Cuando las travestis chilenas tomaron las calles por primera vez
En abril de 1973, un grupo de travestis jóvenes salieron a la calle marcando el inicio de las intensas luchas por la diversidad en Chile. Eso recibió el rechazo total de la prensa en una convulsionada realidad política. “Ostentación de sus desviaciones sexuales hicieron los maracos en la Plaza de Armas”, tituló el diario Clarín.
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El domingo 22 de abril de 1973, un grupo de travestis jóvenes salieron a la calle marcando el inicio de las intensas luchas por la diversidad en Chile. Eso recibió el rechazo total de la prensa en una convulsionada realidad política. “Ostentación de sus desviaciones sexuales hicieron los maracos en la Plaza de Armas”, tituló el diario chileno Clarín.
Por Víctor Hugo Robles
Un domingo 22 de abril de 1973, aconteció la primera protesta de la diversidad en la historia de Chile. Eran los tiempos en que las protagonistas del histórico acto: La Raquel, La Eva, La Larguero, La Romané, La José Caballo, La Vanesa, La Fresia Soto, La Confort, La Natacha, La Peggy Cordero y La Gitana, se reunían a conversar en la Plaza de Armas de Santiago, buscando mejorar sus alocadas y proletarias vidas, imaginando un deseado e incierto porvenir.
El sorprendente hecho, efectuado por un grupo de travestis prostibulares jóvenes, marcó el inicio de las intensas luchas por la diversidad en Chile y recibió el rechazo total de la prensa en una convulsionada época. “Ostentación de sus desviaciones sexuales hicieron los maracos en la Plaza de Armas”, tituló el diario Clarín, el más masivo y más popular medio de comunicación que defendía las transformaciones políticas, sociales y culturales que deseaba el extinto presidente socialista Salvador Allende.
La controvertida e inédita manifestación pública aconteció el mismo día que el ultra derechista grupo “Patria y Libertad” hizo explotar una bomba en el monumento al Che Guevara en la capitalina comuna de San Miguel, al sur de Santiago. Mientras el mundo político concentraba su interés en el atentado terrorista en un tiempo de efervescencia social previo al Golpe de Estado del 11 de septiembre, la prensa sensacionalista se arrebató cubriendo los pormenores de una manifestación pública jamás vista en nuestra homofóbica sociedad y cuyos protagonistas eran un grupo de homosexuales que poco o nada tenían que perder, más bien todo por conquistar.
«En ese tiempo nadie nos defendía»
“La Raquel”, una de las protagonistas del hecho, recuerda en el libro “Bandera Hueca. Historia del Movimiento Homosexual de Chile”: “Protestamos porque estábamos cansadas de la discriminación. En esos años, si andabas en la calle y los pacos (la policía) se daban cuenta de que eras maricón, te llevaban preso, te pegaban y te cortaban el pelo por el solo hecho de ser maricón. Las cárceles y las comisarías eran como hoteles para nosotras. En ese tiempo nadie nos defendía, ni siquiera teníamos el apoyo de nuestras familias porque una se arrancaba de la casa de cabra chica para vivir más libremente”.
Hasta ese minuto en la Plaza de Armas de Santiago, los “maracos”, “yeguas sueltas”, “locas perdidas”, “mariposones”, “colipatos” —como les llamaba la prensa a los homosexuales del ayer— no aparecían organizados, ni emancipados en ninguna parte. Sólo figuraban en reportajes relativos a la primera reasignación de sexo que transformó en mujer legal a Marcia Alejandra Torres, en pasionales crímenes sodomíticos o en redadas policiales en contra de las travestis transformistas que bailaban y ejercían el comercio sexual en la capitalina calle Vivaceta 1226, lugar de hospedaje del mítico burdel de la más famosa reina prostibulera de Chile, Carlina Morales Padilla, la “Tía Carlina”.
En pleno gobierno socialista de la Unidad Popular, los homosexuales eran vistos como escoria humana, sus demandas no existían, ni siquiera estaban contempladas en los cambios políticos, sociales y culturales que ambicionó implementar el presidente Salvador Allende. “En esos tiempos había más libertad política, pero no había libertad para nosotras. En esos años la gente se horrorizaba y escandalizaba con nosotras y eso que la homosexualidad era más oculta, no como ahora que es más liberal”, recuerda La Raquel.
La homofobia periodística en los ’70
Ninguno se salvó del espanto, el prejuicio y el comentario grosero, particularmente la prensa de izquierda que se esmeró en fustigar la primera manifestación homosexual. “Los raros quieren casarse”, tituló en colorida portada la sensacionalista revista VEA, mientras la pro comunista revista Paloma habló de “50 anormales reunidos en la Plaza de Armas”. Por su parte, el diario Clarín hacía lo propio al titular: “COLIPATOS PIDEN CHICHA Y CHANCHO”. En páginas interiores, Clarín escribió: “Las Yeguas sueltas, locas perdidas, ansiosas de publicidad, lanzadas de frentón, se reunieron para exigir que las autoridades les den cancha, tiro y lado para sus desviaciones. Pese a que la reunión había sido bastante publicitada, la policía no se hizo presente”.
