Un año sin Marielle Franco: un año de cobardía sin justicia

Por Lana de Holanda* Trabajar con Marielle marcó mi vida. Existe una vida antes de trabajar con Mari (así la llamábamos) y una después. Ser una mujer trans o travesti en Brasil implica varias limitaciones sociales, como la expectativa de educación, de las relaciones, de salud y de trabajos. Por un buen tiempo creí que…

Por Lana de Holanda*

Trabajar con Marielle marcó mi vida. Existe una vida antes de trabajar con Mari (así la llamábamos) y una después.

Ser una mujer trans o travesti en Brasil implica varias limitaciones sociales, como la expectativa de educación, de las relaciones, de salud y de trabajos. Por un buen tiempo creí que no existía otro camino para mí que empleos informales o la prostitución. Pero apareció Marielle, se interesó por mi activismo y militancia y me dio una oportunidad de trabajo que se tornó una oportunidad de vida.

Por eso este texto es un lamento por este año que pasó desde que ella y Anderson fueron ejecutados, pero también una carta de agradecimiento por todo lo que ella hizo, incluso algunas cosas sin darse cuenta.

La noche del 14 de marzo se tornó una pesadilla. Una pesadilla sin fin que nos va a acompañar el resto de nuestras vidas. Ese día Mari estaba de óptimo humor, como era costumbre. Estaba riendo, bromeando, trabajando mucho y comiendo mucho. Era era su rutina.

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Me acuerdo que yo había llegado a casa hacía una hora. Me estaba preparando para mirar la televisión, descansar un poco después de un largo día de trabajo, cuando el teléfono empezó a sonar desesperadamente. Varias amigas y amigos me mandaron mensaje para saber si estaba bien, si estaba con Marielle… En pocos minutos entendí lo que había pasado.

Me enteré de que Marielle acababa de ser asesinada junto a Anderson, quien conducía el auto. También había una asesora suya que no fue herida y mucha gente pensó que se trataba de mí. No era yo.

Este es el resumen muy corto de la peor noche de mi vida. La peor noche de la vida de mucha gente que conozco.

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Ahora, un año después, escribo estas palabras en medio del miedo, del dolor, del odio y la desesperación. Esta semana la policía nos sorprendió arrestando a los supuestos asesinos de Mari y Anderson. Parece que después de 365 días, finalmente se descubrió quién disparó y quién estaba conduciendo el auto de los asesinos. Pero la policía dice que todavía no se sabe quién está detrás.

O sea, falta lo más importante, lo más central: ¿quién mandó matar a Marielle?

¿Qué grupo político fue capaz de mandar matar a una concejala legítimamente electa, con más de 40 mil votos de la segunda ciudad más grande de Brasil?

Marielle era una mujer negra, lesbiana, de la favela, defensora de los derechos humanos. ¿Quién tendría interés en acabar con su vida?

Hoy, 14 de marzo, después de una vuelta completa de la tierra alrededor del sol, sigo dolorida. Sigo triste. Sigo sin mucha esperanza. El dolor, que estaba adormecido por la vida cotidiana, volvió con todo en la última semana. Es triste además saber que vivimos en una democracia tan frágil que las personas son asesinadas por su vertiente política.

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Lo que me tiene en pie es el agradecimiento que tengo y que siempre tendré por Mari. Ella me impulsaba. Creía en mí cuando yo no lo hacía tanto. Ella me dio una oportunidad y quería que yo fuera alguien.

Hoy mismo, cuando estoy desanimada, intento mirarme y creer más en mí. Finalmente, ella, que es un símbolo de lucha y trayectoria politica, creía.

Continuamos buscando todas las respuestas. Continuamos buscando una sociedad de paz, menos desigual, más justa. Una sociedad donde las mujeres negras estén en todos los espacios. Una sociedad donde las personas LGBT+ ocupen sus debidos lugares y no apenas un gueto. Todo por lo que Mari luchaba.

Hoy y para siempre, Marielle está en mi vida.

Marielle presente, hoy y siempre.

*Activista por los derechos humanos brasilera. Primera asesora trans de la Cámara Municipal de Río de Janeiro (PSOL).

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