes caminan y las casas a las que pertenecen.
- Face o cara, cada participante muestra y destaca su belleza.
- Runway o pasarela, donde la clave está en el caminar, algunas subcategorías son: americano y europeo.
- Fashion o moda, en donde se califica los atuendos.
- Sex siren, una categoría que busca celebrar la sensualidad y la seducción.
- Voguing, un baile urbano creado por disidencias negras y latinas, del que se desprenden tres estilos: old way, vogue femme y new wave.
Las categorías, dice Furia 007, “no son limitativas, ni definitorias; han surgido y evolucionado conforme las identidades disidentes se nombran, toman la pista y exigen un lugar. También han evolucionado en una especie de sincretismo con otras culturas, técnicas y bailes urbanos como el vogue femme, que surge en los noventas y que hoy es una de las categorías más esperadas porque se llevan a la pista los famosos cinco elementos del vogue”.
“Vos no solamente estás bailando una danza, estás bailando historia”
No hay una historia oficial de cómo y dónde surge el voguing pero comúnmente se relatan dos: Una es que como acto de defensa mujeres trans y maricas privadas de su libertad posaban contra quienes les buscaban violentar en la cárcel de Rikers Island.
La otra cuenta que, en 1979, en una noche de antro, la drag queen Paris Dupree sacó de su bolso un ejemplar de la revista Vogue y al ritmo de los beats de la música house imitó las poses de esas modelos como un acto de tirar sombra o hacer shade.
En la cultura ballroom el shade es un combate de lenguaje verbal y gestual para insultar con sutileza y perspicacia a alguien más, pero también ha sido “una forma alternativa de cuidado”.
Así lo explica en un artículo Michael Roberson, es activista que trabaja en la prevención del VIH a través del voguing.
“Las personas trans y queer negras, y latinas enfrentan constantemente agresiones verbales y físicas basadas en quiénes son, cómo actúan, cómo se visten, cómo suena su voz, qué tan suave o áspera es su piel, etc. La práctica de reading y tirar sombra no son puramente maliciosas, sino que se basan en la necesidad de supervivencia de une misme, de nuestras amistades y de la comunidad”.
Vogue femme
Hoy el vogue femme es una de las categorías más celebradas dentro de la cultura ballroom. No sólo porque es un estilo de baile que requiere condición física, coordinación y expresión corporal, sino porque es una técnica que cuenta historias. Celebra la existencia de las identidades disidentes y las corporalidades diversas, y porque pone al centro la potencia de la feminidad.
“La materia prima del voguing es ser posona y ha sido una forma de expresión femenina muy importante para las personas LGBT. Es nuestra forma de decir ‘su sistema heteropatriarcal no me va a chingar’. Requiere una fortaleza, un control y una fuerza corporal cabrona. Además aceptar estos ademanes femeninos en mi cuerpo me abrió una memoria no sólo psicológica, sino corporal cabronsisima. Me cambió la vida y más que la posibilidad de mariconear es darme el derecho a mariconear”, Furia 007.
“Vos no solo estás bailando una danza, estás bailando historia y eso lo sentís fuertemente. Es como un viaje chamánico te diría, es muy loco de explicar. Pero vos sabés que, estás bailando, y a la vez invocando a las que resistieron y pudieron», dice Fiordi Vemanei.
Licencia para sanar
“La cultura ballroom te da licencia de sanar, de amar tu cuerpo, de amar tu feminidad. Te dice —yo valgo, yo estoy aquí, yo tengo derecho a vivir la manera como soy. Y quienes hemos crecido en los 80 y 90, en un Perú re conservador, ser uno mismo era re yuca (difícil). Era vivirlo solo y si encontrabas las maneras de hacerlo comunitariamente lo hacías en lo subterráneo. Por eso a mí ballroom y el vogue me han dado el derecho a estar orgulloso de ser quien soy y de celebrarlo”, Julius Prince.
