La figura del travesticidio se abre paso en la justicia uruguaya
Por primera vez en Uruguay la Fiscalía busca condenar al asesino de una persona trans, Fanny Aguiar, por femicidio y crimen por odio a la identidad sexual (o travesticidio).
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MONTEVIDEO, Uruguay. Fanny Aguiar fue una mujer trans uruguaya que murió joven, al igual que muchas de las mujeres trans del país y del continente. La asesinó su pareja el 15 de noviembre de 2018, un mes después de que se aprobara en el Parlamento uruguayo la ley integral para personas trans, que intenta asegurar el derecho a no ser discriminadas ni estigmatizadas.
El de Fanny Aguiar es el último asesinato de una mujer travesti-trans en Uruguay. Antes ocurrió el de Verónica Pecoy en 2016, y mucho antes los siete asesinatos de mujeres trans en sus espacios de trabajo sexual entre 2011 y 2012. La mayoría aún siguen impunes.
Una esperanza de Justicia
Pero hay algo que cambió el devenir de la historia de Fanny como mujer trans: su caso fue llevado a juicio oral y público por parte de su familia. Por primera vez en Uruguay la Fiscalía pretende condenar al asesino de una persona trans por femicidio y crimen por odio a la identidad sexual (o travesticidio), porque hasta ahora eran condenados por homicidio simple.
En América Latina, el único caso en que la justicia de un país utilizó el término “travesticidio” en un juicio fue el del asesinato a la activista travesti Diana Sacayán, en Argentina. El de Fanny Aguiar podría ser el segundo en el continente. Aunque la audiencia estaba prevista para el 8 de febrero, se puspuso y aun no se conoce cuando será.
“Fanny tuvo una vida muy parecida al resto de las mujeres trans en América Latina”
Josefina González es comunicadora, activista trans e integrante del Equipo Interdisciplinario de Asesoría en Disidencias Sexo Genéricas o Diversidad Sexual, que asesora a Fiscalía en este caso. Conversamos con ella sobre este juicio histórico.
– ¿Qué importancia tiene el caso del asesinato de Fanny Aguiar en Uruguay y en la región?
-Que se lleve a juicio un caso de transfemicidio para nosotras es muy importante. Es la primera vez en el país que la familia de una mujer trans inicia un juicio público y oral por su asesinato. Esto no sucedía antes; cuando una mujer trans era asesinada la familia no respondía, no se hacía cargo, no se interesaba. Simboliza a todas nuestras muertas, nuestras asesinadas en la invisibilización más absoluta. El derecho civil al cambio de nombre es muy contemporáneo en nuestro país, muchas de las asesinadas murieron con otras identidades que ellas no reconocían, fueron veladas con otros nombres, porque incluso las familias no aceptaban su identidad.
– En este tipo de casos, qué importante es que exista un vínculo con la familia.
-Es muy importante que la familia haya iniciado el juicio, porque es la familia la que está pidiendo justicia, y eso no es común en nuestra comunidad. En este caso lo inicia la hermana de Fanny. Es importante porque venimos de la invisibilización y de la no voz, de no ser sujetas de derecho; venimos de un tiempo de ser la cloaca social, las más vulneradas, las más asesinadas, las más violentadas, y todavía estamos en ese momento. Que una familiar inicie un proceso como éste habla de acceso a la justicia y de participación. Para nosotras es un caso que marca un antes y un después, muestra una transformación cultural e institucional. Intenta generar justicia jurídica y sistémica para enmarcar estos casos específicos en figuras como el femicidio, pero también para introducir figuras legales que no existen a nivel de normativa como el transfemicidio o el crimen de odio por identidad de género. Esto va a generar jurisprudencia, vamos a trabajar con protocolos y guías para que el Poder Judicial tenga insumos y herramientas para trabajar estos hechos. También intenta generar justicia social porque enmarca todo un proceso de violencias que se perpetúan sobre nuestros cuerpos y nuestras identidades, siendo la última expresión de violencia el asesinato.
– ¿El asesinato de Fanny está catalogado en lo jurídico como femicidio?
