Cómo es la vida universitaria de travestis, trans y no binaries
El ámbito educativo es aún un espacio de exclusión para las diversidades. Las experiencias de estudiantes y docentes en Argentina, México y Guatemala.
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BUENOS AIRES, Argentina. El ámbito educativo es muchas veces un lugar hostil para muchas personas LGBTIQ+, especialmente para el colectivo travesti, trans y no binarie.
Así lo cuentan distintas personas que por discriminación o dificultades en su entorno familiar han tenido que abandonar sus estudios. Sin embargo, algunas de ellas, por diferentes razones, han podido atravesar la primaria y el secundario hasta llegar a la universidad. ¿Qué sucede cuando les trans y las travas habitan estos espacios?
Presentes conversó con estudiantes, docentes y ex alumnes trans, travestis y no binaries de universidades de Argentina, México y Guatemala para conocer cuáles fueron sus experiencias en un espacio de difícil acceso para esta población.
Las cifras
La escuela ocupa el tercer puesto en la lista de espacios donde las personas de la diversidad sexual recibieron agresiones en Argentina, por debajo de la comisaría y la calle.
El dato se desprende del prólogo de Travar el saber. Educación de personas trans y travestis en Argentina: relatos en primera persona, editado en 2018 por Edulp (Editorial de la Universidad de La Plata), con la participación del Bachillerato Popular Trans Mocha Celis, la Universidad Nacional de Avellaneda y la ONG OTRANS.
Allí, el doctor en Ciencias Sociales por la UNLP Facundo Ábalo, brinda más información: el 64% de las mujeres trans que afirman haber reconocido su identidad de género antes de los 13 años no terminó la escuela primaria. Al tiempo que entre aquellas que lograron terminar la primaria, menos del 10% completó los estudios secundarios”.
También explica que, para la conformación del Estado argentino, se buscó consolidar una escuela que igualara a partir de los valores de la nación pujante.
“La construcción de las normas de funcionamiento del sistema escolar fue creando, en el mismo movimiento, a aquellas anormalidades que habría que identificar, señalar, encapsular, normalizar. O bien expulsar en el caso de que no fuera posible su asimilación a un proyecto que tendería a borrar las diferencias, no en pro de un plan de igualdad, sino más bien de un plan de igualación”, afirma Ábalo.
De ese 10% que termina el secundario, un sector muy reducido de la población trans, travesti y no binaria llega a la universidad, y menor aún es el porcentaje de aquelles que hacen estudios post universitarios.
Un ejemplo es SaSa Testa, el primer magíster no bianerie en Políticas y Estudios de Géneros de la Universidad Nacional Tres de Febrero. Sin embargo, su historia da cuenta de las dificultades de estudiar en un espacio educativo que se muestra abierto a temáticas de género, pero en la práctica incurre en vulneraciones a los derechos de las personas LGBTIQ+.
Discriminación
En el 2017 SaSa ingresó a estudiar esta maestría, en el mismo año en que hizo pública su identidad como persona no binaria y solicitó el trato masculino y neutro en la institución.
Sin embargo el docente de la materia Cuerpo y Archivo, que además era el director de la maestría: «me trataba con otros pronombres distintos a los que yo había solicitado, al frente de los estudiantes, ninguneaba mi trabajo de investigación y se burlaba de mis filiaciones políticas”, detalló SaSa.
Además, la institución decidió colocar al mismo hombre como jurado de su tesis. Esta decisión fue objetada por Testa debido a la situación de maltrato de por medio y llegó a tener que solicitar une veedor de tesis para que esta persona no se hiciera presente.
Esto, sumado a otras vulneraciones que vivió, lo llevaron activar el protocolo contra violencias de la casa de estudios, además de solicitar abrir un sumario y luego radicar una denuncia ante el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI).
“Lo que yo estoy pidiendo es que se capaciten en género y además unas disculpas públicas”, expresó Testa.
El INADI, en línea con SaSa, emitió en febrero de este año el dictamen N° 78/2022 que resuelve sobre su denuncia. “Considero que la conducta denunciada en tanto al trato en femenino que se le dió al denunciante en el curso en el que fue profesor adscripto, se encuadra en los términos de la Ley N° 23.592, normas concordantes y complementarias precedentemente citadas, como conducta discriminatoria”, expuso Emilio Demian Zayat, director de Asistencia a la Víctima del INADI en el dictamen.
