Salta: acuchillan a una joven trans en el pueblo de General Pizarro

El atacante la golpeó con sus puños y le aplicó una cuchillada en la pierna derecha, por encima de la rodilla.

15 de febrero de 2023
Elena Corvalán
Edición: Ana Fornaro

SALTA, Argentina. La madrugada del sábado 11 de febrero, el descanso de Maite Katya Rivero fue interrumpido por insultos y pedradas lanzadas a su vivienda por un hombre al que ya había denunciado, por hechos similares. Esta vez el atacante la golpeó con sus puños y le aplicó una cuchillada en la pierna derecha, por encima de la rodilla. Lo joven todavía está recuperándose y el agresor está detenido.

El hecho ocurrió alrededor de las 3 de la madrugada del 11 de febrero en el pequeño pueblo de General Pizarro, en el departamento Anta de la provincia de Salta. La joven trans Maite Rivero contó a Presentes que el atacante, al que se identificó como Gustavo Cisneros, la agredió cuando salió a pedirle que dejara de insultarla a los gritos y de arrojar piedras sobre su vivienda.

El hombre ya contaba con una restricción de acercamiento dispuesto por la justicia el año pasado, luego de que Rivero lo denunciara por hostigamiento y amenazas de muerte.

Rivero relató que la madrugada del sábado, en lugar de retirarse, el hombre siguió insultándola por su identidad de género y la amenazó de muerte reiteradas veces, y cuando salió a decirle que se retirara, la empujó, forcejearon, el hombre la trompeó, ella consiguió escapar y corrió hacia la esquina, donde el atacante la alcanzó. “Me empieza a golpear, cae encima de mí, yo logro darme vuelta para hacerme soltar y ahí fue cuando recibí la puñalada. Si no ponía los brazos o la pierna, me hincaba en el pecho”, contó la joven.

Herida, Rivero gritó y Cisneros salió corriendo. Rivero fue entonces a cerrar la puerta de su casa con la intención de ir a buscar atención sanitaria; unos jóvenes que estaban cerca vieron que apenas podía caminar y se ofrecieron a ayudarla a llegar a la sala sanitaria de Pizarro.

Cuando estaban en camino a la sala de primeros auxilios, Cisneros regresó: “me tiraba puntazos, me gritaba cosas”. La amenazaba: “Te voy a cagar matando, no sabés quién sos yo”. En su desesperación por escapar, los chicos que la ayudaban cargaron en hombros a Rivero y corrieron. El atacante les siguió un trecho más y abandonó la persecución.

Una comisaría que no toma denuncias

Maite Rivero contó que tras recibir las curaciones, fue a la Comisaría de General Pizarro a realizar la denuncia. Pero no la atendieron. “Estuve parada como media hora ahí esperando que me quieran tomar una denuncia”. Cansada, les advirtió que presentaría una queja en el Área municipal de la Mujer, “¿Qué están esperando, que me mate?”, les recriminó, y se retiró.

“Volví asustada a mi casa, porque no sabía si el tipo iba a regresar a mi casa o no. Regresé sola” porque los policías no le ofrecieron ni siquiera acompañarla, contó. Para entonces eran ya las 7 de la mañana, tomó calmantes y durmió, aunque tenía mucho miedo de que el agresor volviera e incendiara la vivienda, como había amenazado que iba a hacer.

Rivero destacó que es la segunda vez que se niegan a tomarle una denuncia en esta Comisaría. La primera vez fue a fines del año pasado, cuando intentó denunciar a Cisneros por insultos, patadas y pedradas a su casa y amenazas de muerte reiteradas. Esa denuncia, que finalmente realizó en la localidad vecina, Apolinario Saravia, es la que derivó en la restricción de acercamiento dictada por la justicia salteña.

En esta ocasión también hizo la denuncia en Apolinario Saravia, donde la encargada del Área de la Mujer de ese municipio, Gaby Sotelo, le envió un remis para que se trasladara a denunciar la agresión.

El agresor, detenido e imputado

El Ministerio Público Fiscal de Salta confirmó que en el hecho está interviniendo la delegación Apolinario Saravia de la fiscalía de la ciudad de Joaquín V. González, que el agresor fue detenido y que fue imputado este lunes 14 de febrero.

General Pizarro está en la región chaqueña. Es una localidad chica, con no más de 10 mil habitantes, donde es fácil que todes se conozcan. Por eso Maite Rivero conoce a su agresor, “es nacido y criado igual que yo aquí en el pueblo”.

Maite vive en una casita del ferrocarril. Cisneros ocupaba una pieza a la par. Los primeros meses fue todo tranquilo, pero luego Cisneros “me empezó a ir a molestar de madrugada, a patearme la puerta, a insultarme y yo lo dejaba pasar al principio, dejaba que se canse y que se vaya”. Hasta que un día lo denunció porque la amenazaba de muerte.

