México: Por qué un protocolo para niñeces y adolescencias trans en las escuelas

Desde diversos espacios trabajan para incluir un protocolo que permita a niñeces y adolescencias trans vivir libremente su identidad en ámbitos educativos.

CIUDAD DE MÉXICO, México. Mientras la Asociación por las Infancias Trans trabaja desde 2019 para dotar a las escuelas mexicanas de una guía para un entorno educativo libre de discriminación, el rechazo y los prejuicios persisten.

Las historias de Umi* y Mario, dos niñeces trans de 6 y casi 9 años, muestran cómo los protocolos pueden hacer la estancia de niñeces y adolescencias trans más amables. Su identidad se reconoce desde el pase de lista, el uso del uniforme, el acceso al baño y el respeto de su nombre y pronombre. 

El Estado mexicano tiene adoptar y crear medidas en todas las escuelas, y no que sean las madres quienes deban conseguir el respeto a sus hijes.

*usamos otro nombre para cuidar su identidad

Buenas prácticas desde los activismos 

El Protocolo de actuación para espacios escolares en casos de infancias y adolescencias trans y no binarias, cuya primera versión se publicó en 2019, surgió de la necesidad de llenar un vacío: muchas escuelas no saben cómo hablar sobre identidades trans en niñeces y adolescentes. Temen entrar en conflicto con la autoridad educativa, o simplemente lo abordan con rechazo, considerándolo “una etapa”.

Este protocolo, aunque no es un documento vinculante debido a que no emana de una institución pública, opera como una guía de recomendaciones. Tiene un sustento legal basado en la Constitución Mexicana e instrumentos internacionales de derechos humanos que hablan del interés superior de las niñeces. Su objetivo principal es recordar a los espacios educativos su obligación de garantizar una educación libre de discriminación y violencias.

La versión más actualizada que será publicada a finales de octubre de este año, busca abordar la experiencia práctica e incluirá ejemplos. Esto apunta a disipar temores básicos y persistentes entre el personal docente. Como, por ejemplo: la creencia errónea de que poner el nombre elegido con lápiz en una lista de asistencia representa una modificación de datos oficiales que podría constituir un delito federal. También se abordarán situaciones donde el personal directivo o docente teme actuar si la familia no está informada o no está acompañando activamente la identidad de su hije trans o no binarie. 

Burocracia y riesgo de deserción

Desde 2019 se ha buscado el acercamiento con la Secretaría de Educación Pública (SEP). Sin embargo, Jennifer Blanco, directora de la Asociación por las Infancias Trans, comentó a Presentes que “los avances se han atorado por cuestiones burocráticas (…). La respuesta que nos dan es que ‘son tantas áreas las que tendrían que intervenir’ que no hay tiempo para que la SEP adopte y emita un documento de este tipo”.

Otra justificación planteada por la SEP fue que “les interesaba primero tener un cambio social a través de la Nueva Escuela Mexicana, para que estos instrumentos fueran mejor recibidos”, agrega Blanco.

Esta postura genera un gran desfase de tiempos, pues se calcula que el impacto de la Nueva Escuela Mexicana se verá en unos 10 años. La exigencia de las familias trans y la organización por las infancias trans es clara: «no podemos esperar 10 años a que algo cambie. Les niñes y jóvenes lo están pasando mal en la escuela hoy”, agrega Blanco.

La falta de una educación sexual integral y herramientas obligatorias sumadas a la ausencia de aceptación en la escuela tiene consecuencias en las juventudes trans. En todos los casos donde no ha habido aceptación por parte de la escuela, los estudiantes terminan cambiándose de escuela.

“Si la experiencia es bastante traumática, las familias deciden mejor tomarse unos meses de descanso, lo que contribuye a la deserción escolar. Para evitar conflictos, algunas familias con documentos legales corregidos optan por ya no decir nada sobre la identidad al inscribir a su hijo, hija o hije, priorizando su seguridad por encima de la visibilidad”, enfatiza Blanco.

