Pabllo Vittar: Reina drag del Orgullo, de Brasil al mundo

En esta entrevista, de cómo Pabllo Vitar se convirtió en una estrella queer mundial, rompiendo moldes desde su identidad. Comparte cartel con Lady Gaga, Nathy Peluso y Madonna, y sigue haciendo de la música un espacio de resistencia política.

26 de junio de 2025
Lala Toutonian
Edición: María Eugenia Ludueña

Pabllo Vittar es la primera drag queen que cantó en el mítico Rock in Rio, llegó a ser número uno en Spotify Brasil; hizo -hace- giras mundiales y publicidades masivas. Pero no es alguien que haya venido precisamente a encajar. Vino a romperlo todo con glitter. Más que una popstar: es una anomalía fabulosa, una drag que convierte el hit en discurso y la pista de baile en trinchera. Desde un Brasil que arde entre conservadurismo y deseo, Pabllo exporta twerk, sudor y highlighter como armas de la revolución. En esta charla con Presentes habla de cuerpos, lenguas, ídolos, política; y del vértigo, glorioso y peligroso, de ser una misma frente al mundo entero.

Hay que tener cuerpo para hacer lo que hace Pabllo Vittar. No sólo un cuerpo entrenado para el salto, la tanga y el tacón; hay que tener un cuerpo mutante, indisciplinado, capaz de bailar cuando todo arde. 

Nació en Maranhão, al norte de Brasil, una de esas regiones donde el calor y la hostilidad son brutales. Creció en un país donde la devoción católica convive con la brutalidad policial, criadx por una madre soltera. Cuando le dijeron «Maricona nordestina» respondió con voz de soprano, piernas depiladas y una vocación escénica que podría haber sido sacerdotal, si no hubiese preferido la pista de baile como altar.

Pabllo Vittar ya es una figura mitológica salida de algún poema queer futurista: una sirena de la era digital que le canta al amor, a la venganza, al goce. Se le compara con RuPaul, con Lady Gaga, con Beyoncé pero esas comparaciones se caen apenas sube al escenario. Vittar está lejos de la imitación, ella/él/elle encarna. Herencia quizás de un linaje soberbio de dragas que le precedieron, otra genealogía, la de las travestis latinas, las que no tuvieron espacio en las academias ni en la TV blanca, pero que igual aprendieron a posar, a morir y a volver.

Hay algo profundamente político en su manera de moverse: cada agudo es un puñal en la garganta del conservadurismo y cada paso de voguing, una burla al orden heterosexual. No es casual que los maricas de las favelas, los adolescentes sin nombre, la amen como a una diosa pop, marginal, de esas que nacen en la periferia y acaban incendiando el centro.

La violencia en su formación fue una constante pero también el deseo de vivir y de no pedir perdón. Desde ese margen empezó a construir una identidad que desbordaría el pop. No hay neutralidad en su estética ni en su música. El cuerpo de Pabllo no entra en la norma preestablecida y eso es lo que lo hace tan explosivo. Su figura —alta, hiperbólicamente femenina, vocalmente exuberante— no fue moldeada por la industria y sin embargo fue impuesta a la industria por una legión de fans que no se sentía representada por nadie más. Travestis, adolescentes disidentes, pibas trans sin documentos, chicos de las favelas, cuerpos racializados. Lo que la hegemonía invisibiliza, Pabllo lo canta y baila.

Música por los derechos LGBTIQ y de todes

Durante los años del bolsonarismo, su existencia fue una provocación. En un país gobernado por un presidente que rechazaba públicamente a las identidades LGBTIQ+ y soñaba con una nación sin maricas, sin artistas, sin alegría, Pabllo respondía bailando en estadios, besando a sus bailarines en televisión, encabezando festivales internacionales. Su resistencia fue festiva, pero no por eso menos feroz. Su cuerpo —travestido, racializado, popular— fue bandera en las marchas, fondo de pantalla en las ocupaciones de escuelas, consigna queer en las favelas. Cuando asumió Lula, Pabllo encabezó el concierto que celebró un nuevo período en Brasil.

