Lucas Grimson: la agenda de las nuevas masculinidades y les pibis organizades
Lucas Grimson lleva las marcas de la generación 2001. “Nos preguntábamos qué lugar podíamos tener nosotros en el feminismo en vez de preguntarnos qué lugar podía tener el feminismo en nosotros". Entrevista sobre su libro: Disputar el presente.
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Nacido al calor de la crisis de 2001, Lucas Grimson comenzó a involucrarse en espacios de organización estudiantil en pleno estallido del #NiUnaMenos, discutiendo política, género y educación en las escuelas. Actualmente estudia Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires y participa en proyectos de juventudes, salud y masculinidades. Milita en la plataforma Desarmarnos y en el movimiento estudiantil La Mella. Disputar el presente es su primer libro e intenta poner en tensión una pregunta constante en la actualidad: ¿en qué anda la juventud?
Generación 2001
-¿Cómo definirías a tu generación?
-Cuando me refiero a “mi generación” hablo de quienes nacieron un poco antes o un poco después de 2001. Está marcada por algunos hechos en los que nos fuimos construyendo como sujetos políticos. El primero tiene que ver con todo lo que nos organizamos para enfrentar los ataques del macrismo como gobierno nacional. En contraste con haber crecido durante gobiernos kirchneristas cuando comenzábamos la secundaria. Empezamos a informarnos, a debatir y a entender qué estaba haciendo el macrismo con la educación, atacando nuestros derechos, ajustando económicamente. Todo esto nos marcó muchísimo. Un segundo hito tuvo que ver con el 3 de junio de 2015 y el estallido del movimiento feminista.
-¿Qué impacto creés que tuvo?
-De la mano con lo anterior, revolvió todo en la juventud. Se llenaron de discusiones las aulas y pasillos. Cambiaron los modos de vincularnos. Pensar hoy en cómo está la juventud es pensar en todo eso y en la pandemia, la lucha ambiental. Es discutir la salud mental y tener una perspectiva de sensibilidad general sobre la vida.
-¿Qué implica pensar a les pibis como sujetos políticos?
-Muchas veces hay cierta apuesta por la juventud a futuro. Entender a la juventud como un sujeto político activo es entender a la juventud como un actor necesario con un lugar importante en el presente. Es entender la fuerza que podemos tener en este momento y las disputas. No puedo definir a mi generación sin decir que es una generación en disputa, con tensiones y muchas diferencias. Saber que podemos debatir entre nosotres las problemáticas del presente y tener incidencia sobre ellas es entendernos como sujetos políticos.
Disputar el presente
-¿Cuáles son esas disputas del presente?
-Disputar el presente es entender que la juventud no va a poder ser el futuro si hoy no estamos construyendo condiciones básicas que nos permitan mejorar. Es entender la urgencia de que prácticamente el 50% de adolescentes, infancias y jóvenes están por debajo de la línea de pobreza en el país. Que es muy difícil conseguir laburo en buenas condiciones. Que somos una generación que dejó de tener como horizonte posible la casa propia, pero tampoco es factible pensar en irnos a vivir soles porque los alquileres son impagables. Disputar el presente es poder reconocer esas problemáticas emergentes como lo fue el feminismo en su momento y como ahora, además del género, pueden ser el ambientalismo o la salud mental, y hacernos lugar para hablar de estas problemáticas.
-¿Qué transformaciones ves en las masculinidades cis a partir de los debates abiertos por el feminismo en las escuelas?
-Fue un fenómeno muy particular. Cuesta explicarlo. Era algo que sucedía al lado de uno y que iba cambiando las formas de relacionarnos. Esos años marcaron un antes y un después, fue una interpelación constante para nosotros como varones compartiendo las aulas, los espacios de militancia, los centros de estudiantes. Nos preguntábamos demasiado qué lugar podíamos tener nosotros en el feminismo en vez de preguntarnos qué lugar podía tener el feminismo en nosotros. Ahí fue empezando un proceso para dar lugar a ciertas reflexiones, progresivas pero urgentes, para cortar con la complicidad machista que constantemente se daba entre los grupos de varones en los colegios.
El post estallido feminista
-Si hubo un antes de estallido feminista, ¿cuál es el después?
-Es importante valorar los grandes avances que hubo. Hoy no se puede actuar con impunidad y eso es importante, pero también hay que evitar caer en las ideas que intentan instalar que el feminismo ganó todo y ahora hay un nuevo dominio progresista. O los discursos instalados del “no se puede decir nada” o “no se puede coger más”. Hay muchos logros sobre los que seguir trabajando constantemente. La realidad nos sigue mostrando las violencias que aún se reproducen alrededor nuestro, violencias que muchas veces no cuestionamos. Sobre todo eso hay que seguir laburando.
-¿Qué consecuencias crees que trae el “ya no se no puede decir nada”?
-Este dicho es peligroso porque está basado en la idea de que el feminismo es hegemónico. Anula debates en un momento de profundizar y de abrir conversaciones, no de anularlas. Pretende tirarnos hacia la resignación. Nos frustramos, nos enojamos, cuando en realidad hay otras cosas para hacer mucho mejores que quedarse en esa posición cómoda de decir “no me dejan decir nada”: proponer y pensar colectivamente otras salidas para las dificultades que encontramos.
«Debemos abandonar muchos privilegios«
-¿Cuál es hoy el principal desafío para las masculinidades cis?
