«Doble femicidio con ideología»: de Varones Unidos al antifeminismo de Estado
El doble femicidio de Luna Giardina y Mariel Zamudio a manos de Pablo Laurta, pone en primer plano las implicancias entre antifeminismo y poder político. Conversamos con Nicolás Pontaqarto, del Instituto de Masculinidades y Cambio Social, sobre violencias, identidades, discursos misóginos y territorios digitales.

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El doble femicidio de Luna Giardina y Mariel Zamudio en Córdoba, a manos de Pablo Laurta, un militante por “los derechos de los hombres”, se suma a la larga lista de violencias basadas en género. La noticia en este caso incluyó también los vínculos del femicida con referentes de ultraderecha como Agustín Laje y Nicolás Márquez, amigos del presidente Javier Milei. Esos lazos circularon junto con los mensajes contra los feminismos que publicaba en la cuenta de Varones Unidos, la organización que fundó en Uruguay.
Para Nicolás Pontaquarto, miembro del Instituto de Masculinidades y Cambio Social, este crimen tiene un rasgo particular: habla de una ideología política detrás del ataque. Y a la vez encarna un clima de época, donde los discursos de odio se materializan.
“Creo que hay una naturalización en relación a que estos grupos extremistas, de odio, de misóginos, formen parte del debate público. Lo que veo problemático es que son las ideas que tiene, además, el gobierno nacional”, dice, en diálogo con Presentes.
Doce femicidios en ocho días
Desde principios de 2025 y hasta el 29 de septiembre hubo al menos 178 femicidios en Argentina: uno cada 36 horas, según el Observatorio Ahora que sí nos ven. Esta semana los femicidios se incrementaron. Ocurrieron doce en ocho días: uno cada 16 horas.
Uno de ellos fue doble: tras ingresar a la Argentina desde Uruguay, el sábado por la tarde, Pablo Laurta, entró a la casa de su ex pareja, Luna Giardina, y la mató. También a su madre, Mariel Zamudio, y secuestró a su hijo de cinco años. Luna lo había denunciado previamente por hostigamiento y agresiones.
Desde Presentes conversamos con Pontaquarto, profesor de educación secundaria y trabajador de la Dirección de Promoción de Masculinidades para la Igualdad de Género (Ministerio de las Mujeres y Diversidad Sexual de la Provincia de Buenos Aires), para analizar el caso en relación a un contexto de discursos que niegan la violencia de género, y a los impactos de los activismos antifeministas en territorios digitales.
“Todo femicidio es político”
-Este doble femicidio nos impacta de manera especial por las convicciones del perpetrador ¿De qué crees que nos habla este caso?
-En principio creo que hay que seguir hablando de la politicidad de los femicidios. Todo femicidio es un crimen político en el sentido de una desigualdad que existe. Pero por otro lado, para mí lo inédito de este caso es que el femicida es una persona que fundó una organización, Varones Unidos, que promovía no solamente los “derechos del hombre”, entre muchas comillas, sino que desalentaba las denuncias por motivos de género o las denuncias de violencia por considerar que son “falsas”. Esa narrativa política le da sustento simbólico o justificación moral para llevar adelante lo que terminó haciendo.
En septiembre de este año, un padre secuestró a sus hijos en Uruguay, los mató y se suicidó. Laurta, desde la cuenta de Varones Unidos, publicó algo así como «Bueno, en definitivam intentó restituir la justicia que la justicia feminista no le estaba dando”. Me parece que hay una ideología, una “justificación” y una motivación política detrás del femicidio, que no estábamos acostumbrados a ver. Para mí eso es algo inédito.
-¿Qué problemas encontrás en hablar de estos agresores como “locos” o “monstruos”?
-En principio, lo vuelve una cuestión individual, patológica y eso me parece preocupante. Creo que los feminismos nos han enseñado qué es la violencia de género, y su relación con cómo los varones nos socializamos. Me parece que estos términos borran todo ese aprendizaje que ha hecho la sociedad en términos de pensar la violencia de género.
-¿Conocés organizaciones como la de Varones Unidos que funcionen en Argentina?
Esta mañana estuve rastreando un poco la historia en Argentina de una serie de grupos similares, con un grado de parentesco con esta organización Varones Unidos. En Argentina surge más o menos entre 2009 y 2010 un grupo que se llamaba Padres del Obelisco. Era un grupo de padres que denunciaban que desde que se habían separado no podían ver a sus hijos por largos trámites judiciales, algunos denunciados por violencia y otros no. A raíz del lanzamiento del documental “Borrando a papá” con entrevistas a algunos de estos padres, (el periodista Jorge) Lanata entrevista en Radio Mitre a uno de los referentes. Los saca de la marginalidad y los pone en la escena pública. Entonces más o menos desde 2015, que es cuando ocurre la entrevista, algo de esto también está pasando en Argentina.
Creo que hay un grado de parentesco con organizaciones del tipo de Con mis hijos no te metas, como una forma de reaccionar al Ni una menos en 2015 y a la discusión sobre la interrupción legal del embarazo. Se empieza a generar como una fusión de distintas causas que después confluyen en grupos más radicalizados y algunos influencers, los referentes públicos libertarios, con (Agustín) Laje y (Nicolás) Márquez como los que tienen más vínculos internacionales. Pero hay un montón de comunicadores, los que están en el stream Carajo, por ejemplo. Y muchos vienen de esos círculos, de la manosfera online, y empiezan a tomar todas esas causas.
Antifeminismo de Estado
-¿Qué pasa cuando estas discusiones pasan de un lugar de nicho en foros de internet a la escena pública?
