La historia de dos activistas LGBT y periodistas feministas que luchan por el matrimonio igualitario en Perú
Graciela y Dayanna tuvieron que casarse en Argentina y luego presentaron una demanda al Poder Judicial para inscribir su matrimonio. "Venimos haciendo activismo hace años, pero en temas LGBTIQ+ no hemos tenido muchos avances".
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LIMA (Perú). Cuando el avión que las llevaba de regreso a Perú empezó a tomar vuelo, Graciela y Dayanna se miraron y lloraron. Sabían que volvían a un país hostil con las personas LGBTIQ+. Su reciente matrimonio en Buenos Aires no sería reconocido legalmente y, además, sería cuestionado. No podrían darse un beso o abrazarse en las calles sin correr algún tipo de riesgo. Su amor, las ganas de ver a sus familiares, el deseo de luchar porque los derechos LGBT sean reconocidos en su patria, les daban fuerzas para el retorno.
Graciela Tiburcio Loayza, bisexual, y Dayanna Delgado Velasco, lesbiana, ambas periodistas, feministas y activistas de 32 años, contrajeron matrimonio el 3 de mayo del 2023 en Argentina. Pero el Estado peruano no reconoce el matrimonio entre personas del mismo sexo. Perú continúa negándole a las parejas LGBTIQ+ el derecho a ser reconocidas como familia.
Al cumplir un año de casadas, el 3 de mayo del 2024, Graciela y Dayanna, en compañía de sus familiares y abogadas del Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán, presentaron una demanda ante el Poder Judicial para la inscripción de su matrimonio en Perú. Ese día se tomaron muchas fotos frente a la puerta del Poder Judicial. En una, la mamá de Graciela sostiene un retrato de su esposo y papá de Graciela, quien lamentablemente falleció en el 2022. Es la misma fotografía que las cónyuges tienen en la sala de su hogar.
“Contar con nuestra familia nos hace sentir que no estamos solas en este proceso. Reconocemos este privilegio”, dice a Agencia Presentes Dayanna, sentada junto a su esposa en la sala de su departamento. “Venimos haciendo activismo desde hace años, pero en temas LGBTIQ+ no hemos tenido muchos avances. El reconocimiento de nuestro matrimonio representa el reconocimiento de otros matrimonios LGBTIQ+”, afirma Dayanna.
Cuando la ONG Flora Tristán difundió en X y Facebook el inicio del proceso legal para el reconocimiento de su matrimonio, las redes se llenaron de comentarios de LGBT Odio. Son conscientes de los riesgos que afrontan e intentan mitigarlos. Una de las medidas de protección es no publicar fotos de los lugares donde están. “Siento que el contexto social en la actualidad es más agresivo hacia las personas LGBTIQ+. Ahora hay tanto odio perpetuado desde las autoridades que las personas ya no se guardan nada o te atacan”, comenta Graciela.
Sin derechos para parejas del mismo sexo
Entre las pocas personas LGBTIQ+ que han decidido batallar contra el sistema de justicia peruano para registrar su matrimonio, varias han visto vulnerados sus derechos en el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (Reniec), el Poder Judicial y el Tribunal Constitucional (TC). Por eso han acudido a instancias internacionales. Las instituciones vienen atropellando el derecho humano a la igualdad que el Estado peruano debe garantizar.
Sin matrimonio igualitario, las parejas LGBTIQ+ no pueden acceder a compartir seguros de salud, la facultad para decidir sobre la atención médica de la otra persona, una pensión de viudez, entre otras cosas. “Graciela es trabajadora independiente. Tengo un seguro médico por mi trabajo, pero no puedo ponerla como mi esposa en el seguro. Un montón de familias diversas viven lo mismo. Las que tienen hijes, con un nivel de vulneración más grande”, dice Dayanna.
La abogada de las cónyuges, Cecibel Jiménez, explica a Agencia Presentes que han decidido acudir a la vía civil porque tienen antecedentes de que por la vía constitucional no se han obtenido fallos favorables. “En la vía constitucional siempre lo va a terminar viendo el TC. Al menos hasta ahora, la lógica que ha tenido el TC es no darles la razón a los matrimonios no heterosexuales”, dice.
Para la directora de Flora Tristán, Liz Meléndez, este litigio busca también generar un precedente que visibilice la necesidad de tener mecanismos más claros y ágiles para que otras parejas del mismo sexo, que desean unir sus vidas formalmente en matrimonio, puedan inscribir sus nupcias y gozar así de los mismos derechos que cualquier otra persona. “Además buscamos que se reconozca el matrimonio igualitario entre personas del mismo sexo”, enfatiza a Presentes.
Infancias difíciles y espíritu de lucha
Graciela es hija única. Vivió hasta los ocho años en San Isidro, uno de los distritos más exclusivos de Lima, donde su familia tenía un restaurante. Estudió en el colegio María de las Mercedes, en Miraflores, otro distrito pudiente de la capital. Producto de la crisis política que vivió el país en los años 90 y en el 2000, cuando el exdictador Alberto Fujimori huyó de Perú, los negocios empezaron a derrumbarse y el de su familia también.
