Brigitte LG Baptiste, bióloga trans: «Hay que deconstruir la ciencia»

La reconocida bióloga y ecóloga colombiana Brigitte LG Baptiste estuvo en Chile para hablar de cambio climático. Pero con Presentes habló de género y naturaleza.

Por Airam Fernández, desde Santiago de Chile

Brigitte LG Baptiste es la directora del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt de Colombia. Bióloga y ecóloga premiada, estuvo en Chile para hablar del cambio climático en el Congreso Futuro y qué pasaría ante una eventual extinción del cacao. Pero a ella, mujer trans, científica experta, le hubiera encantado hablar de género y tratar de responder la consigna que el festival de pensamiento y ciencia más grande de Latinoamérica escogió para este año: “¿Qué especie queremos ser?”.

“Con esa pregunta como invitación, pensé que sería llamativo e interesante buscar espacios para hablar sobre la construcción del sexo, porque además es un eje de la biología evolutiva y un eje de la construcción cultural contemporánea. No pasó, lamentablemente. Sólo me dediqué a hablar del cambio climático y otros temas que también son importantísimos”, cuenta a Presentes Brigitte.

Cuando transicionó, hace 20 años, a Brigitte le tocó hacerlo frente a una comunidad científica y académica donde ya tenía un nombre y una trayectoria sólida. Se sabe afortunada de poder decir que entonces, a sus 35 años, contó con todo el apoyo de sus colegas y afectos de ese mundo conservador. Tras su visita a Chile, le sorprendió que varias personas involucradas en ese mismo mundo se resistieron a su identidad. “Me sorprendió mucho esa resistencia a tratarme en femenino”, dijo.

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-Si hubieses tenido algún espacio para hablar de cómo la ciencia aporta a la explicación de lo trans, ¿qué habrías dicho?

-Eso hubiera sido muy interesante pero también una conversación bastante extensa. En otras instancias he hablado de eso y siempre he dicho que hay varias vertientes que son interesantes de considerar. Las que han sido más relevantes son aquellas que vienen de la etología o las ciencias del comportamiento, de la primatología, hechas por mujeres feministas que han deconstruido las interpretaciones del comportamiento primate con las que se había hecho analogía desde la psiquiatría o la sociología. Ahí ha habido un trabajo interesantísimo de personas como Joan Roughgarden y su libro Evolution’s Rainbow, donde hace una compilación de los estudios sobre transgenerismo, transexualidad y crianza entre las especies silvestres y demuestra la absoluta prevalencia de la heterogeneidad y de toda clase de arreglos que existen desde hace millones de años. También hubiese mencionado otro aporte que proviene de las ciencias sociales: cómo se identifican la construcción de derechos y elementos identitarios como componentes de desarrollo de la personalidad, de evolución del ejercicio y de la libertad individual, como un elemento sustancial de desarrollo social.

-Es aquí donde aparece la teoría queer de la que hablas constantemente…

-Exactamente. Cuando mi esposa Adriana me habló de la teoría queer hace muchos años, me costó entenderla, ya que las ciencias naturales son duras, son a menudo deterministas, creemos que el papel de la ciencia es revelar la verdad y eso no es necesariamente cierto. La teoría queer fundamentalmente lo que dice es que la identidad es una construcción contextual que se desarrolla. Esa posibilidad de jugar y combinar, construir y deconstruir identidades también es algo fabuloso para expandir la noción de lo humano y de los roles. Y cuando uno estudia mucha ecología se da cuenta que es exactamente eso lo que pasa en el mundo, en los ecosistemas: la identidad de todos los seres vivos se define a través de sus relaciones con el resto de seres vivos, no hay ninguna identidad estable ni que esté determinada por sus genes. El ejemplo más obvio es el de la domesticación, que crea identidades todo el tiempo, incluso unas que nunca existieron antes y que expanden siempre la noción de lo que es la vida.

-¿Se ha hablado o pensado en esto formalmente desde la ciencia?

-No. Hay literatura, hay movimientos, hay artes, pero desde la ciencia no se ha pensado ni se ha escrito al respecto y esa es la tarea que quiero hacer, para darle sustento y argumentación ante la misma comunidad científica que rechaza la diversidad de alguna manera o justifica el determinismo. Lo que me gusta de esta teoría es que pone en duda la construcción de identidades y sobre todo la carga erótica de las identidades, que es uno de los temas menos analizados por la ciencia contemporánea y se le deja a la medicina y a la psiquiatría.

-Entonces eres partidaria de deconstruir ese aporte de la ciencia para explicar lo trans…

-¡A fondo! Deconstruir la ciencia para abordar el género y el sexo es una tarea importantísima. Al final la ciencia es una construcción social, entonces tiene que corregirse a sí misma constantemente. La construcción de la naturaleza tiene muchos sesgos, mucha ideología, mucha subjetividad, lo que no es malo ni bueno per se, sino que es parte del fenómeno o de nuestra posición como seres orgánicos que provienen del mundo vivo.

-Si tuvieses que compararte con una especie silvestre, planta o animal, ¿cuál sería?