Entonces de dictó la orden de restricción, y se dispuso que Cisneros debía retirarse de la habitación que ocupaba al lado, un lugar que es señalado como punto de venta de estupefacientes. Maite Rivero dijo que, sin embargo, esto nunca se concretó porque la Comisaría de Pizarro debía asegurarse de que el hombre cumpliera esta medida, y no lo hizo.

No tuve una infancia muy bonita”

Maite Katya Rivero, que hoy tiene 26 años, vive en esa construcción del ferrocarril desde que su familia la echó de su casa, cuando tenía 18 años, la edad en la que reunió la fortaleza necesaria para dejar de esconder su identidad de género.

En la charla con Presentes contó que trabaja desde muy chica, primero en fincas de la zona como cosechera, y luego como peluquera, mientras espera que la Administración de Parques Nacionales cumpla con la ley de cupo laboral trans y la ingrese a la planta de guardaparques que trabajan en la Reserva Nacional Pizarro.

“Desde muy chica tuve problemas con mi familia, porque me corrieron de la casa”, relató. Hija de padre ausente, a los 13 años quedó huérfana de madre, junto a una hermana y un hermano menores que ella. Fueron a vivir con la abuela pero recibían maltrato de sus tíos, particularmente de uno. “Tuve un tío que toda mi vida me maltrató”, “no tuve una infancia muy bonita que digamos, siempre vivía maltratada, golpeada”.

Tras la muerte de su madre, Rivero decidió encargarse de sus “hermanitos, porque ellos eran más chicos, entonces mi tío que me vivía maltratando no me permitía seguir estudiando porque decía que iba a perder mi tiempo, que nunca iba a llegar a terminar, que nunca iba a hacer nada en la vida”. Y por eso “decide correrme de la casa a trabajar, desde muy chica, a partir de los 13 años decide correrme al campo a trabajar y bueno, no me quedaba otra, estaba bajo el mismo techo que él”. Entonces trabajaba en las fincas, en la cosecha de tomate, pimiento, cebolla, papa, “si tenía la posibilidad de comprar ropa para mis hermanos, les compraba, calzado, todo eso, como podía sacaba adelante a mis hermanos”.

A los 18 años dejó de ocultar su identidad de género. Fue cuando “podía defenderme, denunciar, porque cuando era muy chica no me dejaban salir de la casa ni a juntarme con nadie, entonces no tenía cómo”. “Todo eso me dificultaba porque era como que vivía atrapada y como que (sus tíos) no querían que salga, porque decían que yo era la vergüenza de la familia, que no debería ni haber existido, entonces todo eso me trastornaba”.

Sin protocolos para violencia de género

La encargada del Área de la Mujer de Apolinario Saravia, Gaby Sotelo, contó a Presentes que antes de acompañar a Maite Rivero a que hiciera la denuncia, se preocupó de que recibiera atención médica, dado que en Pizarro no hay hospital. Por eso la llevó al hospital de Saravia, donde la asistieron, pero ratificaron, una vez más, que “nadie conoce el protocolo” sanitario a aplicar en casos de violencia de género.

Sotelo contó que con el Observatorio de Violencia contra las Mujeres de Salta hubo intentos fallidos de realizar actividades de capacitación a integrantes de los equipos de salud del hospital de Apolinario Saravia, pero dijo que los continuos cambios en la gerencia no favorecen un avance en este sentido, dado que cada tanto deben comenzar de cero las conversaciones con el o la gerente de turno.

Otro aspecto que cuestionó es que a las capacitaciones suelen concurrir las personas que trabajan en la Atención Primaria de la Salud, cuando “sería necesario” es que se capaciten quienes tienen poder de decisión, mediques, integrantes de los equipos de las gerencias y de la administración.

Sotelo también confirmó que en la zona hay muchos casos de violencia de género, “como en toda la provincia”, agregó. “Tiene que ver con toda la estructura patriarcal” que aún se mantiene en la provincia, con situaciones socio económicas de vulneración de derechos, y “Las opresiones son más fuertes para las mujeres en el interior”.

En este contexto, consideró que la Ley Micaela es una “herramienta importante” pero dijo que desconoce cuán efectiva es su aplicación_. “En muchos de los acompañamientos he visto la violencia institucional, como se revictimiza”. En el caso concreto de Rivero, recordó que una vez que desde el hospital avisaron a la Comisaría sobre la agresión, enviaron a policías sin un móvil, con lo que no facilitaron la realización de la denuncia y otra vez debieron buscar un remis para llegar a la dependencia policial.

Somos Presentes

Apostamos a un periodismo capaz de adentrarse en los territorios y la investigación exhaustiva, aliado a nuevas tecnologías y formatos narrativos. Queremos que lxs protagonistas, sus historias y sus luchas, estén presentes.

APOYANOS

Apoyanos

SEGUINOS

Estamos Presentes

Esta y otras historias no suelen estar en la agenda mediática. Entre todes podemos hacerlas presentes.

COMPARTIR