Deconstrucción de relatos sesgados sobre la infancia trans
Las experiencias de niñas y niños trans, y los posibles tratamientos, están siendo utilizadas para generar un conflicto público y mediático ajeno muchas veces a las vivencias.

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A Álex se le asignó al nacer el género femenino porque tenía vulva, pero con el paso del tiempo, su madre, Raquel Sánchez, se ha dado cuenta de que siempre tuvo un niño. Desde que empezó a percibir las cosas que suelen diferenciar a niñas y niños, siendo muy pequeño, vio cómo se arrancaba las coletas, las horquillas, los vestidos… “Yo le compraba ropa más bien unisex, pero aun así él se la quitaba a su hermano mayor”, recuerda.
El relato de esta mamá madrileña es similar al de la mayoría de niñes trans que han tenido la suerte de nacer en familias sensibles a su realidad. Cuando las criaturas crecen un poco y comienzan a percibir las marcas de género, se inicia un proceso de exploración y acomodo que suele tender hacia lo socialmente femenino o masculino. El género, para la psicomotricionista infantil Cristina López, empieza en las demás personas: “Ya está en mí cuando me dirijo a les niñes con les que trabajo, con los juegos que espero que hagan, la personalidad que espero que desarrollen, los hitos evolutivos que recogemos los especialistas…; todo está marcado por los roles de género”. Cuando las preferencias o el comportamiento no se adecuan a esas expectativas, pueden saltar las alarmas. “Algunos padres lo relacionan con patologías. Dicen cosas como: es que juega como una niña, eso no es normal. Pero eso es algo social, no es patológico”, continúa López.
En el caso del pequeño Álex, el proceso fue explícito desde el principio. “Un día íbamos hablando, cuando tenía cinco años, y me dijo: mamá, yo quiero ser un niño”, recuerda Sánchez. “Le respondí argumentando que las niñas también pueden llevar el pelo corto como él quería, y que de mayores también se podrían hacen novias de otras chicas. Me respondió: quiero tener novia, pero siendo yo un chico”, añade. Poco después, el día que le cortaron el pelo, estuvo toda la tarde mirándose en el espejo y jugando. “Me dijo: mamá, ¿a que estoy guapo? Era la primera vez en que él mismo cambiaba de pronombre”, rememora.
“No somos ideología, somos personas”
La audiencia de los debates televisivos de la mañana o quien lea algunos libros entenderá el proceso de Álex como el triunfo de un supuesto “lobby queer”. Las personas trans, y especialmente les menores trans, son la diana de volúmenes como Nadie nace en un cuerpo equivocado. Éxito y miseria de la identidad de género (cuya presentación en mayo de 2022 en Barcelona fue boicoteada por activistas LGTBIQ+ que sufrieron la violencia de la policía), que aseguran desmontar la mal llamada “ideología de género”, que, aducen, hay detrás de reclamaciones como la autodeterminación de género, recogida en la ‘ley trans’, impulsada por el Ministerio de Igualdad en 2023.
“No somos ideología, somos personas”, recuerda la pionera activista y exdiputada de la Asamblea de Madrid Carla Antonelli. “Nos ponen una estrella de David en medio de la frente cuando hablan del ‘transgenerismo’ que invade el país. Han deshumanizado lo trans para que parezca que no hablan de personas”, lamenta Antonelli, quien cree que “se ha normalizado tanto la transfobia, que hay quien se atreve a decir cosas como que una violación a una mujer trans es menos violación porque no se puede quedar embarazada”.
“¿No conseguimos que se laven los dientes y vamos a conseguir que cambien de género? ¿Cómo piensan que se puede cambiar desde fuera la identidad de nadie?”
Poderosos medios y personas con influencia están detrás del auge del pensamiento transexcluyente, que ha seducido a exvicepresidentas del Gobierno o históricas feministas. “Si crees que eres feminista y mantienes un discurso calcado al de la extrema derecha, no olvides que a ti también se te van a llevar por delante si tienen la oportunidad”, advierte Antonelli.
Natalia Aventín, presidenta de la asociación de familias trans-aliadas Euforia, recuerda que “el discurso TERF [acrónimo inglés para la reacción transexcluyente] ya estaba ahí”. Apunta que, desde hace años, han soportado que les llamen “madres transexualizadoras”, como si ellas estuvieran detrás de la identidad de sus hijes, denuncia. “¿No conseguimos que se laven los dientes y vamos a conseguir que cambien de género? ¿Cómo piensan que se puede cambiar desde fuera la identidad de nadie?”, apunta.
