Contra la banalización del feminismo

En esta entrevista de Pikara Magazine, Maria Gorosarri, autora de ‘Contra la banalización del feminismo’, indaga en los desafíos colectivos para evitar que se vacíe de contenido al movimiento.

16 de noviembre de 2022
María Ángeles Fernández / Pikara

BILBAO. Contra la banalización del feminismo (Txertoa, 2021) es un libro publicado en España, escrito por María Gorosarri después de una vida de cuatro años en Berlín. “Cuando me fui yo era una feminista radicalísima y cuando regresé vi que todo el mundo estaba mucho más radicalizado que yo y quería saber qué había pasado en esta sociedad en esos años”, cuenta Maria Gorosarri, un ratito antes de presentar el libro en la librería Louise Michel, de Bilbao.

Licenciada en Periodismo, en Derecho y doctora en Comunicación, Gorosarri es profesora de la UPV/EHU y suele investigar sobre memoria histórica.

¿Qué había pasado en los tres años que estuviste en Alemania?, ¿cuál fue tu conclusión?

Es lo que he diferenciado entre identidad feminista y conciencia feminista. Es verdad que la identidad feminista ha alcanzado a una proporción social inimaginable hace 10 años: entonces lo que se daba era lo que se llama “la paradoja feminista”, que mucha gente estaba de acuerdo con los objetivos del feminismo, pero se negaban a declararse feministas públicamente. Y, sin embargo, ahora creo que estamos en lo contrario: todo el mundo entiende los objetivos del feminismo, los hace suyos, considera que serían necesarios o indispensables para una sociedad más justa, de ahí que se autodenominen feministas. Sin embargo, eso no implica ningún compromiso personal, ni social, ni en nuestro día a día, ni en nuestro puesto de trabajo, ni en nuestra parte que tomamos en la sociedad.

¿No ha habido un aumento del compromiso?

Entendemos a nivel teórico la opresión de las mujeres. Pero no hemos dado tanta importancia al hecho de crear una alternativa o de vivir la vida que deberíamos vivir, teniendo en cuenta las condiciones materiales. Me refiero al hecho de saber que nos van a agredir, pero no hemos trabajado tanto el repeler o responder a esas agresiones. Estamos todavía en las consecuencias individuales de esas violencias.

¿Falta una lectura colectiva?

Sí. Por un lado, más colectiva y, por otro lado, más de toma de conciencia de ese colectivo que implica que tu vida tiene que cambiar.

«Existe un peligro de banalizar el feminismo»

Has escrito que el feminismo es una subjetividad individual, pero se caracteriza por ser un movimiento colectivo.

Históricamente, siempre. La cuestión es que, en los últimos 10 años, cuando se ha popularizado, ¿se ha mantenido eso o se han bajado las expectativas políticas? A la vez creo que han aumentado las cuestiones identitarias, entender el feminismo como identidad.

¿Se han bajado las expectativas políticas?

Yo creo que sí, no a nivel social, pero sí a nivel de responsabilidad individual de lo que implica el feminismo. No es tanto ser feminista como hacer feminismo.

Entonces, ¿hay una banalización del feminismo?

No. Creo que existe un peligro de banalizar el feminismo; y darnos cuenta de ello y hacer un análisis nos va a prevenir en el futuro.

Algo banal es algo trivial, ¿qué es para ti el feminismo?

Hay un cuerpo teórico que le da casi la consideración de ciencia, pero el feminismo es algo que ha guiado siempre mi vida, un sentimiento de injusticia. bell hooks también lo dice, que es la primera sensación de opresión que notas en la familia, porque tanto la clase social como la raza las notas cuando entras en contacto con gente de fuera de tu casa, pero dentro de tu casa lo que tú experimentas es la opresión patriarcal, la diferencia entre niñas y niños, entre hombres y mujeres.

I

María Gorosarri en la presentación del libro Contra la banalización del feminismo.

Hablas de lo que notaste al llegar de Berlín, luego ha habido unos años de movilizaciones masivas, ¿crees que ahora está debilitado el movimiento feminista?