-Sin duda sería un caracol. Son hermafroditas y además tienen unas cópulas épicas, ¡imagínate!

-¿Crees que hay una conexión entre tu amor por la biodiversidad y tu vida cotidiana?

-Mi reflexión actual más bien me reconcilia cada vez más con estos temas. Me reconcilia en el sentido de que yo era una persona llena de preguntas, quería entender por qué a los seres humanos nos cuesta tanto aceptar la diversidad como algo positivo, por qué siempre construimos disciplina para construir la identidad de las personas y cómo usamos eso para organizar la sociedad. Siempre me pareció que había contradicciones importantes o que estábamos siendo demasiado deterministas, sobre todo porque se repite tanto que la homosexualidad o la adopción en parejas del mismo sexo no es algo natural. Y cuando comienzo a entender que eso sí sucede en el medio natural y en los espacios silvestres, siento un gran alivio por un lado y una obligación pedagógica por otro. Por lo menos para que los argumentos de naturalización que me han reprochado siempre y con los que han buscado limitar los derechos de las personas LGBTI no sigan avanzando.

-¿Qué cosas te reprochan?

-Hay un sector que no puede entender cómo es posible que la directora del Instituto Alexander von Humboldt, que promueve temas como la conservación, protección de la naturaleza y el uso sostenible de la biodiversidad, pretenda cambiar de género o “fingir” una sexualidad que no le ha sido otorgada.

-¿Cómo fue recibida tu transición por la comunidad científica en Colombia?

-Yo estaba estudiando en Barcelona, me había ido para tomar distancia de mi pasado. Ya llevaba un año y allá me fueron a buscar desde Bogotá. Recuerdo ese momento y me emociono porque una persona a quien aprecio muchísimo, que después fue decano de una facultad, fue hasta allá y me dijo: «Mire, quiero que vaya a la universidad y sea docente». Yo le agradecí el gesto y le dije que debía darse cuenta de que yo ya era otra persona. Pero él me dijo que veía a la misma persona de siempre y que el cambio que yo le estaba haciendo notar no era un impedimento. Fue maravilloso porque volví a la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, una universidad católica, y a nadie le importó un pito. O por lo menos nadie lo manifestó. Esos años que pasé enseñando, donde mi feminización se hizo pública, fueron muy especiales y muy positivos y sé que soy privilegiada por eso, porque otras mujeres trans no están ni cerca de poder contar su historia de esa manera, algo que me da mucha rabia en esta sociedad tan injusta.

-Tienes dos hijas y estás casada con una mujer. ¿Cómo se vive en una familia diversa?

No me gusta definirme como madre o padre, sino como progenitore. Mi esposa Adriana me conoció así y la familia que empezamos a construir viene desde que yo liberé a Brigitte públicamente. Hemos sido muy cuidadosas de nunca construirles un guión de género de ningún tipo, pero por supuesto que en el colegio y en el resto del mundo sí lo hay, entonces nos hemos planteado ayudar siempre a que no se tomen en serio eso tan pesado que viene de afuera porque no lo amerita, a menos que implique violencia y nos toque intervenir. A mis hijas les parece un poco irrelevante o trivial el tema del género porque han ido creciendo sin ninguna formación deliberada de lo que significa ser hombre, ser mujer, autorepresentarse de una manera o de otra.

-En una entrevista dijiste que en todo esto proceso, lo único que no estabas dispuesta a cambiar era tu voz, ¿por qué?

-Como mi transición fue tan tardía, la pública a los 35 años, había muchos rasgos de mí misma con los que no había peleado. Mi voz me había servido como ancla de alegría, de expresión. Además yo estuve en coros y durante décadas canté como barítono. Era algo que disfrutaba mucho. Me gusta mi voz como es. Igual hice algunos ensayos en terapia de cambio de voz y no me sentí cómoda. Tal vez es otro elemento con los que una juega, así como en mi nombre conservo el LG de Luis Guillermo, porque es el nombre que me regalaron mis padres. Es una serie de huellas en el cuerpo que son importantes para recordarme que soy la misma persona.

-¿Qué experiencias o aprendizajes te llevas de Chile?

-A pesar de que este es un país muy conservador en muchos aspectos, me impresionó mucho la presencia del discurso feminista, lo robusto de la argumentación y la defensa en los espacios, sobre todo porque en Colombia no hay algo parecido todavía. También la forma en que se discute la ciencia y su uso en la sociedad, porque este es un país convencionalmente más rico que el resto de los países latinoamericanos y eso se nota en la forma en que se habla de modernidad y desarrollo.

-La mayoría de los medios locales que reseñaron tu participación en el Congreso Futuro hablaron de ti como «experta» y no como «experta trans». ¿Crees que eso es una ganancia o una manera de invisibilizar tu identidad?

-No me había fijado en ese detalle, quizás es porque con eso soy bastante laxa, no soy tan exigente en términos del tratamiento. Ahora, sí me molesta que me cambien de género a «experto» o se refieran a mí como “caballero”, cosa que ya ha pasado varias veces estando acá. Es indudable que cuando alguien hace eso está tras una intención y no es una situación ingenua.

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