Antara Wells: cómo construir una estrella drag

Perfil de la drag queen cordobesa Antara Wells, que cumplió treinta años de shows y personajes.

9 de diciembre de 2024
Lucía Ceresole
Edición: Ana Fornaro

Antara Wells será Marilyn Monroe esta noche. Pero el que espera ahora, detrás de la puerta, con lentes grandes negros, una sonrisa de oreja a oreja, como si no fuera lunes por la mañana, es Pablo. Son las once y acaba de dejar el clásico vestido blanco de Marilyn en la tintorería. Lo necesita para la noche porque festejan a una amiga y le tocó hacer un show. Camina con firmeza por el pasillo del edificio, como quien sabe siempre adonde va, se abre paso sin perder la simpatía y empieza la magia: la de recitar los fragmentos de su propia fama. 

El vestido blanco de Marilyn pasó por varios cuerpos hasta llegar a él; es de una tela que se expande y es para todos los talles. Se lo puso primera vez en escena hace 29 años, una noche de viernes en 1995. Después todo se transformó. 

— Nunca hubo una Marilyn gorda. Pero a mí en ese momento no me gustaban mucho las imitaciones. A mí me gustaba tener mis propias interpretaciones, mi propio personaje, que era Antara. Yo quería ser yo, no imitar a alguien más.

Desde chico 

— ¿Doña María no tiene algo que le sobre?- pregunta una mujer trans a una señora que llega de la mano de su nieto a su casa en Pasaje Revol, en pleno corazón de Güemes, en la provincia argentina de Córdoba. 

El niño la observa, le mira la cintura asfixiada por un cinturón, el culo apretado debajo de las telas, el pelo largo, brillante y fastuoso. Su abuela entra a buscar ropa, comida o medicamentos, lo que tiene siempre a mano para las chicas que trabajan en la esquina de su casa en Cañada y Achával Rodríguez. 

Doña María recibe todos los días a 14 nietos que se dispersan entre las habitaciones del hogar. El sexto, Pablo Maldonado, nacido el 3 de enero de 1974. Hijo de un linaje tradicional radical cordobesista. Su mamá, Ángela Domínguez, trabaja en el Ministerio de Obras Públicas. Su papá, Aníbal Palacio, en la Caja de Jubilaciones de Córdoba. Al frente, fuera de la casa de su abuela, un reciente inaugurado Paseo de las Artes llenaba su tiempo libre con talleres de pintura, cerámica y manualidades. El teatro, el circo y los espectáculos musicales eran la casa de familia el fin de semana. 

— Un fin de semana de verano fuimos a Villa Carlos Paz. Mi viejo se iba a ver Los Chalchaleros con unos tíos y mi mamá no quería ir así que salimos a pasear. Terminamos en el New York City -un famoso centro comercial con juegos para niños en plena peatonal céntrica-. En el subsuelo había un sótano y ahí hacían shows. Mi mamá vio un cartel que decía “Noche de divas”. Salimos de los jueguitos y empezaba ese espectáculo. Era el Grupo Strass que venía a hacer un show medio escondido. Fue mi primer contacto con transformistas. Vi a Marilyn Monroe, Joséphine Baker, Marlene Dietrich y Barbra Streisand. Tenía 9 años. 

A principios de los ‘90, la Escuela Normal Superior «Dr. Agustín Garzón Agulla» les exigía a sus alumnos que eligieran entre talleres vocacionales para asistir dos veces a la semana en horario extraescolar. Pablo no era bueno con la máquina de escribir así que descarto’ dactilografía, no eras bueno abriendo bichos así que descarto taxidermia, pero si es bueno siendo otros así que elegi teatro. El taller sólo podía repetirse dos años, pero lo hizo desde los 13 hasta los 16 habilitado por su profesor, aunque detrás de escena: dirige, asiste y produce. A los 18, un ascenso, Pablo no se despidi’o de la escuela, le pidieron que fuera asistente del taller de teatro. Se quedó cuatro años más con paga incluida. 