La misma experiencia explica Raquel Sánchez: “Cuando tuve el juicio para el cambio de nombre de Álex, el niño se puso nervioso y no habló, así que tuve que explicarlo yo. Le dije al juez que por mucha ilusión que te haga tener un niño o una niña, ningún padre pondría todo esto en marcha por capricho. ¿Tú crees que yo tengo necesidad de pasar por todo este proceso? Ninguna. Lo hago porque es la felicidad de mi hijo. Es su naturaleza, lo llevo viendo desde siempre”.


“Las infancias trans han existido siempre, pero estaban reprimidas. La inmensa mayoría tuvimos que escondernos, vivir en el armario”
Desmontando bulos
Frente a la obsesión de la reacción transexcluyente por enjuiciar el desarrollo de les niñes trans como si fueran un fenómeno novedoso, la presidenta de COGAM (colectivo LGTBIQ+ de Madrid), Carmen García de Merlo, afirma con contundencia que “las infancias trans han existido siempre, pero estaban reprimidas. La inmensa mayoría tuvimos que escondernos, vivir en el armario; claro que yo también fui una niña trans”.
Los bulos sobre menores ‘hormonados’ y ‘mutilados’ son constantes en los discursos de odio. García de Merlo recuerda efectivamente el caso de un conocido, pero en sentido contrario: “Se trataba de un hombre trans que en su día se negó a ponerse su vestido de comunión. Le obligaron a hacerlo y después le llevaron al psiquiatra”. El facultativo le atiborró a pastillas y, “como no hacían nada, le inyectaron hormonas femeninas, con el pretexto de que le faltarían en su organismo. Ese sí era un caso de un menor hormonado y psiquiatrizado desde pequeño, pero por parte del sistema”, rememora.
Las activistas están cansadas de enfrentarse a este tipo de mentiras. Carla Antonelli apunta que ni siquiera existe ninguna hormona inventada para las personas trans: “Los tratamientos que usamos son los que existen para otras cosas. Los estrógenos que tomamos las mujeres trans son parches menopáusicos, tratamientos anticonceptivos… cosas que ya hay en el mercado”. Recuerda, además, que los inhibidores hormonales —que retrasan el desarrollo de la pubertad, pero no contienen hormonas del género opuesto— son usados con frecuencia en menores “que tienen un desarrollo precoz de la pubertad, especialmente en niñas a las que les viene muy pronto el periodo, con ocho o nueve años”. En este caso, al tratarse de niñas y niños cisgénero, “nadie arma un conflicto sobre si eso está bien o mal”, lamenta.
“Quienes insisten en la biología, parecen ignorar la existencia de las personas intersex”
El fantasma más usado contra los tratamientos hormonales es el de la reversión. ¿Qué pasa, pregunta la reacción transexcluyente, si el niño o la niña se arrepienten? En el caso de los bloqueadores hormonales, nada. La pubertad seguirá su curso una vez se termine el tratamiento. Y en el caso de las hormonas cruzadas (estrógenos para chicas trans y testosterona para chicos trans), estas solo se empiezan a usar a partir de los 15 o 16 años. “Para entonces el menor ya puede llevar una década manifestando su identidad de género. Es algo que tiene claro”, apunta Antonelli. ¿Hay gente que “detransiciona”?, se pregunta García de Merlo, “pues sí, pero es un porcentaje muy pequeño. ¿Vamos a fijarnos en esos casos y no en la mayoría?”, se responde. Algunos estudios, como ‘Detransition rates in a national UK Gender Identity Clinic’, de 2019, o ‘An Analysis of All Applications for Sex Reassignment Surgery in Sweden’ (un análisis de todas las solicitudes de cirugía de reasignación de género en Suecia), de 2014, sitúan ese porcentaje entre el 0,47 por ciento y el dos por ciento. Cuando dejan de aplicarse las hormonas cruzadas, el cuerpo recupera con el tiempo las que produce de manera automática.
Quienes ponen en duda la determinación de les menores trans, “están infantilizando su autopercepción”, explica Cristina López. Esta especialista en desarrollo infantil considera que, cuando se dice que es un juego o que son “cosas de niños”, no se tiene en cuenta que “les niñes juegan siempre, y en esos juegos se construye la identidad. Por supuesto que no hay que darle entidad a que un día Juan quiera llamarse Violeta. Hay que acogerlo, igual que otro día querrá ser Batman”, comparte. Pero si ese modo de actuar se repite, “si le niñe insiste en mantener su identidad en el tiempo, hay que escucharlo y observarlo”, aconseja.
