Mariano Tenconi Blanco: “Mi foco siempre es la ficción”

El director de Las cautivas y La vida extraordinaria habló con Presentes sobre la vasta literatura que inspiró sus obras.

15 de diciembre de 2022
Verónica Stewart
Edición: Maby Sosa

BUENOS AIRES, Argentina. Por más variados que puedan ser los universos puestos en escena por Mariano Tenconi Blanco, un elemento se repite una y otra vez: el amor por la literatura. Ya lo dirá fuerte y claro en su charla con Agencia Presentes: él escribe para leer y lee para escribir.

Tenconi Blanco recibió en noviembre dos premios ACE uno por director y otro por autor de Las cautivas. La obra, aclamada en dos temporadas, recibe inspiración de fuentes tan variadas como Echeverría, Shakespeare y Saer, mientras que La Vida Extraordinaria homenajea a la literatura argentina. Sin embargo, y a pesar de encontrar su origen en obras y autores que conocemos de memoria, y leímos una y otra vez, el resultado de este cóctel es siempre único, original y, ante todo, exquisito.

Así, como en toda buena pieza de literatura, Tenconi Blanco se basta de la palabra, monólogo a público mediante, para llevarnos de paseo. En Las Cautivas, la francesa Celine y la india Rosalila cabalgan por La Pampa mientras el desierto se extiende frente a ellas como un mapa de aventuras signadas por erotismo y descubrimiento. En La Vida Extraordinaria, dos amigas recorren distintas etapas de la vida y provincias del país, mientras se preguntan por el sentido detrás de todo esto. El dramaturgo construye esta cartografía a través de la poesía; es el texto el que nos muestra la escena. Y de pronto, toda imagen se vuelve innecesaria mientras la palabra vuela sobre la sala, poderosa y sugerente.

Las Cautivas.
Foto: Carlos Furman

¿Cómo surgió la idea de Las Cautivas?

Las Cautivas forma parte de “La Saga Europea”, un grupo de obras que mi compañía, Teatro Futuro, realizará como residencia en distintas salas del Complejo Teatral de Buenos Aires. La saga pretende revisitar desde la literatura la relación entre Argentina y Europa mirando al siglo XIX . En Las Cautivas, primera de las cuatro obras, un malón irrumpe en una boda en medio de las pampas y secuestra a la novia, una joven mujer francesa llamada Celine. Ya entre la tribu, en pleno festín, Celine será protegida por una heroína inesperada: una india llamada Rosalila. Las dos mujeres se fugarán juntas a través de la extravagante geografía nacional. Aparece como primera referencia, obviamente, La Cautiva de Echeverría. Para ampliar las referencias, o las “deudas”, Las Cautivas le debe mucho al modo en que Copi reescribe el Martín Fierro en su Cachafaz. A la vez, los nombres de las protagonistas homenajean a las de “As you like it” de Shakespeare. El “Atala” de Chateubriand también es revisitado en nuestra aventura, que le debe todavía mucho más a El Entenado de Saer, a Río de las Congojas de Libertad Demitrópulos y sobre todo al Eisejuaz de Sara Gallardo. Escribo para leer y leo para escribir y estoy todo el tiempo trabajando con referencias literarias; mi imaginación opera en torno a las lecturas.

Las Cautivas tiene un componente erótico y sexual muy fuerte. ¿La pensaste así desde el principio o fue apareciendo en el proceso de escritura?

-En virtud de que la obra narra una relación amorosa, me parecía que era interesante poder escribir este componente erótico. Consideré qué era importante en virtud de la relación con el cuerpo y con la tierra que aparece en este cruce entre la mirada racional occidental que ofrece el personaje de Celine y la mirada metafísica que porta el personaje de Rosalila. Además, la literatura argentina del siglo XIX siempre fue muy puritana, y me parecía interesante también en términos de trastocar esos signos. La obra trabaja sobre la tradición literaria y sobre la tradición teatral desde el origen, esto es, desde Echeverría o desde la tragedia griega. Así, me parecía interesante imaginar un amor que tuviera la fuerza del mito.

La literatura argentina no solo fue muy puritana, sino que también fue muy heterosexual. ¿Buscaste trastocar eso al relatar una historia de amor entre dos mujeres?