Los ‘90

Pablo siempre está en los lugares donde la intensidad toma el ritmo de la situación, pone el pie minutos antes del clímax. En los ‘90, en Córdoba, esos lugares eran los boliches. Hangar 18 es uno de ellos y funcionó entre 1995 y 2005 en un galpón industrial ubicado en la zona del ex Mercado de Abasto. Domingos de electrónica, sábados de público gay y viernes una mezcla de público heterosexual y gay. Empezó desde atrás, a producir.

Una Marilyn gorda, una cantante vestida de militar y una conductora de gala van a pasar por el escenario de Piaf, un boliche en barrio San Martin, una noche de viernes de 1995. Pablo tiene su primera vez. 

Ahora, sentado derecho en una silla, casi sin moverse, sin tomar agua, Pablo habla sin descanso sobre su propia vida. Él es el protagonista, pero hay personajes secundarios que le enseñaron la disciplina y la conducta de la profesión: Jorge Molina es uno. 

— Había llegado de estar cinco años en Mario House una casa en Camboriú dedicada al arte drag como espectáculo. Llegó con una formación monstruosa, coreógrafo, bailarín y actor, todo eso lo metió en el transformismo. Era una bomba de tiempo, maestro de maestros. Venía de trabajar en el primer grupo de transformistas que se arma en la Argentina que fue el Grupo Strass.

Una noche de jueves de 1995, Jorge -sobre el escenario- y Pablo -detrás- ensayan con elenco para una gala que es un show a beneficio para el Hospital Clínicas y el Hospital Rawson, que atienden a personas con VIH. Un ladrillo blanco, con antena, empieza a sonar. Jorge atiende su teléfono celular y le dicen que su mamá está muy enferma. 

“Me bajo del barco, pero el timón lo va a llevar Pablo. Es la única persona que a ojos cerrados va a ocupar mi lugar, sabe todo lo que hay que hacer, puede usar mi ropa y tiene la suficiente firmeza escénica para llevar acabo esto”, dice Pablo que dijo Jorge. El espectáculo es al otro día. 

Ese viernes una amiga le hace las cejas, otra amiga le hace la boca y otra la ayuda con la peluca. Su cuñado, piloto de la fuerza aérea, le alcanza cuatro trajes militares. Con el vestido blanco, que se estira, trae a Marilyn Monroe al escenario. Se viste de militar y es una Star Sisters, una de las cantantes que iba a la guerra de Vietnam a cantarle a los soldados. Medias red, zapatos negros y un saco militar como vestido con gorra militar, sin peluca. Como Dixie Leonard, una actriz y cantante del 40’ que se une a Eddie Sparks, un famoso artista, para entretener a las tropas estadounidenses en la película For the Boys. Y un vestido de gala para la conducción del evento. 

— El resultado escénico de esa noche fue un boom y todo el mundo salió a hablar. A la semana ya tenía fechas armadas con espectáculos. Y hasta el día de hoy sigo trabajando. El año que viene ya voy a tener un número de 30 años de trabajo ininterrumpidos. Siempre le agradecí a La Molina porque en esta vida el artista tiene que buscar oportunidades, pero también ganárselas y eso viene de la mano de quien te abre la puerta para salir a jugar.

Un saco largo hecho de un cubrecama color crema, una peluca negra con extensiones amarillas cosidas, lentes amarillos de soldar. Antara sale corriendo del camarín de Hangar 18 a la vereda, da vuelta a la cuadra. Es octubre de 1997, show de apertura de la elección de reina drag en Córdoba, son las dos de la mañana. Un señor, que trabaja en una empresa al lado del boliche, la espera con una mulita de carga color amarilla. Antara se sube mientras adentro suena Supermodel of the World de RuPaul. Las puertas de emergencia se abren y ella se eleva hasta el escenario mientras baila.

— La gente murió. Eran mil personas que se abrieron cual moisés en las aguas y yo pasé por el medio de la pista.

Consagración

Es la una de la mañana de un martes 9 de julio de 2024, feriado en Tucumán. Los turistas se mezclan con los locales, hace días empezaron los festejos por el Día de la Independencia. En el centro de la ciudad, la tradicional vigilia patriótica que trae esta vez al presidente de la nación, Javier Milei. A varios kilómetros, en una disco, la independencia se festeja con la elección de la Reina Nacional Drag Argentina. Se apaga la música, las luces rebotan sobre el vestido plateado, un tocado de brillos que sostiene una peluca rubia casi blanca, los labios rojos y grandes. Debajo del escenario, gritos.    

