Visibilidad Lésbica: la historia de la agrupación lesbofeminista más antigua de Chile

La agrupación nació a partir de una publicación digital que marcó un hito en la historia LGBT en Chile.

SANTIAGO DE CHILE, Chile. Ir al kiosco de la esquina a comprar una revista de visibilidad lésbica no era algo bien visto en Chile en el año 2008. Débora Cofré lo hacía cuando tenía 19 años. Casi a escondidas de su familia y en complicidad con su pareja de entonces, salía de su casa a buscar la RS Magazine. Primero fue una publicación digital y después de nueve números impresos se convirtió en la Agrupación Lésbica Rompiendo El Silencio (RS), la organización lesbofeminista más antigua del país. Hoy cumplen 20 años.

La foto de dos mujeres en la tapa y un titular que revelaba la orientación sexual de la cantante Javiera Mena marcaron la primera publicación y un hito en la historia LGBTIQ+ de Chile. Débora, a sus 34 años, lo recuerda muy bien. En sus páginas encontró una guía para entender mejor el camino que había empezado a recorrer en 2004, cuando salió del clóset. La única respuesta que le había dado su familia evangélica fue someterla a varias terapias de reconversión para que “el espíritu” de la lesbiandad saliera de su cuerpo.

“La revista fue un espacio para poder mirar lo que me estaba pasando a mí y entender que no era nada malo”, cuenta Débora a Presentes. Primero fue una asidua lectora. Después quiso ser activista y cuando ya no había papel couché sino una pequeña organización con las puertas abiertas para todas las lesbianas del país, visibles o no, ella se acercó. Hoy es la coordinadora de gestión de RS, un rol que comparte con su trabajo como psicóloga en un colegio de Santiago.

Los inicios

Todo comenzó como una idea de la periodista Érika Montecinos. La revista fue puesta en línea por primera vez el 14 de mayo de 2002, en pleno boom de Internet. Érika rescató el nombre de un espacio radial que condujo en 1998. Después no solo logró imprimirla y distribuirla en Chile, sino que la llevó a varios países de América Latina, hasta que dejó de circular en 2010. En 2014, junto a otras activistas, la refundó como organización para dedicarse a la incidencia política y visibilizar las necesidades y demandas de lesbianas y bisexuales. El derecho a la filiación incluido en la Ley de Matrimonio Igualitario se debe, en parte, al trabajo de RS y a la lucha lesbofeminista.  

Érika hoy trabaja en la Subdirección de Igualdad de Género, Diversidad Sexual e Inclusión de la Municipalidad de Santiago. Su trayectoria como activista la llevó a formar parte del primer gobierno feminista de Chile y está orgullosa de eso. “Rompiendo El Silencio marcó un antes y un después en mi vida. Fue el camino que tomé no solo pensando en un hito personal, sino en ayudar a transitar muchas vidas”, dice a Presentes.  

De la época de la revista atesora recuerdos y anécdotas, pero hay uno en particular que dimensiona cómo era ser lesbiana en Chile antes y cómo es hoy. Para poder distribuirla y que llegara a todos los puntos del país había que negociar con una empresa, y desde el primer día hubo obstáculos. Encima de la tapa de cada revista pusieron una gran etiqueta para advertir que el contenido era para mayores de 18 años, solamente porque decía explícitamente que era una revista de cultura y visibilidad lésbica.

“La lesbiandad era vinculada a la pornografía, imagínate. Por supuesto, pedí hablar con el gerente general de la distribuidora y le expliqué por qué eso no era así. Desde entonces no paramos de trabajar para derribar prejuicios instalados en la sociedad”, cuenta Érika. 

Red de compañeras

Débora dice que la revista tuvo además un impacto desde el punto de vista de los referentes, en una época donde lo único masivo eran las cantantes rusas T.A.T.U y la serie The L Word: “Todo era muy underground, muy en lo oculto. Le debemos mucho a la valentía que tuvo Érika en su momento de expandir esto, de poder plantarse y decir no solo ‘aquí estamos las lesbianas’, sino que decir, ‘aquí estoy yo y soy visible’. Hace 20 años en un país como Chile no era nada fácil hacer eso y Érika lo hizo. Le debemos mucho».

Para Débora, RS es un espacio seguro para poder ser, un soporte y una red de apoyo incondicional. En 2020 tuvo Covid-19 y no duda al decir que está viva gracias a una de sus compañeras. “En pleno toque de queda, una de ellas cruzó la ciudad en su auto con una polera blanca colgando de la ventana para que se supiera que estaba en la calle rompiendo las reglas por una emergencia. Yo vivo muy lejos y ella vino a mi casa para llevarme a la urgencia porque tenía la presión arterial muy alta. Una tiene familia y amistades de toda la vida, claro, pero no sé si alguien que no sea alguna compañera de activismo haría ese nivel de sacrificio por mí”, cuenta emocionada.

El impacto

En estos 20 años lograron impactar positivamente la vida de muchas mujeres, ofreciendo esa misma red de apoyo por la que Débora se siente sostenida, con actividades de recaudación de fondos para lesbianas y bisexuales en contexto de crisis, espacios de convivencia, campañas comunicacionales, apoyo en salud mental y salud sexual.

Érika cuenta que algunas veces la plataforma sirvió de cupido. De hecho, conoce a parejas que hoy están casadas después de 18 años de haberse conocido por el chat de RS, cuando la revista era online.

En 2019 publicaron el estudio «Ser lesbiana en Chile», el primero en su tipo realizado en el país para conocer la situación social y cultural que vive esta parte de la diversidad sexual, con resultados obtenidos a partir de una muestra de 436 respuestas de mujeres lesbianas y bisexuales de todas las edades y regiones.

Reveló, entre otras cosas, que el 32,8% recibió atención psicológica o psiquiátrica por razones de su orientación sexual, casi siempre de manera obligada; y que las calles, el ambiente religioso y los servicios de salud son los lugares donde mayormente viven situaciones de discriminación y violencias.

Las deudas

Aunque hay 20 años de avances significativos para la comunidad, Érika cree que falta mucho en términos de libertades y visibilidad: “Todavía hay una resistencia del discurso público, político y social. Y aunque no parezca, las lesbianas aún somos parte de una sopa de letras que no tiene mayor protagonismo. Sí, hemos dado grandes pasos, tenemos diputadas y autoridades políticas abiertamente lesbianas, pero todavía se nos sigue nombrando como mujeres de las disidencias o mujeres de la diversidad, no como lesbianas”, cuenta.

Débora añade el componente de las violencias. “Nos siguen matando. Algunas tenemos más privilegios que otras, algunas pudimos estudiar, pero ser una lesbiana visible en Chile sigue siendo muy difícil”, dice.

Débora encabeza una organización que en algún momento tuvo tres activistas, pero que hoy tiene 15. Parte del trabajo de RS es hacerlo todo un poco más fácil para las generaciones que vienen, así como aquella revista le abrió el camino a ella.

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