Tomas contra las violencias machistas en México: “Acá seguimos fuertes”

La toma por parte de madres de víctimas y grupos feministas de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) han marcado un hito.

Fotos y texto: Lizbeth Hernández

Con diez feminicidios por día en México,  la toma por parte de madres de víctimas y feministas de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) – y sus réplicas en otros puntos del país- ha marcado un hito, otro más, en las acciones de mujeres y personas LGBT+ (autonombradas o no feministas) contra las distintas violencias machistas.

Al interior del inmueble ubicado en el número 60 de la calle República de Cuba el ambiente es tranquilo. Algunas jóvenes realizan murales, otras conversan. No hay demasiado ruido. En una esquina de las áreas de esta casa Érika Martínez, madre de una niña que fue víctima de abuso sexual a los 7 años, responde algunas preguntas sobre lo que ha pasado en las más de dos semanas desde que distintas colectivas feministas y madres de víctimas de otras violencias machistas tomaron este lugar, la sede de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en el centro de la Ciudad de México.

“El significado que tiene esta toma es que estamos hartas de que el gobierno no nos tome en cuenta, de que el Estado no nos garantice nuestros derechos”, dice Martínez, una de las mujeres que encabezó esta acción el 4 de septiembre pasado, y que tuvo como antecedente inmediato, dos días antes, la toma de una de las salas de esta Comisión por parte de familiares de personas desaparecidas y Marcela Alemán, madre de una niña que también sufrió abuso sexual.

Desde ese 4 de septiembre, Erika se volvió una figura más pública al igual que Yesenia Zamudio, madre de Marichuy, una joven asesinada en 2016 e integrante de la organización Frente Nacional Ni Una Menos México. El Frente “apoyó con el refuerzo legal que se necesitaba para redactar un pliego petitorio que nos permitiera tomar las instalaciones”, según informó el 16 de septiembre en un comunicado el Bloque Negro, otro de los colectivos que realizó la toma cuando se hicieron públicos distintos disensos. En ese momento Zamudio se retiró de la CNDH, renombrada por unos días “Ocupa Casa de Refugio Ni Una Menos México”. Hoy se conoce como «Okupa».

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—¿Cómo han sido estas poco más de dos semanas desde la toma? ¿Cómo es tu manera de evaluar lo que ha pasado?—

—Empezamos con mucha fuerza en esta toma, ya nos han tomado como ejemplo. En otros estados (del país) ya han tomado algunas sedes de la CNDH y ahorita, tras la separación con la señora Yesenia (Zamudio) nos ha traído conflicto con personas allá afuera, aquí adentro no ha habido ningún conflicto, pero sí la duda de la gente que se encuentra allá afuera que está poniendo en un juicio lo qué está pasando con el movimiento feminista y las familias de víctimas y las feministas, yo sí quiero aclarar que acá seguimos fuertes —, responde Erika.

Erika cuenta que “ya traía muchas ideas feministas” pues en su pasado sufrió “muchas violencias” pero fue hasta que pasó el abuso de su hija que se acercó de lleno al feminismo.

“Hasta que le pasa esto a mi hija y conozco grupos de feministas empiezo a entender la lucha feminista […] . Creo que toda mujer debería estar luchando por sus derechos y dejando el machismo, la escuela machista de antes, para cambiar este mundo o al menos este país. Que las autoridades empiecen a cambiar y empezar a liderar por mujeres que realmente estén comprometidas con otras mujeres»

La toma ocurre en este 2020 en el que, pese a la pandemia por la Covid-19, las exigencias de alto a feminicidios y otras formas de violencia contra las mujeres no han parado. Antes de la pandemia las acciones también habían encontrado momentos sin precedentes como la multitudinaria marcha el #8M (8 de marzo) y el paro al día siguiente. 

Entre el #MeToo y 10 feminicidios por día

Si vamos un poco más atrás tenemos todas las movilizaciones y acciones de las mujeres mexicanas que en 2019 gestaron el inicio de un punto de inflexión al estallar el #MeToo (en distintos ámbitos desde escritores, periodistas, fotógrafos), los paros en diferentes escuelas y facultades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para rechazar el acoso sexual contra estudiantes por parte de profesores, alumnos y trabajadores de la institución y las protestas contra la violencia policial hacia las mujeres bajo el HT #NoMeCuidanMeViolan, movilizaciones que marcaron un giro al incorporarse más acciones directas (pintas, quemas, irrupción en instituciones como la de la Fiscalía de la Ciudad de México o la intervención en la puerta del Palacio Nacional, sede del Poder Ejecutivo Mexicano).