— Esta noche estamos haciendo historia. Mi nombre es Antara Wells, fui la primera elegida para representar a esta casa -algunos gritan madre-. Esta noche las estrellas brillan para acompañarnos, que sea una noche increíble, de excelencia, estaremos aquí para honrar el arte drag argentino. Aplauso para todas las reinas dragonas. Mas federal que nunca, el 9 de julio se brinda acá. 

— Que culiada esta Antara ya me ha dicho todo lo que tenía que decir yo. Mentira. Muchos respetos con Antara. La conocimos por allá en el año 2000- dice su compañera de escenario. 

Antara fue la primera Reina Nacional Drag Queen Argentina, pero esta noche es jurado, evalúa a sus colegas de veinte años menos. No escatima en los puntajes, que no bajan de siete. 

— Yo vuelvo en 2017 como jurado después de 13 años de no ir. Pensé que la gente se había olvidado de mi pero cuando me presentan y la gente gritó para mí fue un shock. No falto más porque es un mimo que cualquiera quiere tener. Pero bueno, las chicas de ahora que son tan tecnológicas son más prepotentes y no saben trabajar de forma cooperativa, trabajan de forma unipersonal y se creen que son superiores. Los latinos tenemos puro talento, hay que darle la importancia que se merece y el valor. 

En el año 2000, Pablo había estado en Miami y compró por un dólar en un supermercado el single It’s Not Right de Whitney Houston. Con esa canción, una peluca corta y unas calzas celestes de látex con estampado de víbora pitón, un corset de cuero negro y un tapado se subió a competir en las elecciones nacionales. El jurado dio empate dos veces y la ganadora quedó en manos del público. 

— Gané sin tener el impacto de la otra. Yo impacté en el tamaño físico, bailaba, me habría de piernas, que para mí tamaño no era tan cotidiano. La otra drag subestim’o al público y trató de negras a las tucumanas. Eso a la gente le quedó. Votó a la simpática y a la amorosa y no a la transgresora y virtuosa. 

Antara 

Daniela Brollo baja las escaleras de su casa con una bolsa de cartón marrón. Adentro, varios tesoros, una cosecha. Une dos mesitas pequeñas del living y despliega tres montoncitos de diferentes alturas abrazados por papeles blancos que en fibrón tienen escritas algunas referencias, códigos que ella entiende. Es licenciada en Antropología y becaria del CONICET. Estudia desde hace varios años sobre artistas drag queen en espacios de sociabilidad nocturnos, festivos y mercantiles. Los montoncitos tienen fotografías de Antara: una genealogía de pelucas, maquillajes, escenarios, personajes, látex, cancanes y viajes de Pablo.  

Aniversario de Hangar 18 en 1999. Todas de negro con pelucas de colores: Jorge Molina con peluca azul. El profesor de todas, bailarín de tango, de folclore y de Moria Casan cuando hacia temporada. Con peluca verde, Jenny McKenna. De naranja, María Laura García. De violeta, Tamara Show. De rojo, Ariadna Paredes, que era la coya.  

Pero Antara no era Antara desde su nacimiento, recorría sin nombre algunos escenarios de noche. Pablo recorría oficinas en el gobierno provincial de día. Treinta años después, sentado en una banqueta con un té, al que le da pequeños sorbitos cuando las magnéticas palabras le permiten la pausa, dice sin repetir y sin parar: 