Además, recomendó que en la universidad “se realicen capacitaciones, tanto en elación a su personal docente, como a las/los alumnas/os” sobre temas que pueden implicar discriminación y “se adopten los mecanismos necesarios para que las denuncias respectivas sean tratadas internamente con un protocolo específico sobre violencia de género”.
“Acceder a la educación tiene que ser un derecho, no un acto de resistencia y de aguantar. Estudiar tiene que ser una experiencia transformadora, no de sufrimiento”, concluyó Testa, que aún espera una respuesta de parte de la universidad.
Cursar en México
Nahui es unx persona no binarix transmasculinx de 24 años que vive en Pedregal de Santo Domingo, en la demarcación de Coyoacán de Ciudad de México.
Hace cuatro años que estudia la carrera de Literatura Moderna Portuguesa en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM): “Voy de salida”, dice y se ríe. La eligió porque, además de que le gusta mucho la literatura lusófona (portuguesa), cree que con ella se puede “hacer algo por la comunidad” ya que “hay varixs autorxs lusofonxs y mexicanxs que escriben cosas muy chidas que necesitan ser conocidas”.
Su tesis de licenciatura se basa en traducir el libro de Amara Moira titulado Vidas trans. A coragem de existir (Vidas trans. La valentía de existir). “Nadie más ha traducido a alguien trans dentro de la facultad. Realmente no se habla, sigue siendo un tabú. Pero por algo hay que comenzar”, dice Nahui.
También cuenta que en la universidad a la que asiste “ha habido actos transfóbicos muy fuertes”. “En Portuguesas no hay odio, pero sí hay una tibieza muy fuerte. Cuando se tocan temas nadie va, nadie hace nada. Hubo una vez que les invité a mis compañeres a que fueran a un festival por el Día de la Visibilidad Trans el 31 de marzo de este año y nadie fue. No me sorprendió, pero sí me decepcionó”, cuenta.
Para elle, si bien existen avances en la inclusión del colectivo LGBT+ en los ámbitos universitarios, aún falta un gran recorrido. “A veces sentimos que ya incluimos a las personas trans, pero claro que no. Se necesita sobre todo una sensibilización hacia los temas de la comunidad muy fuerte”.
La UNAM hasta el momento no lleva un registro de cuántas personas trans, travestis y no binaries se encuentran cursando en la institución. Ante una consulta de Presentes, Rubén Hernández Duarte, directore de Políticas de Igualdad y No Discriminación de la Coordinación para la Igualdad de Género de la UNAM dijo que se encuentran en “fase de levantamiento de datos” y esperan publicar esta información el 28 de junio de este año.
Como herramientas para el estudiantado, la universidad cuenta con la Defensoría de los Derechos Universitarios, Igualdad y Atención de la Violencia de Género, a la que puede acudir cualquier persona que se sienta violentada por razón de género. Además, puede conocer sus derechos universitarios.
Guatemala sin registros
A una hora de la ciudad de Guatemala, en San José Pinula, vive Aiden, un joven trans de 24 años. Trabaja en un call center, con los horarios cambiado, y estudia el Profesorado en Enseñanza Media del idioma inglés en la Universidad de San Carlos de Guatemala desde hace un año y medio. En su facultad no conoce que haya otras personas trans y en la universidad “son contadas” aquellas con las que tuvo contacto “pero no siguen estudiando”, dice.
En cuanto a su identidad de género, tuvo “ciertas dificultades, pero más en referencia a la percepción social” que hay de su persona. “Mi voz es muy suave y aguda y se asocia pues obviamente al que sea femenina. En mi caso, aunque mi apariencia sea como de un chico, siempre ha habido esta duda de las demás personas de si es niño o es niña”, cuenta.
Con sus compañeros no ha tenido problemas. “Saben que yo soy Aiden, que soy su compañero, que soy un chico”. Sin embargo, muches de les docentes o licenciades no saben de su identidad de género porque prefirió no compartirlo. “Es complicado en un país como el mío que es tan conservador y demás, donde hay mucha falta de empatía y comprensión en referencia a lo que es una persona trans”, explica. Actualmente se encuentra cambiando su nombre legal y le preocupa que la universidad lo acepte o no.
El desafío de debatir con la ciencia
Leah Daniela Muñoz Contreras es una mujer trans de 27 años que también realizó sus estudios en la UNAM y actualmente se desempeña como docente de esa institución. Eligió la carrera de Biología porque le “encantaba todo lo que fuera otras formas de vida”. Conforme avanzó en la carrera observó que lo que más le interesaba era la naturaleza humana, el cuerpo, la sexualidad y concepciones biologicistas sobre la identidad de género.
