Denunció ataque transfóbico y racista en Santiago de Chile: buscan al agresor

Briggite Viola Rodríguez fue atacada el 10 de junio a golpes e insultos. “¡Maricón, peruana de mierda!”. Acudió a la justicia chilena y denunció agresión transfóbica y racista. La cámara de seguridad de un ascensor registró al agresor, un hombre al que había conocido en una disco.

Briggite Viola Rodríguez fue atacada el 10 de junio a golpes e insultos por su identidad de género y por ser peruana.  Acudió a la justicia chilena y denunció agresión transfóbica y racista. La cámara de seguridad de un ascensor registró al agresor, un hombre al que había conocido en una disco. Por Airam Fernández, desde Santiago de Chile “Me pegó tan duro en la cara que mira cómo sangré”, dice Briggite Viola Rodríguez. Señala la mancha que persiste en la pared amarillenta, en la entrada al edificio, donde la golpearon e insultaron. En su cuerpo aún tiene hematomas de la agresión que sufrió el domingo 11 de junio en Santiago de Chile. Briggite es trans, tiene 26 años y hace nueve que dejó su país natal -Perú- y vive aquí. El mismo domingo denunció la agresión ante la Comisaría 46 de Carabineros de Chile. Ayer fue a la fiscalía local de La Florida, al suroriente de la capital chilena, para consignar un estudio médico que se hizo por su cuenta, después de los golpes. La acompañó de una de sus mejores amigas, y esta cronista de Presentes. En esa sede de la fiscalía está el expediente que ahora tiene su nombre de pila, bajo el número 1700542974-9. En la carpeta, que finalmente pudo revisar el jueves 15 de junio, no hay datos del agresor, porque logró escaparse. La escueta descripción de la denuncia documentada por Carabineros dice: “lesiones leves. Afectado sicológicamente”. En el informe que Briggite anexó y que le practicaron en la Clínica Santa María, el diagnóstico es distinto. “Lesiones menos graves (que en una escala del 1 al 3, sería 2) con cambios inflamatorios en las partes blandas de la región malar derecha”. Briggite tiene los labios aún hinchados pero la sonrisa intacta. Del párpado derecho asoma una sombra oscura, que el maquillaje no logra camuflar. “Cambios inflamatorios”, repite. Le lee en voz alta al funcionario de turno, como para asegurarse de que lo escriba bien en la ficha. El funcionario, después de teclear, sacar copias, quedarse con unas y entregarle otras, le explica que el caso está temporalmente en un archivo provisional. Que probablemente “para el martes o miércoles de la próxima semana” tenga un fiscal asignado. Entonces la llamarán para tomarle otra declaración. Así seguirá el proceso.

 “¿Qué te has creído, maricón, travesti de mierda?”