-No lo pensé como “voy a escribir una historia homosexual o una historia heterosexual”. Pensé, voy a escribir una historia de amor y tenía esta idea de la mujer que es tomada como cautiva y la india de la tribu y que se escapaban juntas. Básicamente el motor fue ese, escribir una historia de amor, en este caso entre dos mujeres. Pero no lo sé. No hubiera sido lo mismo definitivamente si hubiera sido entre una mujer y un hombre, o entre dos hombres, no lo sé. Fue el lugar hacia el que fue mi imaginación.

Más allá de no haberlo pensado desde la escritura, ¿qué efecto te parece que puede tener en el espectador esa exploración del erotismo homosexual? ¿Recibiste alguna devolución al respecto?

-Mi foco siempre es la ficción. Por supuesto que uno está atravesado por cuestiones políticas y busco que las obras representen mi pensamiento político. Estamos atravesados por un montón de cuestiones. Sí me pasa que en mi caso en particular trato de no escribir desde la idea de algo que quiero comunicar o postular, como esa idea de que quiero dar un mensaje. No quiero dar ningún mensaje; la obra es el mensaje. Desde ese punto de vista es que trabajo. Las devoluciones que recibí fueron muy maravillosas en todo sentido y desde todo tipo de espectadores pero también por supuesto desde la comunidad LGBT fue una obra muy celebrada. Recibí muchos elogios y muchísimo cariño. Eso me puso muy contento primero, porque está bueno poder dialogar con todo tipo de público. Y segundo, está bueno siendo que la obra entre tantas cosas narra la relación entre dos chicas de pronto ver que tantas chicas iban con sus amigas o con sus novias que se re copaban. Incluso después me saludaban o me abrazaban o me decían lo especial que les había parecido la obra. Fue muy alucinante y me puso muy feliz.

¿Cuál fue el punto de partida en La vida extraordinaria?

-En el caso de La vida extraordinaria el origen fue escribir una obra utilizando muchos recursos de escritura distintos (cartas, diarios íntimos, poemas, monólogos, etc). Allí surgió la idea de que los personajes podían ser dos amigas, dos poetas, dos lectoras, y la idea de homenajear a la literatura argentina.

La obra es en una especie de montaña rusa emocional, donde hay momentos muy graciosos y bellos, y otros bien tristes y melancólicos. ¿Cómo trabajas esas intensidades tan diferentes?

-Muchas veces uno cree que, por esas cuestiones aprendidas que tenemos, las historias hay que contarlas con inicio, desarrollo y final. Después nos damos cuenta de que nada en la vida funciona así. Que la vida tiene un momento extraordinario y un momento horroroso uno al lado del otro. Y que las relaciones inician, se terminan, reinician, se terminan, reinician, continúan, se terminan de nuevo. Todo es muchísimo más múltiple y muchísimo más complejo. Entonces me pareció que había algo de esa estructura en la cual podía haber una situación muy cómica y disparatada y atrás una situación tremendamente triste que cumpliera con más profundidad el objetivo de mostrar la vida o buena parte de la vida de estas dos amigas. Había algo en esa estructura que era más poderoso y más potente porque calaba más hondo o que producía mayor profundidad respecto de las emociones que la obra aporta.

El teatro da la posibilidad de crear mundos a través de escenografías y armados físicos de escenas. Sin embargo, vos elegiste hacerlo a través de monólogos, donde no vemos casi nada de lo que es narrado. ¿Por qué?

-Trabajé con un recurso que llamamos monólogo a público. En ese recurso, está la posibilidad de llevar al teatro cosas que de otro modo serían muy difíciles de narrar: un viaje a caballo por la pampa argentina, una lucha con un tigre, flechazos, escopetazos, ríos, un mono, etc. Me gusta pensar que se pueden expandir las fronteras del teatro, de aquello que el teatro puede contar, y para eso tomo recursos de las otras disciplinas, sobre todo de la literatura.

En 2023, vuelve a cartel La vida extraordinaria. Será desde el 4 de febrero, sábados a las 22 y domingos a las 21 en el Teatro El Picadero.

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