Reas: la potencia de la fantasía

La nueva película de Lola Arias corre de eje la vida carcelaria y la narra desde la ficción documental, el melodrama y el musical.

10 de junio de 2024
Leandro Martínez
Gemma Films
Edición: Ana Fornaro

La ficción documental devenida en musical carcelario dirigido por Lola Arias y protagonizado por mujeres cis y personas trans ex convictas de la cárcel de Ezeiza desmantela una narrativa cristalizada sobre las personas privadas de su libertad. Acentuada por canciones, vogue y afecto comunal, Reas es una película pero también un proyecto más amplio que se aleja de afirmaciones estereotipadas. Despliega preguntas contundentes sobre la potencia de la fantasía y el rol de la experimentación artística en contextos de encierro.

La película narra la historia de seis ex convictes que cumplieron su condena en la cárcel. Yoseli tiene 26 años y un rubio degradado. Sueña con viajar y tiene la Torre Eiffel tatuada en su hombro derecho. Al llegar a la cárcel conoce al resto de sus compañeres y asume un rol protagónico en la trama de la película.

Un grupo de mujeres juega al fútbol en el patio de la prisión. Noelia, una mujer trans* que fue obligada a ser parte de una red de trata de explotación sexual, lleva una camiseta de Riquelme. Lo que en principio parece ser el inicio de una pelea de Noelia con otra compañera de prisión se transforma a partir de la aparición de un ritmo pegadizo que empieza a sonar cada vez más fuerte. El enfrentamiento evoluciona y se convierte en una coreografía con gestos de kickboxing y pasos de baile tipo catwalking, característico de la cultura ballroom. 

El origen

En 2018 la Procuración Penitenciaria junto con el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) y la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina, y la colaboración del Servicio Penitenciario Federal) llevaron adelante un ciclo de cine en la Cárcel de Mujeres de Ezeiza. Una de las películas que proyectaron fue Teatro de guerra (2018), la ópera prima de Arias. Allí se narra el encuentro de seis veteranos de la Guerra de Malvinas para hacer una película treinta y cinco años después del conflicto.

La recepción de las mujeres asistentes sorprendió por su grado de curiosidad. Les impresionó la posibilidad de ver personas que no son actores protagonizar una película; el insospechado acto de traducción de vivencias complejas vehiculizado a través del arte. Las preguntas y los comentarios ebullen en la sala de proyección. Desde ese momento, Lola Arias supo que volvería al penal a hacer de los interrogantes un signo de exclamación

El 18 febrero de 2019, artistas y docentes empiezan a dictar talleres de cine y teatro en la Cárcel de Mujeres de Ezeiza. Desde un principio, la apuesta de Lola Arias es clara y ambiciosa: quiere filmar una película con personas privadas de su libertad ambulatoria. A los meses de iniciados los talleres, la pandemia de Covid clausura cualquier posibilidad de continuidad de la formación artística. El proyecto se trunca temporalmente y la cárcel vuelve a ser, más que nunca, una cápsula implosiva, inaccesible. 

Durante la proyección de «Teatro de Guerra»en el Programa de Acceso a la Cultura “Cine en cárceles” © INCAA 

Los obstáculos

Proponer, diseñar y mantener estos espacios que fomentan la autonomía en un entorno donde la vida está completamente regulada —todo requiere autorización del Servicio Penitenciario, jefes, celadores o jueces que administran las condenas— es una tarea casi imposible. El encierro punitivo, donde no existen ni la privacidad ni el silencio, que desconoce las decisiones personales, los proyectos de vida y las voluntades cotidianas, impacta directamente en el mundo interior y la sensibilidad de cada persona. Por eso, el equipo de Arias no cede ante los obstáculos. 

Superada la pandemia de Covid en 2022, el equipo de Lola se une con trabajadores sociales para convocar a personas que ya hayan cumplido su condena y estén en libertad. Yoseli, detenida por tráfico ilegal de estupefacientes en un aeropuerto, y Nacho, un varón trans detenido por estafa, que funda la banda de rock “Sin control” estando preso, son parte de ese grupo. La locación que los reúne es la ex-cárcel de Caseros, ubicada en el barrio porteño de Parque Patricios.

Narrativas fuera de eje

Reas se aparta inteligentemente de la romantización de la vida en prisión, sin suprimir la tristeza y el dolor que atraviesan sus protagonistas. El proyecto acentúa y potencia los momentos de alegría y el fortalecimiento de los lazos de solidaridad intracarcelarios. Hay bailes improvisados, amistades y romances que emergen en medio de lo inesperado.

A diferencia de grandes producciones audiovisuales del último tiempo en Argentina, el film de Arias pone en movimiento y se corre de los lugares comunes que reafirman estereotipos de clase y género, enfocándose en la la afectividad comunal y la creación de escenarios que borran los límites entre lo ficticio y lo real. Aunque los participantes de la película nunca compartieron la misma prisión simultáneamente, sus relatos y ficciones reconstruyen las auténticas experiencias vividas por cada individuo. ¿Es esto —realmente— la cárcel? No parece ser una pregunta que le interese responder a Arias, sino tambalear en la afirmación de —esto también puede ser— la cárcel.