Se mudaron al distrito Villa María del Triunfo. “El trato en el colegio cambió. Una profesora dijo que debería ir a un colegio de mí misma zona. Mi círculo de amigas se alejó. Yo era una de las pocas alumnas trigueñas. Nunca fui consciente de mi color de piel, porque el dinero que me blanqueaba de alguna manera. Cuando perdí ese dinero, se sintió la pegada”, cuenta Graciela. “Pasé de ser una niña que tenía muchas comodidades a vender ropa en el mercado. A veces no teníamos para comer”.
Dayanna nació en Lima. Tiene una hermana y tres hermanos. Cuando cumplió los 4 años, su papá consiguió un trabajo en Trujillo, provincia al norte de Perú. Allí vivieron en un espacio alquilado de dos metros de ancho, “como una cajita de fósforos”, dice Dayanna. Luego de unos años su papá se quedó sin trabajo. Para ayudarlo, ella y sus hermanos vendían caramelos en la plaza de armas de Trujillo. “Son cosas duras, pero también las recordamos con cariño. Así estuvimos medio año”, relata.
En el 2021, las esposas viajaron a Trujillo. Dayanna le enseñó la casita donde vivió. “El hecho de que me lleve donde ella había estado en su infancia, sufriendo incluso necesidades, pero también recordando todo lo bonito, me generó un sentimiento de ¡carajo, como admiro a esta mujer!”, dice Graciela. “Es mutuo”, la mira con amor Dayanna.
Ambas creen que las experiencias que vivieron de chicas fueron un gran impulso para su ferviente activismo a favor de las causas en las que creen.
Cómo convertirse en activista
Se conocieron el 2013 en la Universidad Jaime Bausate y Meza, donde estudiaron periodismo. Fue cuando egresaron que se enamoraron. “A Graciela, en esa época, yo la recuerdo como muy tiernita, con su gancho de flor gigante en el cabello”, dice Dayanna. “Daya era activista en la universidad y yo dije wow, que bacán, y encima trabaja y se paga ella solita sus estudios”, cuenta Graciela.
En la universidad Graciela tuvo una relación sentimental con su mejor amiga, hoy una persona no binaria. Acompañó a su exnovie en transición. Durante esa relación se inició en el mundo del activismo. “Vi a esta persona con una gran batalla interna. Decidí buscar grupos que la ayudaran en su transición”.
Un 17 de mayo, Día Internacional contra la Homofobia, fue con su exnovie a una actividad de Amnistía Internacional (AI). Desde ese día Graciela fue voluntaria de organizaciones y colectivas. A los 25 años fue elegida presidenta de AI.
Los primeros pasos de activismo de Dayanna fueron como estudiante de periodismo. Con una compañere crearon una colectiva universitaria, Bausate Diversa. Sentían que faltaba respeto y conversación en torno a la comunidad LGBTIQ+. La primera actividad se llamó Abrazos Gratis contra la Homofobia. “Pintamos en los cartelitos la frase y fuimos por toda la universidad. Luego de esto, mucha gente quería unirse a la colectiva y empezamos a organizar conversatorios”, cuenta Dayanna. Hoy trabaja como coordinadora de captación en AI.
Ya egresadas, en el 2019, Dayanna encontró a Graciela con un jean roto y un megáfono gigante arengando contra unos profesores como parte de una actividad de Bausate sin Acoso, colectiva de denuncia y acompañamiento en casos de acoso sexual en la Universidad Jaime Bausate y Meza. “Sabía que era activista, pero no la había visto hace tiempo y fue un impacto. La vi y pensé es mi compa”, relata Dayanna.
El 8 de marzo del 2020, después de la marcha del Día de la Mujer, fueron a bailar en un bar junto con otras compañeras. Pasaron la madrugada en casa de una amiga, hablando y mirándose. Al siguiente día Dayanna la llamó por teléfono para decirle que “tenían que hablar sobre lo de anoche”. A lo que Graciela le dijo “tú me gustas” y Dayanna “tú también”.
A los pocos días el gobierno declaró aislamiento social obligatorio por la pandemia y no se pudieron ver. Todo el inicio de su relación fue virtual. En el 2021 se mudaron juntas.
“Que todo nos siga yendo bien”
Una noche de agosto del 2022, Dayanna fue a recoger el anillo que había encargado para pedirle matrimonio a Graciela. Era una sorpresa. Ese día, el papá y la mamá de Graciela la esperaban para celebrar un logro profesional. Su papá hizo un brindis: “que todo nos siga yendo bien”. Un día después falleció de un derrame cerebral.
“Los días siguientes fueron bastantes dolorosos. Graciela estaba muy mal. Un día la vi muy triste echada en el sillón, no le importaba absolutamente nada, y pensé “ya basta”. Saqué el anillo y le dije que entendía que ella estaba pasando por un momento muy duro, pero que a su papá le hubiera gustado que siga pensando en su futuro”, cuenta Dayanna. Graciela se emocionó y le dijo que por supuesto quería casarse con ella.
