Cómo es ser una madre lesbiana en el Estado de México

Mujeres lesbianas que eligen maternar sufren diversas discriminaciones a nivel institucional. La urgencia por una ley de matrimonio igualitario en todo el país.

ESTADO DE MÉXICO, México. Cambiar pañales y llevar a su hijo mayor a la escuela son algunas de las actividades favoritas de Nancy Velasco.

Durante los últimos 10 años, Nancy ha caminado de la mano con Teodora Saldívar, su esposa y madre de sus dos pequeños. A ese camino se sumó Noah de apenas ocho meses y Fernando de siete años, y aunque admite que tener una familia no siempre estuvo en sus planes, no duda en decir que esas tres personas en su vida, son lo más importante para ella. 

“Un momento que me encanta es cuando llego de trabajar y Fer sale corriendo y grita ‘¡Mamá!’ y va hacia mí y me dice que me extrañó. Y entro a ver a Noah que apenas me ve empieza a emocionarse. Al ser mamá disfruto prepararle su desayuno a Fer, disfruto cambiarle los pañales a Noah, y a pesar de que ninguno de los dos lleva mi sangre, me quieren. Me he ganado su amor y ese cariño no lo puedes cambiar con nada”, dice Nancy. 

Nancy y Teodora están juntas hace diez años.

La vida en familia

Sentadas en el primer cuarto de su casa en el municipio de Ecatepec, Estado de México, Teo y Nancy platican en el sillón negro, el mismo que es la sala de juegos de los pequeños y que está inundado por peluches y juguetes principalmente de Fernando. Ahí, sentadas una a la otra, se sorprenden al decir que este año van a celebrar su décimo aniversario como pareja. 

Con el pequeño Noah en sus piernas y luego de haberlo alimentado con su papilla de chayote, Teo recuerda que el deseo de ser madre siempre estuvo en su vida, para ella, imaginar la crianza era parte de sus planes. Sin embargo, jamás pensó en la discriminación institucional que tendría que vivir al ejercer la lesbomaternidad.

“Noah nació en Morelos y cuando quisimos registrarlo nos pusieron muchas trabas. Dijeron primero que me aceptaban mi acta de matrimonio, pero no la vieron bien y cuando pasé al segundo filtro, el funcionario la ve, lee el acta y me la devuelve porque dijo que no era válida. Además, me cuestionaron que quién era Nancy y por qué no llevaba al papá del niño, yo les dije que papá no tenía, pero sí dos mamás, y nos dijeron que en ese caso solo podría registrarlo yo y como madre soltera”, dice Teo. 

En México, actualmente son 26 estados que han reformado sus códigos civiles y permiten la unión entre personas del mismo sexo. Sin embargo, en las entidades de Durango, Guerrero, Tabasco, Veracruz, Tamaulipas y Estado de México, -lugar donde viven Nancy y Teo- no están garantizados sus derechos como pareja que ejerce la lesbomaternidad.

“Aquí en el Edomex no te dan nada como pareja. Por ejemplo, aquí en el Centro de Salud siempre piden por la ‘mamá’, y les digo, las dos somos mamás. Ah no, piden que hable y que entre la mamá que lo tuvo, y eso para mí es muy discriminatorio”, señala Nancy mientras sigue sentada en el sillón del cuarto más iluminado de su casa. 

Nancy y Teodora junto a sus hijes Fer y Noah.

La diversidad de las familias 

La discriminación contra la lesbomaternidad y el estigma de la familia tradicional, es algo que conocen muy bien Ana de Alejandro y Mitzi Leal de la Red de Madres Lesbianas en México, pareja y madres.

“El primer reto que tenemos las mamás lesbianas es que las personas no suelen reconocer a nuestras familias porque tienen muy arraigado el pensamiento que una familia está únicamente conformada por un hombre y una mujer. Deja fuera de este concepto no solo a las lesbianas y gays sino también a familias de una sola mamá, de un solo papá, de tías que cuidan a los sobrinos, de las abuelas que cuidan a sus nietos y no se dan cuenta que hay más de una forma de formar una familia”, dice Mitzi en entrevista para Presentes.