Briggite trabajó hasta el año pasado en el área de enfermería del Hospital Clínico Félix Bulnes, en Santiago. Hace tres meses se realizó una cirugía de feminización facial compleja. Era un proyecto personal con el que soñaba desde hace cuatro años, cuando inició su transición. Dice que le está llevando mucho tiempo recuperarse. El sábado 10 de junio, por primera vez desde la operación, se sintió lista para ir a bailar. Un primo y una amiga la acompañaron. Cerca de las 3 de la madrugada, su primo se marchó. Una hora después, ella y su amiga abandonaron el local. Con ellas iba un hombre al que conocieron ahí, dijo llamarse Claudio.
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Ya en casa de su amiga, cuando el sol no terminaba salir, Briggite recogió sus cosas para irse. Claudio salió detrás de ella. Tomaron un taxi, fueron hasta su departamento, pero no pudieron entrar porque no llevaba sus llaves. Al subir, quedaron grabados por la cámara de seguridad del ascensor.   “Ahí, él se puso violento por primera vez. Pateó la puerta porque quería abrirla. Yo le dije que se calmara, lo tranquilicé. O eso creí. Quizás ese fue uno de mis errores, porque al ver esa reacción debí decirle que se fuera. O irme yo, pero no lo hice”, dice. Tomaron otro taxi para ir a casa de otra amiga. Mientras esperaban para entrar, llegó una mujer y Briggite le pidió que no cerrara la reja. —¿Qué te has creído, maricón, travesti de mierda? Tú no vas a entrar aquí— le gritó la mujer, cuando ya estaba del lado de adentro. —Y tú, ¿por qué andas con este maricón, cuando hay mujeres de verdad, como yo?— le reprochó a Claudio. En ese momento, él no dijo ni hizo nada. —Oye, ya córtalo, dejemos esto así— pidió Briggite. —Y además eres negra. ¡Maricón, peruana de mierda! Briggite reconoce que el tono racista y xenófobo de la mujer la descolocó. “Que me digan maricón ya no me importa. Pero al escuchar ese ‘peruana de mierda’, me enardecí y le contesté muy mal, lo admito. Le dije que era fea, como todas las chilenas, pero dije esto solo por defenderme, no porque así lo crea. En eso ella subió y yo me quedé muy enojada”.
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No había terminado de responderle cuando sintió un tirón en el pelo. En segundos, un empujón le estrelló el rostro contra la reja. Después, dice que fueron varios golpes y patadas. “Es como si los insultos de esa mujer lo hubiesen incitado a hacerme esto. El tipo se transformó por completo. Esa bestia no fue la que salió conmigo de la disco. Me cubrí la cara con los brazos, pero los primeros golpes no los pude evitar. Sí pude haberle respondido con más golpes, porque he aprendido a defenderme en este camino tan duro que todas transitamos. No es primera vez. Pero aquí me quedé, bloqueada. Sólo le suplicaba que dejara de pegarme”, dice. Un vecino que venía saliendo intervino. La arrastró por el piso, donde estaba tirada, en medio del forcejeo, y logró dejarla del lado de adentro de la reja. Claudio se fue corriendo. Lo que se sabe hasta ahora de él: que mide 1,70 metros, es de contextura gruesa y tiene alrededor de 30 años. Casi a las 8 de la mañana y por aviso de alguien de la zona, llegó una patrulla de Carabineros. Según consta en el parte policial, el vecino que la salvó está dispuesto a servir como testigo y aportar a la investigación. Briggite espera que la mujer que la agredió verbalmente también sea convodada. Los policías trasladaron a Briggite para la rutinaria constatación de lesiones. Insistieron en que fuera sola, pero ella se negó: “Al final dejaron que mi amiga me acompañara, pero fue por mi insistencia. No tengo queja de ellos”. En cambio, se queja de Posta 4 de Ñuñoa, el hospital al que la llevaron: “Yo seguía sangrando por la nariz, tenía los labios hinchados. Me dolía todo mi rostro y así la enfermera me puso ‘lesiones leves’ en el informe. No quedé conforme y busqué otra opinión. Estaba asustada y preocupada”. La cirugía de feminización facial (que incluyó mentoplastía, rinoplastia, limación mandibular e implante de frente) se realizó en Perú. Por recomendación médica, durante un año debía tener excesiva precaución con todo el proceso para terminar de recuperarse. “Por eso es que de inmediato fui a hacerme un scanner y otros estudios».

Otra agresión previa, en pleno centro de Santiago

En ese periplo de clínicas la acompañó Niki Raveau, directora de la Fundación Transitar, que trabaja con niñas, niños y jóvenes trans. El año pasado, juntas vivieron un episodio similar mientras caminaban por el centro de la capital chilena. Esa vez, la mayor afectada fue Niki. El caso resonó en la prensa local porque entonces era candidata a concejala, la primera candidata trans. De Briggite no se dijo casi nada. “Lo que sigue es un camino largo y lento. Acá estamos en tierra de nadie, pero si ella quiere seguir con este proceso legal hasta el final, tendrá todo mi apoyo. Y además será todo un ejemplo para la comunidad trans”, cuenta Niki a Presentes. Más que por activista y conocedora de estos temas, lo dice por experiencia propia.

Más denuncias por violencias

Según el último informe del Movimiento de Liberación Homosexual (Movilh), 2016 fue el “año de las transformaciones multisectoriales a favor de la igualdad y de la no discriminación”. También fue el año en que aumentaron en un 28,6% las denuncias por casos de violencias en contra de la comunidad LGBTI chilena.
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Niki sostiene que aunque la agresión de golpes es fuerte y focalizada en Chile, el clima de discriminación, la mala mirada, los malos gestos, los “desprecios” desde quienes trabajan en el sistema de justicia, también son constantes en estos casos. “Te hacen perder mucho tiempo, te bajan el ánimo, te cae un estrés enorme, pasan muchas cosas. Y a Briggite le tocará enfrentar todo eso, pero ahí estaremos con ella”, asegura. Briggite quiere que la justicia encuentre a su agresor. Por eso lo denunció. Pero también quiere irse, no sabe a dónde. Sus amigxs y su mamá le repiten que será un proceso lento, pero ella confía en que todo marchará con más rapidez. Cree que el video, por ahora la única pista que hay de ese hombre que la golpeó, puede ayudar a encontrarlo rápido. Y a que se haga un poco de justicia.  ]]>

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