Construyen una casa digna para adultas mayores trans en Paraguay

Transvivienda es un proyecto para construir una casa destinada a trans adultas mayores.

ASUNCIÓN, Paraguay. “El alquiler no te espera. Te echan, te tiran o te sacan tus cosas y terminás en la calle”, cuenta Yren Rotela, fundadora de Casa Diversa, el primer centro comunitario con énfasis en personas trans.

La precariedad laboral, el trabajo sexual como principal actividad laboral, los prejuicios y la insuficiencia de ingresos hizo que las condiciones de vida de las personas trans tuvieran impactos diferenciados en el real acceso a los derechos sociales básicos. Pero es la problemática habitacional una de las más afectadas.

La asunción social de la identidad de género en las personas trans representa un punto de inflexión en sus trayectorias biográficas. Desde muy temprano, migran de un espacio a otro sin un lugar al cual arraigarse. A partir de ahí comienzan a transitar un camino signado por una sistemática exclusión económica y social, con un impacto en todos los ámbitos de sus vidas, como la familia, la salud, el trabajo, la vivienda y la seguridad.

A través de Transvivienda se busca mejorar la calidad de vida de la comunidad trans.
Foto: Jessie Insfran.

Ni techo ni trabajo ni derechos

Génesis tiene 28 años y vive en Casa Diversa, ubicado hoy en el distrito de Julián Augusto Saldívar (a 28 km de Asunción). Estudió hasta el segundo año de periodismo en una universidad técnica, pero la expulsaron cuando comenzó a transicionar. En otra oportunidad, la despidieron de un trabajo por su orientación sexual. Distintos escenarios de exclusión, la llevaron a dedicarse al trabajo sexual.

“En la calle pasás frío, calor, lluvia, hambre, aguantás a los tipos, a la gente que viene y, en los casos más extremos, van y te matan ahí en la calle. Nadie sabe quién fue ni lo investigan. Tenés que tomar alcohol o lo que sea para poder aguantar porque sana no vas a hacer nunca nada. De noche salimos y de día dormimos toda una tarde. Hay veces que volvemos a salir sin comer nada”, relata Génesis.

A menudo, a las personas trans se les niega la posibilidad de alquilar un departamento o no consiguen pisos accesibles. La falta de acceso a una vivienda digna profundiza la situación de vulnerabilidad social de las personas trans.

La alternativa de alojamiento más frecuente es el alquiler de habitaciones de hoteles, que es considerada por ellxs una opción precaria porque deben sortear diversos obstáculos, entre ellos, resignar gran parte del tiempo que destinan a sus actividades laborales, exponerse a situaciones de riesgo y recibir sobreprecios de los alquileres, por discriminación.

“Hay muchas compañeras que viven en alquileres y no tienen una plata segura, son trabajadoras sexuales y ya son grandes para eso. También hay veces que le quieren alzar el precio del alquiler. Ponele que pagan un millón de guaraníes en alquiler (143 dólares) y, al mes, le quieren alzar a un millón y medio por ser trans nomás. Hay veces que les pagás a los dueños de los que te alquilan y antes del mes ya te echan o pagás el doble”, expresa Génesis.

Las viviendas tienen dos habitaciones y un baño compartido y están en la primera etapa de la construcción.
Foto: Jessie Insfran.

La solución colectiva

En ese contexto nace Transvivienda, un hogar para las personas trans adultas mayores. El proyecto se encuentra en una primera etapa y consiste en la construcción de dos habitaciones con baños compartidos, que serán otorgadas a las adultas mayores de Casa Diversa, Mónica Ávalos y Liz Paola Cortaza.

Ellas podrán vivir ahí sin pagar renta ni servicios básicos y compartirán las áreas comunes con las demás. De esa forma podrán acceder a una vivienda propia que ayudará a mejorar su calidad de vida.

“Todos los seres humanos soñamos con tener una tierra, solo que cuesta muchísimo. Transvivienda se pensó hoy para Mónica y en Liz Paola, son las dos beneficiarias del plan piloto. De ahí nosotras queremos dar a conocer que, si nosotras en sociedad civil lo pudimos lograr, el Estado puede y tiene que hacerlo. La idea es que ambas vayan fortaleciéndose, se vayan empoderando y puedan tomar otra herramienta en su vida. Nuestra incidencia va a ser para que el día de mañana, Flor, Ara y Moria, puedan acceder a la vivienda propia. Y el Estado tiene que darnos ese derecho”, sostiene Yren.

Según explica Yren, ninguna está en contra del trabajo sexual, sino que hoy muchas ya se encuentran cansadas emocional y físicamente. “Llegamos a los 30 años sintiéndonos viejas. No lo somos, pero nuestro cuerpo está dañado. Llegamos muy mal a esa edad. Mónica se recuperó del cáncer, hoy tiene buena salud, un trabajo, si logra independizarse va a poder irse y seguir con su vida. Es lo que buscamos. Pero ahora, queremos darle ese respiro”, refiere. 

Moria tiene 34 años y por más de 20 se dedicó al trabajo sexual, hoy le gustaría que esa no sea la única opción para sus compañeras más jóvenes. “La calle viene y nos arrastra. Algunas murieron, algunas se casaron y algunas viajaron a otro país, pero muy pocas tienen esa suerte. A Ara y a Flor les digo que estudien para que sepan defender sus derechos o al menos leer un contrato de alquiler. No quiero que ellas pasen lo mismo que yo pasé”, dice Moria.

Salvo contadas excepciones, en la mayoría de los locales de Asunción no se permite el ingreso de las personas trans. Eso las fue expulsando a ciudades aledañas, como San Lorenzo, que es uno de los sitios más grandes de trabajo sexual en el país, pero también una de las ciudades con mayores casos de violencia hacia las personas trans. 

Cuando Casa Diversa se instaló allí, llegaron a vivir entre 30 personas LGBTI. Pero comenzaron a tener problemas habitacionales, entre ellos, las inundaciones. La última vez que se les inundó la casa, tuvieron que subir todas sus pertenencias al techo y estuvieron ocupándose de que no se les echara todo a perder. En esos días, varios de sus objetos personales fueron robados. 

El acceso a una vivienda a través del mercado inmobiliario formal con los precios y las exigencias que impone se vuelve inviable. Sin una vivienda estable, la probabilidad de violencia aumenta. Es por eso que, entre todas, decidieron construir un espacio seguro que les permita trabajar, seguir formándose y luchar por derechos básicos que hoy no les son garantizados.

Casa Diversa, el centro comunitario trans llegó a alojar a 30 personas.
Foto: Jessie Insfran.

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