Envejecer juntas, vivir en un “lesbiátrico”

Entre algunas lesbianas circula el proyecto de envejecer en comunidad. El "lesbiátrico" se piensa como un espacio de convivencia, cuidado colectivo y militancia.  Esto, a su vez, dispara muchas reflexiones sobre las particularidades de las identidades disidentes y el envejecimiento. ¿Cómo se llega a mayores cuando muchos derechos básicos se han vulnerado? ¿Quiénes nos acompañan en esa etapa de la vida?

Entre algunas lesbianas circula el proyecto de envejecer en comunidad. El «lesbiátrico» se piensa como un espacio de convivencia, cuidado colectivo y militancia.  Esto, a su vez, dispara muchas reflexiones sobre las particularidades de las identidades disidentes y el envejecimiento. ¿Cómo se llega a mayores cuando muchos derechos básicos se han vulnerado? ¿Quiénes nos acompañan en esa etapa de la vida? Por Rocío Varela Fotos: Ariel Gutraich y Mariana Leder Kremer  «¿Dónde vamos a vivir cuando seamos viejas?» Esa pregunta aparece, una y otra vez, en muchas conversaciones entre lesbianas, entre amigas. La fantasía: envejecer todas juntas. La pregunta: cómo lograrlo. Y a partir de esta incógnita surgen otras: cómo reconfigurar una economía de los cuidados que sea colectiva. ¿Se puede pensar de otro modo la forma de envejecer? Eugenia Murillo es militante lesbiana e integrante de la Asamblea Lésbica Permanente, y asegura que esa pregunta está siempre presente: “Lo que ahora estamos pensando es cómo hacer que esa idea se pueda entender como algo tangible y real”. Desde hace un tiempo circula la idea de crear un “lesbiátrico”, un hogar donde poder vivir juntas y en comunidad. Eugenia cuenta que el nombre surgió en chiste, pero que de a poco fue definiendo un poco el concepto: “No pensamos sólo en una casa que albergue la cuestión de los cuidados de las personas, sino que también tenga recursos e iniciativas para seguir manteniendo la militancia y el activismo vigente en esa etapa de la vida”, explica. La idea apunta- aunque no exclusivamente- a la continuidad de la militancia lesbiana, a seguir generando espacios de debate e intercambios políticos y culturales.

Cultura y cuidado

Si bien el proyecto está recién en etapa de experimentación, ya se empiezan a trazar los ejes principales. Eugenia cuenta que una de las claves está en generar un espacio cultural importante: “Que haya una biblioteca donde se compartan lecturas, que se armen grupos de debate, que haya un espacio donde ver películas y realizar diferentes actividades creativas que mantengan la mente en constante ejercicio”. Eugenia explica que desde el proyecto entienden que esa parte de la vida tiene un potencial muy fuerte que es necesario impulsarlo.
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Muchas personas LGBT rompieron vínculo con sus familias biológicas cuando contaron su identidad sexual. Esa es “la primera entidad opresora”, en palabras de Eugenia. La intención es que esta idea que funcione como una célula y se replique, que se pueda expandir una noción diferente de envejecer en comunidad y facilitando la actividad en ese último tramo de la vida.

Ideas prácticas

Con respecto al financiamiento, quienes planean el lesbiátrico pensaron -por ahora- dos lineamientos diferentes. Por un lado creen que “quizás hay gente adulta y lesbiana que tienen una casa propia con una o dos habitaciones que no están en uso y que la pueden abrir para utilizar como hogar para otras lesbianas mayores”. Para esto Eugenia dice que primero es necesario rastrear a las personas que quieran ser parte de este proyecto y “ver cuáles son sus necesidades y expectativas con respecto a compartir una casa comunitaria”. El funcionamiento sería comunitario en cuanto a la repartición de tareas dentro de la casa, “por eso hay que generar ciertas normas de convivencia, acuerdos y consensos que también están en etapa de experimentación y que cada casa lo va a ir creando de acuerdo a las necesidades de las habitantes”, destaca Eugenia. Así, la clave es que las casas se vayan uniendo por las experiencias y se perfeccione de a poco la idea.

