Cómo impactan las violencias en la salud mental de las personas LGBTIQ+ de Perú
Un informe realizado por segunda vez en Perú revela las consecuencias en la salud mental de las personas LGBTIQ+ tras sufrir violencia y discriminación.
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LIMA, Perú. El II Estudio de Salud Mental LGBTIQ+ de Más Igualdad registra cifras alarmantes sobre distintos tipos de violencia, discriminación y “terapias de conversión” que padece la comunidad. Y, en consecuencia, altos índices de afecciones en la salud mental. Les principales víctimas son las personas trans, no binarias, intersex y bisexuales.
“Esta persona -la que me abusó sexualmente- me hizo mirarme al espejo y decir que nunca más iba a besar a una mujer. Me acuerdo que yo estaba desnuda y me puso frente al espejo y me hizo decir que yo estaba anatómicamente hecha para un hombre. Y que no puedo besar a una mujer. Me dijo que me tape la boca y me decía que me estaba limpiando”, relata a Más Igualdad Andrea, mujer cisgénero y bisexual, 31 años, sobre el asalto sexual que sufrió a causa del machismo y el odio hacia su orientación sexual.
Agencia Presentes tuvo acceso al informe final de la ONG Más Igualdad, el cual revela problemas en la salud mental de las personas LGBTIQ+ por diversos abusos padecidos y la constante estigmatización de la que son víctimas. Incluso, por parte de les profesionales que deberían proteger su bienestar emocional.
Prácticas violentas
La publicación de este estudio cobra más relevancia en el escenario actual. El 2024 será recordado como el año en que el Ministerio de Salud de Perú emitió un Decreto Supremo que considera a la identidad trans como una enfermedad. Un año más en el cual no se ha incluido en la Ley de Salud Mental la prohibición y sanción de las “terapias de conversión”.
Mientras esto último no cambie las infancias peruanas seguirán siendo víctimas de crueles prácticas, como la ocurrida hace pocos meses con niños torturados con plantas de ortiga por tener un “comportamiento femenino”, en la comunidad awajún, departamento de Amazonas.
El estudio obtuvo una muestra de 1267 personas LGBTIQ+, o que se encuentran en cuestionamiento de serlo, en Lima y regiones. Este grupo se identificó como personas trans (15%), no binaries (13%), intersex (2%). En cuanto a la orientación sexual bisexuales (40%), gays (45%), lesbianas (11%) y asexuales (10%). Los porcentajes pueden sumar un número mayor al 100% porque hay quienes pueden identificarse con dos etiquetas al mismo tiempo. Por ejemplo, alguien puede identificarse como intersex y lesbiana, o como no binarie y bisexual.
Acoso y violencia sexual
“Cuando salgo a la calle procuro arreglarme, dependiendo de mi estado de ánimo. Entonces, si ven literalmente a una fémina, tal cual, la agresión está presente, que es algo que viven la mayoría de mujeres con su día a día. Pero cuando salgo como masculinidad trans, la cosa cambia. Porque es como si quisieran ponerse en un jueguito de ver si tienes o no tienes tetas”, comparte a Más Igualdad Demian, transmasculino no binario, 21 años.
El testimonio de Demian evidencia el acoso sexual que recibe de manera frecuente un 38% de la comunidad LGBTIQ+. De este número las identidades con un porcentaje más alto son las personas trans (59%), no binaries (51%), intersex (42%) y bisexuales (41%).
La activista de Fuerza No binarie, G Santos, explica a Presentes que se tiene preconcebida la idea de que una persona no binaria (NB) “es sinónimo de una persona que está abierta a cualquier tipo de experiencia sexual. O que disfrutan que les hagan comentarios con connotación sexual. Eso nos pone en una situación de vulnerabilidad tanto en espacios heterosexuales como LGBT”, afirma.
El estudio también registró que un 34% de la comunidad sufre siempre o casi siempre violencia verbal o psicológica. Y que la cifra se incrementa en personas no binaries (59%), trans (53%) e intersex (48%). También suben los números de estas tres identidades respecto a agresiones físicas, amenazas y el hecho de sentirse amenazades. Además, se reportó que un 10% de la comunidad sufre de manera frecuente violencia sexual, aumentando los números en personas trans (44%), no binaries (39%) e intersex (39%). Se debe resaltar que el 31% de la muestra de personas LGTBIQ+ registró haber padecido agresión sexual al menos una vez en sus vidas.
“El Perú es un país machista. Todo lo que se sale del estereotipo masculino es castigado socialmente. Por eso las personas que somos parte de la diversidad de género sufrimos más violencia y discriminación”, dice a Presentes Leyla Huerta, mujer trans fundadora y directora de Féminas Perú. “No se nos acepta como ciudadanes, pero sí como objetos del placer. Por eso es que las mujeres trans estamos en situación de prostitución”, informa.
