En mi foto con más likes en Instagram estoy flaca

Extracto del artículo de Irantzu Varela para el libro ‘(h)amor 8 gordo’ (Continta Me Tienes, 2023).

Ya no me gusta desnudarme.
Antes me encantaba.
Sabía que ese momento en que el cuerpo con el que me disponía a follar veía el mío entero por primera vez era un pequeño shock. Solía pensar “lo sé”, toda chula. Y me quitaba la ropa con teatralidad de cabaretera experimentada.

Pero ahora no quiero desnudarme por primera vez.
De hecho, hace años que no me desnudo por primera vez delante de nadie.
En los últimos años, por lo menos cuatro, solo me he desnudado delante de personas que ya me habían visto desnuda. Porque en los últimos años, por lo menos cuatro, solo he follado con personas con las que ya había follado antes.
Antes de los kilos. Por lo menos veinte.

Hace unos meses me desnudé después de algunos años y muchos kilos delante del cuerpo con el que más he follado y le pedí perdón por haber engordado.
No hubo quejas ni caras de susto o disgusto y había lujuria y deseo y saliva y manos y pieles mezclándose. Y mis nuevas enormes tetas le parecieron una ventaja asumible, a cambio. Pero pedí perdón.
Y sé que estuve más pendiente de la carne que de la piel.
También sé que no me he rozado con otras pieles en los últimos años, porque no soy capaz de olvidarme de la carne que rellena la mía.

No conozco ningún cuerpo marcado como mujer que se guste tal y como es. Por la inseguridad insaciable, la autoestima en coma y la autopercepción cruel y mezquina a la que nos condena el patriarcado a todas.

Pero ser gorda es otra cosa.

Es verte y no reconocerte.
Es aplazarte.
Planificar constantemente una transformación a corto plazo en la que tu cuerpo obedezca a las fotos de Instagram y los sueños de tu madre y así poder empezar a vivir. Anhelar “este verano, sí”, “en esa fiesta, sí”, “en esa cita, sí”, y vivir en una distopía cercana en la que no estás gorda y entonces te mereces vivir de verdad, y no en el estado pasajero en el que vivimos las gordas. Adelgazar para vivir la vida que te mereces. Alcanzar el cuerpo que se merecen quienes te rodean.

Que es cosa tuya, te dicen. Que eres bella así. Que no estás peor que antes. Que las curvas te sientan bien.
Te lo dice gente que se mataría si fuera como tú. Te lo dicen en cuerpos que nunca van a ser como el tuyo, más les vale.

Cuando te relacionas con el mundo desde un cuerpo gordo eres una apátrida en muchos espacios.

Una mesa no es tu sitio, porque nunca vas a comer tranquila. Por eso estás gorda. Porque no comes tranquila. Porque comes por ansiedad o comer te da ansiedad o que no haya suficiente comida te da ansiedad o comer más que las demás te da ansiedad o solo estuviste delgada cuando tenías ansiedad. O le da ansiedad a la gente verte comer, porque no comes tanto como para estar tan gorda o porque comes mucho, con lo gorda que estás.
Mesa, mal.

Un probador no es tu sitio, porque nunca te vas a mirar al espejo tranquila. Porque estás gorda. Porque la industria textil ha decidido el tamaño y la forma de los cuerpos para los que va a hacer ropa y tú tienes que intentar caber, entrar, meterte. Y dentro del probador, mirarte de reojo con un poco de pena y mucho asco a un espejo que te enseña lo que la gente ve, que es horrible.
Probador, mal.

Una consulta médica no es tu sitio, porque nunca te van a ver sana pero tampoco te van a ver enferma. Porque estás gorda. Porque tu cuerpo es erróneo en sus tablas y solo pretenderán corregirlo para que entre en ellas o para que te invada la culpa, el desprecio por ti misma, por esa bolsa de basura insana que habitas.
Medicina, mal.

Una familia no es tu sitio, porque nunca te van a mirar encarnada, solo la carne. Porque estás gorda. Y tu grasa habla de que no te han enseñado a no comer lo suficiente como para ser una mujer domestica(da). Prefieres comer a complacer, así que en algo han fallado contigo.
Familia, mal.

La cama no es tu sitio, porque no cabes. Porque estás gorda. Tu cuerpo hace ruidos y pliegues y aplasta y embiste y rebota y te lo imaginas dando asco. Te sientes agradecida y ridícula, torpe y gigante. Te da miedo hacer(te) daño.
Sexo, mal.


(h)amor 8 gordo (Continta Me Tienes, 2023) es una compilación de voces que, desde corporalidades distintas y vivencias diversas, se aproximan a la opresión, el daño y las distintas formas de gordofobia más o menos explícitas que de manera individual y colectiva han visto ejercidas sobre sus/nuestros cuerpos. Coordinado por la activista mexicana Tatiana Romero, perra prieta y sudaka; y escriben: Irantzu Varela, Lucrecia Masson, Alicia Santurde, Enrique Aparicio, Komando Gordix, Tess Hache, Marta Plaza, Gabriela Contreras, Liz Misterio, Tatiana Romero.

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