-No. La tipificación que existe hasta ahora para los asesinos es de delito de homicidio muy especialmente agravado. La Fiscalía intenta realizar un argumento para que también se tipifique como femicidio y crimen por odio a la identidad sexual. Para eso hay que argumentar durante el proceso de juicio por estas figuras: por qué fue femicidio, por qué fue un crimen de odio a la identidad sexual, y también agregar la figura conceptual que no existe a nivel jurídico de travesticidio o transfemicidio (es lo mismo), como fue con el fallo por el asesinato de la activista travesti Diana Sacayán en Argentina. Ahí hubo un fuerte trabajo del movimiento social travesti argentino, por eso hablé con la compañera que asesoró a fiscalía argentina y establecí enlace entre las fiscalías de la nación de Argentina y Uruguay. Se reunieron de forma virtual y quedaron con más información y herramientas para profundizar en este caso que prácticamente tiene las mismas características que el de Diana.
– ¿Cuáles son los argumentos para lograr la figura del transfemicidio o travesticidio?
-Fanny recibió 50 puñaladas con un cuchillo de 20 centímetros en la cara, espalda, pecho, yugular y otras partes del cuerpo. Hubo saña sobre su cuerpo. Hay herramientas e información para poder decir que fue un travesticidio y que su identidad tuvo peso en el asesinato. Y, como dijo el fiscal encargado del caso, el asesino (su pareja) tenía mucho conflicto con que ella fuera una mujer trans. En sus declaraciones él dijo que no aceptaba que ella tuviera pene, porque él la veía como una mujer. Tiene la necesidad constante de reafirmar su masculinidad declarando que cuando tenían sexo él hacía de varón y la penetraba. Ahí hay un alejarse de la identidad y la corporalidad de Fanny. La familia de él tampoco la aceptaba, le dejaron de hablar a él y en realidad tuvieron solo dos meses de noviazgo. Había una cuestión de resistencia, de no aceptación y de desmarcarse de ese vínculo. He leído las entrevistas de psicólogos y peritos psiquiatras y él siempre está remarcando que para él era una mujer, pero de repente habla de ella en masculino y la trata de varón. Te das cuenta de sus carencias conceptuales sobre qué es orientación sexual, identidad sexual y qué significa ser una mujer trans. Sentía rechazo por la identidad de ella, incluso la negaba. Y eso es el pensamiento del común de la gente sobre la construcción identitaria.
– ¿El asesino se reconoce culpable?
-Sí, aunque pone como excusa su consumo problemático de drogas. El caso fue así: él estaba con un amigo drogándose con pasta base (de cocaína) durante dos días. Se tomaron un taxi desde Piedras Blancas (barrio del noroeste de Montevideo) al apartamento de ella para pedirle dinero para seguir drogándose. Ella a veces le daba dinero, incluso se drogaban juntos. Suben al apartamento discuten porque ella se negaba a prestarle el dinero. El amigo baja y cuando vuelve a subir, él ya la estaba matando. El novio demora en bajar porque estaba buscando el dinero, y baja con el bolso de ella y una garrafa de gas de 13 kilos. La asesinan y la roban. En eso llega la policía porque los vecinos habían llamado por los gritos y los agarran en el momento. Él acepta el crimen, pero se justifica en que la droga lo pone violento, y el amigo dice que no tiene nada que ver.
– ¿Cómo incide en este caso que el asesino se excuse en que estaba drogado?
-El asesino tiene ese argumento para desmarcarse del delito. Esto responde a sus perfiles psicológicos y psiquiátricos, que tienen que ver con sus historias de vida. Tienen personalidades en las que no se hacen responsables de sus actos, siempre culpabilizan a terceros, buscan la culpa afuera. Debido a sus crianzas, a sus situaciones sociofamiliares, económicas y afectivas se construyeron personas adultas que no sienten empatía ni generan responsabilidad por sus actos, porque no tuvieron los procesos madurativos correspondientes. Aunque no justifica que hayan cometido este asesinato, hay que tener en cuenta que las vidas de ellos han sido duras, vienen de un acumulado de violencias. Ellos nunca tuvieron un proceso de terapia para salirse de las drogas. Incluso el amigo del asesino estuvo preso por una situación de violencia que ejerció contra una pareja. Las familias fallan, la sociedad falla y las instituciones fallan. El sistema produce estas situaciones y es hora de trabajarlo desde el punto de vista jurídico. Desde el Derecho no está la mirada de cómo el sistema produce delincuencia, asesinos y asesinas, violentos y violentas. Está solo la mirada de la aplicación de la ley y de generar penas.
