Violencia en cuarentena: el doble encierro de las personas LGBT
Muchas personas LGBT que viven con sus familias están atravesando momentos difíciles, ya sea por rupturas o por un distanciamiento obligatorio de sus vínculos.
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Por Juliana Quintana
A 14 kilómetros de Asunción, en San Antonio, es de noche y están quemando basura. El humo se cuela en la casa de James a través de las ventanas que no están selladas, las puertas que no tocan el suelo y las grietas en la pared. Vive con su hermana queer y un papá, que le sigue tratando de “hija”.
Cada tanto pasa esto, que alguien prende un pucho, se quema algo o hacen un asado en el vecindario y a James se le comienza a desencadenar un ataque de asma. Ese día, cuando su papá lo ve llorando y respirando con dificultad, le grita que está loca, que tiene un brote psicótico y llama a la policía.
“Me amenazó con pegarme con un ventilador, me dijo que me iba a romper la cara. Tuve miedo, entonces, comencé a gritar. Guardé algunas cosas en la mochila y me fui corriendo. Por un momento pensé que iba a alcanzarme porque se me enganchó el bolso en el portón. Lo arranqué de un tirón y corrí como 25 cuadras hasta el centro de Ñemby. Le pedí a unos amigues que me fueran a buscar”, cuenta James. Esto ocurrió unas semanas antes de que el Gobierno decrete el aislamiento preventivo en el país.
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Cuando la cuarentena se volvió obligatoria, le escribió a su hermana porque estaba preocupado, no quería estar dando vueltas en la calle. Fue así que decidió volver a su casa. “Muchas de las discusiones empiezan porque le pido que no me diga ‘mi hija’. Él ya sabe que no me identifico como mujer, y tampoco soy de su propiedad”, expresa James.
Por eso, “para no lidiar con él” alteró su ciclo de sueño, duerme de día y vive de noche. Tiene 26 años y hace cuatro, cuando le dijo a su papá que era lesbiana, no parecía haber problemas. Pero cuando le dijo que era pansexual y que se identificaba con un género no-binario, no lo aceptó.
“Es muy difícil vivir en un ambiente donde no se te respeta. Todo lo que tiene que ver conmigo se lo pregunta a mi hermana delante de mí, hace como que no estoy acá o me trata horrible. Él ve que estoy haciendo una transición que tiene que ver con mi imagen y eso parece ser muy drástico para él. Con mi hermana finge demencia y le da el privilegio de ser el hijo varón”, dice.
Una habitación propia
El coronavirus puso en evidencia los contextos de desigualdad y exclusión estructural que viven las personas LGBTI+ en Paraguay, así como las diferentes escenarios de violencias a la que están expuestas. Para les que ya vivían en hogares en los que eran discriminades por sus orientaciones sexuales o identidades de género, durante este periodo de confinamiento, la convivencia se vio agravada. El nombre de les entrevistades fueron modificados para proteger sus identidades.
Karina tiene 26 años y vive con sus madre y padre. Ellxs saben que es lesbiana desde el 2012 pero en la casa nunca se habla de esto. Cuando empezó el periodo de cuarentena, hace más de un mes, terminó con su pareja y prefirió no contárselo a nadie. “Yo hago un esfuerzo para no mostrarme mal en los espacios comunes. Soy consciente del privilegio de tener una habitación propia porque me da esa facilidad. Para la gente que quizás no tenga esa privacidad debe ser un proceso mucho más difícil. Pero el confinamiento me afecta al estar reducida a habitar un pequeño espacio”, confiesa.
Salir del closet en cuarentena
Algo similar le ocurre a Carlos, que salió del clóset durante la cuarentena porque su mamá se dio cuenta de que estaba mal. “En general, prefiero guardarme el sufrimiento antes que preocuparlos porque van a reaccionar mal. Se lo tuve que contar a mi mamá hace poco. Era un día que yo estaba muy vulnerable, de esos que sentís que te tocan y te vas a desmoronar como una casita de cartas. Vino, me habló, me preguntó qué me pasaba. Y ahí no aguanté más, lloré muchísimo y le dije que soy gay”, expresa.
“Hay como una cultura de no hablar del tema. Y, en mi casa, no van a saber cómo lidiar con eso o lo van a responder con más silencio porque es una situación que fuerza a todos los miembros de la familia a quedarse en un mismo rincón. La actitud de elles no habilita que tengamos ese espacio para hablar”, sostiene Karina.
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Carlos opina que su mamá “se lo tomó bien”, pero desde entonces no se volvió a mencionar el tema. Se encierra en su habitación y trata de distraerse con lo que puede: “No tenés escapatoria de lo que sentís ni de lo que pensás y eso forma como un estado de claustrofobia emocional. Tengo opciones para decir lo que siento, como hablar con los amigues o escribir, ver una peli, pero igual no tengo esa posibilidad de salir y tomar un café con alguien”.
Se gatilla el estrés
Muchas personas LGBT que viven con sus familias están atravesando momentos difíciles, ya sea por rupturas o por un distanciamiento obligatorio de sus vínculos. En un artículo del portal queer Them, la psicoterapeuta estadounidense Laura A. Jacobs explica que estas preocupaciones actúan de manera sinérgica, activando nuestros estresores de fondo. Los sentimientos de depresión y desesperanza serán mucho más pronunciados en este periodo.
Montse Vera, psicóloga de la red feminista de salud mental, opina que la población LGBTI está desprotegida y tiene muchos más factores de riesgo psicológico. Según explica, hay más predisposición a estados depresivos por el rechazo que reciben tanto de adentro como afuera del hogar. La falta de actividades y de interacción social habilita un tiempo de soledad inédito que lleva a las personas a repensarse en esta sociedad que todo el tiempo moraliza y sanciona.
