Juntas y Unidas: la cooperativa trans que cuida a personas mayores
En Rosario un grupo de trans que trataban sus adicciones crearon una cooperativa para acceder a un trabajo y alejarse de consumos problemáticos.
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Yanina Saucedo, 49 años, sale de su casa a las ocho de la mañana. No quiere llegar tarde al geriátrico donde trabaja dos horas por día cuidando a Rosita, una señora de 91, “italiana, divina, lúcida y sin prejuicios”. Yanina lleva una ensalada de frutas que preparó porque sabe que a Rosita le dan ganas de comer algo fresco en verano. “Mi trabajo es ése: acompañarla, que esté mejor”, dice. El día anterior le leyó cinco párrafos de un libro. No se acuerda el nombre pero sí que hablaba del mar y de la soledad. Yanina Saucedo es una de las seis trans/travestis que integran Juntas y Unidas, una cooperativa de trabajo que ofrece servicios de acompañamiento y promoción gerontológica en la ciudad de Rosario. Surgió a partir del acompañamiento del Núcleo de Diversidad y Género de la Asociación Civil Programa Andrés Rosario, una institución que se aboca al tratamiento de consumo problemático y situaciones de vulnerabilidad de derechos.
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Yanina llegó al Programa Andrés en 2018. Hacía tres años que había fallecido su pareja y transitaba “un momento difícil de salud, por un problema de alcoholismo”. Llegó y se encontró con compañeras que atravesaban situaciones parecidas. “Las clases que nos daban venían con un combo de médicos y psicólogas. Juntas salimos adelante. Lucharon contra todo, porque es muy difícil salir de una situación como la que estaba yo. Pero además las clases se transformaron en la posibilidad de pensar algo diferente, otra vida, porque hay algo más detrás del consumo. Jamás de los jamases imaginé esto: que íbamos a armar una cooperativa”, dice sonriente.
Deborah Segovia también llegó al programa por problemas de adicciones. No buscaba un trabajo porque asegura estar bien con el suyo, el trabajo sexual. Conocía “de la calle” a las que ahora son sus compañeras y asegura que con el Programa creció la relación. “En la capacitación empecé a hacer terapia. Era obligatorio. Yo no soy muy amante de la psicología pero me ayudó un poco y ahora estamos bárbaras, esperando que surjan nuevos trabajos”.
Para Deborah esta cooperativa es una oportunidad, pero no sólo para ella y sus compañeras sino para que la sociedad “deje de ver fantasmas en las personas trans”. “Nosotras también podemos darle amor a otros, hacer compañía, sociabilizar”.
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Deborah y Yanina hacen hincapié en la necesidad de que el Estado y también la ciudadanía asuman el compromiso de que la cooperativa Juntas y Unidas se consolide con nuevos trabajos y confianza en el colectivo trans/travesti. “Queremos trabajar y que confíen en nosotras”, dicen, como gritan miles en cada movilización.
La cooperativa ya tiene su número de matrícula asignada por el INAES y la Dirección Provincial de Cooperativas. Se presentó oficialmente en diciembre de 2019. Sus integrantes se reúnen cada semana en la Asociación Civil Programa Andrés Rosario y en el Centro Cultural “Casa de las Locas”. Cuentan con el acompañamiento de referentes de su comunidad travesti-trans, de profesionales de la salud y con asesoramiento administrativo.
Cuidar, amar y tener un trabajo
Mara Ojeda tiene 37 y llegó al Programa Andrés a principios de 2017. “Como todas, me inicié por la problemática de consumo y otra fundamental: la falta de trabajo”, cuenta. Mara considera que existe un hilo conductor: el trabajo sexual y la noche fomentando el consumo problemático. Que tenían que tratar eso pero también ir al fondo: encontrar un trabajo. “Terminé el secundario hace 20 años. Ya era trans, y sabía que no me iba a ayudar a conseguir trabajo, que no me lo iban a dar juzgándome por lo que soy. ¡Imaginate si iba a pensar en hacer lo que quería! De soñar con un trabajo, ni hablar. En cierto aspecto, nos quitaron los sueños”, dice.
La cooperativa es, para Mara, un logro colectivo y personal, poder construir algo propio. “Entré pensando que jamás iba a poder. No me sentía capaz de hacer otra cosa que no fuera la prostitución. Lograr esto era imposible y poder hacerlo fue maravilloso”, asegura. “Esa Mara de 2017 era insegura y un poco descreída de sí misma, pero no por culpa mía. No me daban la oportunidad de ser quien soy. Ya logré el primer paso, pude”.
