Homofobia: Los echaron a golpes de un bar en Necochea por besarse

En la madrugada del domingo 11 de febrero, Marcelo Mangini estaba en el bar Tom Jones de Necochea (provincia de Buenos Aires) con amigxs. Estaban bailando con un joven y se empezaron a besar cuando, según el relato de Marcelo a Presentes, el dueño del lugar se acercó y les dijo: “Todo bien con ustedes pero aflojen con los besos si se quieren quedar”. Un rato después, dos patovicas los sacaron de ahi por la fuerza.

Por Paula Bistagnino En la madrugada del domingo 11 de febrero, Marcelo Mangini estaba en el bar Tom Jones de Necochea (provincia de Buenos Aires) con amigxs. Estaban bailando con un joven y se empezaron a besar cuando, según el relato de Marcelo a Presentes, el dueño del lugar se acercó y les dijo: “Todo bien con ustedes pero aflojen con los besos si se quieren quedar”. Un rato después, dos patovicas los sacaron de ahi por la fuerza. Cuando fueron a la comisaría a hacer la denuncia, el policía les dijo: “Ustedes fueron a provocar. Hay lugares donde pueden hacer esto”. Marcelo tiene 33 años, es oriundo de la ciudad de La Plata pero vive en Buenos Aires, trabaja en el Ministerio de Trabajo de la Nación y es activista LGBTI. En la tarde del miércoles, tras regresar de la costa, presentó la denuncia ante el Instituto Nacional contra la Discriminación y Xenofobia (INADI). Fuentes del INADI informaron a Presentes que ayer la delegada de la provincia de Buenos Aires se comunicó con Mangini, quien expresó que hoy hará la denuncia. Del total de denuncias recibidas en el 2017 en el INADI, el 8,5% fueron por orientación sexual. Y dentro de las denuncias por ese motivo, el 60% por discriminación a gays. «Lo que quieren es volver a meternos en el closet heterosexual y que no seamos visibles: no se besen en público, disimulen, mimetícense. No los queremos ver”, dijo el joven agredido a Presentes. Además, debido a la viralización de la noticia en las redes, las instituciones reaccionaron de inmediato: la Comisión de Derechos Humanos del Concejo Deliberante de Necochea sacó un repudio y citó al dueño del boliche para que se presente ante ellos a dar explicaciones. Además, la intendencia sacó un comunicado de repudio del hecho y anunció una articulación con el área de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires para activar capacitaciones a los empleados de los boliches. «Se comunicó conmigo la dirección de Diversidad de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación también para charlas y capacitaciones tanto en los boliches como en la Policía», agregó Marcelo.

“Dejen de besarse, que acá hay familias”

Marcelo había ido a pasar el fin de semana de carnaval con amigxs a Quequén, una localidad costera cercana a Necochea, y el sábado salieron. Eran varios: él, un joven que había conocido en esos días, varias amigas y un amigo con su novia. “Ellxs se quedaron en el patio y yo estaba con un chico en la pista, bailando. Nos estábamos besando, cuando de repente me tocan el hombro. Esa persona se presentó como el dueño del bar, después supe que se llama Gonzalo J Irazoqui. Me dijo que estaba todo bien pero que aflojáramos con los besos. Le dije: “¿Qué?”. Y me respondió que no tenía ningún problema pero que si queríamos quedarnos teníamos que parar un poco. Cuando le pregunté por qué, me dio como argumento: ‘No tengo ningún problema con ustedes, pero acá hay familias’. A lo que yo le dije: ‘Me parece que sí tenés un problema con nosotros’. Y ahí se fue, como despreciando la conversación”. Enseguida Mangini y su compañerx fueron al patio a buscar a los amigxs para contarles lo que había pasado. Y se quedaron bailando todos juntos. Cuando se volvieron a besar, aparecieron dos patovicas –que les estaban haciendo marca personal -: “Y fue la misma secuencia: que la cortáramos con los besos. Nos dijeron que ellos estaban trabajando y transmitiendo órdenes del dueño”. Ya sin dudas de que se trataba de un hecho homofóbico, porque sus amigos heterosexuales se besaban y nadie les decía nada, evaluaron qué hacer. Entonces pasó el dueño del lugar y quisieron hablar con él para que les explicara por qué los hostigaba. “El tipo dijo algo así como: ‘Yo no tengo por qué hablar con ustedes’, siguió caminando y con la mano les dio la orden a los patovicas y les dijo: “A estos sacámelos””. Los patovicas se acercaron y les dijeron que se tenían que ir. Empezaron a discutir hasta que uno expresó: “Bueno, esto es por las buenas o por las malas”. Mangini contó a Presentes que el patovica, como era el quien discutía, le hizo “una pinza” con los brazos, lo levantó y lo empezó a llevar entre la gente abriéndose paso. “Yo empecé a forcejear y a tratar de zafarme y en ese momento se ve que lo golpeé y me dio una piña en la cabeza. Así me sacó y me tiró en la vereda”. Según le contaron sus amigos, mientras lo llevaban, la gente preguntaba por qué lo sacaban así y se solidarizaban. Él no llegó a darse cuenta. Un minuto después, el mismo patovica volvió con su amigo y también lo tiró en la vereda. La novia de él también recibió un golpe porque intentó defenderlo.