— Una noche me contratan para hacer la alfombra roja de un boliche que abría y me buscan como reportera drag. Estábamos haciendo entrevistas y llega una trava de Paraná que era voluptuosa, con cintura, cadera, culo, mucha teta, pómulos arriba, enorme, boca grande, mucho rulo peinado. Ella entraba en su mundo. Nos abalanzamos, le preguntamos de donde venia, como se llamaba. Ella dice me llamo Antara, con una voz de camionero, dice me gustan los nombres con personalidad y yo vengo de familia árabe. Al tiempo tengo que definir mi nombre y yo al tener un cargo político y mi familia política no quería que mi nombre volara por ahí, porque tenía una función pública. Así que dije Antara porque a mí me quedó ese personaje que era como si a una muñeca inflable de la Coca Sarli se le hubiese pasado el aire, era una Coca Sarli imponente. Y hay una serie australiana que la vi en mi adolescencia varias veces que se llamaba «Regreso a Edén». Era la historia de una mujer millonaria que lo pierde todo y despues vuelve con una falsa identidad a recuperar su fortuna con el nombre de Tara Welles. Se propone ser un ícono en la moda, era una star, se vuelve poderosa. A mí me gustó combinar esta Antara tan grotesca con este Wells del poder, del lujo y de la fama. Salir aireosa y adelante.

Por talento o por atrevimiento

Zapatos, 280 pelucas, cascos, sombreros, vestidos, pantalones, remeras, camisas, alas de bosque encantado, alas de gótico, alas de romántico, alas de ángel. Un pequeño departamento en barrio Marechal, es un depósito, su oficina. 

Pablo camina y prende las luces, son de esas que borran todas las sombras del rostro y del cuello que se tapan con maquillaje. La cocina comedor tiene dos sillas, una pequeña mesa, un sillón protegido con una tela y lleno de bolsas con ropa, hay tres muebles ocupados y un estante con perchas que tiene ropa para llevar a una modista. Valijas abiertas a medio desarmar en el piso y dos grandes espejos. En el baño la ducha es la gran palangana, porque la ropa del show se lava a mano, hay secarropa y un ventilador porque a veces hay que secar la ropa de un día para el otro. En la habitación no hay eco, entran tres personas paradas esquivando cajas, vestidos colgados, sombreros de colores, dos percheros grandes llenos de perchas con ropa. Hay cajas con aros, cajas con collares, frascos con anillos, frascos con coronas, frascos que hay que abrir para descubrir que tienen adentro. Es una casa de vestuarios y una casa de logística: desde hace 22 años Pablo tiene una productora de eventos y una compañía de bailarines. 

Mira a un costado y busca entre brochas, cintas, vasos, lápices. Encuentra una pila de fotos viejas. Las pone sobre la mesa. En una se la ve con un corset que le aprieta el cuerpo, le hace curvas arriba y cintura abajo. 

— Esa es en Hangar 18. Yo con un corset para la época era un montón, mi cuerpo no era el de una modelo ni el de mis compañeras. Ahora entiendo, soy re atrevida de pisar un escenario, pero entiendo por qué, porque tengo esa seguridad que siempre tuve en mi cabeza. A mi poneme al lado de Valeria Mazza pero ella no va a ser mejor que yo por más que sea bonita y rubia. Porque yo voy a ser más bonita y más rubia que ella. Te aseguro que voy a sobresalir. Tal vez no la opaque, pero voy a sobresalir. Aunque es algo que tuve más abajo del escenario que arriba y eso es algo que tenés o no tenés. El artista llega por talento o por atrevimiento. 

Hangar, Bunker, Vitreaux, Beep, El Ojo Bizarro, Carreras, La Jungla, La Luna, Egos, Rapoza. En los 2000 así se conformaba el circuito que las llevaba a recorrer los escenarios de todo Córdoba. Las drags y transformistas comenzaron a tener como audiencia principal a un público heterosexual. También a empresarios y referentes sociales y políticos de las clases altas cordobesas. 

En esos años, el nombre de Antara, La Molina y de otras artistas llegó a los oídos de Ramon Pico, quien hacía ambientación, cocina y decoración en fiestas. Fue un precursor de los multiespacios, tuvo su restaurant, casa de fiestas y boutique en el Cerro de las Rosas. Ustedes son obras de arte vivientes, que la gente las vea, hagan lo que quieran, les dijo Ramon Pico a seis drag queen paradas sobre un andamio pintado de plateado con brillantina. La paga eran 200 dólares. 

