“Jugar es mi cable a tierra”, la historia de una campeona trans de metegol

La joven mendocina fue la ganadora de varios torneos nacionales. Cómo es el ambiente del metegol para las diversidades.

28 de septiembre de 2022
Agustina Ramos
Edición: Maby Sosa

BUENOS AIRES, Argentina. En la despensa de una familia humilde que vive en la ciudad de Guaymallén, en la provincia de Mendoza, la menor de seis hijes de un matrimonio boliviano se sube a una caja para alcanzar las varillas de una mesa de metegol.

El juguete lo comparte con toda la familia. Tiene cuatro años y aún se muestra al mundo como un niño. Años después, se llamará Uma Daniela Flores.

Un juego para toda la vida

Es 11 de febrero de 2018. Transcurrieron 30 años desde que este deporte dejó de ser un ejercicio cotidiano en su vida. Ese día en que, a sus 9 años, una tormenta corrompió la madera de la mesa de metegol familiar. Uma coloca una botella de agua al costado suyo para amortiguar el sudor que rebalsará de su cuerpo. Luego, desliza el cubregrip sobre el mango de las varillas donde apoyará sus manos con firmeza. La acompaña su pareja, Juan Aragón, en la categoría amateur. Se dispone a escuchar el “vamos” de su oponente.

“De mi primer torneo recuerdo dos partidos: la final de la categoría amateur, donde finalmente nos posicionamos como ganadores, y mi primer partido en la categoría profesional individual, donde enfrenté a un jugador de Buenos Aires”, cuenta Uma a Presentes sobre aquella jornada.

“Mi oponente era muy superior a mí en técnica, velocidad y experiencia. En ese partido vi por primera vez realizar pases desde el medio a los delanteros”, recuerda. “También observé el tiro de serpiente o snake shot, jugadas que terminaron marcando mi camino para alcanzar el nivel profesional”.

En diciembre de ese año, compitió en la ciudad de Buenos Aires en un torneo nacional, organizado por la Asociación Argentina de Jugadores de Metegol (AAJM).

“Fui a participar y también obtuve una medalla en la categoría de mujeres. Algunos jugadores en ese torneo me dijeron ‘vos vas a ser una jugadora profesional’. Me entusiasmé. Aparte es algo que me encanta hacer, lo disfruto: es una pasión. Ahí empecé a entrenar y desde entonces no paré. Cada vez que había un torneo, si podía iba”.

El primer encuentro con el mundo trans de Mendoza

Uma Flores tiene 39 años. Es técnica en Hemodiálisis, egresada de la Universidad de Cuyo (UNCuyo) y vive en la ciudad de Guaymallén, al centro-norte de la provincia de Mendoza, en Argentina.

Luego de pasar por dificultades y años en los que no conseguía trabajo, -algo habitual para el colectivo travesti trans debido a las discriminaciones-, en agosto de 2015 ingresó a trabajar en el Hospital Central de Mendoza. Al mismo tiempo, comenzó a estudiar Derecho, su segunda carrera. 

A sus 16 años tuvo las herramientas para transicionar de género. Pero antes, si bien contó con el apoyo de sus padres, “no lograba comprender” lo que le sucedía y también pasó por “situaciones difíciles” dentro de su grupo familiar.

“Como mis padres trabajaban en una zona rural, todo el tiempo se iban y me quedaba sola en mi casa con algunos de mis hermanos y ellos no lo habían tomado tan bien como mis padres. Era más difícil la relación con ellos. Entonces por ahí prefería no estar en mi casa y me iba a ‘vagabundear’, a caminar por ahí y me perdía”, relata.

En una de esas “giras”, a sus 12 años, vio por primera vez a un grupo de chicas trans. Eran cerca de las 22.30 y el último colectivo que la dejaba en su casa ya había pasado. Recorrió los ocho kilómetros que separan al centro de la ciudad de Mendoza con Villa Nueva, por la avenida Independencia. Ochenta minutos caminando.

