Dani Umpi: «Mi música es como un lesbodrama lleno de referencias esotéricas»

El artista multifacético uruguayo editó "Guazatumba", su cuarto disco ya disponible en las plataformas.

15 de junio de 2023
Francisco Ocampo
Pablo Gómez Samela
Edición: Ana Fornaro

El proceso de “Guazatumba”, nuevo disco de Dani Umpi, fue largo y certero. Artista multidisciplinario – es plástico, performer, escritor, además de músico-, Dani venía publicando distintos materiales musicales tipo remixes y lados B pero este es su cuarto disco oficial.

El noruruguayo, como le gusta definirse (nació en Tacuarembó, al norte de Uruguay, en 1974), sigue refilando aquí un electropop que se enriquece en matices, humores, timbres y conceptos pero se diferencia del anterior “Lechiguanas” en que éste tiene “más estabilidad, contención y comprensión. Algo como de abrigo y caricia”, dice Dani a Presentes.

Menos flecha, más arco. Hay una continuación desde la ruptura con su antecesor, donde Dani posaba semidesnudo, listo para una noche de fiesta.

En cambio, Guazatumba nos viste a Dani de blanco, de plumas, con un título que remite a un árbol autóctono de sus pagos de cualidades curativas, desinfectanted e incluso antiofídicas, para las mordeduras de víboras venenosas. La atmósfera bailable ya no es más la de la noche sino la del amanecer. Lo seguro es que en este álbum Dani cambia de piel.

Producido por Dr. Taba y editado por el sello Banda del V.I.P,  nos muestra otra de sus capas. Guazatumba cuenta con nueve canciones que van desde el electropop juguetón de “Gente loca” y “Altar” hasta el encuentro entre elementos de la música popular uruguaya con los sintetizadores en “Saturno”.

– ¿Qué diferencia Guazatumba de tus discos anteriores?

-Creo que es el más introspectivo y, a la vez, el más amable por la forma de cantar. Tiene un tono conciliador, no tan peleador ni tan melodramático. Gran parte fue hecha cuando regresé a vivir a Uruguay y, como estoy más grande y terapiado, traté de no moverme con resentimiento hacia la música uruguaya. Es como si saliera del clóset de cantautor. Es que en su lirismo e incluso en la forma en que está cantado, aunque mi voz sea muy corneta, tiene un registro de cantautor uruguayo que en otro momento de mi vida me sorprendería, o no hubiese agarrado por ahí.

Si bien siempre hacés una apuesta por la pista de baile, en relación con tu anterior disco, Lechiguanas, pareciera haber ahora un tratamiento aún más “luminoso” y relajado de ese espacio, casi espiritual.

– Debe ser algo de la edad. La pista de baile es un espacio al que siempre vuelvo porque vengo de ahí, me pienso así, muy dentro de la tradición drag y el boliche gay. A veces ya ni me monto pero sigo haciendo las canciones para Dani Umpi como si fuese otra persona, un alter ego. Las características varían pero un lugar que me encanta habitar que es el de la diva trash que canta en boliche tipo sótano, muy cringe, muy creepy… eso me encanta. Tiene una cosa brujeril. Por eso mi música le gusta mucho a lxs brujitxs, porque es como un lesbodrama lleno de referencias esotéricas. Me encanta la alegoría hermetista, siempre meto algo. Debe ser eso lo espiritual que decís. Porque si jugás con simbolismos de ese tipo atraviesan todo, impregnan la canción y ese tipo de imaginario iniciático, medio ritualista que me encanta. Siempre significa entrar con conciencia a un nuevo estado, a una nueva manera de ver las cosas, un nuevo mundo.

El lenguaje de las redes, el espacio de la virtualidad están como fondo, como un nexo común en la poética del disco. ¿Qué sentís respecto al contexto actual, habiendo mediado incluso la pandemia, para el desarrollo de tu creatividad artística múltiple, de las relaciones afectivas, en aspectos positivos, negativos, etc?