Como apuntó la periodista Laura Castellanos “las jóvenes feministas han sacudido al gobierno del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, al manifestarse con beligerancia contra el aumento de los feminicidios y asesinatos de mujeres —que promedian 10 casos por día—, las desapariciones, las violencias machistas, y por colocar el tema en la agenda de los medios de comunicación”.

Esto no quiere decir que antes las mujeres no dijeran nada ante la violencia machista. El movimiento feminista en México tiene una historia más larga, amplia y compleja. Vale acotar que a partir de 2016, cuando se realizó la llamada Primavera Violeta, un despertar que tiene ecos del #NiUnaMenos argentino, las acciones feministas y de mujeres que no necesariamente (no podemos olvidar las marchas y acciones de búsqueda de madres de víctimas de desaparición y desaparición forzada, por ejemplo) adquirieron mayor fuerza en las calles de distintos lugares del país y en redes sociales. 

«Creo que ya despertamos»

Es importante no olvidar eso para situar este momento de las tomas. “Creo que ya despertamos, que estamos despertando poco a poco, pero que hay que seguir luchando para que esto no caiga”, me comparte Erika.

Algo semejante opina Capucha, una de las integrantes del Bloque Negro que pide identificarse así. Para ella la toma “está siendo un parteaguas para que las mujeres dejen de tener miedo. Creo que se sienten cobijadas y no hablo por nosotras sino en general, después del encierro que tuvimos (por la pandemia) como que este despertar y que muchas mujeres quisieran ser parte está bien bonito”.

Capucha es una joven del Estado de México, que colinda con la CDMX, y se ha posicionado como una de las entidades más violentas y peligrosas para las mujeres en el país. “Creo que todavía no nos cae el 20 (expresión para manifestar que aún no se dimensiona del todo un hecho), o al menos a mí, como que todavía no he podido sentarme y sopesar todo esto (la toma). Para mí no han pasado dos semanas, para mí ya pasaron como dos meses, porque hemos hecho tantas cosas de las que no se habla allá afuera…”.

Para Capucha en estos días ha sido importante compartir con otras mujeres. “…la confianza es básica, saber que la compañera con la que estás a un lado no te va a dejar, que te va a respaldar, estar segura de que (estaremos juntas) a lo que topemos (hasta donde sea necesario”.

A la espera de una respuesta concreta del gobierno 

Durante estas más de dos semanas, el gobierno a través de la Secretaría de Gobernación, ha realizado dos encuentros con las mujeres de la okupa. Pese a ello, “seguimos sin ningún avance respecto a la situación de por qué estamos aquí. Yo estoy aquí por mi lucha en búsqueda de justicia y verdad por mi hija, no he recibido ninguna respuesta. Como colectivo hemos puesto ya dos pliegos petitorios, nada más se le dio respuesta al primero que fue parte que llevaba la señora Yesenia Zamudio, que era recibir a todas las víctimas y darles voz, y bueno, seguimos en espera por parte del gobierno, yo en mi caso también sigo en espera porque al principio, en la primera reunión con el gobierno, sí se me dio voz pero en la segunda ya ni siquiera se me dejó entrar, y pues esas son las respuestas de nuestras instituciones, seguimos en la burocracia”, comparte Erika.

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La okupa se perfila a vivir otra etapa tras la separación con Yesenia Zamudio, tras la “Antigrita”, una jornada de protesta realizada el 15 de septiembre en contraposición al Grito de Independencia. “Nosotras vamos a continuar con la toma y vamos a empezar a estructurar algunos talleres, sí necesitamos el apoyo de la gente para impartirlos y tomarlos también […]  sin ustedes (las de allá afuera) no vamos a poder, seguimos requiriendo su apoyo tanto moral como económico como en donaciones porque este trabajo tiene que ser de todas para todas”, dice Erika.

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Las acciones de las mujeres contra la violencia machista en México no paran, no pararán, por el contrario, cada vez adoptan nuevos matices, incorporan otras formas, llegan a donde no se había pensado e interpelan, cada vez más, a las instituciones que deberían darles respuestas. No son hechos aislados ni que brotaron de manera reciente. Vemos en ellas a madres, hermanas, a jóvenes. La rabia de las mujeres mexicanas tiene ecos y resonancias en toda América Latina.

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