El Estado abandonó a Praxedes Candelmo: la CIDH reconoció la vulneración de derechos
Praxedes denunció que "El Bambino" Veira la violó en los '80; denunció que sufrió violencia institucional por ser trans y violencia mediática por hablar sobre eso en la televisión. La Justicia argentina no la escuchó.
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Si Praxedes -que significa la que tiene empeño, la que acumula fuerza- es el nombre gestado, la arqueología de esa decisión evidencia una soledad a prueba de activismos. ¿Por qué? Porque los peregrinajes de quien fuera violada por el director técnico de fútbol Héctor “El Bambino” Veira en 1987, siendo por entonces una púber nombrada Sebastián Candelmo, son recorridos silenciosos, con el volumen sobrio y el tesón entrenado de quien entiende su destino como un trámite a resolver más allá de los escritorios, sin ningún aliado que esté a la altura de su dolor.
El reciente informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que admite que el estado argentino desprotegió a la víctima en al menos dos de las innumerables ocasiones en las que sus derechos fueron vulnerados, es un sismo institucional. Es el reconocimiento brutal y vergonzante de que el Poder Judicial de la Argentina ha funcionado con Candelmo como operan las hinchadas de los estadios o los comunicadores de radio y televisión que al día de la fecha ríen a carcajadas con las aventuras de Veira. La justicia tiene cara, cuerpo y mente de campeón. Sus goleadas confirman su impunidad.
El abandono de la justicia
Si bien la noticia es ahora que la CIDH se expide, con fecha octubre de 2021, sobre violencia mediática y falta de acceso a la salud -no sobre la violación sufrida por Praxedes a fines de los 80- cita ese delito entre sus considerandos para enfatizar cómo el sistema jurídico local ha abandonado a una mujer que fue objeto de vilipendios e ignominias públicas a lo largo de más de cuatro décadas de vida. Ni un solo juzgado nacional ha hecho lugar a ninguna de las denuncias presentadas por la víctima a lo largo de más de 20 años, período dominado por humillaciones, brutalidad y transodio extremo en los medios. Y en los hospitales. De los múltiples reclamos articulados por Práxedes, el órgano de la Organización de Estados Americanos (OEA) entendió que fue en el ciclo “Aunque usted no lo viera”, emitido por Telefé a comienzos de los 2 mil, y en el Hospital Durand de la ciudad de Buenos Aires, donde con mayor claridad Candelmo ha quedado fuera de todo trato digno.
Más allá de su compleja imbricación con los expedientes en curso (pero sepultados) en el país, si algo define a este informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos es el carácter fuertemente simbólico, el alarmante llamado de atención que constituye, emitido desde una instancia continental superior. Es un documento inquisidor, capaz de encender reflexiones, reavivar causas y desactivar el anestesiamiento. Hace apenas algunos días impactó en el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, que debió publicarlo en la página del SAIJ (Sistema Argentino de Información Jurídica).
En aquella Argentina “dosmilera”, Candelmo era Malena y asistía a programas de espectáculos. También, estudiaba Derecho en la UBA. Fue el contacto con una cátedra de Derechos Humanos el factor decisivo para comenzar a percibir que mientras las luces de la tv la recibían con reidores a sueldo, su integridad se derrumbaba. La enfermedad de su abuela la decidió al cuidado y ese cuidado la llevó a la carrera de enfermería. Cuando en 2014, durante una entrevista de admisión laboral en el Hospital Rawson, un médico la obligó a desnudarse como supuesta parte del proceso, Praxedes tomó contacto con el ciclo radial que conduzco desde hace diez años y de ahí en adelante esa fue su plataforma de comunicación. El martes pasado volvió a esos estudios para enmarcar la noticia en cuestión.
No hubo ministerio, ni funcionarie, ni activiste, ni organización LGBT+, ni INADI en ninguna gestión que haya acompañado a Praxedes en esta proeza. ¿Por qué razón? Las respuestas exceden la ternura y la sonrisa con la que a pesar de tanto Candelmo baja la cabeza y toma el colectivo a diario para ir a trabajar al Hospital Argerich, donde a poco de ingresar le salvó la vida a un bebé abandonado en un baño y donde por estas horas asiste en el servicio de nefrología. El recambio de sangre y el pabellón de reposo. La vida donada al resto y una adolescencia dinamitada de la que no tiene memoria. A la vez, un agresor que la persigue desde hace algunos años, oportunamente denunciado por violencia de género, le quita el sueño.
Praxedes es fan de He-Man y adoradora de Star Wars; colecciona muñecos alusivos y advierte ahora que esa fuga hacia las estrellas es la única guerra interestelar en la que hubiera querido estar. Armas le sobran, aunque las armas nunca deberían ser individuales.
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