López apunta además a una de las bases biologicistas que arguye la reacción transexcluyente. “Quienes insisten en la biología, parecen ignorar la existencia de las personas intersex. No han determinado qué hacer con elles”, argumenta. La existencia de estas personas, que demuestran la diversidad del sistema sexo/género, no se traduce sin embargo en una apertura de miras. “La biología es la reina de la diversidad, no es algo estable, ni estático, ni que dé respuestas a todo”, concluye Natalia Aventín.
“Se nos ha convertido en dianas humanas. Si se estuviera haciendo con otro colectivo… simplemente no se permitiría”
La hormonación y la cirugía suelen ser las únicas opciones propuestas desde la medicina para desarrollarse como persona trans, aunque cada vez hay voces que cuestionan estas posibilidades. Hormonas y las intervenciones no son un camino de rosas, pero Raquel Sánchez quisiera que escuchen a su hijo. “Tiene seis años y ya me dice que no quiere pecho, que quiere pelo. Y que quiere voz de hombre. Me pregunta: ¿qué me puedo meter en la boca para tener voz de hombre?”, cuenta. Insiste en que ningún padre ni ninguna madre desea que su criatura se medique toda la vida, “pero su felicidad depende de ello”.
Fijación por lo trans
Libros pretendidamente científicos, enconados debates donde se da espacio al odio, tribunas en diarios supuestamente progresistas… “Es lamentable reconocerlo, pero la transfobia está de moda”, se lamenta Carla Antonelli. “Algunas personas han saltado a los medios únicamente por sus ataques a las personas trans. Es un escándalo que hayan cuajado ideas tan reaccionarias y falsas, como las de los violadores en los baños”, apunta refiriéndose al bulo mil veces desmentido de supuestas mujeres trans que transicionan para usar los aseos de mujeres con fines delictivos. Estos debates versan sobre una comunidad trans que, recuerda la activista, en España está estimada en tan solo 50.000 personas: “Se nos ha convertido en dianas humanas. Si se estuviera haciendo con otro colectivo… simplemente no se permitiría”.
Ante a la noción de lo trans como una moda —extendida según la reacción transexcluyente en canales como TikTok o YouTube, donde abundan les adolescentes que van compartiendo su transición—, Carmen García de Merlo cree en la importancia la dimensión humana para hacer entender sus vivencias. “La cuestión no es dar una charla llena de teorías académicas, sino hablar a la sociedad de nuestras vidas. Hablarles del rechazo de nuestras familias, de lo duro que es el camino. ¿De verdad van a seguir creyendo que pasamos por todo esto por un capricho?”, explica.
Ser una niña o un niño “no es como querer ir a EuroDisney”, afirma rotunda Raquel Sánchez. “Mi hijo Álex no puede sentirse de otra manera. Quien se acerque a él, incluso quien haya tenido dudas, ve lo que hay: es un niño. Esto es natural. En la naturaleza hay niños con vulva y niñas con pene, y lo tienen que entender”, continúa. Con todo, recuerda el caso de su pediatra, que les preguntó a su pareja y a ella si como padres no iban a parar esto: “Inmediatamente puse un comunicado en el centro y me cambié de pediatra”.
El deseo de Natalia Aventín es que que todo el mundo “se acerque a les niñes trans, incluso con todos sus prejuicios, porque la realidad les va a dar un revés. Cuando la gente ve la realidad, cambia su percepción”. E incluye a la “gente aliada por intuición”, pero que no ha profundizado lo suficiente para referirse con propiedad estes menores. “Creen que ayudan y dicen cosas como ‘el niño que quería ser niña’. Esto ocurre porque siempre hay muchas personas cis hablando de personas trans en los medios. Si las personas trans protagonizaran las conversaciones públicas en torno a ellas, el resultado sería muy distinto”, apunta.
Afortunadamente, casos como el de Álex y su madre demuestran que una nueva normalidad se extiende en las infancias trans. “Al día siguiente de comunicar a las madres del colegio el cambio de nombre, todo el mundo le llamaba Álex. Es increíble lo bonito que ha sido el tránsito. Somos los adultos los que ponemos los problemas, les niñes lo asumen todo con naturalidad”, recuerda y cuenta, también orgullosa, cómo una de esas madres les comentó que su hija le había dicho que Álex presumía de tener una mamá que no le obliga a ser una niña. “¿De dónde va a sacar eso mi hijo, de dónde lo va a aprender? Lo que sí aprendió es que por tener vulva estaba obligado a ser una niña. Eso sí que lo veía en el ambiente”, concluye. Por suerte, su familia, su entorno y él mismo han demostrado que se equivocaba.
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