PERÚ: “Lo gay no se nos quita ni con agua bendita ni con represión”

El candidato a la alcaldía de Arequipa, Ricardo Medina Minaya, propuso convertir a las personas LGBT en heterosexuales. Alexandra Hernández, activista de Matrimonio Igualitario Perú, analiza la avanzada de estos discursos del odio en la región. Le responde y se pregunta:  ¿Para cuándo un candidato que prometa convertir a los homofóbicos?

El candidato a la alcaldía de Arequipa, Ricardo Medina Minaya, propuso convertir a las personas LGBT en heterosexuales. Alexandra Hernández, activista de Matrimonio Igualitario Perú, analiza la avanzada de estos discursos del odio en la región. Le responde y se pregunta:  ¿Para cuándo un candidato que prometa convertir a los homofóbicos? Por Alexandra Hernández* “Los respeto y los considero, pero creo que no se avanzó en programas para que vuelvan a su estado natural” es parte del discurso de un candidato a la alcaldía en un departamento del sur del Perú. Sí, se refiere a las personas LGBTI. Ricardo Medina Minaya promete erradicar la homosexualidad y cerrar locales donde los LGBTI se reúnen, como bares o discotecas. ¿La razón? No se está haciendo lo suficiente para que los LGBTI volvamos al camino correcto, natural, heterosexual, cisgénero, binario. Cada cierto tiempo aparecen personajes de este tipo. Alimentando el miedo y el morbo de la sociedad, consiguen adeptos que los llevan al poder a costa de la violación de derechos y la discriminación de personas LGBTI. La homofobia, cuando se encarna en movimientos políticos o religiosos, es más peligrosa. Medina considera que ser LGBTI destruye la naturaleza del ser humano. Una naturaleza que solo existe para la procreación y que justifica la jerarquía sexista. Toda expresión de la sexualidad y afectividad libre, por el placer, es vista como algo peligroso y debe ser controlado. A través de este miedo se busca normalizar el discurso de odio, y bloquear iniciativas que fomentan la educación sexual integral y el enfoque de género.

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Medina y sus secuaces homofóbicos se niegan a entender que los intentos de “erradicar la homosexualidad” constituyen una violación flagrante de los derechos humanos de las personas LGBTI. Pero no solo eso. Este tipo de acciones sólo consiguen reprimir la conducta o esconderla, más no cambiar la orientación sexual o identidad de género de las personas. La Asociación Americana de Psicología (APA) hizo una revisión de todos los estudios publicados entre 1960 y 2007 sobre terapias y formas de conversión de la orientación sexual. Encontró que el cambio era bastante infrecuente. El informe también reveló que algunas terapias de conversión podrían tener consecuencias negativas, incluyendo ansiedad, depresión y sentimientos suicidas. El Consejo de Terapia del Reino Unido emitió un comunicado en el 2014, donde afirma: “No hay evidencias de que estas prácticas sean efectivas”. Reporta también que tienen potencial dañino, y que están fundamentadas en interpretaciones religiosas sobre la sexualidad en vez de tener base en estudios e información adecuada sobre la orientación e identidad sexual. A nivel internacional, la ONU enfatiza la importancia de no patologizar a las personas LGBTI, debido a que este tipo de enfoques entorpecen el acceso a derechos y avalan tratamientos abusivos y la discriminación.
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Entonces, ¿cómo es que personas como Medina pueden lanzar discursos violentos y homofóbicos con tanta impunidad? En el Perú, como en casi toda América Latina, no existen Estados verdaderamente laicos. Las esferas de poder están impregnadas de una cultura machista y homofóbica. Ricardo Medina no solo ha protagonizado esta noticia, sino que, a comienzos del 2017, afirmó que los deslizamientos y desastres naturales ocurridos en el verano fueron un castigo divino porque el Gobierno peruano implementó el enfoque de género en el currículo nacional educativo. Además, se atrevió a decir que el último terremoto en Chile ocurrió debido a la aprobación del Matrimonio Igualitario. A pesar de la evidente irracionalidad de sus declaraciones, este tipo de comentarios nos sirven como termómetro social. Es fundamental indignarnos, responder, catalogarlo como lo que es: violencia. La homofobia está trepando peligrosamente hacia el poder en toda Latinoamérica, especialmente a través de financiamiento y plataforma que brindan las iglesias católica y evangélica. Chile, Perú y, recientemente, Costa Rica son ejemplos de ello. Incluso a puertas de la publicación de la Opinión Consultiva de la Corte IDH, que reafirma la necesidad de establecer políticas y normativas a favor de la población de lesbianas, gais, bisexuales y trans. Pareciera que estamos a merced del conservadurismo, a pesar de todo lo que se está haciendo a nivel de tratados internacionales.
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Tenemos que estar vigilantes ante los discursos que se están gestando en nuestra región y  perpetúan actitudes discriminatorias. Las declaraciones del homofóbico Ricardo Medina son un síntoma de que nuestra visibilidad amenaza el status patriarcal de la sociedad. Pero la batalla se da de manera cotidiana y a todo nivel, personal y político. ¿Cómo le quitamos el poder a los Ricardo Medina que nos encontramos día a día en la televisión, nuestra familia, redes sociales y en la política? Continuemos apropiándonos de los espacios que nos han sido históricamente prohibidos. Continuemos siendo visibles, marchando, usando el espacio público, reuniéndonos en bares y discotecas, demostrando que lo gay no se nos quita ni con agua bendita ni con represión. *Alexandra Hernández es licenciada en psicología, neuropsicóloga investigadora con estudios de género. Feminista y activista LGBTI de la Asociación Más Igualdad Perú, que organiza la campaña por el Matrimonio Igualitario.  ]]>

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