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Apenas entró al Programa Andrés, Mara consiguió trabajo en un geriátrico y estuvo ahí un año y medio aproximadamente. Lo mejor de su profesión, dice, es estar para una persona que te necesita. “Eso te llena el corazón”, asegura. Y remarca que si hay algo de lo que saben las chicas trans es de tareas de cuidado. “Siempre nos cuidamos entre nosotras”, dice. Recuerda que fueron – y aún hoy son- expulsadas de la casa, viven expuestas a la violencia institucional y machista, a la discriminación, a la falta de derechos básicos como casa, trabajo y salud. “Las chicas trans siempre estamos para acompañarnos. Sabemos lo que es cuidar a alguien. Este trabajo es la posibilidad de demostrar lo que nos fue negado, sabemos cuidar, amar y sostener un trabajo”.
Calidad de vida para todes
Fabiana Fernández es antropóloga, docente y parte del equipo del Programa Andrés Rosario (PAR) que acompañó al Núcleo de Diversidad y Género a partir del cual nació la cooperativa de trabajo Juntas y Unidas. Según explicó Fernández, el dispositivo surgió a partir de un análisis de la activista travesti rosarina Michelle Mendoza, quien se acercó al Programa Andrés para plantear la necesidad de atender el consumo problemático de sus compañeras. Cuando iban a las instituciones tradicionales, públicas o privadas, se encontraban con muchos obstáculos.
“Como Programa Andrés decidimos darle lugar a esa demanda y resultó ser de una gran transformación para la asociación. Las travas nos cambiaron la vida institucional y la vida propia, literalmente. Ellas ahora transitan la institución con mucha soltura, sintiéndola propia. Fue un proceso muy importante para nosotres”, celebra Fernández.
De las adicciones al trabajo
Una de las propuestas del programa fue que el dispositivo fuera coordinado por una integrante de la comunidad trans y acompañado por profesionales del programa y de la Subsecretaría de Diversidad de la provincia de Santa Fe. “Esa coordinación mixta fue fundamental. Hizo una enorme diferencia respecto de la llegada, de la manera de poner sobre la mesa las contradicciones entre las lógicas institucionales y las necesidades específicas de la comunidad”, remarcó la antropóloga.
La propuesta tuvo dos ramas: la atención terapéutica y la unidad productiva como contrapartida. “Entendíamos que lo que favorece el consumo son las estrategias de supervivencia. Entonces con las chicas consideramos que tener una alternativa laboral podía ser un buen aliciente”, agregó Fernández.
Desde la mirada del programa, “adictes somos todes a algo”. “El consumo de cualquier sustancia o de cualquier cosa que venga a paliar ciertos vacíos se vuelve problemático cuando no te deja armar un contexto de vida saludable, propicio para vos y otres”, explica la antropóloga. “En ese sentido, seguimos mirando con preocupación los consumos problemáticos de las compañeras trans/travestis. En algunos casos, exacerbado por la estrategia de vida que necesitan para sobrevivir: el trabajo sexual muchas veces ahonda el consumo, la discriminación también, por supuesto, y todo el contexto de exclusión, de vulneración de derechos a los que están sometidas sus vidas cotidianas. Todo eso genera una angustia que aprieta mucho y eso exacerba el consumo de sustancias”.
Desde el programa explican que el objetivo no es curar a nadie, ni siquiera que las personas dejen de consumir. Lo que busca es lograr que ese consumo “se transforme en algo que no sea obturador de una mejor calidad de vida”. “Por eso los acompañamientos son largos y atienden a los procesos individuales, no los entendemos en términos de éxito o fracaso, sino de lo que aporta a la calidad de vida. Estamos contentes y orgulloses de lo que vienen logrando las chicas de Juntas y Unidas. Hay que tener la cabeza fría y el corazón caliente para esos acompañamientos, pensarlos en términos de restitución de derechos, y eso es todo: desde poder habilitar la construcción de un baño hasta propiciar la visita de familiares y amigues para un cumpleaños”.
Datos de contacto
La cooperativa Juntas y Unidas funciona en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe. Para contratar los servicios de acompañamiento y promoción gerontológica que ofrece, contactarse al 0341- 155 044443.
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