Atletas trans: «Si me tengo que bajar los calzones, no es mi competición»

El Partido Republicano de Ohio (Estados Unidos) plantea una ley que exige un examen a cualquier niña deportista que sea poco femenina. El examen incluye exploraciones intrusivas como la comprobación táctil de la existencia del útero o la medición del clítoris.

22 de junio de 2022
D. Egia/Pikara magazine
Ilustración: Sra. Milton

El odio tránsfobo hacia la nadadora universitaria Lía Thomas ha provocado reacciones furibundas en la sociedad estadounidense. La más radical de ellas, la del estado de Ohio, donde se propone una ley que permitiría realizar inspecciones genitales a deportistas escolares desde los 10 años, promoviendo así una caza de brujas en la que participarían docentes, familias, entrenadores y compañeros de competición. Por mantener el deporte escolar dentro del binarismo no inclusivo, se proyecta una normativa que permitirá vulnerar los derechos más básicos de toda la infancia.

El Partido Republicano de Ohio asegura estar protegiendo a las niñas al plantear una ley que exige el examen intrusivo a cualquier deportista sospechosa de poco femenina (las altas, las musculadas, las que lleven el pelo corto, las que alcanzan antes la pubertad, las de piel oscura, las que sean excelentes en su deporte, etcétera). Hablamos de procedimientos ejecutados por personal médico hacia menores de edad tales como la exploración de labios exteriores e interiores, comprobación táctil de la existencia del útero, medición del clítoris, cálculo de testosterona en sangre…

Atletas transgénero

Si una atleta cualquiera les pareciera blanco de estigmatización, deberá aportar un certificado médico de verificación de sexo sin que quede claro quién lo paga. Los institutos y universidades de Ohio que ignoraran la regulación, se enfrentarían a demandas penales. Phillip Robinson, representante de la cámara de este estado, aseguraba en el pleno del 6 de junio que, en los últimos seis años, solo once atletas transgénero se habían unido a los equipos estudiantiles de Ohio. Ni una sola familia había proferido queja alguna. Por tanto, se trata una vez más de una guerra cultural propiciada por la ultraderecha sobre los cuerpos de los más vulnerables. Un dato relevante es que 1 de cada 5 jóvenes transexuales se suicida en este territorio. La ley aún necesita verificación del Senado para llegar al gobernador y ser aprobada.

La Inquisición española ostenta el triste honor de haber inventado las comprobaciones de este estilo. En 1587, el Santo Oficio apresó y examinó al cirujano transexual Eleno de Céspedes. Una enorme cantidad de expertos refrendaron que Eleno poseía un útero desde su nacimiento. El problema es que, solo once años antes, Céspedes había obtenido un certificado médico que confirmaba la existencia de un pene en su anatomía, título que le fue expedido ni más ni menos que por el urólogo de Felipe II. En el siglo XVI, la condición conocida como “hermafroditismo” era alegal, por lo que Céspedes fue formalmente acusado de bigamia. Existía documentación de su primer matrimonio con un varón y, en el momento de ser capturado, estaba casado en segundas nupcias con una mujer.

La historia de la nadadora Lía Thomas

El objetivo de la nueva Inquisión de 2022 es Lía Thomas, una estudiante transexual de la Universidad de Pennsylvania, una de las pocas instituciones de ese país que no ofrece becas deportivas. El pecado de Thomas, como el de Céspedes, es haberle dejado a los erradicadores de disidencias registro de su vida anterior.

Thomas ingresó en el equipo masculino de natación de su universidad en 2017. Durante la temporada 2018-2019, registró los mejores tiempos en 500, 1000 y 1600 yardas libres como parte del equipo universitario masculino. Transicionó en 2019. La Asociación Nacional de Atletismo Universitario estadounidense estipula que, para cambiar de división, los atletas transgénero deben esperar un año y someterse a mediciones específicas de hormonas.

En el curso 21/22, Thomas ingresó en la liga femenina. En 2022 pasó de ocupar el puesto número sesenta y cinco del ranking masculino al número uno del femenino en 500 yardas libres. En 200 yardas, pasó del puesto quinientos cincuenta y cuatro masculino al cinco del femenino. Y es ahí donde comenzaron todos los ataques. 

