Karina Pintarelli, la primera sobreviviente trans de la dictadura en recibir una reparación del Estado Nacional
Es poeta, tiene 64 años y durante años sufrió persecución y torturas policiales por su identidad de género.
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En la casa de Merlo que comparte con tres amigas, la activista y poeta trans Karina Pintarelli, se dedica hoy a descansar. Sabe que es una sobreviviente: tiene 64 años y una vida atravesada por múltiples violencias tatuadas en la piel. El 15 de julio pasado, mientras dormía, llegó el sobre con la noticia que le puso fin a la lucha de sus últimos cinco años. El Ministerio de Justicia y Derechos Humanos reconocía las violencias y persecuciones que sufrió por motivo de su identidad de género durante la última dictadura militar. Se convertía, así, en la primera trans en recibir una reparación de este tipo por parte del Estado nacional.
“Lo puedo contar en vida. Esto es un reconocimiento de lo que vivimos. Me gustaría hacer llegar lo que se vivió y lo que se vive actualmente. A mis compañeres, decirles que sigan luchando, que luchando se puede conseguir las cosas”, dice Karina, sentada en el jardín de «Casa Leonor», donde convive con Morena, Agustina y Cielo. A las tres mujeres -también trans- las conoció en el centro de integración de mujeres y personas LGBT+ en situación de calle, “Frida”.
Las vidas de Karina
Karina tuvo muchas vidas: una infancia en el barrio porteño de Paternal junto a su madre, la vasca Irma, y sus hermanos, Mario y Liliana. Vivió en ocasiones en situación de calle; otras, en Europa. También en hogares, comisarías, cárceles y hospitales psiquiátricos donde fue destinada a compartir espacios con varones. Se dedicó a la prostitución desde sus 22 años. Fue acompañada y acompañante. Vivió y trabajó en el centro Frida, gestionado por No Tan Distintes entre 2015 y 2018, una organización de la que hoy es parte. Escribió poemas que retratan sus vivencias, los cuales reunió en el libro Me quedé en Karina (2019).
Actualmente, es de las pocas personas travestis y trans que se encuentran con vida para contar lo que vivió en el período dictatorial (1976-1983). También en democracia, cuando las violencias no cesaron para el colectivo.
“Viví presa. Vivía 30 días adentro, salía en libertad unos días, después me volvían a detener 30 días más. Iba de comisaría en comisaría, ahí estaba 4, 5 días esperando el traslado a Devoto”, cuenta a Presentes con un mate en la mano y un pulóver negro que la arropan del frío invernal. Y asegura: “Era por mi identidad”.
En el 2018 gestó la idea de hacer algo con sus recuerdos. Mientras usaba sus treinta minutos de manejo de una computadora en el centro Frida, leyó la noticia sobre una mujer trans de la provincia de Santa Fe reconocida por el Estado provincial por ser sobreviviente de la dictadura. Fue en el marco de la Ley Provincial 13.298, que establece el pago de una pensión mensual a las personas que acrediten haber sido «privadas de su libertad por causas políticas, gremiales o estudiantiles», entre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983.
“Leí que en Santa Fe una chica trans hizo la reparación y yo venía con ganas de hacer algo, pero no sabía qué, cómo empezar, qué herramientas utilizar. Hasta que le comenté a Flor lo que quería hacer y ahí empezamos la lucha”, cuenta Karina.
“Flor” es Florencia Montes Páez, politóloga e integrante desde sus inicios de la organización No Tan Distintes (NTD), la cual trabaja “con, por y para” mujeres y diversidades en situación de calle. En sus 11 años de existencia, NTD llevó adelante distintas iniciativas, entre las cuales se encuentran la creación y gestión del centro de integración Frida. Ese proyecto ya no lo impulsan, pero dio lugar a otros, como la casa Leonor.
“Cuando Kari arrancó con todo esto no teníamos nada. Fuimos a construirlo, a ver cómo se podía hacer lo de la reparación, si era posible. Ahora le decimos ‘reparación’, antes no sabíamos nada de nada”, dice Florencia, recordando aquel momento.
La búsqueda de pruebas
Ese año comenzaron a acompañar a Karina en su lucha el Observatorio de Género en la Justicia de la ciudad de Buenos Aires, y las organizaciones NTD y Abogadxs por los Derechos Sexuales (AboSex). Esta última, en el 2015 había lanzado, junto a más de 200 organizaciones, la campaña “Reconocer es Reparar”. La iniciativa propone una ley que repare a las víctimas de la violencia institucional por motivo de identidad de género.
Así, la primera acción que tuvieron que llevar adelante -y la más difícil- fue recabar la prueba. “Fuimos a buscar tres expedientes: uno en la provincia de Buenos Aires, uno del servicio penitenciario y otro de la Policía Federal. El de la provincia de Buenos Aires lo comieron las ratas, nos dijeron, así que no lo tuvimos”, cuenta Montes Páez.
