Paraguay: Por primera vez trabajadoras sexuales marcharon como un gremio reconocido por el Estado

La primera organización nacional de trabajadoras sexuales del Paraguay marchó el 1º de mayo como gremio. Una historia de lucha colectiva por derechos laborales, dignidad y autonomía.

5 de mayo de 2025
Juliana Quintana
Jessie Insfrán
Edición: Ana Fornaro

Lucy Esquivel tenía 23 años la primera vez que pisó la Plaza Uruguaya, en el centro de Asunción. Venía caminando desde la avenida Colón, sin dinero para el pasaje. En la plaza, una señora que vendía tereré le explicó lo que hacían las mujeres que “bajeaban” (descendían) por la calle. “Venden su cuerpo”, le dijo. “¿Ah sí?”, le preguntó Lucy. Al día siguiente, ya estaba parada en la esquina del Ferrocarril.

“Fue por una decisión propia, a mí nadie me llevó, nadie me dijo. Simplemente tenía muchas necesidades. Yo ya era mamá”, cuenta. Treinta años después, Lucy no sólo sigue firme, sino que es secretaria ejecutiva de la RedTraSex (Red de Mujeres Trabajadoras Sexuales de América Latina y el Caribe). 

Mónica Aquino llegó a Asunción desde Carapeguá a los 16 años, escapando de una realidad violenta. No hablaba castellano, ni conocía la ciudad. Iba y venía en colectivo sobre la calle Brasil. “¿Qué es lo que vos hacés acá?”, le preguntó una vendedora de panchos de la plaza. «Y no sé, no tengo dónde irme». Le invitó un asadito y la recibió en su casa donde vivió por años. Se llamaba Petiza. 

“A mí nadie me dijo ‘andá prostituite’. Yo me hice sola, trabajé en la plaza Uruguaya muchos años”, recuerda. En ese tiempo, cayó en un consumo problemático de drogas. “Lucy me trajo su ropa, su comida, me encerró un mes en un hotel para que me desintoxicara. Me salvó la vida”, recuerda. Actualmente, Mónica Aquino es presidenta de UNES y marchó por primera vez junto a sus compañeras trabajadoras sexuales como parte de un gremio reconocido por el Ministerio de Trabajo. 

La historia de UNES es una historia de resistencia, comunidad y organización frente a la criminalización y el estigma. También es una carta de amor entre dos amigas que trabajaron para, algún día, tener una oficina propia. 

“Nosotras ya hacíamos comunidad sin saberlo”

A principios de los 2000, cuando la policía aún podía llevar presas a las trabajadoras sexuales solo por tener preservativos en la cartera, Lucy Esquivel y Mónica Aquino ya soñaban con una organización propia. “Nos visitaban unas personas de una organización ligada a la Iglesia, hablaban de derechos, de prevención, de talleres. Pero para nosotras, el taller era solo mecánico”, recuerda Lucy con una risa. “Íbamos porque daban bocaditos. Pero de a poco empezamos a escuchar”.

Esas visitas sembraron algo en Lucy. “Yo le decía a Mónica: un día vamos a tener nuestra organización”, dice. Lo que en ese momento era compañerismo se convirtió en una práctica política. “Nosotras ya hacíamos comunidad antes de saber lo que era hacer comunidad”, reflexiona Lucy. Acompañaban a trabajadoras sexuales con VIH, organizaban velorios para quienes morían jóvenes, gestionaban ayuda para pagar alquileres, comida o un cajón. “Hasta conseguimos que una compañera con cáncer se casara vestida de blanco. Era su sueño”.

El sol en la vida de las trabajadoras sexuales

En 2004 fundaron Unidas en la Esperanza (UNES), una organización de trabajadoras sexuales con sede en Asunción. La asamblea fundacional no tuvo una fecha clara. Cuentan riendo que la secretaria de actas, apodada Zuni Lolela, redactó que esa primera asamblea tuvo lugar “en el mes de octubre”, así que hasta hoy celebran todo octubre como su mes aniversario. 

Pero ese mismo día, Lucy fue electa presidenta por unanimidad. El nombre “Unidas en la Esperanza” surgió del deseo colectivo de ser el sol en la vida de las trabajadoras sexuales. De alumbrar una vida sin represión, sin cárcel, sin VIH. Una vida con derechos.

La organización se sostuvo con esfuerzo. Empezó a expandirse por barrios y departamentos. Hicieron trabajo de base en locales, en saunas, en la calle. Recorrían zona por zona llevando preservativos, información, apoyo emocional. En 2009, tuvieron su primer local. En 2015, lograron modificar una ordenanza municipal que habilitó a las trabajadoras sexuales a alquilar locales y trabajar de forma independiente. 