En el movimiento feminista siempre he visto a gente con mucha conciencia. Ahora se ha socializado el feminismo y cualquier persona, aunque no se articule dentro del movimiento feminista, se considera feminista. Y su palabra vale tanto como la de alguien que lleva años militando o como la de alguien que acaba de empezar a militar pero lo hace de manera seria. Existe el peligro de que, hablando de feminismo o desde el feminismo, gente que no participa o que no conoce la historia del movimiento de los últimos 30 años puede vaciarlo de contenido. Por ejemplo, una de las cuestiones que más cuesta entender es que la nueva ley de garantías frente a la violencia sexual quita la categoría de abuso a agresiones que se consideraban menores históricamente en el derecho español. No existe el delito de violación y, sin embargo, dentro de las movilizaciones masivas, uno de los eslóganes frente a la agresión de Pamplona ha sido “no es abuso es violación”, cuando el delito de violación desapareció en el año 95 porque hacía referencia al honor de las mujeres y se quitó por eso y porque no preveía las agresiones a hombres. Es decir, se consiguió considerar las agresiones sexuales a mujeres, en vez de delitos contra nuestro honor que perjudicaban en nuestro ser social, como delitos contra nuestra libertad sexual, que fue un paso importante en el año 95, gracias a mujeres como Adela Asúa, por ejemplo. Y, sin embargo, eso no se tiene en cuenta y se banaliza toda esa lucha cuando usamos ese eslogan: la violación no existe, es agresión sexual.

Parece que estamos todo el rato haciendo cosas nuevas y nos olvidamos de toda esta genealogía y de las mujeres que llevan años militando, ¿tenemos poca memoria?

Es normal tener poca memoria teniendo en cuenta que el feminismo ha dado un paso cuantitativo inmenso, pero me parece peligroso que cualquier persona pueda hablar de lo que es el feminismo, de lo que hace el feminismo… Hablo de un feminismo individual, que es lo que realmente me parece que pone en peligro y que banaliza el movimiento feminista.

Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, Patricia Botín, presidenta del Banco Santander, dicen ahora que son feministas. ¿Es una banalización o una cooptación del feminismo, de un concepto y una lucha que estaba escociendo, para vaciarlo de contenido y ponerle un lacito?

Sí, eso es banalizar, vaciar de contenido. Es verdad que para cualquier grupo social conseguir un mayor número de gente es el objetivo, pero sin perder las bases políticas mínimas.

Ilustración: Flor Capella para Agencia Presentes

¿Debería tener el feminismo entonces una mirada anticapitalista?

Ese discurso puede excluir a cierta gente. Pero, sin entrar en el discurso, todas las medidas feministas a quien más benefician es a las mujeres en situación más precaria. Si el Ayuntamiento de Bilbao adquiere pisos para situaciones de emergencia para mujeres en situaciones de violencia, las mujeres que más se van a beneficiar de esa medida van a ser las que no tienen acceso a un alquiler. De ahí el análisis interseccional. Cuanto más profundizamos en el feminismo, más vemos que está identificado con la lucha de clases: hablamos del movimiento de las residencias, del movimiento de las trabajadoras del hogar, y es porque han asumido la visión feminista y se han organizado.

Escribes en el libro sobre el euskera, estamos en Bilbao y la fuerza que tiene aquí el movimiento feminista no la tiene en otros territorios, ¿este análisis que haces del peligro de banalización y del individualismo se puede aplicar aquí?

Hay dos cuestiones. Hablo de que el euskera no es un privilegio; la teoría de los privilegios explica que son beneficios o ventajas, por ejemplo, las que tienen los hombres sobre las mujeres solo por el hecho de ser hombres, y el hecho de que una persona hable euskera no implica beneficio alguno sobre una persona que no lo hable, ni siquiera aquí. Y respecto a la activación del movimiento feminista, me parece que, tradicionalmente, por ejemplo, en Bilbao, siempre ha habido una actividad muy visible con varias mujeres referentes en los últimos 30 o 40 años. Después de la disolución de ETA, hay partes de esta sociedad a las que el feminismo vuelve a ilusionar con la idea revolucionaria, en el imaginario que yo llamo simbólico; es decir, la imagen de una militante activa. O que cada vez que hay una agresión, en lugar de explicar, lo que se hace es decir que nos vamos a recuperar de todas las agresiones y con la reacción patriarcal sabemos que nos van a agredir más. La imagen de que estamos armadas como autodefensa feminista no me parece adecuada, porque esa agresión ya se ha dado y la autodefensa feminista sirve para evitar agresiones.

Te refieres a lo simbólico de las imágenes.

Sí, en los carteles.

¿No estás de acuerdo con la imagen más belicista o aguerrida?

La entiendo, pero creo que no se corresponde… porque ninguno de esos agresores tiene miedo de nosotras por muchas imágenes violentas que pongamos. La cuestión es por qué, si nos declaramos feministas, hemos leído libros feministas, no somos capaces de defender con fuerza nuestros derechos. Siempre se habla de que el feminismo es un movimiento pacífico, y lo es estratégicamente según en qué momento actuemos; por ejemplo, por la noche, no se trata de defender nuestros cuerpos, sino de salir vivas de cualquier situación. El lema de la manifestación de las fiestas de Bilbao [“¡Temblad cabrones!”] me pareció muy agresivo y, sin embargo, las personas que participaron no fueron capaces de defender esa agresividad. Se ve que, a la sociedad, incluso con lemas agresivos, no le damos miedo.

