Wawa Huasi: el jardín de infantes indígena de La Quiaca que resiste la reforma constitucional
En La Quiaca funciona el único jardín comunitario y bilingüe del país: enseñan en español y quechua. El gobierno de Jujuy no lo quiere hacer oficial.
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LA QUIACA, Jujuy. Enviada especial
La provincia de Jujuy sigue por estas horas atravesada por protestas que recorren su territorio. Hay cortes en las principales rutas nacionales que la atraviesan, 34, 9, 52 y 40, y en algunas rutas provinciales. Es una acción conjunta, que ya está cumpliendo dos semanas, en rechazo a una reforma constitucional aprobada el 21 de junio por el gobierno de Gerardo Morales. La policía provincial ha reprimido ferozmente estas movilizaciones.
En uno de esos cortes, bien al norte en La Quiaca, está Vilma Llampa. Ella es coya, hija de minero y campesina, madre sola, y docente. También es la actual directora del Jardín Maternal Intercultural Bilingüe Wawa Huasi, donde 164 niñes indígenas de entre dos y cinco años aprenden, juegan y viven en castellano pero también en su lengua materna, el quechua. Esta experiencia bilingüe es hasta ahora única en el país. No es un jardín privado ni estatal: es sociocomunitario.
“Sabemos lo que se nos viene con la reforma”, dice Vilma Llampa. Está sentada sobre una tarima en la ruta, en el largo tramo de refugios armados para soportar el frío invernal en este valle seco, a más de 3.400 mil metros sobre el nivel del mar.
Les trabajadores del Wawa Huasi (Casa del niñe), perteneciente a la Comunidad Natividad Quispe, también son parte de la Multisectorial que mantiene el corte de la ruta nacional 9 en el acceso sur a la ciudad de La Quiaca. Además de rechazar la reforma de la constitución provincial, añaden un reclamo particular: que el Estado jujeño reconozca a este Jardín como parte del sistema educativo oficial. En 2015, cuando Morales era candidato a gobernador, prometió que sería incorporado al sistema oficial de educación de Jujuy. Cuando asumió, les quitó el CUE, el número que se otorga a cada establecimiento educativo incorporado a la enseñanza oficial.
“Tuvimos mucha discriminación”
El Wawa Huasi comenzó a funcionar el 7 de junio de 2010. A Vilma y otres compañeres que habían terminado el terciario se les ocurrió la idea viendo la situación de les trabajadores de la cooperativa de la CCC. “Eran más mujeres que hombres en la cooperativa, entonces las mujeres tenían que ir con sus niños, y sufrían mucho los niños pequeños porque no tenían dónde alimentarse bien”. Además del frío extremo en el lugar. «Empezamos con una pequeña guardería, con una matrícula de apenas 15 niñes, y después fue creciendo”.
Como son docentes, elaboraron un proyecto educativo institucional (PEI). “No solamente queríamos contener a estos niños, sino también brindar un aprendizaje, un conocimiento”. Con esa intención, y con el germen de una educación pensada desde la cosmovisión indígena, se reunieron con funcionaries de la Región 1 del área de Supervisión de Educación de Jujuy.
«Dijeron que no podíamos contener niños”. A pesar de esta reticencia, el Wawa Huasi elaboró su PEI, donde incluyeron el objetivo de la interculturalidad y la lengua materna: el quechua. “Fuimos de a poco. Tuvimos mucha discriminación por parte del sistema educativo. No aceptaban un Jardín que estuviera dando la lengua quechua». Así como en el sistema educativo formal se trabajan contenidos relativos al día de la bandera, en el Wawa Huasi se ven contenidos sobre el Inti Raymi, el Qapaq Raymi o la Pachamama.
«No nos permitían izar nuestra whiphala»
“Había supervisoras que no nos permitían izar nuestra wiphala, la bandera andina, así que les tuvimos que decir que nos digan por nota. Les dijimos que las íbamos a denunciar en el Inadi por discriminación. Ahí no se animaron las supervisoras”.
Vilma Llampa recuerda que al principio también debieron luchar contra prejuicios instalados en su propia ciudad, donde madres y padres “preferían el inglés al quechua, no reconocían nuestros antepasados”. Ese fue también un proceso: “Nos costó bastante pero de a poco a paso lento fuimos avanzando”. De ocho docentes iniciales pasaron hay 28 trabajadores, entre docentes, docentes especiales y personal de servicio, y de una matrícula de 15 pasaron a 164 niñes, distribuides en salas de cinco, cuatro, tres y dos años, en dos turnos.
