Inicio de clases en el Bachillerato Trans Mocha Celis: «No queremos más travas con lápices sin escribir ni cuadernos en blanco»

El Bachillerato Trans Mocha Celis retoma sus clases en modo semipresencial mientras busca una sede donde funcionar.

Después de un año sin clases y de «El Teje», una red de ayuda que se creó entre docentes y estudiantes para paliar las necesidades básicas del colectivo travesti-trans en pandemia, el Bachilerato Trans Mocha Celis, primer secundario de América Latina pensado para personas trans, retoma sus clases en modo semipresencial. Pero este año lo hace sin espacio físico propio. Por un récord de inscripciones tienen que dejar el edificio donde funcionaban desde 2011, en el barrio de Chacarita, Ciudad de Buenos Aires. Viviana González, egresada de la Mocha, estudiante de literatura e integrante de la organización, escribe sobre cómo le cambió la vida a ella y a sus compañeres esta experiencia educativa.

Por Viviana González

Hay recuerdos que, felizmente triste, mi memoria puede guardar.
Puedo verme de niña, en el año 1982, parada mirando desde afuera, a través de la ventana, cargando el peso de una culpa que mis ojos no quisieron llorar; del otro lado, estaban mis anteriores compañeres de primaria sentadxs dentro del aula del secundario, absorbiendo todas esas herramientas que la educación puede brindar.
Claramente el haber vivido a temprana edad mi transición fue el pecado que el sistema blanco, religioso, clasista de pedagogías heterosexuales, no me pudo ni me quiso perdonar.
Cancelados quedaban mis sueños de criatura de llegar a ser algún día médica o docente o siquiera llegar a la universidad; sin embargo, llevaba conmigo para todos lados un lápiz y un cuaderno en blanco que necesitaba llenar.
A una cuadra del aquel colegio había una plaza; debajo de la copa de un árbol había un desolado y frío banco vacío donde sentada por las tarde solía esperar. Antes de que tocaran la campana de salida, yo ya estaba ahí con mi lápiz negro y mi cuaderno vacío que pintaba la más cruda y cruel realidad.
Del tumulto de la gente se separaban algunes compañeres y venían hacía mí, intentando con palabras pobres compartir todo aquello que el sistema educativo no me quiso enseñar.
Carecía de técnicas y herramientas; nada lograba entender aunque mucho me supe esforzar.
Quizás puede que haya tenido capacidades o posibilidades; lo que no tuve fueron oportunidades y esa falta me obligó a olvidar mi corta edad y me empujó crecer en una infancia de prostitución en la oscuridad de las rutas, al costado de los pajonales, entre falsas caricias y el beso húmedo de amores casuales.
Lejos se fueron a quedar las décadas del aquel sueño recurrente; la educación que tanta falta me hizo y que tanto supe buscar.
Con el tiempo corriendo en mi contra, el egoísmo del sistema logró finalmente lo que buscaba: que yo dejara de pretender o por lo menos de intentar.

El paso de los años dejó cicatrices y el reflejo del espejo me devolvía al la imagen de una mujer cansada y triste con estragos de mi apariencia que me dolía mirar.
Pero llegando casi a la quinta década de mi vida, la historia decidió para mí finalmente escribir otro final.

Este video fue filmado en la antigua sede de la Mocha. Hoy la escuela está inscribiendo a les alumnxs y busca un edificio para funcionar.

Una década de abrazo y educación

El 11 de noviembre del 2011, el bachillerato travesti/trans Mocha Celis, primer colegio trans del mundo no exclusivo sino inclusivo, felizmente abrió sus puertas y fue allí donde mis estudios pude retomar. Con un cálido abrazo de bienvenida me recibieron con mi lápiz y mi cuaderno en blanco, en el que a partir del primer día volví a escribir y cada palabra me invitó, nuevamente, a soñar.