En la película las personas no son definidas por la violencia que los rodea, sino que ésta sirve para contextualizar su entorno de manera precisa. Una escena impactante —aunque única teniendo en cuenta el universo general de la película— ilustra este punto: tres policías golpean brutalmente a Nacho sin justificación alguna. Sin embargo, esta violencia no se presenta de forma explícita frente a nosotres; se revela de manera sutil a través de un espejo con barrotes, evocando la atmósfera de una celda de prisión. Solo alcanzamos a vislumbrar la parte superior del cuerpo de los agresores mientras escuchamos sus gritos y golpes mezclados con los débiles susurros de la víctima. 

Desafíos de lo colectivo

Dado que el proyecto es el resultado de un trabajo colectivo. les intérpretes jugaron un papel activo en la creación y narración de las memorias de su pasado. Integraron sus propias experiencias y perspectivas. En ese proceso, Arias aprovecha los códigos de la cultura pop de manera ingeniosa y potencia la música como uno de los recursos clave que descubre como medio de expresión en contextos de encierro. Los momentos musicales están enriquecidos con llamativos efectos de pelo al viento, miradas expresivas dirigidas a la cámara y llamadas telefónicas que oscilan entre lo coqueto, lo desesperado, lo cursi y lo angustiante.

Lola Arias odia los musicales, por eso la reapropiación del género le sirve de plataforma para corromper su virtuosismo característico y hacer de Reas un terreno amable y distendido para la posibilidad terapéutica de la recreación. La propuesta de la directora de Mi vida después reivindica la capacidad de desmontar estigmas y generar herramientas que amplían horizontes y permiten imaginar otros mundos posibles. Además de explorar nuevas formas de concebir la vida en común y la construcción de comunidad.                                                                                                        

Un rodaje de tres semanas que se reducen a dos por cuestiones presupuestarias; ensayos que se posponen y personas que abandonan el proceso dan pie a que Arias por momentos dude de que la película se realice. “Necesito que entremos en otra sintonía porque si no me voy a morir”, confiesa en una entrevista haberles dicho a su reparto. Así y todo, -exactamente- cinco años después del inicio de los talleres en la cárcel, el 18 de febrero de 2024 la segunda película de Arias se estrena en la sección Forum de la 74.ª edición del Festival Internacional de Cine de Berlín (Berlinale). Además, ganó el premio a Mejor Documental en el Festival de Cine de Luxemburgo (Lux Film Festival).

La realización de cualquier proyecto sociocultural implica tomar decisiones clave. Qué hacer, con qué propósito, cómo llevarlo a cabo y con quién(es) colaborar. Cuando el proceso de filmación involucra directa o indirectamente a colectivos de personas, las consecuencias pueden tener un impacto significativo en dichos colectivos. En este momento el elenco de Reaso está en la segunda etapa del proyecto, Los días afuera, en formato teatral. Y además empezarán una gira mundial de un año con la dirección de Arias. Esta dupla de proyectos es el primer trabajo registrado de sus intérpretes luego de haber salido de la cárcel. 

Las personas que viven en condiciones de encierro punitivo y aquellas que han cumplido condenas privativas de libertad constituyen grupos que, históricamente, han sido objeto de discriminación, criminalización, patologización y exclusión por parte de diversas instituciones. Con sutilidad reconocible, Arias aprovecha los espacios de producción legitimada del conocimiento para crear una obra que desafía los estereotipos y las percepciones simplistas. Su enfoque amplifica perspectivas alternativas sobre el deseo, la diversión, la condena, y la imaginación en contextos de encierro. Habilita una visión más humana y compleja de estas experiencias.

Yoseli Arias e Ignacio Rodriguez  © Gema Films

El lenguaje de la fantasía

Las instancias de formación y experimentación artística en la cárcel y en espacios de vulneración social, muchas veces crean oportunidades para la recuperación de la palabra, habilitando otras identidades o versiones de la propia historia, a contrapelo de las que prevalecen en medios hegemónicos, sentencias e informes criminológicos. Este corrimiento no trata de eludir o negar la responsabilidad, sino que ofrece un espacio para volver a narrar la (auto)biografía en un sentido distinto al supuesto destino fijado por la condena; haciendo posible la (re)escritura de la historia individual y colectiva. Se trata entonces de un momento de tránsito, de movimientos de sentidos, que tiene implicancias tanto singulares como colectivas, ya que permiten dinamizar los vínculos que se construyen y sostienen en contextos de reclusión tanto como desdibujar las dinámicas y roles propios del contexto.

A Yoseli la encuentra su compañera en el patio: 

“Te estaba buscando. ¿Qué hacés?”.

“Nada. Mirando la pared”, le responde Yoseli. 

“¿Qué tiene la pared?”.

”¿Qué? ¿No ves?”.

“Está toda rota.”

“Sí, pero yo veo más allá de la pared: veo el pasto, los árboles, el camping donde iba con mi papá y mis hermanas. Cuando estaba en Ezeiza, mis compañeras se enojaban porque no hacía rancho con ellas. Pero bueno, a mí me gusta estar sola. Vos me ves acá, pero mi cabeza está en otro lado”. 

Con poco drama y mucha diversión irreverente, Yoseli, Nacho y sus compañeres proponen revisitar su pasado en un inquietante lenguaje que juega con el presente. 

Y ese lenguaje, vibrante y luminoso, es el lenguaje de la fantasía.

Reas se proyecta en la Sala Manuel Antín (Paraná 310, CABA), del Complejo Teatral San Martín, durante el mes de junio.

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