Para Alex Hernández, investigadora del estudio, psicóloga y activista bisexual de Más Igualdad (el otro investigador es el psicólogo y activista gay Rodrigo Flores, de la misma ONG), la violencia sexual hacia la comunidad muchas veces es utilizada como un “arma correctiva”. Agrega que “en el caso de masculinidades trans, como en el caso de las lesbianas y en el caso de cualquier persona que es asignada mujer al nacer y que tiene una identidad diversa siempre está latente el riesgo de ser víctimas de “las violaciones correctivas”.
Estrés “de minorías”
Les investigadores del estudio midieron en las personas encuestadas el estrés de “minorías”, “modelo teórico que reconoce que existen condiciones y eventos adversos que experimentan las personas LGTBIQ+ por ser un grupo “minoritario” (entendido como opuesto al grupo “mayoritario” en la sociedad). Esto genera un estrés específico y adicional que puede afectar su salud mental a largo plazo”. Este tipo de estrés se plasma en los siguientes pensamientos y actitudes.
Un 48% de la comunidad reportó de manera frecuente que su pensamiento más repetitivo es tener que “prepararse mentalmente para recibir faltas de respeto por ser LGBTIQ+”. Un 46% se preocupa de forma recurrente “sobre qué pasará cuando las personas se enteren que soy una persona LGBTIQ+” y un 36% casi siempre o siempre registró mantenerse “en alerta y en guardia porque he temido que algo malo me ocurra por ser una persona LGBTIQ+”.
También se observó que el 63% de la muestra experimenta angustia siempre o casi siempre por vivir en un país que no reconoce sus derechos, lo cual repercute en su proyecto de vida. Este porcentaje aumenta a 80% para la población trans y 71% para la población no binaria.
Porcentajes se disparan en personas trans
El 38% de las personas encuestadas ha recibido alguna vez un diagnóstico clínico sobre su salud mental. Estas cifras aumentan en la comunidad bisexual (45%), trans (54%) y no binarias (55%). Además, se indica “que los trastornos de ansiedad y depresión son los más frecuentes de ser diagnosticados (34% y 27%, respectivamente) en la comunidad”. Se destaca que “son preocupantes los niveles de trastornos de ansiedad identificados en la muestra bisexual (91%), trans (91%) y no binaria (90%)”.
Más Igualdad también hizo preguntas a las personas encuestadas para conocer su estado de salud mental, basándose en la propia evaluación de las personas acerca de sus emociones y experiencias. “La desregulación emocional se presenta en niveles altos y muy altos. En el 66% de la muestra, los síntomas de depresión en niveles altos y muy altos en 44% y finalmente, un preocupante 26% presenta ideación suicida casi siempre o siempre”, se lee.
En todos los índices medidos las personas trans registraron niveles más altos que la muestra general LGBTIQ+, incluyendo la ideación suicida. Para Leyla Huerta esta situación se debe “al constante bombardeo de mensajes en contra nuestra, que no eres parte de, que no debiste nacer. Violencia en todos los espacios. Esto hace que esas cifras sean tan altas en una comunidad que es muy atacada desde que somos muy niñes”, explica a Presentes.
Casi 1 de 4 personas LGBTIQ+ pasó por “terapias de conversión”
“Un psiquiatra me dijo que la solución era darme estrógenos, para así dejar de sentirme un chico. Que con hormonas femeninas todo se arreglaba”, cuenta a Más Igualdad Manolo, transmasculino y bisexual, 32 años. Su testimonio evidencia una de las técnicas perversas, -como lo es el tratamiento hormonal-, que se utilizan en las “terapias de conversión”, cuyo fin es buscar “cambiar”, a como dé lugar, la orientación sexual, identidad o expresión de género que no se ajuste a la heteronormatividad.
Prestigiosas instituciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud, Organización Panamericana de la Salud (OPS), Asociación Americana de Psicología (APA), entre otras, han condenado estas terapias debido a que son “una grave amenaza para la salud y el bienestar de las personas”. La ONU también concluyó que utilizan métodos considerados torturas.
El estudio revela que casi 1 de 4 personas encuestadas (23%) alguna vez en su vida han pasado por “terapias de conversión”, tanto por iniciativa propia (11%), como de forma obligada (15%). Las razones más frecuentes de quienes fueron por su propia voluntad es que “tenía miedo de no poder ser feliz” (57%) y “no quería decepcionar a mi familia” (57%). Estos porcentajes son más altos entre personas trans y no binarias.