También permitió que muchas se organizaran en grupos de dos o tres para compartir espacios o la posibilidad de ejercer el trabajo sexual de manera virtual. “Ya no estamos todas en la calle. Eso también es gracias a la organización”, asegura Lucy. Trabajaron en sensibilizar a policías e inspectores. “Hoy por hoy, si una compañera es intervenida, les mostramos la ordenanza en la cara. ‘Vos no me podés pedir nada, esto dice la ley’”, subraya Mónica.

Hoy UNES tiene 450 asociadas en nueve departamentos y es la única organización nacional de trabajadoras sexuales.

La policía es el proxeneta

Ser trabajadora sexual en Paraguay fue históricamente sinónimo de persecución. Durante la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989), Mónica cuenta que fue detenida y violentada en varias oportunidades. “Nos llevaban a un lugar de ancianos en Capiatá. Si querías salir de la comisaría, tenías que acostarte con un policía o te violaban. Ahí perdí un hijo de tres meses”, relata.

“Muchas compañeras perdieron a sus bebés”, agrega Lucy. “A otras les rapaban la cabeza, perdían la memoria. Algunas tuvieron hijos de policías. De los mismos que las llevaban presas”. Hoy la represión cambió de forma. Ya no son redadas, sino coimas. “La policía sigue siendo el proxeneta”, dice Lucy. “Piden dinero a las compañeras para dejarlas trabajar, especialmente en las zonas de la terminal, de Cuatro Mojones” donde lindan cuatro ciudades: Asunción, Lambaré, Villa Elisa y Fernando de la Mora. “Si no pagan, hacen una barrera frente al local y espantan a los clientes”, expone.

El abuso no se limita a Asunción. Según la lideresa Mónica Aquino, las ciudades donde más discriminan trabajadoras sexuales son Encarnación y Ciudad del Este. “En Encarnación ni siquiera nos reciben. En Itapúa ya no queda casi ninguna trabajadora sexual, todas migraron (porque no les permiten ejercer como trabajadoras independientes). En Ciudad del Este, un vecino le tiró agua caliente a una compañera. Tuvimos que intervenir para que se mude”, refiere.

Transformar el dolor en organización

El 21 de noviembre de 2024, después de tres años de lucha, el Ministerio de Trabajo reconoció a UNES como gremio. A partir de este reconocimiento, pueden ser aportantes a la seguridad social y solicitar la jubilación. Algunas de ellas, incluso, ya están anotadas en el Registro Único del Contribuyente y tienen factura por servicios personales. 

La Agremiación de Trabajadoras Sexuales del Paraguay está adscrita a la Confederación de Clase Trabajadora (CCT), con quienes trabajan desde 2018. Según explicaron, no se conformaron como sindicato porque trabajan de forma independiente. “La informalidad no es una elección: es una condición impuesta por el Estado y por los prejuicios de la sociedad”, dice una publicación de UNES en sus redes sociales por el día del trabajador.

Al igual que otres trabajadores como recicladores o deliveries, las trabajadoras sexuales se ganan la vida sin contrato, sin seguridad social y sin derechos básicos que corresponden a cualquier trabajador y trabajadora. Aún así, su reconocimiento como gremio es un hito importante en la defensa de sus derechos laborales y un gran paso hacia el mejoramiento de sus condiciones de trabajo. 

Hace años luchan por un marco legal que regule el trabajo sexual, una ley nacional que reconozca el trabajo sexual como trabajo y garantice sus derechos.

“Este 1º de mayo marchamos como gremio”

“Nuestros cuerpos también sostienen economías”, decía el cartel que sostuvo Paty Rodas, la más joven de UNES, en la marcha del 1º de mayo. Junto con sus compañeras, marchó a las 9 de la mañana desde el mismo lugar donde muchas empezaron. Salieron de plaza Uruguaya rumbo al Ministerio del Trabajo. “Nosotras no vendemos el cuerpo. Yo estuve 17 años en una esquina. Si vendía mi cuerpo, no tendría cara ni ojos ni nada. Vendemos un servicio. Y todo servicio que se paga es trabajo”, dice Lucy.

Queremos que el trabajo sexual sea reconocido como un trabajo. Como no está regularizado, no podemos hacer una denuncia, tener acceso a una vivienda digna o a un préstamo”, reforzó Mónica. Por eso están trabajando en un proyecto de ley, que brinde una protección real, especialmente, a las más jóvenes, a las trans y a las indígenas, que enfrentan doble o triple discriminación. 

El 1º de mayo, marcharon por todas las que no llegaron a ver este día. Por las que murieron de VIH sin atención. Por las que murieron en el parto. Por las que fueron asesinadas sin que nadie investigue. Marchan también por justicia económica. “No queremos que nos rescaten. Queremos que nos reconozcan”, apunta Lucy con voz firme. 

“Siempre soñamos con esto. Siempre quisimos marchar el 1º de mayo con nuestras compañeras, como gremio de trabajadoras que somos”, dice Mónica. Este año, por primera vez, lo hicieron posible.

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