Nuestros códigos: un nuevo libro del Archivo de la Memoria Trans
El libro Nuestros códigos es un nuevo aporte para la construcción simbólica e histórica de la memoria trans.
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BUENOS AIRES, Argentina. Nuestros códigos es el tercer libro que publica el Archivo de la Memoria Trans Argentina. Fotos y relatos se despiertan a través de la memoria visual, y que “no podrían emerger a través de ninguna otra técnica periodística”, asegura la editora Liliana Viola, orgullosa de haber sido convocada para conducir la nueva aventura del AMT.
El primer libro fue Archivo de la Memoria Trans. Llevó el nombre de la institución que estaba presentándose ante la sociedad, y son como nubes de recuerdos, a partir de ejes temáticos; el segundo libro es Si te viera tu madre, donde destaca la visión de Claudia Pía Baudracco y las protagonistas que documentaron su época, con brillo y lucha.
En este nuevo libro, la colección se organiza en cuatro capítulos que dialogan con documentos de otros archivos. Invita a una reflexión crítica sobre los 40 años de democracia que se celebran este 2023 en la Argentina.
La democracia que no era para todes
“El problema es que no hubo 40 años de democracia”, sentencia la editora, Liliana Viola. “Para nosotras no”, concuerda María Belén Correa, fundadora del AMT. “La democracia para nosotras llega en 2012, a partir de la Ley de Identidad de Género: cuando el Estado deja de perseguirnos y nos reconoce la identidad. En una Argentina donde la búsqueda de la identidad es tan fuerte”, señala, en referencia a la lucha que irradian las Abuelas de Plaza de Mayo por recuperar a los nietos apropiados durante la última dictadura cívico militar (1976-1983).
“A partir de 2012 la política pública dejó de ser sobre de qué forma nos iban a perseguir, y comenzamos a pensar cómo ingresar en el resto de las políticas públicas. ¿Qué es una dictadura? Cuando el Estado persigue a una población determinada. Eso fue lo que hicieron, un genocidio directo contra nosotras”, apunta Correa.
La democracia tardía también tuvo como consecuencia que recién en 2022 declaren por primera vez cinco mujeres travestis y trans como víctimas sobrevivientes del terrorismo de Estado de la última dictadura cívico-militar que tuvo lugar entre 1976 y 1983 en la Argentina. Brindaron su testimonio ante el Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de La Plata en la jornada 101 del juicio por delitos perpetrados en las brigadas del sur del Conurbano de la provincia de Buenos Aires, conocida como causa Brigadas.
De los edictos policiales a los códigos contravencionales
Para que un sistema de organización política sea considerado democrático no alcanza con que haya elecciones cada dos años. La democracia, como gobierno del pueblo, sigue siendo un proyecto incompleto mientras haya colectivos cuyos derechos no están garantizados.
Los últimos dos capítulos del libro hablan de esos códigos que no son los “nuestros” a los que se refiere el título del libro y que son los códigos propios de la comunidad. Sino que habla de los códigos de una persecución por parte del Estado. En los capítulos que se titulan “La persecución sin fin” y “El velorio más largo del mundo” aparecen fotos en blanco y negro que fueron publicadas en medios de comunicación, -en general amarillistas-, donde las travestis y mujeres trans aparecen como víctimas: muertas, presas, siendo arrastradas a los calabozos.
“Las políticas que tenía el estado democrático para nosotras eran de persecución. Sólo se cambiaban los nombres: volteábamos los edictos policiales y se inventaban los códigos contravencionales”, arremete María Belén.
En 1983 tenían plena vigencia los edictos que, en su gran mayoría, habían sido dictados por jefes de la Policía Federal, y legitimados a través de decretos y leyes, en 1932 y 1947. No se referían a hecho puntuales ni a conductas, sino que condenaban características o rasgos de grupos de personas, en función de su condición social y orientación sexual. Todo el procedimiento de aplicación de estas normas estaba a cargo de la agencia policial: detención, recolección de pruebas y juzgamiento. No existía el derecho a la defensa ni ninguna garantía en los procesos. Así, las detenciones masivas y arbitrarias estaban “legalizadas”.