Finalmente, dieron con el expediente de la Policía Federal. “Un expediente así (hace un gesto separando su dedo índice del pulgar unos 10 centímetros), cuya carátula era de ‘Pederasta’. Se lo hacen a fines de los años ’60 y lo último que hay en su prontuario es del año ‘96. Treinta años de prontuario”, detalla Florencia.
“El legajo de Karina sorprende y no gratamente porque es como la prueba viva de la sistematicidad de las detenciones por la aplicación de edictos policiales. Lo que básicamente evidencia las violencias y la criminalización de las identidades de género”, explica, por su parte, Sofía Novillo Funes, abogada integrante de AboSex. Se refiere a los edictos de la Policía Federal Argentina, en particular los incisos 2F (escándalo público e incitación al acto carnal) y 2H (vestir prendas contrarias al sexo).
Para la prueba también “fue muy importante contar con un relato en primera persona de los hechos vividos por Karina”, agrega Novillo Funes.
Arte con prontuarios
Con lo reunido y el despertar de recuerdos, Karina armó una obra multifacética que se llamó “El tiempo en mis manos”. Estuvo compuesta por el libro de poemas Me quedé en Karina, que desde Serigrafistas Queer usaron para hacer una propuesta visual. También, por una instalación audiovisual curada por Mariela Scafati y Daiana Rose que se llamó Prontuario, donde mostraron parte del expediente. “Me gusta expresar lo que siento, lo que viví, mis sentimientos. De todo lo que fue mi vida. Hay muchas personas en mi misma situación”, dice Karina.
“Con el imaginario de la dictadura capaz pensás que estuvo en un centro clandestino. No. A Kari la levantaba la policía y la llevaba a Devoto sistemáticamente. Estaba en pabellones de varones. Recibía torturas, todas vinculadas a su identidad de género para castigarla, disciplinarla, lastimarla. Todo con el aval del contexto de dictadura”, repasa Florencia.
En 2020, Karina, junto al Observatorio y las organizaciones que la acompañaron, presentó ante la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación una solicitud de reparación por las violencias sufridas como víctima de la violencia del terrorismo de Estado.
Finalmente, el 15 de julio de este año, el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos decidió resolver a favor de Karina al atender su reclamo. El informe técnico de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación dio por probado “el ensañamiento contra las personas trans como parte de la Doctrina de la Seguridad Nacional”.
Otras herramientas represivas
El dictamen destacó el carácter “dinámico” de la política reparatoria integral y el rol de la Policía Federal en el marco del terrorismo de Estado. Además, resaltó el uso de las contravenciones como herramienta represiva. Concluyó, finalmente, que el Estado asume “que las mujeres trans, en su encarnación del género, fueron consideradas agentes subversivos”.
“Este reconocimiento a favor de Karina es un precedente fundamental y una gran deuda pendiente que todavía existe en relación a las personas trans adultas y adultas mayores”, sostiene Novillo Funes.
En este sentido, remarca que lo que vivieron “no fue solamente durante la dictadura cívico militar, sino que esa criminalización persistió luego”. Incluso “todavía existen provincias que cuentan con códigos contravencionales que criminalizan las identidades de género”.
Reconocer es reparar
“Es muy importante escuchar a las compañeras y que el Congreso de la Nación sancione el proyecto de ley Reconocer es Reparar para que esto dignifique y repare las experiencias de las compañeras travestis y trans”, afirma.
Karina hoy está tranquila, feliz y, sobre todo, descansa. Comparte sus días junto a More, Agus y Ciela en la casa Eleonor, un lugar que pudieron alquilar “a un precio popular” y sin controles.
“Estoy contenta por Kari, por lo que le salió y que siga luchando hoy en día”, dice Morena, una joven trans de 31 años, que acompaña a Karina cada 15 días al psicólogo y también viaja para traerle su medicación.
“Me levanto, le cocino, lavo su ropa, veo qué le falta. De una u otra manera estamos con ella porque es una persona grande ya”, dice, por otra parte, Cielo (41), que llegó desde Perú a la Argentina hace 15 años. Es la cocinera del grupo y ese mediodía horneaba un pollo con papas.
“Vivimos como familia, porque eso es lo que somos. La Kari es como mi mamá, ella (Morena) es como mi hermana. La idea es ya no tener ese código de la calle con esos berretines. Cuesta, pero acá vamos”, agrega.
Al cierre de la entrevista, Florencia recuerda que ese día, más temprano, pensaban en qué diría la madre de Karina si estuviera viva.
¿Qué diría?
«Estaría contenta, como toda vasca. Estaría contenta de que me reconozcan».
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