Estos temas la interpelaron particularmente al momento de realizar su tesis, dado que coincidió con su proceso de transición. Actualmente realiza un doctorado en Filosofía de la Ciencia y se dedica a estudiar la biopolítica sobre las explicaciones que ha habido sobre el sexo y el género.
Su experiencia como alumna y como docente fue buena, aunque “no es la realidad de todas las personas trans en la universidad”, dijo. Al estudiar biología observó cómo se enseñaban muchos estereotipos con los que no acordaba. “En una clase de bioética se habló del tema trans y explicaban las categorías de transexual, travesti, transgénero, pero desde una perspectiva patologizante. Yo participé y dije que me parecía mal esa tabla y esas definiciones. Por suerte la profesora estuvo dispuesta a escuchar”, contó.
Sin embargo, también reconoce que “hay grupos que son transexcluyentes en la universidad”. “No me ha tocado en primera persona que me hagan algo ni nada, pero sé que hay discursos en esos espacios y que incluso desde algunos centros de investigación se hacen eventos que son abiertamente transexcluyentes, lo cual nos preocupa”, explicó.
UBA, un registro binario
La Universidad de Buenos Aires (UBA) es la institución universitaria de mayor alcance en Argentina, con 301.720 estudiantes en facultades y posgrados, según los últimos datos (2016) que la universidad publicó en su página web oficial. A 10 años de la sanción de la Ley de Identidad de Género, el registro de sus estudiantes continúa siendo binario, a partir de un legajo que surge a partir del documento de identidad de la persona.
Desde la Subsecretaría de Políticas de Género de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA informaron a Presentes que este problema “está siendo gestionado por Rectorado, que es el ámbito del que depende el circuito del sistema, pero aun así la política continúa marcada por este sesgo”.
Además, indicaron que el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad con la participación del Ministerio de Educación, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y la Red Universitaria por la Igualdad de Género y contra las Violencias RUGE-CIN, se encuentran elaborando “lineamientos para la incorporación de la perspectiva de género y diversidad en los sistemas de información universitarios”.
“Me emociona mucho tenerla a usted como profe”
Cuando Manu Mireles se presenta a dar clases a sus estudiantes de la UBA y de la UNTREF donde trabaja hace 5 y 7 años, respectivamente, les dice: “Soy Manu, soy una persona trans no binaria, esto significa que no soy hombre ni una mujer”.
“Aparecen caras de sorpresa, de inquietud y también caras de felicidad. Me gusta que sea un punto de partida, abrir una ventana para poder habilitar ese diálogo”, cuenta. También les suele preguntar si tuvieron antes docentes travestis, trans y no binaries. “Me han dicho que sí tres personas en todos estos años como mucho”, dice Manu, que también es secretaria general del Bachillerato Popular Travesti-Trans, Mocha Celis.
En sus clases busca incluir la perspectiva de género y diversidad, además de problematizar los contenidos, las currículas y las metodologías de trabajo desde esa perspectiva. Su experiencia como docente le ha dejado muchas anécdotas, algunas de ellas “agridulces” por los prejuicios que afloran en les estudiantes.
En este sentido, para ella estas situaciones “habilitan a lo que todavía falta pensar mucho en la universidad que es la educación sexual integral. Creo que es urgente y necesario pensar y accionar de manera transversal las políticas educativas para garantizar la perspectiva de género y diversidad sexual”.
Sin embargo, también tuvo experiencias que la gratificaron enormemente. A Presentes reprodujo lo que le expresó una estudiante: “Cuando se presentó no sabía si llorar o esperar a llorar en mi casa. No puedo explicarle la emoción que siento de tener una profe queer, una profe marica. Yo soy lesbiana, de Brasil, migrante. Me emociona mucho tenerla a usted como profe. Me hace pensar que es posible y me da mucha confianza, así que gracias”.
Para Manu es “fundamental que la universidad no siga produciendo mandatos heterocissexuales y androcéntricos”. Y, finalmente, concluye que la histórica frase de la activista travesti Lohana Berkins ha sido un “faro en su vida y en la de la lucha histórica del colectivo”: “Cuando una travesti entra a la Universidad, le cambia la vida; pero muchas travestis dentro de la universidad, le cambian la vida a toda la sociedad”.
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