México: una obra de Valerio Gámez aborda la relación entre el chemsex, la espiritualidad y el placer

El artista buscar dialogar en forma empática y desde su experiencia sobre el consumo de sustancias en hombres gays.

CIUDAD DE MÉXICO, México. Valerio Gámez es un artista visual mexicano originario de la ciudad de Querétaro. El estado, ubicado al centro del país, estuvo históricamente gobernado por un partido de derecha conservador. Gámez presenta allí “El Origen del Mal” una exposición que busca abrir un diálogo empático -y desde la experiencia personal- sobre el consumo de cristal, el chemsex, la espiritualidad y el placer. 

La obra más icónica de Gámez es El Guadalupapi, es una fotografía en donde un joven gay posa como iconografía de la Virgen de Guadalupe. Hoy es una de las piezas más conocidas en el imaginario colectivo gay. Es parte de uno de los antros más icónicos en el centro histórico de la ciudad en donde se lee la frase: “En este hogar se le reza con devoción al Guadalupapi”, imitando al mensaje de “este hogar es Guadalupano” que hogares católicos de México anuncian en sus ventanas o puertas.

El trabajo de Valerio ha estado inspirado por muchos temas. Recurre sobre todo a lo religioso y lo identitario, desde un punto cultural pero también sobre la orientación sexual. En particular les habla a sus pares, hombres homosexuales. Pero su última obra explora también su propia adicción al cristal y las prácticas sexuales que vivió a partir de ésta.

¿Qué es chemsex?

Las metanfetaminas, como el cristal, son sustancias que estimulan el sistema nervioso central y actualmente representa la de mayor consumo a nivel mundial. De acuerdo al Informe Mundial sobre las Drogas 2023 de la ONU, el 45% de la población mundial usuaria de sustancias consume este tipo de droga. 

En las poblaciones gay, de hombres bisexuales y de hombres que tienen sexo con otros hombres la relación con estas sustancias y prácticas sexuales se han popularizado en los últimos años y se conoce como chemsex. 

El periodista Rafael Cabrera explora en este el reportaje Amor de Cristal, el chemsex en la Ciudad de México. Cuenta cómo estas prácticas en la población gay generan dinámicas, no solo de consumo sino también “de placer, fetichismo y conexión emocional”. Este otro reportaje realizado por Altavoz LGBT, explica esto mismo, pero en la ciudad fronteriza de Ciudad Juárez.

En primera persona

Presentes platicó con Valerio Gámez sobre su trabajo y su exposición más reciente, “El origen del mal”, que estará abierta hasta el 29 de febrero en la galería ArtSpace en la Ciudad de México.

-¿Por qué el tema religioso forma parte central de tu trabajo artístico y en tu exposición El Origen del Mal?

-En esta exposición particular lo religioso está contrastado con una actividad sexual, pero una actividad sexual malograda por la experiencia del consumo del cristal. Para mí era otra vez un discernimiento de entender dónde se habían metido los filtros de juicio de valor, juicios éticos, morales de una sexualidad que fuera pecaminosa, atravesada por el consumo por una adicción al cristal. De alguna manera esto había desestabilizado mi armonía personal. Entonces es a través de estos elementos religiosos, que son cristos con frases tatuadas, que busco un chivo expiatorio para decir: ‘no. Este no es el culpable’, para quitarle la carga de culpa por la adicción a lo sexual, a las sustancias. Y también a los entornos y personas con quienes me topé en la adicción. 

Y ahora lo puedo reflexionar más y explicar mejor. Creo que lo religioso es una reacción normal al entorno en el que crecí. En Querétaro el ambiente es muy religioso, muy conservador, como en el resto del país. Pero en Querétaro tiene un particular peso y permea en la cultura y en todas las actividades de la vida cotidiana, la vida social. 

Para mí se trata de deconstruirlo y cuestionar, siempre desde mi experiencia personal, intentando explicarme de qué se trataban estos conocimientos religiosos que yo sentía y tenía. Siempre ha sido una reflexión en primera persona sobre de dónde vengo, qué tanto me ha permeado la cultura católica, qué tanto la he hecho consciente y de qué manera reacciono ante ella. 

-¿Por qué hablar de chemsex y desde dónde tu arte busca dialogar sobre estas prácticas?  

-Ahora que lo veo a los años, la etapa de consumo y estas piezas son del 2019. Yo estaba viviendo esto cuando empecé a crear y entonces una vez que pude superar esa etapa, puedo tener ciertas reflexiones. Una de ellas, quizá la más importante para mí, es que estas piezas y esta exposición no es una apología del consumo, ni siquiera es una condena. Pero tampoco es una justificación del consumo. 

La intención de las piezas es poner el tema sobre la mesa y no en cuanto a datos científicos o técnicos, sino presentarlo desde un sitio emocional y contextualizado. Hacer esto en particular me ayudó a entender que lo que yo pasaba, también lo pasaron otras personas en relación al consumo y adicción; y eso para mí ha sido una experiencia estimulante. 

El consumo como cualquier otra actividad humana va a tener todos sus matices, una adicción va a tener todos sus matices. Entonces para mí era importante presentar los elementos emocionales en los cuales sí creo que las personas podemos compartir experiencia y brindarnos algún tipo de orientación. Y… y lo diré también, un poco de luz.

Las piezas vienen de una etapa oscura en mi vida. Con decir esto no estoy estigmatizando ni la actividad sexual que tuve por muchos años, ni el consumo del cristal. Es todo lo contrario, para mí se trata de hablar claro a mi comunidad, de hombres gay, que esto me pasó a mí, que desarrollé una adicción al cristal. Y estas piezas no sólo hablan de mí, también hablan de personas cercanas a mi entorno en ese momento. Algunas de ellas se quedaron en el camino. 