Prejuicios por el baño y el falso mito de que “las infancias no conocen su identidad” 

El protocolo ha sido más aplicado en el nivel básico: primarias y secundarias. Aunque la capacitación suele ser bien recibida, el tema del baño sigue siendo visto como un conflicto.

En secundaria, la percepción que tienen es que la identidad de género de les adolescentes trans es ‘solo una etapa’. Y consideran que se trata de una edad que es “influenciable” por redes sociales o por sus familias. 

Lo cierto es que en México el 39.2% de la población trans supo su identidad antes de los 7 años, de acuerdo a la Encuesta Nacional de Discriminación por Orientación Sexual e Identidad de Género (ENDOSIG 2018).

En cuanto al baño en preadolescencias y adolescencias, el temor se centra en la posibilidad de algún tipo de actividad sexual dentro de él. En infancias, el miedo se desplaza hacia la preocupación de que las familias de compañeres de clase digan algo.

Una de las soluciones recurrentes que buscan las autoridades escolares para “no meterse en conflictos” es sugerir el uso del baño de dirección o de docentes. Pero esta medida, recalca Jennifer Blanco: “sigue aislando a las infancias y adolescentes trans y es totalmente discriminatorio”.

La experiencia de Umi 

Umi es una niña trans de seis años. Comenzó a elegir ropa y juguetes que la identifican como niña desde los 18 meses. A los 3 años le pidió a su madre que le dijera a su maestra “que ella es una niña” o como Umi lo entiende, “que es una niña con pene”. 

A los cinco años Umi pudo tener su acta de nacimiento que reconoce su identidad. Esto propició que el protocolo trans en su escuela “no fuera opcional de aplicar”, cuenta su madre.  La escuela adoptó bien el protocolo.

A pesar de la apertura, Umi y su familia decidieron no decir su identidad a toda la comunidad estudiantil. Esto, según explica su mamá, le ha permitido ser “simplemente una niña”. 

Pero la estrategia de no ser visible genera una carga emocional en Umi. “Mi hija pregunta ansiosa: ‘¿y quiénes saben?, ¿y quiénes no saben?”, dice su mamá. También subraya que Umi no va a la escuela solo a estudiar, sino que tiene “muchas más cosas en su mente, tiene amigas y muchas más preocupaciones y ocupaciones como cualquier otra personita”.

La madre de Umi comparte que además de la adopción de un protocolo como este, ella considera necesario la modificación de los planes de estudio. “Cada clase donde no se menciona las diferentes posibilidades de los cuerpos, es una clase donde se borra a mi hija (…) los cuerpos son cuerpos y pertenecen a distintos géneros sin importar cómo sean”, dice. 

La experiencia de Mario: en su escuela abrieron un baño mixto

Mario es un niño trans visible de casi 9 años. El conflicto en su primaria escaló cuando cortó su cabello. “Las niñas lo sacaban del baño porque decían que era un niño” y las maestras no lo dejaban usar el baño de niños por “seguridad”. 

Gabi, su madre, tuvo que enfrentar a las autoridades escolares, que la cuestionaron acusándola de que ella era la que “le estaba metiendo ideas”. Gabi llevó el protocolo y logró que el director firmara un oficio de enterado, un acto de apertura que no siempre sucede. 

La madre le insistió al director que solo buscaba que Mario tuviera “las mismas garantías que los demás”, como el derecho a ir al baño. La solución fue habilitar uno de los baños de uso exclusivo para maestros, en una escuela donde la mayoría del cuerpo docente son mujeres, y hacerlo un “baño mixto”. 

Mario es llamado por su nombre elegido por su maestra y al preguntarle cómo le hace sentir, él dijo en entrevista: “Bien, me siento bien”. Su madre subraya la importancia de esta visibilidad: “hay que darle más exposición para que la gente sepa que ser trans no es nada malo”.

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