Reunión de la Asamblea Lésbica Permanente 

Cómo envejecen las disidencias sexuales

Sebastián Amaro es sociólogo especialista en gerontología, y piensa que hay ciertas diferencias entre la vejez de las personas homosexuales y las heterosexuales. Para empezar explica que todas las vivencias de las personas durante su vida inciden en el modo en el que envejecen, y “la manera en la que una persona vive con una identidad de género determinada o una orientación sexual no heteronormativa también incide en el proceso de envejecimiento, porque influye en la forma en la que se estructura la cuestión más psíquica: la valoración que tiene una persona de sí misma, la capacidad de enfrentar a los demás: los temores y fantasmas que van configurando la subjetividad.”.
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Según explica Amaro, a partir de estas configuraciones particulares, muchas personas LGBT mayores actúan bajo el miedo a la discriminación y que “hay que diferenciar también el caso de los mayores que no están visibilizados porque crecieron en una época del país donde la disidencia sexual y los géneros no binarios eran mucho más perseguidos, y donde la visibilidad homosexual era mucho menor”. El caso de las personas trans es todavía más crítico porque al llegar a la vejez (en los casos que se llega porque la esperanza de vida de una persona trans es de 40 años en Argentina) se encuentran con más desventajas. “Hay que tener en cuenta que los procesos de envejecimiento están atravesados por una discriminación y una violencia estructural y sistemática mucho mayor”, explica Amaro. Además pone sobre la mesa un “doble desafío”: incluir en la agenda LGBT las problemáticas de la gente mayor y desarmar la heteronormatividad que existe en los espacios por fuera del colectivo, como los centros de jubilados y de salud.

 Por qué comunidad

El colectivo LGBT está atravesado por el concepto de “comunidad”, de familia elegida. Por diferentes experiencias y recorridos en común, se van forjando relaciones de amistad que toman otro color y otra presencia. “Hoy en día con el avance logrado en materia de derechos y en cuestiones institucionales hace que sea más fácil para las lesbianas formar un familia, pero no siempre lo fue y a veces se llega a una edad en que sí se puede encontrar cierta soledad”, reflexiona Eugenia, y agrega que “frente a estas situaciones es también donde los lazos de contención y de familia pueden ser creados a través de proyectos como el que planteamos”. En relación a esto, Amaro dice que desde el punto de vista gerontológico “está comprobado que cuando una persona tiene redes de apoyo y vínculos se genera un bienestar y tiene impacto en la salud no solo física sino también psicológica”.

Casos particulares

Según explica Amaro, también dentro de todo el colectivo disidente hay que hacer distinciones por el género: “las lesbianas están atravesadas por las cuestiones que configuran los envejecimientos de las mujeres y que estadísticamente viven más años que los varones”. De modo que al vivir más se llega a una situación de mayor fragilidad, mayor discapacidad y mayor necesidad de atención. Sin embargo, agrega que “las lesbianas, por una cuestión de socialización entre las mujeres, tienen más redes de apoyo que los varones”. Por esto el proyecto de generar varios hogares donde puedan vivir las lesbianas mayores surge por la necesidad de “priorizar los lugares donde encontramos el teje de familia”, como cuenta Eugenia y resalta que en nuestra sociedad ya existen geriátricos y lugares donde las personas mayores van en una época de su vida y que por eso “el eje de este proyecto es el haber compartido una vida con experiencias muy similares”.
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“Durante nuestra vida como lesbianas –dice Eugenia- fuimos oprimidas o tuvimos que luchar para encontrar un trabajo, y esas experiencias en común crean lazos de contención que son intrínsecos a las lesbianas. Las personas heterosexuales tienen otras vivencias que compartir, otra especificidad”. Y termina: “compartir esas particularidades me parece fundamental a la hora de generar sostén y comunidad”]]>

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