En tanto, el 15% de la muestra que respondió que habían sido obligades a ir a estas terapias dijeron, en su mayoría, que fueron llevades cuando eran adolescentes (66%), principalmente por sus padres o cuidador principal (75%). El 72% dijo que la realizaron en algún centro de salud mental o fue hecha por un profesional de salud mental. Un 47% indicó que en la iglesia o por una autoridad religiosa. Las técnicas más frecuentes fueron psicológicas (84%), de tipo religioso (16%), tratamientos hormonales (9%) y terapia electroconvulsiva (5%).
Casi todes reportaron secuelas luego de las “terapias de conversión”: problemas en la salud mental (71%), depresión (36%), estrés postraumático (24%). El estudio encontró “que existe asociación entre haber pasado por “terapias de conversión” y un índice más alto de ideación y pensamientos suicidas y consumo problemático de sustancias”. Estas cifras se reflejan en el testimonio que brinda a Más Igualdad Majo, lesbiana, 30 años: “La consecuencia fue que me deprimí muchísimo y pasé por otro intento de suicidio”.
Salud excluyente
“No es posible que las personas LGBTIQ+ debamos ocultar nuestra identidad para recibir atención. Yo he tenido que ir en falda o en vestido. He tenido que presentarme de manera femenina para recibir atención”, dice a Más Igualdad Alexander, transmasculino, 26 años, sobre un centro de salud público al que acudió. El testimonio de Alexander evidencia la data obtenida sobre las barreras que existen para una atención de la salud mental sin discriminación. “El mayor obstáculo es el costo de la atención (55%), la poca capacitación que tienen los profesionales de salud mental en enfoque afirmativo o su poca preparación y/o experiencia en el trabajo con población LGBTIQ+ (41%), así como la poca información a disposición de las personas sobre profesionales que trabajen con enfoque afirmativo (41%)”, se lee.
También se halló que el 44% de la muestra atiende su salud de forma privada, un 23% en centros de salud público y un 28% no atiende su salud mental. En este último caso las cifras de personas trans y no binarias fue de 33% y 32% respectivamente. Además, el 19% de las personas encuestadas reporta haber pasado por situaciones de discriminación. En el caso de la comunidad trans el porcentaje llega a 41% y en la comunidad no binaria a 32%. Las cifras hacen referencia a espacios tanto públicos como privados.
Sin salida
G Santos comparte a Presentes su opinión sobre los espacios de salud mental estatales en Perú. “Si una persona no binaria desea asistir a un centro de salud público tendrá que mentalizarse que le van a llamar por su nombre legal (el nombre que aparece en el DNI). Para muchas personas, incluyéndome, los nombres legales terminan generando disforia. De antemano sé que cuando llegue a la consulta voy a estar con síntomas terribles para mi salud”, afirma.
Sus palabras describen la profunda sensación de angustia e incomodidad que causa a las personas no binarias ir a un lugar estatal para revisar su salud mental. “En muchos casos no vamos a poder hablar sobre nuestra identidad o expresión de género, porque el psicólogo puede verlo como algo negativo o caer en “terapias de conversión”. El problema es que, si no me protege el Estado y no tengo los medios para costear una terapia privada, me quedo sin tratamiento. No hay salida”, cuestiona.
Bisexualidad negada
Más Igualdad presentó a las personas encuestadas varias frases estereotipadas y discriminatorias que suelen escuchar las personas LGTBIQ+ en espacios de atención a la salud mental, con la finalidad de que seleccionen las que más han experimentado. Frases bifóbicas producto del prejuicio fueron las más escuchadas: “las personas bisexuales esconden una homosexualidad latente” (53%) y “las personas bisexuales están confundidas con su orientación sexual y necesitan definirse” (47%).
Al respecto, Alex Hernández comenta que la ONG tiene un proyecto de salud mental llamado El Directorio, una base de datos pública integrada por profesionales de la salud mental afirmativa, que han sido previamente evaluades para poder atender con eficacia a la comunidad.
Durante el proceso de selección se observó que la forma de trabajo con gays y lesbianas era excelente, pero al preguntarles como atenderían a una persona bisexual bastantes respondían que “son personas que necesitan ayuda para descubrir su homosexualidad”. “Existe la creencia errónea de que la orientación sexual solo puede estar orientada hacia un género. Evidentemente estas personas no forman parte de nuestro directorio. La bifobia es un tema del que debemos hablar y combatirla”, expresa a Presentes.
Foto: Gentileza Féminas Perú realizada durante la protesta frente al Ministerio de Salud por el decreto que considera a las personas trans como enfermas
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