Los edictos se pusieron en debate a partir de 1996, con la constitución de la Ciudad de Buenos Aires. Pero en el debate público la seguridad urbana se mezclaba con una moralina rancia y burguesa, sostenida por el poder político. La batalla también fue cultural. En 1998, en la Ciudad de Buenos Aires, se derogan los edictos y la trampa cambió de nombre: los Códigos Contravencionales daban intervención a autoridades del poder judicial, con resultados similares. En el territorio bonaerense los edictos siguieron vigentes hasta 2008.
Resistir es vencer
En los documentos publicados también consta que los colectivos travestis y trans fueron protagonistas de una valiente resistencia contra este poder represivo.
María Belén trae un recuerdo que ilustra la potencia de estas resistencias. Después de los edictos, el gobierno de la Ciudad construyó una especie de “sala de espera”, porque según los nuevos reglamentos las travestis ya no podían estar en calabozos. En el lugar había un televisor colgado en la pared, persianas americanas, vidrios entre una división y otra, sillas sueltas. El día que inauguraron este espacio de “espera” entraron 15 chicas, que no debían estar detenidas, y destruyeron absolutamente todo.
“Esa destrucción me parece memorable. No dejaron nada en pie. Eso era lo que tenían destinado para nosotras: no nos podían llevar presas, no íbamos a estar en un calabozo, pero nos quitaban horas de nuestras vidas. Seguían quitándonos horas porque teníamos que pasar toda la noche en esa sala de espera”.
Persecución política en los 80 y los 90
“Según las investigaciones que hemos hecho en espacios oficiales, como la hemeroteca de la Biblioteca Nacional, la matanza más grande que está registrada se produce a partir de 1984. En 1988 disuelven el Frente Travesti, que era un grupo en el que estaban las chicas de Panamericana. Las que se salvaron fueron las que se exiliaron. Mataron inclusive a la Mónica Ramos, que era la dirigente, la cabeza, de ese grupo. Esta matanza recién termina en el 89/90, cuando todavía seguían haciendo las razias en las discotecas gays, como cuando se lo llevan a Carlos Jaúregui. Las primeras marchas fueron en el 92, se denunciaban estas razzias en las que se llevaban arrestadas a las personas. En las áreas travestis, eran asesinadas directamente”, relata María Belén.
“Desde ese punto decimos que no hubo una democracia real desde el 83, sino que vino la matanza más grande, que salía en la prensa, en casos policiales, en diarios amarillistas. En los años 90 en los noticieros se veía cómo arrastraban a las chicas para meterlas adentro, presas”.
Para cuidar a la democracia es indispensable integrar en la memoria nacional la realidad de los grupos de ciudadanos que no contaron con leyes ni códigos que protejan su integridad y sus derechos, advierte Liliana Viola, y a su lado Correa destaca que cuando vino la democracia el 10 de diciembre de 1983, y [las fuerzas de seguridad] ya no se podían meter en una casa para secuestrar a estudiantes, obreros ni maestros, se dedicaron a hacer otra “limpieza social” y armaron un “área de moralidad” dentro de la Policía Federal Argentina. “Con los mismos Falcon verdes se dedicaba a arrestar a las chicas”, asegura.
Por toda esta persecución es que en la Argentina se considera “sobrevivientes” a las personas travestis y trans mayores de 40 años, y existe un consenso importante en relación a la necesidad de implementar una pensión reparatoria para garantizar un piso de acceso a derechos.