-Hay una falta de compromiso respecto de la posibilidad de sostener ciertos cambios, ciertas reflexiones. Es importante entre nosotros no estar cómodos en el lugar de “bueno, si me mando una cagada lo pienso, o si pasa algo lo discutimos y listo”. Claramente, todo eso es importante de pensar y charlar, pero también hay que darnos el espacio y el tiempo de reflexionar las cosas antes. Pensar cómo nos criaron y nos construimos, qué mandatos tenemos encima, y reconocer que debemos abandonar muchos privilegios si realmente creemos que esa transformación tiene que ser así y nos puede permitir vivir más libres a todes.
-En los espacios en donde se problematiza la masculinidad hegemónica, ¿qué sucede con las masculinidades lesbianas, trans y maricas?
-En la plataforma Desarmarnos – un espacio de masculinidades en cuestión que lanzamos en 2020- uno de los ejes fundamentales que nos propusimos fue trabajar las masculinidades desde la diversidad, masculinidades trans, gays, bisexuales y lesbianas. Hay una necesidad de profundizar el intercambio en ese sentido. Yo siempre fui de la postura de que lo puto no quita lo macho. Pero al mismo tiempo nos seguimos encontrando con que la mayoría de los varones que participamos en estos espacios no somos cishétero y me parece que hay que plantear eso para que los varones hétero se involucren y participen más. A su vez, generamos reflexiones colectivas para pensar de qué manera aportar, proponer y discutir las masculinidades en un contexto tan complejo como en el que estábamos en la pandemia y poder proponer políticas públicas desde las masculinidades, así como lo venían haciendo las pibas. Generamos espacios de reflexión, formaciones y propuestas, como Paternar, una campaña ciudadana para la ampliación por la licencia de paternidad, apoyando los distintos proyectos de ley que se fueron presentando. Hasta ahora no había habido varones organizados en este país para que se amplíe esta licencia, por ejemplo.
Proponer alternativas al odio
-¿Cómo afectó la pandemia a les jóvenes que estaban atravesando un momento tan crucial de sus vidas como el secundario?
-El golpe fue durísimo. En el libro hablo de que si ya veníamos cuestionando las formas de vincularnos y la manera de relacionarnos con otres sexoafectivamente, la pandemia nos cuestionó eso desde lo más básico y profundo. Por ejemplo, hizo que las aplicaciones de cita tuvieran otro lugar en nuestra vida si queríamos relacionarnos sexoafectivamente con gente nueva. O que pensáramos el valor de la amistad de otra manera a partir de la pandemia. Sigue siendo necesario reflexionar sobre qué consecuencias dejó eso. Además, la cuarentena estuvo repleta de mensajes que apuntaban a los pibes y las pibas como si fuéramos culpables de transmitir el virus, de las fiestas clandestinas. Fue un error bastante grave. Si había una preocupación por cómo estaba la juventud, ese no era el modo. Nos terminan encasillando, como si los problemas de la sociedad en general no tuvieran que ver con la juventud y como si los problemas de la juventud no estuvieran en relación con todo el resto de los problemas sociales.
¿Por qué crees que buscaron un enemigo en les jóvenes?
-Hay una carga adultocéntrica muy fuerte que está bastante generalizada. Los que acusaban a les jóvenes de ser les culpables de transmitir el covid no son necesariamente los que hoy se enojan porque hay jóvenes ocupando roles de poder. Se fue notando una necesidad de inventar ciertos enemigos para descargar frustración. Cuando pienso en figuras como Milei o Patricia Bullrich, siento que son dementores de la angustia de la gente. Se aprovechan de que estamos en una situación bastante mala para profundizar eso en vez de proponer otra cosa. Hay que multiplicar discusiones y espacios que nos permitan hacer todo lo que haya que hacer para que a Milei y Bullrich se les caiga la careta porque al final para ellos el odio es una herramienta de interpelación a una bronca que existe. Tenemos que preguntarnos qué pasa con esa bronca y proponer alternativas al odio.
«Les jóvenes estamos organizades»
-¿Por qué crees que muchxs jóvenes se sienten interpeladxs por la derecha o la anti-política?
-Hay una parte de la juventud que está interpelada por Milei y otros referentes libertarios. Libertad no es pensar todo como si no tuvieras a nadie alrededor. Es construir la vida con solidaridad y empatía. Ahí hay una pregunta necesaria, ¿qué les pasa a les pibis que hoy están interpelados por Milei?
Yo realmente confío en que no somos una generación donde se vaya a generalizar algún tipo de posicionamiento fascista o de ultraderecha. Creo que hay muchas pibas y pibes interpelados por estos discursos porque reconocen que hay una bronca en la sociedad y especialmente en la juventud. Con eso gritan, generan odio. Sí, tenemos bronca porque la situación en la que estamos nos enoja mucho y hay que hacer algo con eso. Somos una generación que toma la palabra. Tenemos que potenciar nuestras voces para demostrar con más fuerza que esa bronca la tenemos que transformar en organización para seguir ampliando derechos. Les jóvenes estamos organizades. Les referentes del ambientalismo, las referentas feministas, quienes hablan de temas tan importantes como la salud mental, son muchxs jóvenes y ahí hay mucha fuerza como la que se vio en la última marcha del orgullo en CABA. Eso es reclamar por la libertad y está muy lejos de lo que pueda proponer Milei.
-¿Es posible el diálogo para romper con ese casco de gritos?
-Con alguien como Milei, que es diputado y no hace su trabajo, que dice barbaridades como que la gente puede elegir por el derecho a morirse de hambre y que vota en contra de derechos fundamentales, parece imposible dialogar. Pero puede haber un montón de gente que hoy se sienta interpelada por las ideas de Milei con la que no solo se puede sino que tenemos que dialogar y pensar en conjunto una salida mucho más efectiva, mucho más real, que esté basada en los derechos humanos, en un consenso que nos permita no solo defender nuestra democracia sino profundizarla.
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