¿Tenemos que dar miedo?

Yo creo que no, pero si se opta por ese camino… Me parece más estratégico no dar miedo porque para conseguir algo necesitamos la colaboración de los hombres.

Hablas de la reacción patriarcal; en este tiempo que te has puesto a ordenar ideas para escribir el libro, ¿has visto esa reacción?

Esto lo medí en mis investigaciones sobre “presuntitis”, que además el primer artículo sobre eso lo publiqué en Pikara. Lo he medido científicamente en los delitos con víctimas en El País y en El Mundo, de 1996 a 2016, para ver qué diferencia hay cuando denuncian mujeres y cuando denuncian hombres. Cuando las mujeres denunciamos violencias sexistas, dentro de la pareja, fuera de la pareja, o agresiones sexuales, en los dos periódicos de referencia del Estado, que serían los que profesionalmente mejor trabajan, aparecen el doble de veces la palabra “presunto” que cuando denuncia un hombre, y se multiplica por 20 cuando se adoptan las leyes de igualdad en 2004. Yo a eso lo llamo reacción patriarcal. Nos dan un derecho mínimo a defendernos de una violencia sistémica y, en contrapartida, ¿ cuál es la reacción? Minar nuestra credibilidad social.

En países como Colombia y Argentina aumentan derechos como el aborto, mientras se pierden en países como Estados Unidos.

Esa lectura la hago dentro del marco europeo. Cuando yo vivía en Berlín me decían que la violencia de género prevista en la ley era un problema del sur de Europa, que en Alemania eso no sucedía. Y una vez que han firmado el Convenio de Estambul, tanto Alemania como Francia tienen que llevar la contabilidad de las mujeres asesinadas en el marco de las parejas y se ve que en Alemania y en Francia tienen más del doble que en el Estado español. Berria tiene una página web especial sobre violencia sexista dentro de la pareja en Euskal Herria y podemos comprobar a cuántas mujeres han asesinado en Iparralde [País Vasco francés] y a cuántas en Hegoalde [País Vasco español] y si calculamos la población que tiene cada uno de los territorios, vemos que en Iparralde es tres veces más que aquí.

Visibilidad trans

Respecto a la situación de las personas trans y el debate de la ley, apuntas en el libro que lo que se ha mantenido intacto es la visibilidad de los hombres.

Es lo único que critico de la ley trans, que no lucha contra el androcentrismo, no lucha contra que el referente común siga siendo el hombre. Cuando habla de personas gestantes no lucha contra eso; por eso propongo, en vez de personas gestantes, mujeres, que a veces somos gestantes y a veces no, y hombres gestantes, que es lo que rompe nuestro imaginario. Si dices persona gestante no lo vemos, no nombramos que un hombre se pueda quedar embarazado.

¿Y qué pasa con las personas no binarias?

Pues hablo de las personas trans porque he encontrado una asociación como Naizen que ya tiene una visión y una propuesta social. En el País Vasco no he encontrado una asociación de personas no binarias. Como periodista siempre acudo, en vez de a fuentes personales, a fuentes sociales, por eso participamos en la sociedad a través de entidades o movimientos sociales, porque nuestras reivindicaciones no son personales, sino que afectan a diferentes personas.

¿Qué lectura haces de toda esta confrontación y ataque hacia las personas trans a raíz del debate de la ley?

La forma en que se está teniendo este debate no es constructiva ni tampoco permite llegar a ningún punto de acuerdo. Tere Maldonado y FeministAlde han intentado organizar algo en ese sentido. Yo también he pretendido buscar vínculos de encuentro. La transexualidad no la explican ni la medicina ni el transfeminismo ni la sexología, es un fenómeno social que todavía que tenemos que integrar socialmente.

Este libro cuenta con una bibliografía muy interesante, es como una enciclopedia, nombras a muchas autoras, haces un recorrido de teorías, de momentos. En esta revisión tan amplia que has hecho, ¿hay alguna autora que hayas descubierto o redescubierto?

No sabía que el libro de Simone de Beauvoir lo iba a citar tanto. También a bell hooks, que tiene otros libros que no cito pero que, como profesora, me parecen muy interesantes sobre docencia y pensamiento crítico.

*Este artículo fue publicado originalmente en Pikara. Para saber más sobre nuestra alianza con este medio, clic acá.

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