Tras la declaración de Mitzi, Ana no solo le da la razón, sino que puntualiza que, si las madres lesbianas no son visibles, si no se les contempla y respeta en las leyes, jamás se tendrá la garantía de sus derechos humanos. 

Faltan leyes en toda la República para que nos traten de forma equitativa, porque se debe decir que, si no hay matrimonio, no hay registro de los apellidos de las dos mamás o dos papás. Y si no hay registro no hay reconocimiento de hijos e hijas”, explica Ana.

En el país, no todos los estados permiten la adopción de niñas, niños y niñes por parejas homoparentales ya que solamente es legal en la Ciudad de México, Chihuahua, Coahuila, Aguascalientes, Hidalgo, Nayarit, Michoacán, Campeche, Veracruz, Colima, Morelos, Chiapas, Nayarit y Querétaro.

Otro ejemplo de invisibilidad que se vive contra las lesbomaternidades, explica Ana, se da al momento de inscribir a los hijos, hijas e hijes a la escuela y algún docente les pide discreción. O peor aún, se dirige solamente a una de las madres ya que, la otra mujer, no es mamá ante sus ojos. En ese caso, las activistas denuncian que esas medidas además de ser discriminatorias son violentas ya que no respetan las figuras de crianza de la diversidad de familias.

Además, un reto más que se vive en las familias homoparentales, explica Ana, es la invisibilidad en las familias ampliadas.

“Si algo les pasa a mis hijastros, yo no podría hacer mucho por ellos, si algo les pasa a mis hijos, Miztli, al ser su madrastra, tampoco podría hacer algo. Se debe y hace falta una ampliación de derechos para las familias diversas, múltiples y ampliadas”, dice la socia fundadora y presidenta del Consejo de Administración en Red de Madres Lesbianas en México. 

A lo largo de los años juntas, Nancy y Teo concibieron la idea de una familia que incluya hijes.

Hermoso cariño 

Son casi las dos de la tarde de un martes y Noah comienza a llorar. El bebé demanda su siesta y su madre Nancy lo lleva a su mecedora mientras Teo se queda acariciando el cabello de Fernando, su primer bebé, aquel niño que pesó más de tres kilos y nació en agua gracias a la ayuda de una partera.

Mientras siente las caricias de su madre, Fernando aprovecha el momento de apapacho y comienza a jugar con sus burbujas, mismas que su hermano pequeño admira a la distancia con devoción y con ganas de acercarse para reventarlas.

“Yo disfruto estar con mis hijos. Ver que estén bien, darles de comer, me gusta mucho llevar a Fer a la escuela, que me cuente lo que aprendió, me emociono cuando dice que se llevó un premio por participar en clase, me hace sentir orgullosa”, dice Teo momentos antes que su hijo irrumpiera su relato y le repitiera que él de grande quiere ser chef. 

Con las fotos de un Fernando bebé, vestido de charro y posando con sus mamás junto a un árbol de Navidad, es como está adornada la pared en la que se recarga Teo y desde donde responde que, para ella, la maternidad suena a la canción Hermoso Cariño de Vicente Fernández. 

A unos pasos de su esposa e hincada a un lado de su hijo más pequeño, Nancy, quien desde los 15 años ha dedicado su vida a la música pues es una cantante de música ranchera que normalmente trabaja en la plaza Garibaldi de la Ciudad de México, responde de inmediato que Arrullo de Dios de José Alfredo Jiménez, es la melodía que le dedicaría a sus hijos. 

“¿Si la has escuchado, flaca? es la que dice –Esta casa la compro sin fortuna, esta casa la compro con amor, pa’ que jueguen mis hijos con la luna, pa’ que jueguen mis hijos con el sol, yo les quiero dejar lo que no tuve, yo los quiero mirar, poco a poco crecer y alcanzar una nube, yo quisiera que Dios, que Dios los arrullara, y un mañana distinto y un distinto, mañana, también que Dios les regalara-…esa canción se me hace muy bonita para mis hijos”, termina Nancy su canto y con él, el pequeño Noah se duerme sin chistar.

Fer juega con burbujas junto a sus madres y su hermano.

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