–Creo que hay una naturalización en relación a que estos grupos extremistas, de odio, de misóginos formen parte del debate público. Lo que veo problemático de ahora es que este tipo de ideas son las ideas que tiene, además, el gobierno nacional. Verónica Gago y Luci Cavallero hablan de “antifeminismo de Estado”. Para mí ese concepto es clave para explicar que hoy existe una relación orgánica entre estos grupos y funcionarios del gobierno nacional. Después llega el desmantelamiento del Misterio de Mujeres, del INADI, de la línea 144, pero antes están todas estas narrativas radicales y antiderechos que se vienen cocinando hace años.
-¿Te parece que estas ideas que encarna Laurta son parte de hechos aislados o tienen hoy un asidero social?
-Sí, absolutamente. En los talleres y espacios de de intercambio con varones que tenemos empezamos a ver en 2022 que algo de esa resistencia, de esa incomodidad que por ahí era esperable en varones hablando de género, de cuidado, de violencia, empezó a convertirse en una resistencia más política. Dirigida a, por ejemplo, la existencia del ministerio, la eficacia o no de ese tipo de actividades, incluso a boicotear actividades. La idea de las falsas denuncias el año pasado fue uno de los temas centrales que nos planteaban los varones en las conversaciones que tenemos. Empieza a aparecer como una preocupación, cuando hace dos o tres años las preocupaciones eran otras.
Cuando (Javier) Milei asume en el gobierno, lo que se cuidaban de decir, lo que por ahí pensaban dos veces, empezó a salir. Fue una olla que se destapó. Hay menos registro de lo que le puede generar al otro lo que decís o lo que hacés. Hay mucho cinismo y crueldad desde abajo.
Nosotros trabajamos en la línea de recomponer algo de ese vínculo o diálogo intergénero que creemos que quedó por lo menos interpelado, tensionado, en crisis post 2018, cuando pasamos un momento de escraches y de interpelación pública a los varones por las violencias que habían ejercido. Cuesta porque no hay mucha voluntad por parte de los varones en cambiar algo. Incluso también vemos en mujeres un fenómeno en esa clave, cuando son voceras de lo que los varones no pueden decir. Los vemos en la diputada Carolina Losada (de La Libertad Avanza) presentando el proyecto de ley contra las falsas denuncias, o en la (vicepresidenta) Victoria Villarruel al hacer una publicación por el Día Mundial de las Falsas Denuncias.
-¿Qué ocurrió post 2018 con los varones?
.En general en varones de más de 35 o 40 años creo que el saldo es positivo.
Sin embargo, a veces vemos que escalan conflictos laborales porque los varones no saben qué decir o cómo manejarse con mujeres, prefieren hablar o pedirle cosas a su compañero varón y no a sus compañeras. Y después hay mecanismos de autopreservación: salen con una chica y le mandan un mensaje «Che, ¿todo bien?» Buscan confirmar que estuvo todo bien, que no pasó nada. Pero vemos, por otro lado, que muchos varones más jóvenes, de menos de 30, tienden a no relacionarse con mujeres.
“La masculinidad también es una estafa para los varones”
-¿Por qué creés que sucede esto?
-Para mí algo de esa época quedó como no tramitado, no se terminó de entender. Quedó cierta incertidumbre. Son conversaciones que los varones no tuvimos entre nosotros. Hay una tendencia a culpar a la feminista por todo, pero hay también una cuestión de los varones de no querer salir de esa posición de comodidad. Son efectos subjetivos producto también de la pandemia, el aislamiento, el estar solo, socializar de forma digital. Son muchas razones.
-Y en esos espacios digitales se crearon personalidades.
-Sí, y comunidades de pertenencia. Son grupos donde por ahí nadie los juzga porque entran con un avatar, con un nombre ficticio o de forma anónima. Así, se empiezan a generar comunidades que ya no son específicas de un tema, sino que son grupos de pertenencia. Perdimos bastante el vínculo social y la participación comunitaria en las organizaciones de la sociedad civil, los clubes, centros culturales, incluso en las iglesias. Internet hoy es la gran escuela de la identidad y donde nos vamos haciendo varones también.
En esos espacios no entra el Estado, pero tampoco están las organizaciones, es decir, casi que no hay presencia adulta en ellos. Yo creo que ahí el Estado tiene que asumir, de una vez por todas, que el territorio digital es un lugar más donde se socializan pibes y pibas. Hay un territorio ahí que hay que habitar y que hay que empezar a intervenir, a abordar y tomárselo un poco más en serio.
-¿Cómo retomó LLA este fenómeno?
-Esos discursos radicales o marginales en la pandemia crecieron, aumentaron su visibilidad, su llegada. Hace 8 años estos discursos eran un meme en Twitter que no lo compartía nadie. Después se creó una comunidad en Discord y se empezaron a sumar varones. En pandemia, estábamos en casa, y los lugares donde nos encontrábamos con otros eran digitales. Esto empezó a crecer. Yo creo que la comunicación de Milei, el cinismo, lo memético, lo bizarro y que no le importe nada tiene más que ver con ese lenguaje de internet, que con el lenguaje de la política institucional.
-¿Qué mensaje tenés para los varones que ven en los feminismos una amenaza o un enemigo?
-La lectura que hacemos es que es necesario que los varones nos empecemos a involucrar en las discusiones de género porque también tiene que ver con nosotros. Los mandatos de masculinidad nos generan presiones, nos exponen a riesgos, nos hacen vivir menos y mal, nos precarizan. La masculinidad también es una estafa para los varones. Y es más responsabilidad del patriarcado que de las feministas. De hecho, el feminismo es también una oportunidad para que los varones tengamos una relación más sana con la construcción de la identidad y con nuestra propia vida.
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