Nos dice en la entrevista que no canta para gustarle a todo el mundo, que canta para sobrevivir, para vengarse. Para brillar. Porque en un mundo que insiste en matarte, brillar es un acto radical. Amorosa, distendida, amable, generosa, siempre con una enorme sonrisa y con la carcajada limpia a punto de estallar. Así se presentó la Vittar en un Zoom para esta entrevista. Hablamos de las realidades brasileña, argentina y latina, en general de las minorías, de la alegría del pop, su viaje inmediato a México, sus ganas de venir a Argentina: una diva en todo su esplendor. 

― Brasil te vio nacer y el resto del mundo no tardó en rendirse. ¿Qué se extraña de ese anonimato primero y qué seduce del reconocimiento global ahora?

― Extraño ser normal (risas). No es que no me sienta una persona normal, pero de hacer así, cosas normales como embriagarme por las calles, como hacía cuando era más chica, esas cosas. Ahora siempre que puedo y gracias a esto, estoy de viaje y eso es increíble. Estuve recién en Japón, fue estupendo. Pero uno de los logros de ser una estrella es poder cambiar la vida de las personas, con creatividad, con fuerza, mostrando que es posible cambiar de vida; que es posible transformar tus sueños en logros. Eso me hace muy feliz, haber podido realizar un sueño que tenía desde chiquita: ser cantante, ser una voz, ser un ícono, para mis fanáticos, para mi familia de la comunidad. 

― Pabllo Vittar es un manifiesto estético, una declaración política con tacones. ¿Qué hay de vos misma cuando se apaga la luz? 

― Mi amor, soy esto que estás viendo ahora (más risas). Soy una persona muy sensible, que sufro mucho con las cosas personales de mi vida. Sufro muchísimo con el amor que muchas veces no puedo tener, momentos que me son tomados, arrebatados. Pero cuando estoy en Pablo Vittar todo se transforma en fantasía, vivo mi fantasía muy plenamente y llena de amor. Pero cuando tiro la peluca soy un chiquito muy frágil.

Siempre tuve Orgullo de lo que soy”

― Brasil, como muy probablemente el resto de Sudamérica, es un país muy convulsionado y que estuvo, no ahora, gobernado por discursos muy conservadores. ¿Tuviste miedo de ser tan explícitamente vos? 

― Para mí es muy natural ser así. Desde chiquita soy así, ¿sabes? Recuerdo cuando estaba en la escuela, siempre bailando y cantando. Nunca tuve vergüenza de ser lo que soy, hablando alto, destacando mi forma femenina de ser. Siempre tuve mucho orgullo de esto, porque es lo que soy. En mi música no sería diferente nunca, porque soy yo. Cuando estábamos en los tiempos más conservadores acá en Brasil, todas las veces que subía en los escenarios era como se estaba diciendo “no vamos a callar, no vamos a desistir de nuestros sueños, de nuestros derechos”. Siempre estaba muy llena de energía para conseguir hacer más y más y más. Jamás lograron hacerme sentir menos.

― ¿Te molesta que te pregunten por tu identidad de género o lo ves como una oportunidad política? 

― Es siempre una oportunidad para hablar, para comunicar principalmente. Hablar, sobre todo, para que no ocurran tantas transfobias con mis hermanas y mis hermanos. Que no me van a callar, no puedo permitirlo, porque son mi familia, mis hermanos y mis hermanas que son lindos y lindas. Es siempre una manera de educar a la sociedad, una forma de traer los asuntos a tono. Yo veo que el pop, la música pop en general, la electrónica, todo lo que bailamos nosotras, es como un territorio político en este momento.

― ¿Te parece que el pop puede cambiar algo? ¿O incomodar quizás y que con eso alcance? 

― Podemos cambiar cualquier cosa, lo que sea. Y eso lo sé muy bien. Pienso muchísimo cómo la mayoría de las personas encierran dentro de la música pop muchos otros ritmos. Pero cuando empecé a hacer música, siempre quise hacer música pop porque fueron las canciones pop las que cambiaron a ese chico a ser la persona que soy ahora. Sí, podemos cambiar otras cosas también. 

