Casa Trans: una familia y un refugio  que se extiende por Bolivia

La Casa Trans Pamela Valenzuela es un albergue para personas trans que funciona en Bolivia desde 2022 y brinda múltiples apoyos además del alojamiento.

3 de enero de 2025
Leny C. Chuquimia Ch.
Edición: Ana Fornaro

“Es la casa de todas”, dice  Kimberly, con una sonrisa amplia y unos ojos que brillan detrás de unas pestañas frondosas. Llegó a la Casa Trans Pamela Valenzuela hace un año, cuando dejó Cobija (Departamento de Pando, al oeste del país) en busca de nuevas oportunidades en La Paz. 

Llegó sin nada, pero allí recibió un techo, comida y la empatía de sus compañeras que, al igual que ella,  llegaron  por la necesidad. “En el tiempo que estuve acá pude reunir dinero y comprar las cositas necesarias para el cuarto que tengo ahora”, relata. 

Y es que la Casa Trans, es mucho más que un centro de oficinas de ayuda, es una red de apoyo, legal, médico, alimenticio, habitacional y también emocional y familiar. No solo se trata de cubrir las necesidades que el Estado no logra asumir, sino de generar un espacio seguro para el resguardo de los derechos de la población trans. Lleva el nombre de la activista trans Pamela Valenzuela, la primera en cambiar su nombre en un documento de identidad.

Una solución a la necesidad  

Cerca del mediodía las puertas de la Casa Trans, en el barrio de San Pedro, ya están abiertas de par en par. Desde su comedor popular comienza a emanar los aromas del plato del día, alimentos que son preparados por las mismas beneficiarias. Y aunque el objetivo principal son las mujeres y hombres trans, al lugar puede llegar todo aquel que requiera un plato de comida.

“La Casa Trans ya tiene dos años. Es un proyecto que se ha venido ejecutando con toda la población trans de Bolivia. Al inicio se abrió en tres ciudades: La Paz, Cochabamba y Santa Cruz. En La Paz la dirijo yo y estamos concentradas toda la población trans de La Paz”, explica Luna Humerez, presidenta de la Organización de Travestis, Transgéneros y Transexuales Femeninas (Otraf) de Bolivia.

Es abogada, carrera que eligió ante los problemas legales que enfrenta esta población en el país y que requieren atención. Cuenta que la Casa Trans nació de las necesidades de las mujeres trans que, si bien siempre son muchas, se vieron exacerbadas por la pandemia.

“La principal demanda la vimos durante el Covid, las chicas no tenían qué comer o dónde dormir.  Fue el Fondo Mundial que nos apoyó para que podamos abrir un lugar donde tengan alimentación gratuita. Ya, después, fuimos creciendo” afirma Luna.  

De acuerdo a datos de la Defensoría del Pueblo, el 43.5% de las personas trans tienen un ingreso menor a mil bolivianos (unos 140 dólares, menos del 50% del salario mínimo nacional). Asimismo, son la población con el mayor porcentaje de educación secundaria incompleta, con la mayor cantidad de personas sin cobertura de salud. Además, el 64% sufrió eventos de discriminación en el último año.

No existen datos oficiales sobre la cantidad de fallecidos a causa de la pandemia y mucho menos cuántas de estas personas eran trans, pese a que fue una de las poblaciones más afectadas. Y es que, adicionalmente al colapso sanitario, su acceso a la salud se vio obstaculizada por prejuicios sobre su identidad. 

La pandemia, por sus restricciones, también generó que muchas de las mujeres trans, que suelen cumplir trabajos precarios o de tipo sexual, se queden sin fuente laboral, sin ingresos y en muchos casos sin un techo. 

“Esas necesidades eran las que queríamos cubrir. Desde su inicio hasta ahora no tenemos un dato exacto de cuántas pasaron por acá, pero son muchas. Algunas vienen a comer, otras en busca de un techo”, indica Luna. 

Mucho más que un albergue

“Para las chicas de bajos recursos ‘la casa’ es de gran ayuda, es un refugio. Acá se conocen personas buenas y a veces también malas, de todo… igual que en una familia”, sostiene Dulce, una de las beneficiarias.    

Lo que empezó como una especie de albergue hoy es “un centro de lucha” en el que se brindan varios servicios. Un equipo multidisciplinario se encarga de brindar ayuda en diferentes áreas.

Para ello la Casa Trans ha habilitado espacios para dar consultas legales, médicas, psicológicas y hasta de capacitación en algún oficio para ayudar para que generen sus propios recursos.

“Tenemos una abogada, una trabajadora social, un psicólogo, una médico endocrinóloga para el proceso de transición de las compañeras. Desde esta casa se gestionan muchas cosas, como becas para las compañeras que quieren estudiar en la universidad o en algún instituto. Es un espacio de concentración de la lucha, pero sobre todo una familia”, explica Humerez.