Los códigos propios
“A pesar de lo que acabamos de contar, este libro es un libro feliz: es un libro de dolor, pero no de llanto. Porque los códigos que aparecen en la primera y en la segunda parte forman parte de una idiosincrasia travesti. De un modo de sobrevivir y de un modo de armar familias, que forman esos códigos en contra de los que van a aparecer en el capítulo tres y cuatro, los códigos de los demás, los códigos contravencionales”, remarca Viola.
El primer capítulo se llama «Citas Célebres».
El AMT consta de un archivo oral, con testimonios grabados por las mismas compañeras. En “toda esa masa de testimonios” que ocupa más de 300 páginas hay frases que se repiten. Por ejemplo:
“Soy una chica trans con muchos problemas buenos, problemas malos, de todo un poco”
“El mayor logro de mi vida fue hacer lo que yo quería”.
“A los 9 años ya quería ponerme tacos, ponerme calzones, ponerme corpiño. Y a los 12 me empecé a travestir. Pero siempre fui una mujer de carácter, así que no se me complicó”.
Ciencia archivística
Hay muchísimas fotos en fiestas y reuniones, en lugares cerrados, “donde podemos estar en grupos de más de tres juntas”. El aire libre está en las fotos turísticas del exilio, con la Torre Eiffel o el Coliseo romano de fondo. También en carnavales y en días de campo.
En el ATM, al principio, las piezas se catalogaban por ejes temáticos. Ahora, que tienen más de 15 mil fotos y más de 300 páginas de testimonios transcritos, están adecuándose al formato del Archivo General de la Nación, para que el material pueda dialogar en un mismo idioma con los otros archivos del mundo. Cada colección lleva el nombre de quien la dona.
“El libro rosa, el primero, era una nube de recuerdos. Este tercer libro muestra un crecimiento y presenta nominalizando formalmente a cada pieza de cada colección”, valora María Belén. Además, los relatos breves que acompañan las imágenes rescatan la forma de hablar: la voz recuerda y (re)conoce una identidad tan singular como colectiva.
Al final aparecen los nombres de todas las personas que testimoniaron, reconocidas como autoras. en general todas vivas, con sus edades (que hoy tienen entre 50 y 80 años), y en qué situación están.
Cuerpas libres y sanas
La idea de mujer de carácter, que rompe lo que tiene que romper, que no se deja vapulear, eso está todo el tiempo en el libro.
“Mi primera motivación fue leer en una revista que habían operado a Coccinelle: ¡Eso es lo que yo quiero para mi! dije, y lo logré, pero con mucho sacrificio”, dice otra frase célebre.
Realzando la contradicción, detrás de esa página, aparece otra que dice: “Aprovecho para decirles que no se pongan siliconas, que es lo peor que pude haber hecho en la vida. Eso es un consejito aparte. Nada más”.
Respecto de este tema, María Belén escribió una nota en Diario.ar, a propósito de la muerte de la modelo argentina Silvina Luna, víctima de una mala praxis en una intervención estética. En la columna se reflexiona sobre los mandatos sociales, los riesgos y las consecuencias del silicón, y le reclama al Estado que el sistema de salud atienda las problemáticas asociadas a este maltrato silenciado.
Hacia una democracia real
“Recién en 2012 empezamos a construir una democracia para nosotras”, repiten, como punto de partida. Y se traza un paralelismo con el feminismo en los 80: “Creo que es como cuando el feminismo empezó a tener sus primeros puestos de trabajo y que solamente eran secretarias, y parecía que nunca iban a tener un puesto de poder. Creo que estamos en esa etapa. Hay algunas funcionarias. Hay algunas que pueden ir al colegio. Hay algunas que pueden tener su trabajo, y no las echan si hacen su transición. Estamos en el inicio”, calcula Correa, para sumar y multiplicar derechos.
El cálculo se eterniza en el libro-objeto que se está presentando, con una excelente calidad de impresión, con un acabado mate que permite apreciar infinitas tonalidades de luces y sombras.
Se puede adquirir en el siguiente link: https://archivotrans.empretienda.com.ar/libro/nuestros-codigos
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