“Nos quedamos encerrades con nuestres fantasmas y cuando tenés personas que vienen con síntomas de depresión que sienten que su existencia no encaja, más la tristeza de sentirse presionades en la convivencia, exacerban los síntomas. Lo que yo estoy viendo en las terapias a distancia es que hay muchísimas pesadillas o impulso a la autolesión y algunas ideaciones suicidas, que tiene que ver con ese proceso. Hay una sensación de insatisfacción personal y de culpa”, reflexiona Montse.
Alicia es hija única, tiene 26 años y también quedó encerrada con sus padres. Susurra la palabra bisexual para que no la escuchen hablando de eso por teléfono. Según relata, se siente libre de expresar su sexualidad siempre y cuando sea fuera del ámbito de la familia. “Yo siento que tengo una muy buena relación con mis padres pero hay una parte de mí que ellxs no conocen. La persona que soy hoy es gracias a estos años de terapia que vengo haciendo”, manifiesta. En lo que va de la cuarentena, ya tuvo dos ataques de pánico.
La virtualidad como refugio
El encierro se duplica para quienes no salieron del clóset y están obligades a compartir más tiempo y espacio con las familias y se recluyen a sus habitaciones o en la virtualidad donde pueden ser elles mismes. Cada vez que discute con su papá, James se encierra en su habitación. “Me refugio en la virtualidad porque ahí es donde puedo exigir validación y obtenerla, o ser parte de una imaginería en la que la gente identificada de esta manera puede también compartir espacio”, dice.
Sobre ese punto, a Karina le ayuda concentrarse en el trabajo y conectarse con sus amigas. Cree que es una buena manera de descentrarse y entender que si bien todes tenemos derecho a sufrir, hay quienes están con problemas habitacionales más graves o esperando esos 500.000 guaraníes de subsidio para sobrevivir (se refiere a Pytyvo, el programa del Estado que gira 76 dólares a un miembro de la familia, una vez al mes). “Me ayuda tocar un instrumento, hablar o conectar con amigos, tratar de pensar cómo están las otras personas a mi alrededor”.
Existe un imaginario en el que pasar más tiempo con la familia durante el encierro podría facilitar la comunicación. Alicia cree que la cercanía y la proximidad de este tiempo se traduciría en comprensión. Sin embargo, para Montse, este no es el momento de solucionar conflictos históricos con la familia porque en caso de que se produzca una situación de quiebre, no hay a dónde acudir.
“Acá no hay una Secretaría de diversidad, menos un Ministerio, ni hay una estructura estatal que lxs proteja. Lo que hay son organizaciones que tienen también sus limitaciones en la atención en este momento. Entonces, ¿adónde vas? Encima con el contexto del covid, si te vas de la casa, no es fácil que cualquier amigx te reciba. Por ahora, es importante evitar la confrontación en lo posible y estar en contacto permanente con los afectos ya sean amigues o vínculos”, recomienda la profesional.
Las personas trans en emergencia
El Decreto del Gobierno que insta a la ciudadanía a “quedarse en sus casas” restringe los horarios de trabajo hasta las 20:00hs. Para les trabajadores sexuales que ofrecen sus servicios en la vía pública o en casas de citas esto significa un descenso en la demanda. Tienen que dedicarle más horas al trabajo para ganar lo mismo. Muchas viven al día, si no juntan el dinero, no pagan la habitación en la que viven, no comen, no llegan a pagar el alquiler.
“Las personas travestis y trans somos vulnerables a adquirir y transmitir el virus a nuestro entorno cercano a través de la convivencia. La disposición del gobierno de quedarnos en nuestras casas y la restricción la circulación en horas de la noche afecta a las trabajadoras sexuales que ofrecen sus servicios en la vía pública o en casas de citas”, expone la activista trans por los derechos humanos Yren Rotela.
Desde el centro comunitario de formación y albergue transitorio Casa Diversa en varias ocasiones pidieron el apoyo del Estado. Solicitaron alimentos de primera necesidad y elementos de cuidado que las permita protegerse pero hasta la fecha no contaron con ninguna respuesta. Ellas mismas se autogestionaron kits para personas trans y todas las semanas preparan ollas populares a partir de donaciones y colectas de alimentos no perecederos*.
Muchas personas trans que ejercen el trabajo sexual que fueron expulsades de hoteles precarios o que viven hacinades en asentamientos sin ninguna asistencia del Estado ahora están en situación de calle, sin paradero. Además, en las últimas semanas denunciaron casos de violencia institucional por parte del brazo armado de la policía, conocido como Grupo Lince.
Según Darío Arias, militante LGBTI de Argentina y cosecretarie regional de ILGALAC (Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex para América Latina y el Caribe), a nivel regional, la violencia a las que habitualmente están sometidas estas comunidades creció exponencialmente. Esto se debe a que la enorme mayoría de los gobiernos de la región no tomaron medidas preventivas con un enfoque específico en materia de géneros y diversidad sexual.
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“Las personas LGBTI+ están en una situación de emergencia en materia de derechos, especialmente lxs travestis y trans. Es fundamental que los estados de la región implementen medidas con una perspectiva antidiscriminatoria y con un enfoque de géneros y diversidad como así también territorial e interseccional. Esto, por supuesto, tiene que hacerse en relación a todas las dimensiones que nos atraviesan como sujetos en esta sociedad”, refuerza.
*Para donaciones a Casa Diversa: Cta. Cte. Banco Familiar: 22 2660341 y Giros Tigo: (+595)984609823.
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