«Hoy podemos escribir otros Nunca Más con la memoria LGBT»

Entrevista a Matías Máximo, periodista y autor del libro "El Nunca más de las locas. Resistencia y deseo en la última dictadura".

23 de marzo de 2023
Maby Sosa
Eugenia Kais
Edición: María Eugenia Ludueña

BUENOS AIRES, Argentina. La dictadura cívico-militar dejó marcas dolorosas y profundas para la Argentina. Si bien se conocen las violencias que padecieron las personas LGBT+ en el Terrorismo de Estado, salvo casos aislados, la persecución, tortura, secuestro y desapariciones que sufrieron gays, lesbianas, trans y travestis no forma parte de registros oficiales ni está relatada en los libros sobre este tramo de la historia.

“Los 40 años de democracia con algunos derechos conseguidos, nos da posibilidad de empezar a meter nuestras historias dentro de la construcción de la historia para ganar otras subjetividades que nos permitan existencias más libres”, afirma a Agencia Presentes el periodista Matías Máximo, autor del libro El Nunca más de las locas. Resistencia y deseo en la última dictadura.

El libro fue editado por Marea Editorial dentro de la colección Historia Urgente. Sale a la luz este año cuando se cumplen cuatro décadas de democracia ininterrumpida en la Argentina. Cuenta las historias de secuestros y desapariciones sufridas por la comunidad LGBT durante ese período y las contrasta con sus formas de construir memoria y resistencia.

“Hay un dicho que dice que la historia la escriben los que ganan. Es claro que por muchos años no fuimos los que ganaban. Fuimos una cadena de persecuciones, de violencias, de destrucciones tanto del aparato terrorista del Estado como de parte de la sociedad civil y de la Iglesia”, explica Máximo.

Contar la dictadura

-¿Con qué complejidades te encontraste a la hora de escribir este libro?

-Vengo trabajando el tema desde hace más o menos diez años, desde que hice la primera nota donde se vincula la diversidad sexual con ese período de la última dictadura. Cada capítulo del libro hace foco en un tema específico. Una de las complejidades fue darle un gran tiempo de escucha a esas personas que son sobrevivientes y hoy tienen entre 60 y 70 años. No fueron entrevistas, fueron más bien conversaciones, encuentros en donde se pasó desde lo feo hasta lo lindo. Uno de los propósitos fue hablar también del deseo. No sólo de reconstruir la historia desde una perspectiva de la heteronorma, de hacer una pornografía del dolor. La búsqueda fue también reconstruir otras formas posibles de hacer memoria, donde el deseo y la resistencia tengan un espacio.

-La narración del libro y la selección de historias plantea un relato distinto sobre la dictadura, ¿cómo lo lograste?

-La propuesta narrativa es llevar adelante otro recorrido. Hay varios libros donde se aborda este período de otro modo: Princesa Montonera, de Mariana Eva Pérez o la forma de acercarse a su historia, Marta Dillon en el libro Aparecida. Hay libros en donde se plantea salir de la solemnidad para abordar la memoria y contarla desde otras formas. Al hacerlo, el horror suele mezclarse con momentos de fiesta, de humor negro. Hay en nuestra narrativa, en la forma en la que recordamos, tal vez por un instinto de supervivencia, una mezcla permanente de humor negro. Por otro lado, cualquier persona de más de 60 años que haya vivido en la Argentina esos años y fuera o no de la comunidad LGBT, va a tener algo para contarte. Va a tener historias de persecución, de expulsión, de miedo a caer preso. Fue una realidad cotidiana.

Denunciar la violencia entre la violencia

¿Qué analizás de lo que sucedió en su momento con la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) y la falta de registro de diversidades en el listado del Nunca Más?

-El informe Nunca Más que en su momento hizo la CONADEP cumplió una función importante en aquel tiempo. El informe se terminó al año y fue un material súper importante para la instrucción de la causa del Juicio a las Juntas (1985). Pero si lo analizamos con otra perspectiva, hubo muchísimas cosas que quedaron por fuera. Más que reclamarle que sume páginas al Nunca Más, me parece que podemos escribir otros Nunca Más hoy. Fue un trabajo histórico y cumplió su función. Ahora dentro es raro que dentro de ese informe no aparezcan ninguna vez las palabras gays, travestis, lesbianas o cualquiera de los sinónimos que se usaban para las personas cuya orientación sexual o identidad de género se corriera de la heteronorma.

También hay que pensar en las condiciones específicas, en la escena de cómo era ir a denunciar a la Conadep. A la entrada había policías. ¿Cómo te ibas a acercar a denunciar que tu compañera travesti está desaparecida si esos mismos policías eran quienes aplicaban los edictos por lo que te podían detener por ropa contraria al sexo o por incitación al acto carnal? Había mucho miedo de que te llevaran detenido por cualquier cosa que te inventaran. Quién iba a ir a denunciar a esas personas. Cómo iba el informe a recibir esos testimonios si históricamente no estaban dadas las condiciones para denunciar este tipo de desapariciones específicas.

«Es difícil construir memoria cuando tu vida es un exilio»

-Era difícil denunciar también por una cuestión con la identidad de género que no coincidía con el documento

En el libro aparecen varios testimonios que dicen que para ellas la democracia comenzó con la Ley de Identidad de Género, en 2012. En la época de la dictadura la identidad no sólo no se respetaba, sino que había cuestiones correctivas. Por ejemplo, las violaciones sexuales y pelar la cabeza aparece en la mayoría de los relatos, y eso es violencia específica. Muchos dicen que no hubo una persecución específica pero sí hubo un sistema de persecuciones que empezaron a funcionar a mediados de los 50 y siguieron en la Ciudad de Buenos Aires hasta 1998 y en las provincias hasta entrado los 2000. Todos estos años en los cuales para muchas personas volvió la democracia para otras siguió existiendo una forma de persecución constante.

-Hablar de estos temas, de esta memoria hasta hace poco invisibilizada, ¿es un paso más en la democracia?

-Siempre van a haber más derechos para conseguir, pero existe un avance desde donde podemos estar pensando otros temas como la construcción de la memoria. Esta memoria no sólo hace más rica a la democracia, sino que aporta a la memoria de todas las personas más allá de su orientación sexual y su identidad de género. Es difícil construir memoria cuando tu vida es permanentemente un exilio. Cuando todas las semanas te tenés que mudar de alguna pensión o caés en cana. Las condiciones materiales para construir memoria fueron muy diferentes a las que tuvo la heteronorma. ¿Tenemos la misma memoria? A mí me parece que no. A mí no me interesa tener la misma construcción de memoria solemne a la que aspira cierta historia oficial. Prefiero una memoria plagada de subjetividades donde las voces locas tengan un espacio.

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