“Ustedes tienen lugares donde ir a hacer eso que hacen”

Una vez que estuvieron todxs afuera, les cerraron el portón. Mangini quiso ir a hacer la denuncia, a pesar de que varias de sus amigas le decían que no servía para nada. Primero fueron a la comisaría 1 de Necochea, que queda muy cerca del boliche. Le relataron a un oficial lo que había pasado. Y el policía les dijo “Bueno, antes que nada, usemos el sentido común”. “Ahí ya me lo vi venir. Luego empezó con el derecho de admisión y que el dueño pone sus reglas y decide porque es un espacio privado. Y después terminó diciéndonos que nosotros habíamos incitado a la violencia porque nos habían advertido… Y dio toda una vuelta para decir que no tenía sentido que hiciéramos la denuncia”, contó Mangini a Presentes. Cuando le dijeron que eso era un acto de discriminación, que existe una Ley Antidiscriminación, el policía los interrumpió y les dijo: “No conozco esa ley. Yo no sé de leyes de género”. “Al final dijo: ‘Ustedes tienen lugares donde ir a hacer eso que hacen’”. Una amiga de Manigni sacó el celular y empezó a filmar lo que decía el policía. “Todo se puso un poco peor y el tipo empezó a preguntarnos si habíamos tomado alcohol. Dijo que nos iba a hacer un test de alcoholemia porque si superábamos el límite de alcohol no nos podía tomar la denuncia. Ahí yo le dijo que ya fue, que nos vayamos. Y ahí todo a bajar un poco y me dijo que si había habido violencia sí me podía tomar la denuncia. El oficial volvió a la oficina donde esperaba Mangini y le dijo: “Yo no comparto para nada sus modos. Si algunos de ustedes sube ese video a las redes sociales yo le pongo una denuncia a cada uno. Y ahí yo me di cuenta de que no tenía sentido, así que me levanté y le dije que no estaban dadas las condiciones para yo hiciera la denuncia porque si me estaba amenazando yo no quería darle ni mis datos personales. Y le dije que él también se estaba comportando de manera homofóbica. Y les dije a mis amigos y nos fuimos”.

“Nos quieren volver a poner en un closet”

“Es rarísima la sensación. Yo he sufrido discriminación en las calles, me he peleado porque me dijeron algo, he sufrido miradas. Pero nunca había pasado un hecho así tan violento psicológica y físicamente. Y encima después ir a una institución y salir con la situación de humillación, de desamparo, de impotencia. De mucha soledad. Y me fui a dormir muy angustiado a pesar de que estaba rodeado de amigxs”. Recién el lunes se animó a escribir algo en Facebook pero después se arrepintió de publicarlo. Sentía que no tenía sentido porque seguramente no iba a pasar nada. “Hasta que me levanté y dije: no, pará, me costó mucho a mí salir del closet. No del closet gay sino del heterosexual, del impuesto. Que es el closet en el que nos quieren volver a poner. Porque el argumento fue muy claro: mientras no se hagan visiblemente maricas está todo bien. Mimetícense. O sea: no se besen. Y yo ahí no vuelvo. Así que al final compartí algo re chiquito para escrachar la página del boliche. Porque entré y veía que todos decían: “qué buen lugar, qué buen trato”. Y evidentemente el buen trato es un privilegio heterosexual. Así que lo compartí y la reacción fue impresionante: hubo más de 700 compartidos. Y tuvieron que cerrar la fanpage porque empezaron a denunciarlos por homofóbicos”. Dice Mangini que todo eso que pasó en las redes y con los amigxs que llamaron fue muy reparador. “En todo lo que ocurrió, en este encuentro colectivo, yo sentí una reparación a esa angustia que tenía. Y lo más importante es que además de mi reparación personal, creo que hay que usarlo. Porque si el poder y estos regímenes violentos lo que quieren es calmarnos y apalearnos y meternos miedo, hacernos sentir impotentes y solos, deprimirnos, creo que claramente la de colectivizar el dolor y la bronca está bueno.

“La homofobia es una política del lugar”

Durante la tarde ayer Presentes intentó comunicarse con el local pero nadie atendía. Además, a raíz de la denuncia en redes sociales de Mangini y de su pedido de ayuda para hacerle un “escrache virtual” al bar, cerraron directamente su página de Facebook. Antes de eso, decenas de personas dejaron mensajes en los que acusaron al lugar de distintos hechos de homofobia y también de otros actos de violencia. Un usuario relató que no se trata de la actitud individual de un empleado sino de una “política” que los dueños del lugar bajan a sus empleados. Algo similar dijo un medio de comunicación local: “No pasa temporada de verano donde el bar Tom Jones no sea protagonista de hechos de violencia perpetrados por el mismo personal del lugar. En esta oportunidad, el ataque contra clientes fue motivado por una orientación netamente homofóbica de los dueños del establecimiento”, informó el portal de noticias local NdeN, que fue el primero en publicar el caso.]]>

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