– ¿Qué podés contar de la vida de Fanny Aguiar?
-Fanny tenía 37 años cuando la asesinaron. Ella estuvo ejerciendo el trabajo sexual en España, luego volvió y siguió trabajando sexualmente en Uruguay. Practicaba el umbandismo, así es que tiene mucha relación afectiva con la mae trans Rihanna (una mujer trans que era la madre espiritual de Fanny, practicante del umbandismo, una religión que viene de Brasil y tiene muchos adeptos en Uruguay), que fue una de las testigos más importantes en el juicio. Era su madre espiritual, se querían muchísimo. Fanny tuvo una vida muy parecida al resto de las mujeres trans en América Latina. Fue asesinada joven, ejercía el trabajo sexual, no estaba conectada a una red social o política a la que pudiera referenciarse, pero sí tenía vínculo con otras compañeras a través de la práctica religiosa.
– ¿Por qué crees que no integraba ningún colectivo LGBTIQ+?
-Es muy común eso por varios motivos. Primero porque vivimos el día a día, sobre todo las que trabajan en lo sexual. No les da tiempo real de vida para vincularse a espacios que demandan tiempo, en horarios en los que ellas habitualmente descansan, porque trabajan de noche o trabajan todo el día en apartamentos. No tienen tiempo para ponerse a pensar, a construir colectivamente, para interpelarse. Esto es histórico en nosotras, desde siempre no estuvimos colectivizadas porque nos pasa la vida por delante. Y después, porque no interesa; las personas que se piensan políticamente tienen ese privilegio, el resto de las personas no tienen la formación ni las herramientas ni el acercamiento a los espacios colectivos. Colectivizarse implica trabajar el nosotres, el nosotras. Implica interpelarme, problematizar cuestiones que me atraviesan, qué violencias reproduzco yo. Y nosotras ya padecemos mucho dolor como para infligirnos más dolor.
– ¿Qué otros transfemicidios en Uruguay han logrado justicia?
-Muy pocos. Por ejemplo, entre 2011 y 2012 hubo siete travesticidios: Andrea, Kiara, La Pochito, Casandra, Gabriela, La Brasilera y Pamela. Solo dos tienen responsables, los otros cinco quedaron impunes. Todas eran trabajadoras sexuales. Había saña sobre esos cuerpos y los asesinatos ocurrieron en sus lugares de trabajo: parques, calles, bosques. A una de ellas le quemaron las piernas, a otra la encontraron en un pozo. Esos asesinatos tuvieron relevancia porque fueron noticia, pero hubo muchas otras de las nuestras que murieron asesinadas por el sistema, la desidia, el desamparo, el no acceso, el estar por fuera de los márgenes de la legalidad. Una forma de asesinato institucional. Tenemos muchas muertas cuya responsabilidad es del Estado y de la sociedad. La mayoría murieron enfermas y jóvenes producto de las violencias, de las cárceles, de las palizas, de la privación de libertad, de los abusos, de las violaciones, de las pedidas de coima. Sus cuerpos se deterioraron por estar expuestas al trabajo sexual, a ciertas condiciones climáticas, al consumo de sustancias para sostener sus trabajos. Te morís antes de morirte físicamente. También tenemos que discutir estas muertes, de cómo el sistema está ausente para quienes han estado históricamente fuera del sistema en todas sus formas: el institucional, el jurídico, el afectivo, el vincular.
Este artículo fue publicado originalmente en Pikara Magazine. Para saber más sobre nuestra alianza, clic acá.
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