“El humor me devuelve el poder que como mujer racializada me han arrebatado”
Rocío Quillahuaman ilustra y hace animaciones que se suelen hacer virales. En ‘Marrón’ comparte sus memorias como mujer migrante, creadora y amante de las bibliotecas.
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Rocío Quillahuaman (1994) nació en Lima y llegó a Barcelona a los 11 años. Estudió Comunicación Audiovisual y encontró en la animación un refugio. Ahora se dedica a hacer viñetas, videos y fanarts (obras artísticas, sobre todo visuales, realizadas por fans sobre un personaje ficticio). Su marca de la casa: gritos, un dibujo feo hecho a posta, sarcasmo y una fuerte vis cómica. Ha escrito Marrón (Blackie Books, 2022) para que “cuando una chica latinoamericana encuentre el libro, sienta alivio al ver que alguien con una historia parecida a la suya existe también en el resto del mundo, y así, quizá, encuentre compañía”.
Estas memorias son un compendio de anécdotas, situaciones difíciles, escenas tiernas y amorosas, y de capítulos llenos de humor de clase y antirracista. Marrón es ideal para reflexionar sobre los privilegios, sobre las personas migrantes, la precariedad y el machismo. Es una lectura idónea y que recomiendo con fuerza para adolescentes (por ágil, cercana, lenguaje sencillo y capítulos cortos).
Cuenta en el libro que ha sido una odisea escribirlo. ¿Por qué ha dolido tanto? ?
Escribir es un sufrimiento, pero además escribir sobre una misma me parece muy difícil. Yo no estaba preparada para hacer ni una cosa ni la otra. No soy escritora, solo quería explicar mi historia para representar la historia de muchas migrantes como yo. Quizá por eso me resultó más difícil hacerlo. Tardé tres años en escribirlo porque compaginar escribir con tener mil trabajos es complicado, pero también porque era muy duro rememorar cosas del pasado. Solo tengo 28 años pero siento que he vivido mucho más, creo que es un sentimiento compartido para todos los que hemos migrado.
¿Cuál es el recuerdo que más le ha costado rescatar del pasado, repensar y escribir?
El recuerdo más doloroso fue ese momento en el que intenté quitarme mi piel marrón. Es un recuerdo que me atormentó durante mucho tiempo, pero sentía que debía contarlo. Quería hacer un libro honesto y para eso tenía que contar cosas que estaba segura que nos había pasado a muchas. Yo nunca me sentí avergonzada de ser latina. El rechazo que sentía hacía mi color de piel me venía de fuera y lo interioricé tanto que me rechazaba a mí misma, pero nunca fue vergüenza por ser peruana o latina. De hecho, era todo lo contrario, sentía que no estaba a la altura de ser peruana o latina. Esa era la cuestión. No me sentía ni de allá ni de acá. El rechazo solo era hacía mí misma. El proceso de aceptarme ha sido duro pero desde luego es esencial para poder luchar contra todo eso que me hacía rechazarme.
«Mi mamá me educó en el miedo para protegerme»
Vivió hasta los 11 años en un barrio de Lima con una renta per cápita muy baja, un lugar que según cuenta es bastante peligroso.
Yo soy muy miedosa y esto se debe a haber crecido en ese barrio. Mi mamá me educó en el miedo para protegerme: si le tenía miedo a todo, iría con cuidado y no me pasaría nada. Dormir por las noches pensando en todo lo que podía pasarnos era terrorífico. Nunca olvidaré las primeras noches en Barcelona, sabiendo que podía dormir tranquila, al fin.
¿Cómo ha marcado el barrio y la pobreza sistemática en su forma de ver e interpretar el mundo?
Vivir en la pobreza te hace madurar antes de tiempo, te hace ver las cosas como si fueras una vieja aunque seas una niña. Yo era muy consciente de cosas de las que por mi edad no debería haber sido consciente, creo. No tuve mucho tiempo para la inocencia, y supongo que eso ha definido mi personalidad y mi forma de ver el mundo. Mi madre siempre me cuenta lo madura que era con seis años… y si lo piensas, es algo muy triste.
¿Y vivir en un matriarcado? ¿Cómo ha sido y es que sus principales figuras de apego sean mujeres?
Se me hace rarísimo ver a padres buenos. Cuando escucho a algún amigo hablar con cariño de su padre o cuando veo a mis cuñados ser buenos padres, me sorprende. No es una imagen a la que esté acostumbrada, no es lo que yo veía en mi casa ni en mi barrio de Lima. Para mí, mi madre es todo. Crecí con los cuidados de ella y de mis hermanas, y son ellas las que me han enseñado lo importante que es cuidarnos entre nosotras y cuidar a la gente que quieres y que te quiere. Este es el aprendizaje más importante que me han dado.