Para acceder a estos servicios llegan incluso desde otros departamentos. A veces  lo hacen solas y otras con sus familias. Y es que cada vez hay mayor aceptación del entorno, que incluso busca ayuda para enfrentar el proceso que toda mujer trans inicia.

Pero quienes no cuentan con este apoyo, se ven obligadas a dejar todo atrás y  llegan en situaciones de total precariedad y vulnerabilidad. Para ellas, la casa ha significado una gran mejora en su calidad de vida.

Los problemas son muchos y por ello la asesoría legal cubre desde el acceso a la identidad legal, problemas de discriminación, acceso a los bienes comunes en caso de muerte de la pareja, temas de violencia, etc.

Junto al aumento de los servicios, el número de las Casas Trans también crece. Ya no solo están en el eje troncal. Se abrió una en Trinidad y otra en Oruro, estas aún no cuentan con todas las áreas de atención como las que cuenta la sede en la Paz, pero con el tiempo también lo harán.

Un banco de hormonas para una transición que nunca termina 

“Transicionar es un proceso largo y que se puede decir que nunca se termina. Requiere de mucho apoyo familiar, médico, psicológico y hasta económico ya sea para las hormonas o para acceder a una cirugía”, relata Vivi, otra de las fundadoras de la Casa Trans. 

Afirma que el proceso implica la aceptación de una misma y su cuerpo. El proceso genera cambios en todo el entorno por lo que debe ser guiado por profesionales experimentados en la transición.

Sin embargo, este no es un servicio accesible. En Bolivia no hay bastantes especialistas en el tema, ni en el sector público ni en el privado. A diferencia de otros países donde es parte de las prestaciones del sistema se salúd pública, en el país el costo es elevado.

Entre ellas mismas han visto a muchachas jóvenes que, al no poder acceder a esta atención, acuden a fuentes de información erradas e inseguras con las que inician un proceso con hormonas inadecuadas que pone en serio riesgo su salud. 

“Por eso vimos la necesidad de tener una médico endocrinóloga especializada en realizar la transición. La endocrinóloga viene dos veces a la semana, esta atención es financiada por medio del Fondo Mundial y el PNUD que es su receptor en Bolivia. Eso nos ayuda mucho, porque si de por si hay pocos endocrinólogos en el país, son mucho menos los que están especializados en atención a la población trans”, explica Luna.

Pero el problema no termina con tener al especialista. Lo complicado es tener acceso a las hormonas de forma sostenible en el tiempo. Si bien el costo de estos fármacos ya es alto, la crisis por falta de dólares que vive el país generó escasez de algunos medicamentos y       alza de los precios -de hasta el doble o triple- de otros, una situación que afecta a quienes usan hormonas para la transición.

“Desde las líderes estamos tratando de gestionar un banco de hormonas, dentro de la misma Casa Trans, a través de la médico endocrinóloga. Aún no sabemos dónde tocar puertas o cómo, pero es un proyecto que tenemos para, porque es uno de los temas más difíciles y costosos”, afirmó Humerez.

Y es que la falta de acceso influye en que muchas no llegan a realizar su transición, porque no tienen dinero. Solo realizarse los laboratorios iniciales pueden llegar a costar más de dos mil bolivianos. “Y no es cuestión de tomar un mes, sino que es un proceso largo, de años”.

Aunque por ahora el Estado no asume estos temas dentro del seguro universal, Humerez espera que a larga sí lo haga. Tal como ocurre en Argentina o Chile. 

No solo para ellas sino para la comunidad

Poner la Casa Trans en marcha no fue nada fácil. El principal problema era la resistencia de los vecinos de San Pedro. No faltaron las miradas despectivas y la vecina que amenazó con quejarse a la junta de vecinos para evitar el funcionamiento del espacio.

Ana Lucía Flores conoce la Casa Trans desde el inicio. Junto a Luna escogió el mobiliario, definió los espacios y se puso a la tarea de lograr que el vecindario los acepte como una organización que está a disposición de la comunidad. 

“Este espacio es muy importante para nuestra población por lo que también apoyó a la inclusión. Acá solo demostramos amor y cariño, porque el único objetivo es ayudarnos entre nosotras y a los demás”, afirmó Flores.

Y es que a la Casa Trans no solo vienen las mujeres y hombres trans, sino que llegan personas de fuera de la comunidad. Anoticiadas por los servicios, llegan  mujeres  víctimas de violencia a quienes se les da apoyo legal y psicológico. Algunas acuden con sus hijos e hijas para hacer uso del internet.

“Ya hemos creado sensibilización en el barrio, ya nos reconocen como personas buenas que solo buscamos ayudarnos entre nosotras. Ahora los vecinos nos hablan muy bien”, añade Luna.

En medio de San Pedro, uno de los barrios más conservadores de La Paz, la Casa Trans se levanta, tras una fachada pintada de rosado, blanco y celeste. A puertas abiertas y sin restricciones, el espacio se ha convertido en una muestra de inclusión en la que se brinda el apoyo que el Estado no logra cubrir.

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