ESI en quechua: contra el racismo, desde la diversidad sexual y cultural

“La educación sexual integral siempre se narró desde la perspectiva blanca”, dicen las autoras de Kachkanchikraqmi. El libro surge de recorridos LGBT+ e indígenas, propone una mirada intercultural de activa agencia antirracista y busca incidir en las aulas y movimientos feministas.

1 de noviembre de 2023
Luciana Mignoli
Camila Ramírez y Bellota (ilustraciones de tapa) y Paula Franzi (ilustraciones interiores)
Edición: María Eugenia Ludueña

Qué loco que casi no exista material de ESI (Educación Sexual Integral) en quechua, ¿no?”, le dijo un día Josefina a Mariana mientras preparaban sus clases. Esa pregunta les abrió un mundo. Era plena pandemia y las vecinas del barrio porteño de La Boca estaban “casi conviviendo”, para sostener el encierro y la vida. Josefina Navarro es profesora de Filosofía (UBA), coya y activista del quechua. Mariana Labhart, profesora de Antropología (UBA), especialista en ESI e integrante de colectivos LGBTIQ+. 

Comenzaron debates, discusiones, búsquedas en el ámbito pedagógico, académico y también en los activismos. Y así nació ESI en quechua, un colectivo interdisciplinario que produce contenidos y abordajes de género y diversidad en clave intercultural.

ESI interseccional e intercultural

“Siempre milité en espacios sólo conformados por indígenas o mujeres indígenas -cuenta Josefina-. Es la primera vez que salgo de ese lugar. Para mí este también es un espacio seguro, atravesado por la amistad y la confianza. Entonces no tengo miedo del extractivismo epistémico”. Es decir, que se apropien y cosifiquen saberes con el fin de ganar capital simbólico dentro de la maquinaria académica.

Cada una fue aportando desde su experiencia y recorrido, pero a su vez, se permitieron repensar sus propias certezas a partir de los aportes de la otra. “Vengo del colectivo LGBTIQ+ -relata Mariana- y ella, del indígena. Pero no es que ella aportó todo el quechua y yo aporté la ESI. Lo interesante fue lo que sucedió a partir de esos intercambios. Fue una excusa que nos sirvió para generar debates, discusiones y acuerdos”.

La pandemia seguía y el perfil de Instagram que habían armado para difundir Esi en quechua se iba enriqueciendo con más y más recursos didácticos. Tenían material para armar propuestas de talleres a fin de incidir en las aulas. Y allá fueron, a capacitar y a capacitarse, mientras indagaban qué teorías respaldaban este cruce entre la ESI y el antirracismo. La idea de sistematizar esa experiencia en un libro llegó como algo natural.

Este mes se lanza Kachkanchikraqmi. Educación Sexual Integral desde una perspectiva intercultural y antirracista editado por Milena Caserola. Una traducción posible del título Kachkanchikraqmi es “seguimos siendo, seguimos existiendo”. Con la premisa: un mundo feminista no puede no ser antirracista. 

Allí también escriben Noelia Diaz Uyuquipa, trabajadora social (UBA), quechua y especialista en salud y ESI; y Lucía Mazzotta, antropóloga (UBA), feminista y especialista en ESI.

Arte de tapa de Esi en quechua: Camila Ramírez y Bellota

Ayllu urbano

Existe una palabra en quechua que significa a la vez familia y comunidad: ayllu. Tiene que ver con las relaciones de parentesco y afecto, también con compartir una mirada común sobre la tierra y la naturaleza. 

Este libro creció en ayllu. Dos mujeres indígenas, dos no indígenas, haciendo cuerpo desde el hacer, poniendo en juego las conceptualizaciones de interculturalidad, con diálogo, escucha y también conflictos que resolver.

Cuando se preguntaron “¿cómo transmitir visualmente todas estas discusiones?”, la respuesta vino de la mano de Paula Franzi, Camila Ramírez y Bellota. No querían repetir esas piezas “tristes, sin ilustraciones ni colores”. Dicen: “era importante hacer materiales de calidad, llamativos, que tuvieran colores; para que la lengua tenga más llegada y se difunda más” esa lucha antirracista.

Es un ayllu urbano: todas las personas que participaron viven o vivieron en la Ciudad de Buenos Aires o el conurbano bonaerense, donde se estima que vive un cuarto de la población indígena del país pero donde escasean políticas educativas interculturales

Ilustración: Paula Franzi (Interior del libro Esi en quechua, publicado por Milena Caserola)

“¿Sólo las personas racializadas tienen que estar involucradas en que el racismo termine? Es como pensar que solamente las mujeres se tienen que involucrar contra el sexismo. Toda la sociedad tiene que estar comprometida”, subraya Mariana. Detalla: “Lo construimos desde un lugar super amoroso, desde la confianza de ser amigas. Pudimos disentir, discutir, proponer e intercambiar, no sólo en relación a las identidades indígenas, sino también a nuestras identidades sexuales”.

