2. En primera persona: Diego y un psicólogo religioso «para gente como vos»
Diego nació en una familia muy católica. Salió del clóset a los 19 años y a partir de ahí recorrió un camino doloroso para él y su entorno. Hoy busca personas con las que poder conversar y reflexionar acerca de lo transitado.
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Diego nació y creció en una familia muy católica de Santa Fe capital, de las que van a misa todos los domingos y participan de retiros espirituales. Por eso, a los 19 años, cuando salió del clóset estaba preparado para que el cimbronazo sacudiera a todo su hogar. “Para mi mamá y mi papá fue muy difícil. No lo tomaron desde la violencia pero sí desde mucha tristeza que me hacía sentir muy mal”, recuerda sobre esa etapa.
Aún la ciudad de Santa Fe se recuperaba de los estragos de la inundación de 2003 cuando, en la iglesia Nuestra Señora del Tránsito, había un sacerdote joven que formaba grupos de adolescentes para pasar tardes distintas, comprometerse con el cambio social y realizar retiros. Sus misas eran las más convocantes y la familia de Diego tenía un gran vínculo con ese hombre, así que su mamá decidió buscar consejo en él. Fue ese cura el que le recomendó que comenzara terapia con un psicólogo religioso de Rosario que viajaba todas las semanas a la capital provincial para atender a personas como Diego y Gastón Onetto.
“Yo había imaginado que la situación en mi casa iba a ser difícil pero no pensé que tanto. Acepté ir al psicólogo porque también buscaba respuestas. Me faltaba información para poder responderle a ellos por qué me pasaba esto”, dice pero marca: “Igual me hizo un poco de ruido. Le pregunté a mi mamá si quería que deje de ser gay o de qué se trataba, pero ella no sabía bien. Sólo le habían dicho que él acompañaba a personas como yo”.
Diego aceptó empezar con las sesiones pero dejó en claro desde el principio a su familia y al profesional: no existía la posibilidad de que él dejara de ser quien era. “Necesitaba ir a un psicólogo para sanar la relación con mi familia”, resalta. Y comenta que el profesional también le había pedido a su madre que hiciera sesiones pero no les permitió que fueran juntxs.
En esa época la mamá de Diego volvía de los encuentros con el psicólogo con una carga muy grande, recuerda él. “Mi vieja lo re-sufría. Culpabilizaba su maternidad.Sentía que todo lo que a mí me pasaba era porque en el embarazo había tenido que laburar un montón y mi papá estaba desocupado, entonces creía no cumplía el rol que le correspondía en la familia. Se destaparon muchas cosas. Para ella fue muy duro”, detalla.
Durante más de medio año, siguieron con la terapia en paralelo. Ninguno de los dos se sentía mejor. Cada vez que Diego empezaba a verse afectado por los comentarios sobre su vida, el psicólogo lo invitaba a actividades “para gente como él”. En todas esas oportunidades, dice, puso un freno y volvió a marcar: no iba a dejar de ser gay. “Fue hasta que le pude plantear a mi mamá que no quería ir más y ella se pudo dar cuenta de que le estaba haciendo mal”- recuerda-. “Ella me dijo que no estaba de acuerdo con mi vida en ese momento pero que si no quería ir más, que no fuera”.
Cada vez que Diego empezaba a verse afectado por los comentarios sobre su vida, el psicólogo lo invitaba a actividades “para gente como él”.
Hubo charlas y militancia para recomponer el vínculo. “Hoy mi madre es una de mis mayores confidentes. Pero hubo que transitar todo eso”, reconoce. Sobre la experiencia con el psicólogo, cree que el contexto lo ayudó a no dejarse influir pero sí recuerda el impacto que tuvo en su entorno ese profesional que responsabilizaba constantemente a su madre y a su padre de que él fuera así.
En paralelo a las sesiones, ella buscó información en la web y encontró contenidos en organizaciones como el Ministerio de la Restauración. Validaban la postura del psicólogo desde un fundamento religioso que disfrazaba el odio y la discriminación de contención y amor.
Cuando se conoció que el Colegio de Psicólogos de Santa Fe iba a pronunciarse contra las terapias de conversión a partir de la denuncia de Gastón Onetto hacia el profesional que lo atendió, Diego entendió que lo que él había vivido era similar. Recordó a otres jóvenes que conoció durante esa etapa en el ámbito de la iglesia que pudieron haber caído en este profesional o en otros similares. “Yo a los meses me olvidé de eso. Y me volví a acordar cuando leí la historia de Gastón y, un poco, cuando en 2012 Desert Stream quiso hacer un seminario sobre restauración sexual en Paraná”, dice. E insiste con que es importante que quienes vivieron o viven este tipo de situaciones sepan que no está bien.
“Quiero encontrar personas con las que charlar de esto. A muchas les debe haber pasado. No puedo creer que sólo seamos dos en la ciudad de Santa Fe las que vivimos esto. Ojalá esto le llegue a esa gente y puedan repensar lo que les pasó”.
“Quiero encontrar personas con las que charlar de esto. A muchas les debe haber pasado. No puedo creer que sólo seamos dos personas en la ciudad de Santa Fe las que vivimos esto. Hay mucha gente que debe haber hecho esas terapias y debe haber creído que sanó. Ojalá esto le llegue a esa gente y puedan repensar lo que les pasó”, cierra.
SOBRE DESERT STREAM
Desert Stream (Manantial en el desierto) es una organización internacional que se presenta como una religión. “Basados en la misericordia de Jesús y la dignidad de hombres y mujeres creados a la imagen de Dios, equipamos a los cristianos para que se reúnan en busca de una integridad radical”, expresa en su web.
Tiene un área que se denomina Living Waters (Aguas Vivas) que se ocupa puntualmente de acompañar a cristianos que luchan contra, entre otras cosas, la adicción sexual, la promiscuidad, la masturbación, la pornografía, problemas de identidad de género y la atracción no deseada hacia el mismo sexo.
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