Promesas incumplidas
A pesar de cumplir con todos los requerimientos que solicitó el Ministerio de Educación de Jujuy, el gobernador se negó a oficializar el jardín de infantes. Esta vez alegó que es porque el Jardín funciona en un espacio que pertenecía al Ferrocarril Belgrano. En cambio, el gobernador ofreció “construir un nuevo Jardín, pero ya sería parte del Estado. La comunidad accedió y ofreció un terreno para que se construya la obra. Pero hasta ahora, nada.
El pedido de incorporación al sistema educativo formal tiene otra arista, no menor, que se engancha con el reclamo salarial de la docencia que disparó el actual estado de convulsión social que atraviesa Jujuy. Al no estar incorporado al sistema oficial, el salario de les docentes de Wawa Huasi es todavía inferior al básico de un docente común, que hoy en día es de 35 mil pesos.
Comida para sostener el Jardín
Aún sin esa incorporación a la educación oficial, el Wawa Huasi cuenta hoy en día con el reconocimiento de La Quiaca. Además de les comuneres, hay demanda de empleades estatales y miembres de fuerzas de seguridad. Esto se debe, interpreta su directora, a que “hemos trabajado mucho en los aspectos pedagógicos y la relación. La sociedad no aceptaba al principio la lengua quechua y menos que estuviéramos enseñándoles a los pequeños los valores y costumbres ancestrales. Y el izamiento de la wiphala también como que era algo raro. Ahora tenemos muchos de la población de La Quiaca que quieren sumarse al jardín y no quiere ir a una escuela estatal».
El Jardín llegó al tope de su capacidad de matrícula. En el Wawa Huasi les niñes tienen desayuno, un alimento de media mañana y un almuerzo. En el turno tarde también hay tres comidas. Esta comida es solventada por el Estado a través del área de Desarrollo Social. a “Por ahí no nos alcanza pero nunca se ha perdido el eje de trabajar en forma comunitaria. A cada docente o cada miembro que ingresa al Jardín tratamos de hacerle comprender que no trabajamos cada uno solo. Trabajamos todo en equipo, por más que yo sea la directora, no es que yo cobro de directora. Yo cobro igual que ellas como docente, no es que yo tengo que hacer todo, todos tenemos que hacer para sostener ese espacio”
Por eso los fines de semana trabajan vendiendo comida para sostener al Jardín. «Nuestro objetivo siempre ha sido brindarles la mejor educación a los pequeños y la valoración de nuestras costumbres, de nuestros saberes”, insiste Llampa. Pero lamenta que cuando eses niñes llegan a la primaria, ya no tienen esa educación intercultural.
Territorio rico, gente pobre
“Y por eso estamos acá”, suspira Vilma Llampa mirando el corte de ruta cuando concluye su relato sobre el Jardín Intercultural que pensaron con Hugo Chavarría, hoy funcionario municipal.
Entonces se da tiempo para hablar de la otra gran cuestión en discusión hoy en Jujuy y por la que están en la ruta: la riqueza mineral de ese vasto territorio sobre el que caminan llamas y vicuñas. “Sabemos lo que se nos viene con la reforma (de la Constitución) en cuanto a la tierra porque en la Comunidad tenemos tierras que son de nuestros papás y viven todavía. Sabemos que son tierras ricas y tienen mucho agua y mineral entonces también por eso estamos aquí”.
El padre de Vilma, Santos Felipe Llampa, vive Mina Pirquitas, a más de 185 kilómetros de La Quiaca, más de tres horas de viaje. Ahí fue minero, luego fue comisionado municipal y trabajó finalmente en Ejesa, la empresa proveedora de energía eléctrica.
La mina que da nombre al pueblito de unos mil habitantes estuvo cerrada por años. Pero la actividad minera se reabrió, esta vez de la mano del proyecto Chinchillas-Pirquitas, que saca plata de esos cerros. Sus trabajadores difundieron ayer mensajes de apoyo a las comunidades originarias que resisten la reforma de la Constitución de Jujuy y exigen la renuncia de Gerardo Morales.
Vilma nació allá, en Mina Pirquitas, pero a los 13 llegó a La Quiaca, para poder estudiar. Cursó su terciario en Abra Pampa y regresó a la ciudad de la frontera para seguir su vida. Es la última de seis hermanes, cuatro varones y dos mujeres. Su hermana es portera en una escuela, uno de sus hermanos es policía y los otros tres trabajan en la Mina.
“Aquí en La Quiaca es difícil conseguir trabajo. Si sos profesional, en este caso de docencia, no se pueden tomar los cargos porque va por puntaje, y cuando terminás de estudiar tenés bajo puntaje y es difícil conseguir. Vas a conseguir empleo para ayudante de restaurante o para limpieza, que pagan sueldos mínimos. Lo que ayuda acá son los plantes potenciar trabajo. Es díficil la vida acá».
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