De Copacabana al mundo con Madonna y Lady Gaga

Con Madonna bailó en lo que fue el concierto más grande de la reina del pop, el show de 2024 en las playas de Copacabana, en Río. Un año después, volvió con otra megaestrella, Lady Gaga, y otro show multitudinario en el mismo lugar. Sus alianzas no empiezan ni terminan al bajar del escenario.

En The Celebration Tour, el show de Madonna en Copacabana, Pabllo hizo una versión en clave de samba de Music.

― Sobre tus colaboraciones ahora con Nathy Peluso, antes con Lady Gaga. ¿Qué ganás de un featuring y qué aportás? 

― Originalidad para las dos cosas: lo que gano y lo que aporto. Siempre busco artistas que sumen formas distintas a las producciones. Me fijo cómo el artista hace su concierto, cómo se comporta en el escenario, alguna cosa que me confronte, que me seduzca. Todos los artistas con los que hago colaboraciones siempre me han seducido y me gustan las canciones también. Es un trabajo hermoso.

¿Qué hizo con Lady Gaga? Cuando la canción “Fun Tonight” de la Gaga sonó por primera vez en portugués, con acordeón del nordeste, repique de zabumba y la voz de Pabllo Vittar llorando “não aguento mais fingir que está tudo bem”, algo se torció –se quebró– en el mapa oficial del pop. Había nacido el remix brasileño del disco “Dawn of Chromatica”, curado por Lady Gaga. Y había nacido también un momento: la entrada de Pabllo Vittar al canon global, no por traducirse, sino por hacer que el centro hablara su idioma. 

Hasta entonces, las divas pop del norte habían coqueteado con lo latino, con lo queer, con lo periférico. Pero esto fue otra cosa. Gaga no solo abrió las puertas del castillo rosa ácido de “Chromatica”: dejó que una drag afro-indígena, con base de forró electrónico, la redecorara. La invitó a cambiarle la estructura misma de una canción. Y Pabllo lo hizo a su manera: dolorosa y bailable. Un remix que suena como una despedida a los gritos en un bar gay de Recife y también como una victoria: la del cuerpo abyecto que entra al club de las diosas. Sin ceder la voz, sin blanquearse. Pabllo no canta en inglés: canta con hambre, con acento, con rabia dulcísima. Lady Gaga había creado “Chromatica” como un planeta de ciencia ficción emocional, habitado por criaturas queer y traumas procesados a través del beat. 

Pabllo entró como quien llega desde otro universo más terroso y precario a bailar sobre sus propias ruinas. Hay algo irreverente y feroz en esa fusión. Como si por primera vez, una estrella drag del sur global no solo fuera homenajeada, sino convocada a reescribir la arquitectura del pop internacional. El remix de “Fun Tonight” fue una intervención porque ahí hay historia: la de las travestis muertas, los cuerpos feminizados expulsados de la norma, las maricas pobres que bailan para no morirse. 

Y se juntaron el 3 de mayo de 2025 en Copacabana, Lady Gaga llegaba por primera vez en más de una década a un Brasil que la recibiría con un megaconcierto gratuito. Pero antes de que las primeras luces rosadas del escenario iluminaran la arena, otra diva tomó el control: Pabllo Vittar, en su versión Club Vittar DJ. El evento —parte del proyecto “Todo Mundo no Rio” que busca reactivar la economía cultural— reunió más de 2,5 millones de personas, un récord para una artista femenina en la playa. Esa noche, Copacabana fue escenario de un show histórico y testigo de un instante simbólico: la alianza entre una drag queen del nordeste y una diva mundial compartiendo cuerpo y territorio. Y Pabllo no vio a Gaga como diosa; la iluminó. Y Gaga llegó a un terreno ya encendido por una reina queer local. La fiesta no fue solo global: fue radicalmente sudaca y disidente.

Fantasías sin algoritmos y con Nathy Peluso 

Pablo Vittar y Nathy Peluso.