— No me olvido más de esas palabras. Fueron las cuatro horas más felices de mi vida y estar rodeada de la gente más rica de todo Córdoba. A los años voy a trabajar a la casa de los Pagani, los dueños de Arcor. Ellos me contrataban para sus fiestas haciendo noches de Broadway, de Nueva York. A los seis meses vuelvo a la misma casa a otra fiesta en el subsuelo, entraban ocho autos ahí. Era en un barrio privado que recién se estrenaba.

Después de ser coronada como la primera Reina Nacional Drag, entró a otro mercado, subió un escalón dice, y empezó a ser contratada por otros boliches cordobeses de la zona del Chateau. Las marcas -como Chandon o Quilmes- pagaban los shows.  

— Desde que gano la nacional mi trabajo también empezó a ser recorrer toda la Argentina. Durante dos años viaje a todos lados, todos los boliches. Era agarrar mi bolso y viajar muy mucho por todo mi país y fue lo más gratificante que he tenido.

Desde el 2005, empezó a trabajar más en producción y dirección de eventos y en el teatro. 

— No quería quemarme en exposiciones ni regalar mi trabajo. Lo drag en boliches empezó a correrse un poco, pero quería llevar el drag al teatro. Quería que el personaje tenga un texto, letra y dirección y eso me llevó entre el 2008 a 2012 volver a la facultad, volver a la lectura, volver a la escritura. a los talleres de teatro. 

Una vida de shows

Es 28 de junio de 2024 es el Día Internacional del Orgullo LGBT. Hace frio en el patio del Centro Cultural España Córdoba. No hay hombros ni piernas desnudas, hay cancanes, vestidos largos, tapados y camperas. De camino al patio un pasillo tiene fotos grandes pegadas a la pared: su cara y un show en la 1º Elección Drag Queen en Hangar en 1997, un show en un evento de la Fundación Huésped en Palacio Alsina en 2001, premiada en Tucumán en los 2000, junto a sus compañeras drag en 1999. Se inaugura la muestra “Una vida de shows maravillosa” del proyecto de investigación y archivo Escenas Transformistas que recorre cinco décadas de este arte en boliches, escenarios, fiestas y bares. 

Sobre el escenario, Antara, al lado, la conductora del evento, Bonita Stars: 

— ¿Cómo le va gente linda? Un placer luego de 30 años de carrera estar acá. Cuando salgan de este evento pueden hacer el recorrido de la muestra, una pequeña reseña de lo que es el transformismo en Córdoba. Pasando por lugares icónicos. Córdoba es cuna de talentos. Que se note el amor en una noche tan increíble como este 28 de junio. 

—¿Vos dijiste 30 años de carrera? Yo de vida -dice Bonita Stars. 

—Cuando yo ya estaba putoneando por ahí vos recién estabas naciendo. Recién apareciste al mundo. 

Bonita pasea entre el público, está haciendo tiempo hasta el primer show con preguntas y premios. Se para frente a una chica, estimados 20 años, le pone el micrófono y, a cambio de unos caramelos, le pregunta cuál es el nombre de la primera Reina Nacional Drag. La chica no responde, piensa. Digan quien fue la primera, estaba allá, insiste la conductora. La chica no responde, dice que no sabe. 

Treinta años. Treinta años es el número que más repite Pablo. 
—Yo el año que viene ya pienso dejar mi recorrido drag dentro del nacional y ya no voy a competir con nenes de 20 años que son los que se presentan ahora. No tengo ganas ni de tanto makeup ni de zapatos tan altos porque no me da el físico ni me da el tiempo. El drag es una disciplina muy sólida, es político, es expresión pura y es parte de un movimiento cultural, que no tiene límites. El año que viene me voy a retirar porque son 30 años, pero no voy a dejar lo artístico porque es mi vida, es mi profesión. Yo como reina drag ya estoy cumpliendo un ciclo.Me ofusca mucha falta de respeto y la falta de compromiso por el arte drag. Se aparecen pensando que son un personaje único, se perdió el ser original. Yo estoy disfrutando de estos momentos de reconocimiento para decirles ‘chicas espero que les vaya muy bien y que hagan un buen camino, que tengan posibilidades’ porque hasta ahora no hay otra drag queen que tenga 30 años de trabajo. Cuando vuelvo a este mundillo es para disfrutarlo, para levantar cosecha.

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