Meses después contrajeron nupcias en Argentina. Pensaron llevar a sus madres, pero el dinerono alcanzaba. “La parte final de mis votos, en la que digo “que nadie más nos falte”, lo dije por mi papá y luego el “que todo nos siga yendo bien” también lo dije por él. Sentimos que fue su último deseo sin saberlo”, comparte Graciela.
Saliendo del registro civil fueron a la escribana para iniciar el trámite de la apostilla de La Haya, requisito que cualquier matrimonio celebrado en el extranjero necesita para ser inscrito en su país de origen.
En la sala de su hogar hay un cuadro de una abuela activista con un letrero que dice “Soy la abuela de la niña que jamás vas a tocar”. Como ella se imaginan envejecer juntas y activando. “Nos encantaría llegar a viejitas y que nuestro matrimonio se haya reconocido, junto a los matrimonios que ya hay y los que haya después”, dice Dayanna.
Matrimonio igualitario: una lucha con historias
Tres parejas homosexuales que han visibilizado su lucha por la legalización de su matrimonio en Perú han acudido a instancias internacionales para acceder a la justicia que no han podido obtener en su país.
Óscar Ugarteche: “Voy a demandar al Estado peruano por daño moral”
El fundador del Movimiento Homosexual de Lima, Óscar Ugarteche, contrajo nupcias con el mexicano Fidel Atoche en el año 2010, en México. En 2012 intentó registrar su matrimonio en Perú ante el Reniec, que declaró improcedente su pedido. Óscar demandó a esta institución. En el 2016, en un fallo emblemático, el Séptimo Juzgado Constitucional de Lima ordenó al Reniec registrar su matrimonio. No obstante, esta institución apeló y el caso pasó al Tribunal Constitucional (TC), entidad que rechazó la demanda interpuesta para que el Reniec inscribiera su matrimonio.
En conversación con Agencia Presentes, Óscar declaró que él y su esposo fueron a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a exigirle al Estado peruano que cumpliera con sus compromisos internacionales. “Pero el Perú le contestó a la comisión que no procedía. Ahora estamos con la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y ahí vamos a ganar, pero seguramente el Estado peruano no va a reconocerlo. Le haremos una demanda por daño moral y por una suma gigantesca”.
Susel y Gracia: en la CIDH
Similar fue el caso de la congresista peruana Susel Paredes y su esposa Gracia Aljovín. En el 2016 se casaron en Estados Unidos. Reniec rechazó la solicitud en dos instancias. La pareja inició una demanda de amparo que la Justicia resolvió a su favor en primera instancia. Pero en el 2022 el TC declaró que no procedía la inscripción de su matrimonio.
Según el Informe Anual LGBTI 2023 de la ONG Promsex, se encuentran esperando el pronunciamiento de la CIDH.
Andree y Diego: 10 años de casados para el mundo
Los peruanos Andree Martinot y Diego Urbina se casaron en el extranjero y sufrieron en su país el mismo atropello. “En el TC nos terminaron negando. Nuestro caso está en la CIDH. Estamos casados oficialmente 10 años para el mundo, menos para Perú”, dijo a Presentes Andree.
Noam tiene dos mamás
Mabel Aguilar, presidenta de la Asociación de Familias Homoparentales Perú, y Luisa Morcos, líder de relaciones institucionales y fundrainsing de la misma asociación, tienen un hijo, Noam, que en agosto cumple cuatro años. En el DNI del niño solo aparece Mabel como madre soltera, pues en el Perú no existe una ley que diga que dos mamás o dos papás puedan tener hijes. Las mamás quieren que Noam sea legalmente hijo de las dos. Su abogado les aconsejó que previo a ello buscaran inscribir su matrimonio. Tuvieron que apresurar su boda, celebrada en agosto del año pasado en Arica, Chile, y solicitaron su inscripción en el Reniec en marzo del 2024. Pasaron meses porque se demoraron en entregarles la apostilla de la Haya.
El abogado está pidiendo la inscripción del matrimonio, así como otras acciones legales para asegurar que Luisa tenga ciertos derechos sobre Noam, como permiso para que viaje con él, potestad para hacer trámites en distintas instituciones, hacer testamento, entre otros. “Luchamos para que Noam no tenga problemas en el futuro si una de las dos falta”, dice Mabel a Presentes.
El día de su matrimonio les tomaron una foto en el registro civil de Arica, frente a un arco lleno de flores coloridas. En esa imagen Luisa abraza a Mabel, quien carga a Noam, y él levanta la libreta familiar que les entregaron como si se tratara de una copa de fútbol, mientras sus ojitos la miran con felicidad. “Siempre que ve la foto Noam dice: acá están mis mamás cuando se casaron Sentimos como si él entendiera el paso importante que estábamos dando.”, comparte Mabel.
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