-El chemsex se ha relacionado estrechamente con la población gay, ¿qué conversaciones hacen falta tener en relación a estas prácticas hacia dentro y hacia afuera de esta comunidad?

-Creo que afortunadamente las personas no consumidoras empiezan a tener otro tipo de lecturas libres de prejuicio. Pero también el prejuicio sobre estas prácticas están muy metidas en la comunidad y lo puedo decir hablando desde mi propia experiencia. Porque yo también, antes de desarrollar la adicción, tuve prejuicios al respecto, no solo por el cristal, también por las prácticas sexuales que se desarrollan. 

Creo que es muy importante sacar de nuestra cabeza la idea de que “si alguien consume es porque quiso y si alguien desarrolló una adicción es porque quiso”. Nos falta escuchar las historias y comprender los entornos de porqué las personas desarrollan una adicción. Creo que hablar con honestidad sobre esta experiencia crea puentes de comunicación y estas piezas pretenden eso. 

Darme cuenta de mis propios prejuicios antes de ser consumidor y luego a través de vivir esa experiencia me doy cuenta que no se trata solo de hablarle a la comunidad gay, sino que abiertamente como sociedad hablemos de prácticas sexuales y de adicciones sin prejuicios. 

-¿Cómo has sentido la recepción de tu trabajo, qué comentarios te hacen al respecto?

-Creo que está ayudando a que se pueda hablar abiertamente, sí del consumo, sí de las prácticas sexuales pero sobre todo lo que me han dicho es cómo les ha impactado a nivel emocional. Personas que perdieron a parejas por la adicción, familiares que perdieron a un hijo por lo mismo, tuve a un amigo que pasó por esto, etcétera. Y eso por mucho me rebasa lo que yo hubiese imaginado.

Me sorprende lo que el arte puede lograr con la comunicación que puede entablar. Insisto, aunque no soy especialista en salud, sucede que esta obra provoca hablar. Decir que desarrollar una adicción involucra siempre la parte emocional. Tú puedes probar una sustancia y no volverte adicto, pero puedes estar atravesando una depresión y sentir que eso te resuelve todos tus problemas y engancharte. 

En ese sentido para mí ha sido muy gratificante porque incluso, en aquellos años, hablar con compañeros de consumo sobre sus problemas emocionales o de problemas relacionados al consumo de cristal era difícil; eso es tema tabú. Es más fácil hablar de que tienes sexo con muchagente,e pero nadie te va a hablar de lo emocional.

Nunca me imaginé la respuesta que ha tenido la obra. Ha sido de mucho interés, pero sobre todo de un acercamiento y una empatía profundas. Esto de alguna manera también me ha dado como un poco la certeza de que era necesario y pertinente esta conversación. Y lo repito, el tema es tabú mientras estás en el consumo, ya cuando sales del consumo puedes plantear el tema de la adicción y entonces te das cuenta que había más gente padeciendo el mismo proceso. En primera persona pero también una muy importante y muy devastadora es la que ocurre alrededor en tu círculo, los amigos, las parejas, los familiares. 

En México no hay políticas públicas de salud desarrolladas para una comunidad tan específica como la población gay, a partir de tu experiencia ¿qué hace falta de parte del Estado para hablar este tema sin estigmas y sin crear formas de consumo que no ponga en mayor riesgo a quienes tienen estas prácticas?

-Es un tema complejo. Soy usuario de los servicios de salud públicos incluyendo la terapia psicológica que me ha servido a salir de la adicción; pero creo que falta evidentemente un interés preciso en la comunidad gay y la salud. Y sobre todo diría que a nivel general como sociedad que existan mecanismos de las instituciones para cuidar de nuestra salud mental, dotar de herramientas de salud mental y de trabajo personal sin dejar de entender también el contexto y el entorno. Porque de otra manera van a seguir creciendo los casos de adicción. 

El impacto

-Querétaro es un estado conocido por ser conservador, donde los derechos de las poblaciones LGBT tuvieron resistencia de grupos antiderechos pero también católicos, ¿tu arte ha vivido algún tipo de censura?

-El primer trabajo que exhibí en 2000 fue El Guadalupapi, hace 24 años. Cuando lo presenté me llovieron amenazas, agresiones, etcétera. Al paso de los años sentí que estaba avanzando la sociedad en Querétaro en cuanto a apertura y entendimiento y que podíamos convivir gente creyente, gente no creyente, pensaba que empezábamos a avanzar… Pero hoy siento que hay un retroceso. 

Desde el arte habíamos ganado espacios, inclusive institucionales y culturales. Como artistas habíamos ganado el respeto a nuestro trabajo y nuestras ideas y de repente se cierran de nuevo las puertas. La lucha en ese sentido no se acaba. El entorno, si lo dejamos se vuelve hostil rápidamente porque en mi experiencia personal así ha sido. Creo que no podemos bajar la guardia como comunidad gay, como comunidad artística porque sí, en Querétaro hay una resistencia de grupos que se pintan incluso como nuestros opuestos a nosotros en relación a cómo hay que vivir, en qué creer. 

A raíz de esta exposición, «El origen del mal», otra vez vivo amenazas. Antes era por mensajes, incluso periodicazos. Ahora es a través de mensajes de voz que vuelven esos mensajes de odio de estos sectores religiosos y conservadores, incluso mensajes a la galería donde se expone la obra. 

Al final a mí ya no me espanta. Nunca lo lograron, pero sí me deja más claro que el trabajo que hago es pertinente. No solo mi quehacer sino el de las personas que estamos interesadas en abrir caminos de respeto y de diálogo. 

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