De manera excesiva, alarmante y en un claro enjuiciamiento público – moral hacia las sexuales disidentes, Clarín disparó: “Al principio los sodomitas, creyendo que a cada instante les caería la teja policial, se mostraron cautos. Pero ligerito se soltaron las trenzas y sacaron sus descomunales patas del plato y se lanzaron demostrando que la libertad que exigen, no es más que libertinaje. Entre otras cosas, los homosexuales quieren que se legisle para que puedan casarse y hacer las mil y una sin persecución policial. La que se armaría. Con razón un viejo propuso rociarlos con parafina y tirarles un fósforo encendido”.
Poco después, la creciente agitación social que dividía al país, la prensa hostil que mostraba a los homosexuales como delincuentes, las amenazas de Golpe Militar y la persecución policial desatada luego de la protesta, obligó a los homosexuales a regresar a sus espacios protegidos aguardando mejores condiciones políticas para retomar la lucha. Ahí, en el ostracismo de reuniones privadas, fiestas y encuentros clandestinos, esperaron volver al ruedo público. Sin embargo, la espera fue larga porque sobrevino el Golpe Militar del 11 de septiembre de 1973 con su amargo historial de exilios, torturas, muertes y desapariciones forzadas.
Los homosexuales, lesbianas y travestis torturados y asesinados en prostíbulos y barriadas pobres son hasta nuestros días las víctimas más olvidadas del sangriento historial de la dictadura militar chilena.
El Chile post Pinochet
“Recordar a La Natacha, a La Lucha, La Doctora, La Katty Fountain, La Gitana, La Fresia Soto y a tantas otras en su intervención de protesta política, solo nos hace recordar que seguimos tras las rayas de la injusticia social, las mismas rayas de injusticia que simbolizaron sus chalecos de vintage colorido de la época, las rayas de los detenidos desaparecidos, las rayas de cárcel, las rayas de la norma, las rayas de la opresión que divide, que segrega y sigue instalando a las mismas familias en el poder, pero ahora con una variante de orientación – sexual y de género”, señala Dimarco Carrasco, archivista e historiador del Centro de Documentación y Memoria Luis Gauthier del Movimiento por la Diversidad Sexual MUMS.
“Pensar en las locas del 73 – continúa Dimarco Carrasco- es pensar en la huella, pero no solo una huella como la historiografía tradicional la consigna, sino pensar una huella tránsfuga que sobrevivió a hurtadillas de las políticas de la borradura de la dictadura, es decir, como un chisme de boca a boca que supo transitar el tiempo hasta emerger en un escenario local neoliberal donde se la reactualiza en sus versiones más heterogenias, desde un pasquín en la calle a una muestra de museo”.
Marcia Alejandra Torres, la primera trans reasignada en la historia de Chile
Por su parte, Marco Ruiz, fundador del Movimiento de Liberación Homosexual Movilh Histórico y actual integrante del Observatorio de Políticas Públicas del VIH/SIDA y los Derechos Humanos de Fundación Savia, señala que no se pueden cuantificar los cambios y los avances desde la primera protesta homosexual hasta el Chile actual. “Si puedo decir que en los últimos años han surgido grupos y organizaciones en distintos espacios, instancias universitarias donde se ha generado una discusión y reflexión interesante desde una perspectiva académica sobre los temas de género, identidades de género e identidades sexuales “, señala.
Mirando las luchas del presente desde la perspectiva del ayer, Marco Ruiz, concluye: “Hoy día seguimos viviendo la violencia y la muerte de homosexuales, lesbianas y trans por parte de un sistema patriarcal y heteronormativo. Por otro lado, las personas y las organizaciones de la diversidad sexual no hemos estado a la altura para responder públicamente frente a estos lamentables hechos. Falta mucha incidencia en materias de políticas públicas de VIH/SIDA, los últimos datos entregados por las autoridades sanitarias son alarmantes. Si se toma en cuenta los años que han transcurrido desde que la pandemia se ha instalado en nuestro país, no han surgido estrategias adecuadas de parte de los colectivos que den cuenta de una respuesta integrada a la epidemia”.
Las trans de hoy
“Siempre en Chile y al igual que hace 44 años, fecha de la primera protesta de sexo y género disidente registrada, los cambios han sido producto del trabajo de organizaciones sociales y, principalmente, de las trans, lesbianas y colas fuertes y visibles, que cada día y noche caminamos por la calle, el barrio”, afirma Niki Raveau de Fundación Transitar, emblemática organización que reúne a familias, jóvenes y niñeces trans. “Los cambios han sido solo a costa de poner el cuerpo, visibilizarnos y exponernos con la cabeza en alto. Los cambios legales e institucionales son mínimos (por ejemplo, la incompleta Ley Antidiscriminación), cuando no son las propias instituciones las que fomentan la transfobia y la inexistencia de comunidades (borrado de personas)”, agrega.
«En Chile – analiza Niki Raveau- si no eres “hombre” o “mujer” según criterios que nadie redactó ni acordó en ninguna parte, entonces tienes derecho a menos». “Y si vives en la calle o no tienes una comunidad que te respalde, el derecho es nulo. No existes. El matrimonio igualitario, como conquista oficialista LGBTI ahoga, oculta todas esas otras luchas verdaderamente urgentes. Cuando las escuelas no son centros de innovación y pensamiento se transforman en modelos de mercado heterosexual, donde sólo pasan coladas las colas bien disimuladas y con recursos. Nuestro trabajo debe revisarse, los discursos y agendas LGBTI inamovibles e incuestionables deben ser cuestionados”, concluye la reconocida activista transgénero.
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