La Mocha Celis con pedagogías no binarias, por amor al colectivo, salió a interpelar al sistema educativo incluyéndonos a les travestis/trans en las aulas, devolviéndonos uno de los derechos más importantes entre tantos otros que el Estado también nos negó.
Mientras transité por sus aulas, tuve la fortuna de haber sido elegida por les compañeres para desarrollar el rol de presidenta del centro de estudiantes, donde pude formarme e interesarme más políticamente.
Al día de hoy somos un total de un poquito más de 220 egresades entre trans y no binaries, quienes orgullosamente empuñamos un título de educación media. Algunes de nosotres llegamos inclusive a incursionar en la universidad.
Hoy ya egresada, cursando la carrera de docente de literatura, siento que nunca me pude, ni me quise ir de allí.

Elegí dedicar parte de mi vida al activismo por el derecho a la educación de las personas trans y eso me llevó a aceptar formar parte de la Asociación Civil Mocha Celis, donde puedo tomar decisiones.
También me ocupo de dar charlas en espacios de formación.
Visibilizar al colectivo y hablar de la importancia de los géneros disidentes dentro de los formales espacios educativos, es construir desde el compromiso y la responsabilidad.
Hay factores elementales que no se aprenden leyendo libros porque la mayoría de ellos se escribieron desde una teoría hegemónica y binaria, y es ahí donde mi identidad necesita cobrar protagonismo poniendo el cuerpo y la voz y cuestionando desde una perspectiva diferente.
La participación en estas actividades de tantxs estudiantes y docentes permeabiliza la necesidad de cambio de una sistemática pedagogía patriarcal y exclusivamente heterosexual. Poder comprometerse es un comienzo que garantiza infancias y adolescencias libres, descorsetadas de la estigmatización y los paradigmas, asegurando gratificación importante para lxs estudiantes en las aulas.
Por todo eso es que sigo impulsando la causa, porque considero que otra educación es posible.

Inscribimos estudiantes pero aún no tenemos aulas

Este 2021, con el nuevo decreto presidencial de necesidad y urgencia sobre el cupo laboral travesti/trans N° 721/20, estamos recibiendo unxs 375 nuevxs estudiantes con la sana intención de revertir la adversidad; pero lo loco e incomprensible de esto es que la situación en la que se encuentra nuestra escuela es de desalojo.
Por lo que nos enfrenta una vez más a una triste realidad que nos pone el agua hasta el cuello.
Al no contar con un espacio propio, corremos contra el tiempo, improvisamos sobre la marcha para no dejar que lxs compañerxs queden afuera de las aulas. Aulas que aún nadie nos las asegura ni tampoco las promete.

Les docentes e integrantes de la Mocha inscriben a les estudiantes para este año lectivo.

El nombre que lleva nuestra escuela fue elegido por nuestra referente antecesora Lohana Berkins, en memoria de una compañera trava tucumana que tampoco tuvo formación ni siquiera primaria. Mocha fue encontrada asesinada de tres balazos sobre la vereda en una esquina del barrio de Flores, en la misma parada donde trabajaba, días después de haber sido amenazada por un integrante de las fuerzas de “seguridad”.

Este noviembre, nuestra escuela cumplirá sus primeros 10 años: sinónimo de fuerza, resistencia y lucha y de tal manera, con mucho orgullo, quisiéramos poder festejarlo, pero para que eso suceda falta más compromiso también de las otras partes. Quizás si entre todxs logramos juntar fuerzas podemos terminar con tanto silencio que ensordece, porque no podemos permitir que a la Mocha la maten dos veces.

Este nuevo ciclo lectivo comienza sin pupitres, sin pizarrón, o quizás al aire libre en alguna plaza sin paredes de contención y como único techo el cielo infinito. No importa dónde sea, pero den por seguro que las clases, pese a quien le pese, las vamos a iniciar igual. Porque no queremos más travas con lápices sin escribir ni más cuadernos en blanco.

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