Por qué es tan difícil escapar del racismo
A Barcelona llegó con su madre buscando mejores condiciones laborales para ella y para vosotras: estudiar y criaros en un ambiente alejado de la violencia. Cuenta que durante años no se sentía ni de aquí ni de allí. ¿Es un sentimiento fácil de llevar, o vivir entre dos mundos desconfigura lo que una es?
No es algo fácil de llevar pero no te queda otra que tirar para adelante, sin mirar mucho atrás. Por eso me costó escribir Marrón, porque cuando lo hice fue cuando miré atrás por primera vez. Intentas adaptarte, encajar, pero no es fácil. No solo porque tú misma sientes esta confusión de vivir entre dos mundos sino porque aquí también te lo ponen difícil. Te recuerdan constantemente que “no eres de aquí”, directa o indirectamente. Es difícil escapar del racismo porque es estructural, y es algo con lo que tienes que convivir, lo cual es injusto. Y encima parece que no te puedes quejar, porque entonces eres una malagradecida. Para las que llegamos de niñas es un viaje largo de adaptación, si la adolescencia es un momento de definir la personalidad y la identidad propia, imagínate cómo es para las que además de eso tenemos que luchar contra un sistema que te margina y te hace sentir que no vales nada.
Su madre ha trabajado limpiando casas y cuidando a personas. A veces le acompañaba y jugaba a que las casas que limpiaba eran vuestras. Ahora es conocidísima por sus animaciones, colabora con revistas de prestigio, publica en una editorial hipster y puede que viva en un piso como los que limpiaba su madre. ¿Sigue teniendo presente las desigualdades de clase?
Mi piso sigue siendo alquilado como en los que he vivido en Barcelona. Es un piso en el que dentro de tres años me subirán el alquiler y tendré que volver a mudarme, porque ni mi madre ni yo tenemos una casa propia. Es la realidad de mucha gente y también la nuestra. Yo ahora puedo cuidar de mí misma y de mi madre, pero dedicándome a lo que me dedico y siendo autónoma no tengo ni ninguna garantía de que pueda seguir haciéndolo en el futuro. La gente se cree que porque tengo muchos seguidores soy millonaria. Pero eso es seguir siendo inconsciente de las condiciones precarias y la inestabilidad económica que viven muchos creadores que no tienen padres ricos y, en mi caso, de mi situación como creadora migrante. Si yo me quedo sin trabajo, no tengo una “casa padres” a la que ir a parar. No tengo casa, no tengo herencia, no tenemos nada a lo que aferrarme. Y no solo tengo que cuidarme a mí, tengo que cuidar a mi madre, que tiene un oficio mucho más precarizado que el mío. ¿Cómo no voy a tener presente las desigualdades de clase? Vivo en Camp de L’Arpa, no en Sarrià. Esta pregunta se la tienes que hacer a otro tipo de artista de Barcelona, me parece.
La gran herramienta con la que trabaja es el humor. Le vemos en sus animaciones gritar y sacar un arsenal de sarcasmo para ridiculizar actitudes y personajes fascistas (por ejemplo). Herencias y propiedades no tendrá, pero a gracia, salero y chispa no hay empresario, patrón o magnate que le iguale.
Es mi tono natural. El humor que hago en las animaciones es el humor que tengo desde siempre, no es algo trabajado, es lo que es. El humor es un arma muy importante para sentirse grande cuando alguien te hace sentir pequeña. Es una herramienta que te devuelve el poder, que como mujer racializada se me ha arrebatado en muchas ocasiones.
«Es muy importante verse reflejada en referentes»
En el libro habla sobre clasismo, pero sobre todo de racismo: “He pasado por todo este infierno para que cuando una niña latinoamericana encuentre este libro en la biblioteca, sienta alivio al ver que alguien con una historia parecida a la suya existe también en el resto del mundo”. ¿Por qué necesitamos referentes como nosotras?
Es muy importante verse reflejada en referentes para aspirar a algo, para aceptarse y sentirse válida, para tener esperanza. Creo que haber tenido más referentes de niña me habría ayudado a aceptar mi identidad desde entonces. Estar invisibilizada te hace sentir que no existes para el resto. Que no eres parte de aquí. Es una forma más de apartarnos, de marginarnos.
Cuénteme sobre la maravillosa foto de la cubierta.
Soy yo cuando tenía cinco o seis años, vestida con un traje tradicional de Puno en un desfile de mi colegio. Salgo asustada, que era como estaba siempre.
*Este artículo fue publicado originalmente en Pikara. Para saber más sobre nuestra alianza con este medio, clic acá.
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