-Tengo una contradicción muy común en los de mi generación que es ser esa especie de viejo choto con control remoto y, a la vez, estar muy entusiasta con la nueva tecnología, aunque no la entienda. No entender y aliarse con gente que entienda. Mi generación es increíble, vivimos un proceso de cambio tecnológico que lleva a una lógica de «¿para qué aprender algo si va a superarse en dos meses?» Lo mismo con los aparatos. Recuerdo como si fuese hoy una charla con Fernanda Laguna en la que nos preguntábamos cuándo sería el día en que no tuviésemos que bajar música porque los archivos siempre tenían algo mal. No fue hace mucho. Tuve fotolog, myspace, todo eso y le estoy más que agradecido porque sino ni cantaría. Lo de la inteligencia artificial me entusiasma muchísimo y tengo un amigo que habla mucho de eso. En la práctica no he utilizado tanto aunque, eso sí, a veces ni escribo, le hablo al software de reconocimiento de voz, como lo hace un montón de gente. No pienso para nada eso de que la inteligencia artificial nos sustituya. Me parece un divague. Siempre aparece algo que obliga a readaptarte. Con la pandemia fue general y catastrófico pero de alguna manera le vas buscando la vuelta. La disidencia es experta en eso y la gente de mi generación, más. Me fascinó el momento NFT, lo que interpeló. Era como una esperanza. Siempre va a aparecer una. A mi edad ocurre algo entre los artistas colegas que es decisivo, la crisis del artista Mid-Career. ¿Qué pasa? Que dejan de producir. Hay un desencanto, un corrimiento de prioridades, no sé… cuesta mucho entusiasmarte, tener la mente abierta y admitir que todo cambia. Lo mejor, como en todo, es la colaboración artística para llegar a algo nuevo.

Respecto a esto último, ¿cómo fue el tratamiento con les diferentes invitades que están en el disco?

-Son artistas que me encantan. La mayoría de los invitados tienen voces que me interpelan mucho. Faraónika me parece espectacular, tiene una voz muy sensual. Admiro su trabajo musical y su performance escénica. Masoniería queda muy bien en «Gente loca» porque llegó a una voz muy de agente secreto, al ser española… en fin, siempre me gustó su trabajo: su banda Papa Topo, su proyecto solista, sus videos, todo, es muy criteriosa. Nos conocimos casualmente en un recital de Elsa de Alfonso en Madrid y eso incidió bastante en invitarla a la canción. La voz de Joaquin Vitola me encanta y fue idea de Taba invitarlo para “Saturno”. Siempre fui fan de Elli Medeiros, nos conocimos hace unos años y siempre estamos con eso de colaborar en algo, así que fue la excusa perfecta. «Santo» es una canción que pasó por muchas versiones hasta llegar a ese espíritu de fiesta con el que termina el disco. Una especie de salida a bailar con ella. También está la canción «Altar» que compuse junto a Quintelman, un amigo uruguayo con el que me reencontré después de muchos años y que ahora somos bastante vecinos. Los arreglos de cuerda de «Picarón» los hizo Agustín della Croce, otro productor que me encanta y que conozco de su banda «Ahora».

– ¿Qué otres artistas que lanzaron discos últimamente te llamaron la atención?

Yo soy el típico gay fascinado con lo nuevo de Sophie Ellis-Bextor y Alison Goldfrapp, que baila Padam Padam y espera que salga el nuevo de Róisín Murphy. Me gusta todo lo que salga por el sello La Banda del V.I.P., por donde salió este álbum. Soy fan de todos sus artistas. Me encantó el último disco de Sofía Oportot y, de mis pagos, el de un musico que se llama Tallo.

-Muchas veces tanto desde colegas variadxs como público, se utilizan palabras como “referente” “influencia”, “icónica” para hablar de vos. Hoy por hoy con una larga carrera que respalda tranquilamente estos y más adjetivos, ¿te sentís así?

-Me cuesta hacerme cargo de eso. Es mucha responsabilidad. Pero es divino también. Aparte, ¡no sabés lo que son mis fans! Altas mostras. Me enorgullecen.

¿Qué otros proyectos (o ideas en mente) hay hoy la cabeza de Dani Umpi aparte de Guazutumba?

-Ahora estoy retomando proyectos de escritura como un libro para niñes, un cuento para una revista, ideas viejas de novelas a medio camino. Voy intercalando proyectos. Hay que organizarse.

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