"La transfobia no es una fobia: no es enfermedad"

La activista trans Violeta Alegre cuestiona el uso de la terminología “fobia” a la hora de hablar de odios contra sujetos e identidades. Afirma que hay que cargar de contenido político a esa palabra, para que las violencias contra los cuerpos travestis no se diluyan en patologías individuales. Y los victimarios no sean nombrados como víctimas.

La activista trans Violeta Alegre cuestiona el uso de la terminología “fobia” a la hora de hablar de odios contra sujetos e identidades. Afirma que hay que cargar de contenido político a esa palabra, para que las violencias contra los cuerpos travestis no se diluyan en patologías individuales. Y los victimarios no sean nombrados como víctimas.  Por Violeta Alegre* Fotos: Ariel Gutraich La fobia parece carecer de responsables. Cuando se habla de fobia, se habla principalmente de la falta de control racional en la tolerancia subjetiva de ese individuo. Ante la falta de tolerancia, el sujeto acciona. ¿Cómo acciona? Gritando, huyendo, odiando, aplastando, matando. La palabra “fobia” –que hace referencia a salud emocional o psicológica- se caracteriza por miedo intenso y desproporcionado ante objetos o situaciones concretas. Creo en la necesidad de politizar la palabra fobia, ya que solo hace referencia a un diagnóstico propuesto por las ciencias médicas, invisibilizando la violencia de un sistema que opera para crear este tipo de odios. Un odio social y cultural del cual el patriarcado es agente constructor, perpetrador y perpetuador. Cuando se habla de fobia se convierte al victimario en víctima.

Fobia y castración

Lacan subraya la diferencia entre fobia y angustia: “la angustia hace su aparición al principio, en cambio la fobia, es una formación defensiva que trasmuta la angustia en miedo a uno o varios determinados objetos.” . Y añade que la fobia no se limita a representar a una persona temida inconscientemente, sino a distintas personas sucesivamente. El objeto fóbico sale de la angustia, pero lo que lleva es el miedo y, en cierta manera, el miedo concierne a algo articulable: es más tranquilizador que la angustia. A partir de allí, el mundo aparece marcado por toda una serie de puntos peligrosos, de alarmas. El mecanismo de la fobia culmina en el hecho de que el sujeto puede protegerse por medio de tentativas de fuga contra un peligro exterior. Ese peligro exterior resulta ser el de la castración. 
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La castración se refiere, en su sentido más concreto, a la práctica de mutilación  o pérdida de los genitales. A nivel simbólico contiene muchas acepciones como son, por ejemplo, el cortar, destruir, separar o perder “algo” que en la realidad o en la fantasía le pertenecía al sujeto: ¿podrá ser en este caso el poder (falo)? El concepto de objeto es muy amplio para el psicoanálisis, pero una de sus definiciones, según Lacan, sostiene que “el objeto fóbico viene a cumplir su función sobre el fondo de la angustia y esta angustia en cuestión es en definitiva –y lo sabemos por Freud- la angustia de castración”. De allí que podamos establecer una relación directa entre el concepto de “fobia” y el falocentrismo, uno de los sistemas opresores menos nombrados.

Falo es poder

Falo quiere decir pene, órgano viril, miembro genital masculino que viene de phallos, término griego que significa “lo que se hincha”. El término se refiere a que el pene ha sido considerado siempre un símbolo de dominación y poder, y que el cuerpo del hombre, y la sociedad, está controlada por el pene. El falocentrismo se concentra en la idea de que lo masculino es el eje central y fuente de poder y autoridad. Puede referirse al pene en erección o a un objeto en forma de pene o falo. Casilda Rodrigáñez Bustos, escritora española y fundadora de la Asociación Antipatriarcal, explica que el “falocentrismo” es cuando el falo es el centro de la sexualidad. Cuando toda la sexualidad se orienta y gira en torno él. El falo es el objeto de todas las pulsiones, de todo el deseo, capaz de atraer y absorber el conjunto de la energía erótica de la mujer. Este mensaje lo vamos interiorizando desde que nacemos, desde el momento en que, como dice Lea Melandri, nuestra madre no está ahí como mujer con su cuerpo de mujer en gestación extrauterina, sino como mujer del hombre para el hombre. Al negarnos su cuerpo, niega todo el caudal de energía erótica y toda la sexualidad no falocéntrica de la mujer. Y aprendemos a percibirnos a través de la mirada del hombre, y a desvalorar nuestro cuerpo.
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Aunque se relacionan en muchos puntos, no es lo mismo que el machismo. El machismo es una postura frente a la vida que puede ser personal y privada (no por eso menos política), mientras que el falocentrismo es una postura social, que envuelve el entorno y que quiere extenderse hacia la vida de todas las personas. Podemos entender el falocentrismo como un orden simbólico que centra en el falo la diferencia sexual entre hombres y mujeres. La mujer, muchas veces, vistas como un objeto que no es capaz de hacer las mismas cosas que los hombres.

Violeta Alegre fue una de las impulsoras del «Gritazo trava-trans latinoamericano» para decir #bastadetravesticidios – 24/11/2016

El cuerpo travesti interpela: rompe con el binarismo

Cuando hablamos de “transfobia” – usando una terminología que viene de las ciencias médicas- ¿no será otro de los intentos de la ciencia de domesticar la violencia a través del lenguaje? Si es una patología, no es culpa del “enfermo” y convierte al victimario en víctima. Partiendo del recorrido teórico de los conceptos objeto, sujeto y falocentrismo, me surgen estas preguntas: ¿qué ocurre con un cuerpo feminizado que interpela a la masculinidad entre el deseo y el falo? ¿Puede ser que el deseo de un varón hacia el cuerpo travesti desencadene luego una necesidad de eliminarlo? Sabemos que el cuerpo travesti interpela ya que rompe con el binarismo tan impuesto en nuestras subjetividades, y lleva automáticamente a revisar la propia identidad. ¿Será que el término «fobia» diluye cuestiones para que -en este caso combinándolo con el prefijo «trans»- pierda su sentido de representación colectiva, política y social?

Heteronorma y ciencia

Un cuerpo feminizado y sociabilizado “fálicamente” por el reduccionismo genital podría poner en terrible tensión a la masculinidad. El lado oscuro de la heteronorma dialoga amistosamente con las ciencias y enfocan siempre la victimización (patológica) de los individuos. ¿Hasta qué punto el cuerpo travesti está desprendido de la idea de objeto-falocentrismo-poder en la construcción de las masculinidades bajo un sistema patriarcal? ¿Será que por eso desprendemos angustia/”fobia”/miedo desmesurado a perder ese poder? Ese cuerpo feminizado, el constructo de hombre en mujer incluye muchas veces – con el aval de las ciencias médicas- una reasignación genital. Ese devenir mujer, para nosotras las trans, podría ser parte del miedo a no ser nosotras mismas. A no entrar en ese sistema binario, a ese constructo mujer (y que la mujer no siempre lo discute). Las trans, para ser aceptadas, muchas veces necesitamos encajar en esa categoría. Matar a una trans no es fobia, se quedaría corta la palabra, no tiene contenido político. En todo caso deberíamos politizar la palabra para poder ir dilucidando y modificando las graves consecuencias que proponen los sistemas opresores, los cuales suelen darse la mano con las ciencias.   *Activista trans Docente Consultora para el Banco Mundial Diplomada en género por la Universidad Nacional de General Sarmiento. ]]>

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