La boda de Estrella, sobreviviente trans: «Me casé para tener una vejez digna»

La historia de Estrella, una mujer trans de la provincia de Santa Fe, que a los 50 años decidió casarse.

8 de abril de 2024
Soledad Mizerniuk y Victoria Rodríguez
Edición: Maby Sosa

SANTA FE, Argentina. El viernes 1 de marzo Estrella Cardozo Kauffman, una mujer trans de 50 años se casó con Tomás Alberto Zerda. Están juntos hace más de 30. A Estrella se la considera sobreviviente en un colectivo, el de las mujeres trans y travestis, cuya esperanza de vida es de entre 40 y 45 años. Si le preguntan a Estrella por qué ella y Tomás decidieron casarse, no cae en clichés, pero sí plantea un posicionamiento que es político y revolucionario: “Para tener una vejez digna”.

Toda una vida

La escuela Nicolás Avellaneda es el lugar donde comienza todo. Ahí, en la década del 80, una chica trans de casi 20 años (con ya muchas detenciones por ¨Moralidad¨ en su historial), conoce a un chico cis. Ella no le presta mucha atención, pero él no deja de mirarla. Ni en los pasillos de la escuela ni en el colectivo 16 que se toman los dos para llegar a sus casas.

“Empecé a vivir mi identidad a los 14 años. En tiempos donde Moralidad tenía que llevarte todas las semanas. Si pasaban unos días y no caías, el juez te mandaba a buscar adonde sea”, recuerda de los tiempos de democracia incipiente donde los artículos del Código de Faltas todavía daban excusas para detener “por travestismo”. “De todas maneras, yo me ponía el guardapolvo para ir a la escuela y siempre me ataba un buzo a la cintura para que me quedara tipo pollerita”, dice.

Estrella sabe que es una afortunada. Reconoce en su mamá el pilar fundamental de esa “suerte” que es la aceptación. “Mi familia me aceptó enseguida. Cuando una tiene hijos lo único que quiere es que sean felices. Mi mamá y mi papá querían eso para mí”, remarca.

Cuenta que pudo cuidarse mucho y que no le tocó estar en la calle. “Me quedé en casa, aprendí a coser y a cocinar. Hoy soy diseñadora”, cuenta. “Estuve tanto en mi casa que nunca me había dado cuenta de que ese chico que me miraba en el 16 vivía a una cuadra de distancia”.

Un día ella lo encaró para saber qué quería. “Él me mintió. Me dijo que era más grande, que tenía mi edad. Empezamos a charlar”, recuerda. “No era como ahora que hay apps. Él venía a mi casa, tocaba la puerta y yo salía y me sentaba con él en un tapialcito a charlar, a conocernos. Yo había visto a mi hermana hacer lo mismo, así que seguía sus pasos. Un día se largó a llover y mi mamá salió y nos dijo: ‘Entren que se van a enfermar’. Desde ahí nunca más se fue”.

Una charla que fue para siempre

Casi enseguida empezaron a convivir con la mamá de Estrella. Hoy Tomás trabaja en un taller y Estrella armó una peluquería en su casa. Además, hace vestidos de novia y todo tipo de indumentaria.

Cuando él le propuso matrimonio, hace 20 años, ella rió como una nena. Sin embargo, hace un tiempo Estrella retomó la conversación. Pronto será una de las primeras beneficiadas en la provincia de Santa Fe por la Ley de Reparación Post Dictadura para personas Trans y Travestis y podrá acceder a una obra social. “Quiero tener todos los papeles en orden para tener una vejez digna”.

Estrella sabe que su historia es muy distinta a la de la mayoría de las personas trans y travestis que la rodean. Siendo una de las referentas y sobreviviente, reflexiona sobre dónde su camino se alejó en algunos tramos del de sus compañeras.

Todas las chicas trans deberían tener la oportunidad de que los padres las cuiden. La primera escuela es la casa. Tener unos buenos padres que te hablan, te ayudan y te resguardan es muy importante. Quisiera que todas las mujeres trans tuvieran ese apoyo”, resalta.

En la misma provincia donde hace poco se condenó el transfemicidio de una compañera suya, Alejandra Ironici, asesinada por su pareja, Estrella dice: “Eso no puede seguir pasando”.

Eclosionar el patriarcado

Andy Panziera es psicóloga, especialista en trauma y género. Habló con Presentes sobre qué significa el derecho al matrimonio para una pareja que no responde al clásico mandato hetero cisgénero. «A muchas personas del colectivo LGBTIQ+ nos criaron personas cisgénero heterosexuales. Nos transmitieron cómo era el mundo, qué cosas estaban permitidas y cuáles prohibidas. Cómo era habitar o clausurar el propio cuerpo, cómo debían ser las relaciones de amistad, rivalidad, parentesco y las dinámicas de la afectividad. Al crecer en los márgenes de este ordenamiento, muchas personas buscan acceder a eso que les fue denegado, de la forma más tradicional que se pueda imaginar», sintetizó.

También destacó que en muchos casos se produjo la expulsión del hogar, se tejieron redes afectivas desde otro lugar, se crea «familia» con aquellas personas que contienen después de los golpes del mundo. 

Tanto el matrimonio igualitario como otros derechos se consiguieron mediante la lucha y el trabajo, en los papeles y en las calles. Andy Panziera se refirió a este punto y explicó que, en esa dirección es que desde la militancia se encontró “una estrategia para señalar las inconsistencias en el sistema y hacerlas eclosionar desde dentro”.

“Si el matrimonio era el ámbito en el que el patriarcado aseguraba su continuidad, reproduciendo modelos erótico/afectivos, de organización económica, de jerarquización y dominación, de reproducción de estereotipos e invisibilización de las tareas de cuidado, es que tomamos esta institución para convertirla en otra cosa. En el caso de dos personas no binarias, con ‘x’ en su DNI , ¿cómo codifica eso el patriarcado?”, ejemplificó.

A futuro, consideró que, si la primera batalla fue la de acceder a los mismos derechos que una pareja heterosexual, “ahora la lucha es por la disputa de sentido. Por visibilizar la pluralidad de formas de familias y politizar la cotidianidad, en clave de derechos humanos”.

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