Saberes de todes, para todes

El libro repone producciones académicas en un lenguaje accesible y propone cinco secuencias didácticas para trabajar ESI. Pone a disposición recursos audiovisuales y calendario con fechas significativas. Si bien está pensado para el trabajo docente en el aula, el material también nació con el deseo de interpelar al propio movimiento feminista. Y entiende a la interculturalidad como una mirada sociopolítica. En esta edición no entraron temas que se suelen relacionar con la ESI como aborto y violencia de género, pero el sumario sorprende: se habla de soberanía alimentaria, procesos de memoria y luchas territoriales, entre otros temas.

Tiene un especial desarrollo el racismo lingüístico: el desconocimiento de la diversidad de lenguas que habitan nuestro país genera prácticas violentas y déficit lingüístico de personas racializadas. Muchas veces la escuela se ocupa de forzar hacia un “hablante perfecto” que responda a las normas de la Real Academia Española (RAE) e incurre en prácticas que discriminan y estigmatizan otras conformaciones gramaticales que provienen de lenguas originarias.

“¿Cuáles saberes están presentes y cuáles ausentes en el diseño curricular elaborado por los ministerios de Educación? Por ejemplo, en Historia: ¿por qué no priorizar las luchas indígenas de resistencia a la colonización, la participación indígena en las guerras de la independencia y la historia propia de cada pueblo? En Literatura, ¿enseñamos autores y autoras indígenas?, ¿qué lugar le damos a la producción cultural afro? En el arte: ¿qué estética se prioriza o qué estética se enseña?, ¿qué música?, ¿enseñamos coplas?”. Son algunas de las preguntas que plantea esta obra colectiva.

Qué es interculturalidad

La interculturalidad no es la mera coexistencia de culturas, ni siquiera la interacción entre ellas. Se trata de un concepto profundamente político que analiza y denuncia las relaciones de poder que impiden relaciones interculturales igualitarias. Es una perspectiva que cuestiona estereotipos, prejuicios y desigualdades con el objetivo de construir sociedades más justas e inclusivas. Por eso, no se trata de traducir a una lengua originaria un contenido pensando sólo de Occidente, o de incorporar temáticas indígenas. El desafío es transversalizar este enfoque de trabajo. 

“A mí no me interesa esa idea de interculturalidad de conocer otras culturas -reconoce Josefina-, Sino como un proyecto político más amplio que incluye el derecho al territorio desde una mirada anticapitalista. No se trata de decir qué lindo estas culturas sino entender que hay una disputa política sobre paradigmas de mundo”.

Contar lo LGBT indígena

Ilustración: Paula Franzi (Interior del libro Esi en quechua, publicado por Milena Caserola)

Lo feminista no te quita lo racista, decimos. Así cómo se puede ser sexista en un perfecto lenguaje inclusivo, también se puede enseñar ESI y ser racista. A veces activamente y a conciencia, y muchas veces, sin siquiera tener registro.

El sociólogo peruano Aníbal Quijano decía que el racismo estructural tiene que ver con una forma de organizar el mundo. Con una valoración desigual de las personas que tiene implicancias económicas, epistémicas y culturales. Podemos recordar también que los países americanos se fundaron a partir de un genocidio indígena -que continúa sin ser reconocido por gran parte de las sociedades- donde se clasificó a la población en términos raciales: se ponderó a las personas blancas de origen europeo y se categorizó como inferiores a las personas indígenas y afros.

“Muchas veces lo LGTB se cuenta desde lo blanco y nosotras elegimos contarlo desde desde lo indígena”, advierte Mariana, en referencia a la entrevista que le hacen a Quillay Mendez, bailarina y coplera, “una marica travestida del pueblo nación Omaguaca”.

“Nosotras -reafirma Quillay-, las disidencias sexuales, siempre estuvimos luchando a la par de las mujeres y de los varones. Las maricas, las travas, las trans, las tortas. En algunas comunidades éramos puestas a la par de los yatiris, de la gente sabia, que podría entender estas dos energías que se plantean en una cosmovisión andina. A mí me gusta decir mucho que vamos a travestir al qhari-warmi (varón/mujer) como una forma de alguna manera romper lo binario que estableció la colonia y la iglesia”.

Los movimientos feministas vienen logrando incidencia en las agendas políticas, mientras que las luchas indígenas, afros y migrantes cuentan con menor adhesión social y visibilidad pública. Existe una enorme variedad de activismos que exigen poner en primer plano la lucha antirracista. Y este libro se inscribe en esa disputa. 

Con su permiso señores / en su rueda cantaré

aunque soy media morena / pero no les mancharé

El amor es tan diverso / Como las puestas del sol

Un cielo grande y abierto / Banderas pluricolor

Mi voz y mis sentimientos / No se los doy a cualquiera

Que se respeten las cuerpas / de todas las compañeras

Fragmento de coplas de Quillay Méndez

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