“Creo que desde afuera una batalla de vogue se ve como una energía del tipo: se están cargando a palos o es una fantasía hermosa. Y es una fantasía hermosa donde constantemente estamos expresando, entre empoderar lo que somos y bailando por lo que no queremos. Por dentro es un disfrute y por fuera te rasguño la cara porque no me cabe tu machismo. No me gusta tu heterocispatriarcado y toda esa mierda”, Laurent Tropikalia.
“La sociedad ha impuesto cómo se tiene que ser hombre. No te puedes torcer, no puedes mover las caderas, no puedes echar la mano para atrás. Hacerlo más que un acto de provocación es una protesta. Hacerlo en entornos hostiles como puede ser la calle, tu casa, se vuelve un acto de resistencia. Me encanta ser femenino y me encanta ser marica”, Zebra Drag.
“Ballroom y VIH”
“Lo kiki le habla al mainstream para decirle: no se pierdan en las batallas, recuerden de dónde venimos, por qué estamos acá. Por qué estamos resistiendo”, resalta Fiordi Vemanei.
En la década de los noventa, la cultura ballroom cumplía sus primeros 30 años de existencia. Su sentido comunitario, activista y de cuidados permaneció y se fortaleció aún más mientras la pandemia de VIH cobraba las vidas de integrantes de esta cultura.
A principios de 1990 nació House of Latex, una casa patrocinada por Gay Men’s Health Crisis, la organización más grande de Nueva York dedicada a la atención del VIH. Esta alianza nace con la intención de trabajar en la prevención y educación sobre el VIH para personas dentro y fuera de la cultura ballroom.
El filósofo Edgar Rivera explica en su tesis de doctorado que esa alianza provocó que personas LGBT+ menores de edad se integraran a esa casa sin pasar por pruebas que demostraran sus habilidades de voguing u otras categorías.
Los acuerdos de House of Latex
Para ser parte bastaba con cumplir tres acuerdos: asistir a reuniones regulares, caminar en balls representando a la casa y prepararse como especialistas en prevención de VIH entre pares.
Tras esto se da un fenómeno en dónde se comienza a cuestionar la “legitimidad” de las casas y sus procesos de selección. Lo que dio paso al nacimiento de la escena Kiki en 2003.
“Lo kiki se entiende como la parte más activista de la cultura ballroom y como el nacimiento de escenas locales cuyo objetivo es abrir el espacio de la competencia de ballroom a personas menores de edad y se trata también de la creación de acciones permanente de respuesta al VIH e ITS; acceso a la salud y acciones comunitarias sobre derechos humanos. Pero también con kiki nos referimos a la escena naciente, local”; explica Laurent Tropikalia.
El camino a América Latina
El vogue llegó a México a través de bailarines mexicanos pertenecientes a la escena del baile urbano que aprendieron a voguear en Estados Unidos. Uno de ellos fue Any Funk, bailarín profesional y fundador de House of Machos, una de las casas pioneras de la escena mexicana.
“Para 2012 Any Funk ya exponía el voguing en estudios de baile urbano de Ciudad de México y ahí se formaron varias personas importantes de la escena mexicana como Annia Cabañas o Zebra D. El aporte en la construcción de la escena más desde el lado político vino de Omar Feliciano, performancero y activista mejor conocido como Franka Polari, y pasa que en 2015 organiza las primeras prácticas públicas de runway y voguing en la Puri (un antro LGBT) y ese mismo año se celebra el primer ball en México”, explica Furia 007.
La cultura ball en México comienza a agitarse a partir de esa alianza entre bailarines profesionales, drag queens y activistas. Y mientras ésta crecía exponencialmente, Franka Polari, fundador de House of Apocalipstick, promovía la cultura ballroom en distintas latitudes de América Latina.
En 2019 Franka Polari se encontraba en Buenos Aires y Laurent Tropikalia sentía dudas. “Necesito saber si estoy en condiciones de crear mi casa, eso le pregunté a Franka; y con un amor me dijo -yo estoy para apoyarte y empujarte en lo que quieras hacer. Lo que decidas es un punto de partida para llevar al cuerpo lo que a tu familia les molesta y visibilizar esas urgencias”, recuerda Laurent.
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