Los ataques y los casos

De ella se ha dicho que ha socavado medio siglo de lucha por la igualdad en el deporte. Siendo solo una atleta universitaria, ha sido atacada por deportistas de la talla de Martina Navratilova y ya ha provocado cambios gruesos en la Federación Internacional de Natación En Fox News, Tucker Carlson aseguraba que era hacer trampa por dopaje poner a competir a alguien con una ventaja biológica, dando por hecho que cualquier deportista nacido varón será siempre superior. Carlson parece no conocer las ocasiones en que hemos vencido en torneos mixtos. De entre ellas, mi preferida es del año 1975, cuando la boxeadora Jackie Tonawanda dejó K.O sobre el cuadrilátero a Larry Rodaina en el segundo asalto. En la Fox repiten como un mantra que los niveles de testosterona de Lía Thomas deberían prohibirle el acceso al deporte. Desconocen también que muchas atletas poseen unos niveles naturales de testosterona estratosféricos. Ahí tenemos los paradigmático casos de las velocistas Dutee Chand y Caster Semenya.

Hormonas y competencias de elite

En 2011, la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) estableció que las deportistas de la categoría femenina debían tener niveles de testosterona por debajo de los diez nanomoles por litro de sangre. En los Juegos Olímpicos de Londres (2012) cuatro atletas de entre 18 y 21 años, provenientes de países del Sur Global, fueron estigmatizadas por sus altos niveles de testosterona. Posteriormente, estas se sometieron a varios procesos médicos con el fin de continuar compitiendo (vaginoplastia feminizante, reducción de clítoris, terapia de estrógenos, extirpación de testículos internos).

En 2014, Dutee Chand fue retirada de los cien metros lisos acusadas de hiperandrogenismo, es decir, niveles naturales de testosterona, androsterona y androstendiona excesivamente altos para la categoría femenina. Chand se negó a realizarse intervenciones o terapias alegando que no tenía por qué.

En 2015, acudió al Tribunal de arbitraje deportivo en Suiza y consiguió cambiar los protocolos de la IAAF. Sin embargo, no fue capaz de abrirle el camino a la campeona Caster Semenya, ya que en 2018 volvieron las restricciones sobre los niveles de testosterona. Su caso aún está en manos del Tribunal de arbitraje.

La intimidad de Semenya se vio vulnerada cuando The Daily Telegraph, al modo del Santo Oficio, publicó que la atleta poseía testículos internos. Tanto este periódico como la IAAF harían bien en entender que la división por sexos del deporte es tan simplista como irreal.

El protagonismo de las hormonas en las competiciones de élite no es novedad. Permanece sin aclarar si la práctica conocida como abortion doping fue utilizada a mediados del siglo pasado por los países soviéticos. Este dopaje consistía supuestamente en embarazar a las deportistas poco antes de las competiciones puesto que, en los primeros tres meses de embarazo, el cuerpo produce un excedente de glóbulos rojos cargados de hemoglobina y segrega diversas hormonas como la progesterona, estrógenos y testosterona. Después de las competiciones, se les practicaban los correspondientes abortos.

Discriminación y segregación

Sea como fuere, hay dos cosas claras sobre todo este asunto. En primer lugar, Paul B. Preciado tiene más que razón cuando dice que el verdadero motor del capitalismo actual es el control farmacopornográfico, cuyo producto estrella son las hormonas, su medición, aumento y disminución. En segundo lugar, la historia del deporte de élite está plagada de discriminación. Hasta la Segunda Guerra Mundial, existían ligas segregadas; el acceso de las clases populares a los centros de alto rendimiento es anecdótico; aún hoy los equipos de las ligas femeninas cobran un salario considerablemente inferior al de sus correlatos masculinos, con la célebre excepción de la selección nacional femenina de fútbol de los Estados Unidos, que consiguió la paridad salarial en los tribunales.

La alta competición es una actividad practicada por poca gente que, sin embargo, genera muchísimo dinero. Incluso la liga universitaria en la que compite Lía Thomas mueve cantidades ingentes en patrocinio, aunque los y las atletas no ven ni un céntimo de dólar. Son estudiantes a quienes se explota bajo la promesa de ascenso al deporte de élite, algo que la mayoría no consigue, pues la intensidad de los entrenamientos deriva fácilmente en lesiones incapacitantes. Si nos vamos a dejar inspeccionar los bajos en pro de un negocio salvaje o (peor aún) de la promesa de acceder a él, prefiero hacer deporte con mis amigues en el parque.  Elijo jugar y no competir con los otros cuerpos no normativos: las gordas, las viejas, las peludas, las que tenemos bigote, las torpes, las que se ahogan con dos carreras, las que se hacen pis al saltar, las que tienen lo que les da la gana entre las piernas y las que vamos por la vida sin certificar.

*Este artículo fue publicado originalmente en Pikara. Para saber más sobre nuestra alianza con este medio, clic acá.

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