Con Nathy Peluso es otra historia: la escena sucede en Río de Janeiro pero podría haber pasado en una pista de Buenos Aires, un carnaval en Salvador o un after en Madrid con olor a guayaba y delineador corrido. Pabllo Vittar y Nathy Peluso están frente a frente: dos cuerpos expansivos, bilingües, teatrales. Una coreografía junta sus piernas pero lo que vibra es otra cosa. Una especie de alianza tácita: sabemos que no nos querían aquí, pero llegamos bailando. En abril de 2025 lanzaron “Fantasía”, una canción hecha para sonar en altavoz y escuchar con los ojos cerrados. Reggaetón, funk carioca, algo de electrónica suave y dos voces que se enroscan. Que se conocieran parecía inevitable. Desde hace años orbitaban en los márgenes del pop latino con un deseo común: empujar los límites del género, del cuerpo y del lenguaje. 

Vittar ya había conquistado territorios que antes le estaban vedados al travestismo. Nathy Peluso, criada entre Luján y Madrid, entre el rap y el jazz performático, venía derribando toda sospecha de lo que significa “ser latina” desde el acento y el sobreexceso. Cuando se cruzaron hubo combustión. “Fantasía” es una canción sobre compartir, pero también sobre apropiarse. Compartir el deseo y apropiarse del beat, del cuerpo, del lugar que durante tanto tiempo se negó a voces como las suyas. La letra, ligera, pegadiza, no necesita ir más allá: el cuerpo ya dice todo. Hay una fantasía, sí. Pero no es heterosexual, ni blanca, ni correcta. Es una fantasía que transpira, que canta en español con acento del nordeste, que rapea con las tetas al frente. Una fantasía que no cabe en ningún algoritmo y por eso nos convoca.

En un mundo pop cada vez más homogeneizado, donde hasta la rebeldía tiene fecha de vencimiento, el encuentro entre Pabllo y Nathy funcionó como un glitch necesario. Un error del sistema que se volvió éxito. Porque si algo comparten estas dos artistas es que hicieron carrera desde el margen y con el cuerpo entero.

Unirnos para que se nos escuche”

― Si mañana dejaras de ser Pablo Vittar, ¿cuál sería tu último acto? 

― Oh, oh, no lo sé, no lo sé (se ríe). Sería algo muy brasileño, supongo, ¿verdad? Algo que las personas dirían cuando pasen los años: “Por favor, Pablo, regresa a la música, queremos más”. Algo muy mío. 

― Me gustaría que le des un mensaje para la comunidad en Argentina.

― Sí, sé que están pasando un momento muy difícil. Pero es un momento también donde tenemos la oportunidad de unirnos para conseguir lo que sea, que se nos escuche… ¿Sabes qué? Todas las minorías se unen para hacer algo mejor y cambiar esta situación, como la que tanto flagela a Argentina en este momento. Así como hicimos acá en Brasil y conseguimos cambiar nuestro escenario político, yo creo que Argentina tendrá momentos de felicidad pronto y recuperará la fe en todo. ¡Ese es mi deseo!

Pabllo Vittar se maquilla como una guerrera, se mueve como una estrella y se ríe como quien ya ganó. Porque ya ganó. 

No canta solo por placer. Canta para vivir. Canta para que otras puedan vivir. En un videoclip la vemos escupir fuego, en otro destrozar la cárcel; en todos, se burla del mandato cis, del mandato blanco, del mandato de la vergüenza. Canta desde el futuro. Es consecuencia directa de las travestis que fueron asesinadas, de las maricas que no llegaron, de las disidencias que el sistema quiso borrar. 

Por eso incomoda tanto. Por eso emociona tanto. Canta por las que no pudieron cantar.

Somos Presentes

Apostamos a un periodismo capaz de adentrarse en los territorios y la investigación exhaustiva, aliado a nuevas tecnologías y formatos narrativos. Queremos que lxs protagonistas, sus historias y sus luchas, estén presentes.

APOYANOS

Apoyanos

SEGUINOS

Estamos Presentes

Esta y otras historias no suelen estar en la agenda mediática. Entre todes podemos hacerlas presentes.

COMPARTIR