“Justo de casualidad atravesé una zona roja y vi muchas mujeres. Me acuerdo que parecían como estrellas de cine porque eran todas súper lindas, súper altas, con muchos brillos. Hermosas, realmente. Me quedé muy impactada mirándolas. Apenas me vieron me hicieron como una seña. Me preguntaron si tenía hambre y me compraron un sánguche de milanesa. Me quedé un rato con ellas, fueron súper agradables y me sentí muy cómoda en ese momento”, recuerda sobre esa noche.

Y agrega: “Les conté más o menos lo que me venía pasando y me dijeron que iba a ser una chica trans hermosa. En ese momento me sentí tan bien. Después llegué súper contenta a mi casa y muy tarde, también. Afortunadamente, mis papás nunca se enteraron”.

La pasión que siempre vuelve

Uma se considera una activista. Integra el Movimiento por la Inclusión en Vivienda para el Colectivo Trans en Mendoza. Le tocó también militar la Ley de Identidad de Género y abrió el camino en su provincia para acceder a una operación de reasignación de género.

“En 2016 pude acceder a una intervención a través de una obra social. Eso sentó un precedente para muchas otras compañeras y para que las obras sociales tuvieran que verse obligadas a dar el 100% de la cobertura, que es lo que estipula la ley (de Identidad de Género) en su artículo 11”, dice.

Hace unos cuatro años retomó su pasión que es jugar al fútbol de mesa. Se entrena a través del intercambio con otros jugadores profesionales y también con videos de YouTube. Recientemente consiguió una mesa estilo profesional que fue fabricada en Estados Unidos, todo un sueño para ella.

“Era una mesa que tenía algunos daños, estaba un poco deteriorada porque tenía unos 10, 12 años. Con ayuda de mi hermano y un carpintero, logramos repararla. Fue difícil conseguir a alguien que se anime a hacerlo. Ahora la tengo acá, al lado de mi cama, como mesa de luz. Vivo en un monoambiente muy chiquito. Tengo la mesa al lado de la cama y la cocina al lado de la mesa. Estoy feliz porque ahora puedo practicar”, cuenta.

Un juego para todes

Uma afirma que no ha conocido otras personas trans que jueguen al metegol. “En Mendoza sí tenemos una compañera amateur que practicaba con nosotras y nosotros”, recuerda.

“Mi identidad la vivo con naturalidad. Simplemente voy, participo y conozco jugadores y jugadoras para tratar de ir creciendo en la disciplina. Trato de participar en donde puedo y me aceptan”, cuenta Uma. “Las veces que he viajado a Buenos Aires a competir, siempre he sido recibida con cordialidad, he conocido grandes jugadores y gracias a ellos he aprendido muchísimo.

El sueño de la Copa América

Actualmente se prepara para ir -si las condiciones materiales se lo permiten- a competir a la Copa América que se espera que tenga lugar este año en octubre en Santiago de Chile. “Siempre que vas a esos torneos, así no ganes, la verdad que te llevás siempre la mejor enseñanza. Son 3, 4 días que jugás con jugadores que tienen un nivel más alto que el tuyo, y entonces terminás aprendiendo jugadas, adquiriendo diferentes técnicas”, dice.

“Ahora tengo una chance más de ir con un poco más de experiencia”, afirma Uma, quien anteriormente había sido invitada a la Copa América que tuvo lugar en Costa Rica en 2018. Por el costo y por aún no sentirse segura en su entrenamiento, decidió no participar.

Sobre el deporte, la jugadora considera que aún falta “trabajar su profesionalización”. “No existe ningún tipo de ayuda por parte del gobierno para acompañar a los equipos que se forman en el país para ir a competir a otros países. Hay buenos jugadores, pero siempre está la dificultad de que no pueden ir. Eso sucede con las disciplinas que no tienen el reconocimiento que se necesita”, explica.

Actualmente conforma un grupo de once jugadores de Mendoza, en el cual la mayoría son mujeres. Desde allí se encuentran en campaña para conseguir un espacio donde puedan instalar las mesas que ya poseen y así poder entrenar y fomentar la disciplina.

“Jugar es un momento de goce, de disfrute, es mi cable a tierra. La verdad que hago tantas cosas que es el único momento que parece que todo queda afuera, de lado”. Así cierra, entusiasmada, la conversación telefónica.

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